Url https://guanchismos.ulpgc.es/ Resource class dctype:Text Título Mirca Tipo 3 Identificador https://hdl.handle.net/11730/guatc/2412 Cobertura espacial P Anota
1 No nos resulta verosímil este comentario de Frutuoso, que más parece fruto de una anécdota ingeniosamente resuelta que de una explicación toponomástica. Ni es verosímil que hubiera una sola palma en ese lugar ni menos que esta sirviera para denominar a toda una isla. No obstante, algo hay en ese comentario que nos hace preguntar por el nombre de la isla, pues, en efecto, no son las palmas los árboles más abundantes en esta isla. Tres han sido las hipótesis que se han barajado para explicar el topónimo La Palma, reunidas las tres por Viera y Clavijo (1982: I, 71-73). La primera es totalmente legendaria, y dice que unos españoles en tiempos del rey Abis o Abides, huyendo de una sequía espantosa y prolongada, encontraron la isla de La Palma y "en la frescura de sus tierras del tiempo se juzgaron victoriosos", de donde la palma representa el símbolo de la victoria. La segunda le parece a Viera la más verosímil: que el nombre de La Palma lo recibió de los navegantes mallorquines del siglo xiv, en reconocimiento a la capital de la isla de la que procedían, pues "no pudo ser por la abundancia de palmas", ya que no es "la más fecunda en esta especie de árboles", además de que "no la apellidaron la isla de las Palmas, como parecía más conforme", dice Viera. La tercera hipótesis es de un historiador canario del siglo XVII, Cristóbal Pérez del Cristo, quien cree que su nombre procede de la isla Planaria del relato que Plinio el Viejo hizo de las islas de Canaria en el siglo I d.C., transcrita allí por error ?dice Pérez del Cristo?, pues debió escribirse Palmaria (1679/1996: 3-4). Pero esta explicación de Pérez del Cristo no pasa de ser un supuesto totalmente caprichoso. Como lo es también la interpretación de Viera y Clavijo, quien dice que la isla, forzando la imaginación, viéndola desde arriba, se asemejaría a una palmera con sus gajos cayendo curvados en derredor. Es verdad, como dice el propio Viera, que en algunos casos esas visiones fantásticas se ajustaban al procedimiento antiguo de nominar a los lugares que se descubría. Pero el procedimiento ordinario de poner nombre a un territorio ha sido siempre mucho más simple y directo: se nombra por lo que en el lugar verdaderamente hay o por lo que el lugar aparenta ser. Por ello, a nosotros nos parece más verosímil el étimo de la especie vegetal, pues aunque no sea la isla que más palmas tenga, sí las tiene, y muchas, y por cualquier lugar. Y ese es el étimo que se ha impuesto en la creencia popular, desde los primeros historiadores.
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