Url https://guanchismos.ulpgc.eshttps://guanchismos.ulpgc.es/item/11186 Resource class dctype:Text Título Afara Tipo 2 Identificador https://hdl.handle.net/11730/guatc/50 Otros títulos Alfara Cobertura espacial H Anota
1 La leyenda de los amores de la aborigen Moneiba y el conquistador normando Maciot y del descubrimiento que la primera hace al segundo de la existencia del Árbol Santo o Garoé, tiene su origen escrito más antiguo en el relato de dos personajes extranjeros que pasaron por las Islas en la segunda mitad del siglo XVI camino de las Indias, el milanés Girolamo Benzoni y el cosmógrafo francés André Thevet. Pero es lo más probable que sus versiones no fueran recogidas directamente de la tradición oral de las Islas, y menos específicamente de la isla de El Hierro, sino que emanaran de sus compilaciones de lecturas varias sobre las Islas Canarias. Ninguno de los dos autores da los nombres de los protagonistas, por lo que ha de suponerse una versión anterior, pues, en efecto, el nombre de Maciot es perfectamente histórico y el de Moneiba ha pasado a la tradición oral de una manera definitiva. Pero es curioso que en ninguna de las fuentes históricas españolas sobre la isla de El Hierro se contenga este relato, a pesar de que todos los autores dedicaron amplio espacio al prodigio del Árbol Santo. La leyenda de Moneiba y Maciot ha sido recreada modernamente de forma muy ampliada y libre por el escritor grancanario Emilio González Déniz: Garoé: Leyenda del árbol agua. Santa Cruz de Tenerife: Centro de la Cultura Popular Canaria, 1996.
El relato de Benzoni es el siguiente: "Cuando los españoles acudieron a dominar la isla, se quedaron extraordinariamente asombrados al no encontrar agua, ni pozos, ni ríos. Al preguntarles a los nativos de dónde sacaban el agua, dos contestaron que se servían de la de lluvia, que recogían en unas vasijas y luego conservaban para sus necesidades, habiendo ocultado antes el árbol con cañas, tierras y otras cosas, por considerar que si los españoles no encontraban el agua necesaria, se marcharían de la isla y de sus tierras. De poco les valió, sin embargo, esta astucia, porque una isleña a la que cortejaba un español le descubrió a este el árbol y su secreto. Al comunicárselo a su capitán, este no pudo evitar la risa, considerándolo una fábula. La mujer recibió su merecido, porque imaginando los notables de la isla que había sido ella la delatora del árbol, la hicieron morir poco después y en secreto".
Estado 1 Ubicación VAL --