Agaete

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/71

Nombre de un pueblo bien conocido del noroeste de la isla de Gran Canaria, convertido a su vez en municipio cuyo territorio desciende desde los altos de Tamadaba, abriéndose en abanico hasta la zona costera. El accidente más sobresaliente que lleva también el nombre de Agaete, aparte el pueblo, es el barranco que se inicia en los altos de Los Berrazales y va a desembocar en el Puerto de las Nieves formando en su tramo intermedio el famoso Valle de Agaete, uno de los espacios geográficamente más impresionantes y hermosos de la isla.

"Volviendo sobre el mar que baña la isla [de Gran Canaria] por la parte del norte, está situado este lugar", así empieza la descripción de Agaete P.A. del Castillo, añadiendo que a finales del siglo XVIII tenía 170 vecinos y dos ermitas: la de N.S. de las Nieves en el puerto y la de San Sebastián en el pueblo, y que era lugar "regalado de todos frutos y carnes; y de sus mares de los mejores peces" (2001: 207-208). Por su parte, Viera y Clavijo (1982: II, 396) dirá que el lugar de Agaete estaba en "terreno cálido y muy seco, y quemado por volcanes en lo antiguo". En el tiempo de los guanches el sitio de Agaete debió constituir una región de gran importancia, con entidad suficiente como para que un representante suyo, "Saco, de Agaete", asistiera a la embajada de paz que los canarios enviaron a Diego de Herrera en Lanzarote en 1478 (Abreu 1977: 135). Tuvo también gran importancia en la conquista de Gran Canaria, siendo uno de los puntos principales desde los que partieron las acciones de ataque de los castellanos, gracias a su excelente rada y a la torre defensiva que allí construyeron. Incluso en sus Constituciones y Synodales el Obispo Dávila dice en 1737: "Dixéronme es el Puerto [de Lagaete] en donde saltaron la primera vez nuestros Españoles" (cit. Riviere 1997: 148). Y se convirtió, asimismo, en uno de los primeros y principales asentamientos castellanos tras la conquista, con la fundación de varios ingenios azucareros. Finalmente, fue desde Agaete, por haberle correspondido sus tierras tras la conquista de Gran Canaria, desde donde partió Alonso Fernández Lugo a la conquista de Tenerife. Agaete siempre fue la cabecera de una demarcación que según los datos recabados in situ por Antonio Riviere en 1740 tenía 193 vecinos y 902 personas, lo que no es poco para aquel tiempo, ya que no contaba con barrios agregados. La valoración que de Agaete y de su territorio hace López de Ulloa a mitad del siglo XVII es la siguiente:


Es lugar pequeño y muy conbatido por los vientos; es también lugar regalado de todo género; está allí fundado un maiorasgo muy bueno... Tiene ingenio de asúcar, muchas aguas, tierras labrantías en que se coge trigo, çebada, centeno, millo, viñas. En este lugar hay agrio muy regalado y en mucha abundancia, especialmente limas... y está muy cercano a la mar, y por estarlo... no han sido infestados de enemigos, y si alguna ves llegan navíos de corsarios a aquellas costas, los veçinos y naturales les causan muchos daños prendiendo y matando en ellos (cit. Morales Padrón 1993: 322).


Y Agaete fue el puerto fronterizo de Gran Canaria más cercano a Tenerife, "a donde se navegaba en cuatro horas" en la segunda mitad del siglo XVIII, según asegura Viera y Clavijo (1982: II, 108), cuya condición de puerto el más cercano a Tenerife la ha recobrado modernamente y ha reducido el tiempo de navegación a una hora.

De la importancia que debió tener este lugar de Agaete en la época prehispánica pueden hablar dos de los yacimientos arqueológicos principales que se encuentran en su territorio, aparte del de Guayedra, colindante con el Valle de Agaete: el "poblado" de Berbique (Birbique o Bisbique), del que hablamos en su entrada correspondiente, y la llamada por los arqueólogos "Necrópolis del Maipés". El término "necrópolis" es un cultismo de uso exclusivo en la arqueología, pero maipés es un canarismo totalmente popular resultante por evolución fonética de "malpaís" (lavas volcánicas de formación reciente en términos geológicos y poco evolucionadas). Es este un cementerio colectivo situado a la salida del pueblo de Agaete hacia el Valle dentro de un extenso terreno de malpaíses que contiene más de medio centenar de enterramientos, en muchos casos en forma de túmulos, y que una actuación arqueológica reciente la ha calificado como la segunda "necrópolis" en importancia de todo el Archipiélago, tras la de Arteara, por el número de sepulturas.

Hasta parece que Abreu Galindo conoció y se fijó en este lugar de Agaete para relatar el tipo de enterramiento en túmulos que usaron los guanches de Gran Canaria. Tan ajustado está lo relatado por Abreu a la realidad que hoy puede verse en el Malpaís de Agaete y lo hace con tal precisión descriptiva que hasta parece que él mismo fue arqueólogo en su tiempo y en este lugar. Dice así:


Y si no había cuevas, procuraban hacer sus sepulturas en lugares pedregosos que llaman malpaíses, y apartaban las piedras movedizas y hacían llano el suelo, tan cumplido como el difunto, y lo tendían allí, siempre la cabeza al norte; y le llegaban unas grandes piedras a los lados, de suerte que no llegasen al cuerpo, y quedaba como bóveda. Y sobre esto hacían una como tumba redonda, de dos varas, de piedra, tan bien obrada y prima, que admira su edificio. Y por de dentro, desde encima de la bóveda para arriba hasta emparejar con las paredes, lo henchían de piedra puesta con tanto nivel, que da a entender el ingenio de los canarios (Abreu 1977: 162).


El término Agaete empieza a aparecer en las fuentes historiográficas de la conquista de Gran Canaria, en la que tuvo tan gran importancia, pero aun antes, con motivo de la primitiva evangelización de la isla por parte de los franciscanos mallorquines, a mitad del siglo XIV, de los que se dice que construyeron dos ermitas: una dedicada a Santa Catalina en Las Palmas y otra a San Nicolás "junto a Lagaete" (Abreu 1977: 41). Y Lagaete es de los pocos nombres que aparecen manuscritos en la parte interior del mapa que Torriani (1978: 87) dibujó de la isla de Gran Canaria a finales del siglo XVI. Y lo mismo hicieron Briçuela y Casola (2000: 44) años más tarde, añadiendo estos en el exterior de su mapa el Pº de Lagaete. Pero falta en la lista de topónimos guanches de Gran Canaria de Bernáldez, el Cura de los Palacios, razón por la que hace pensar a Onrubia (2003: 224) en su condición de término no aborigen. A más de que otros autores han llegado a decir que "la tradición local hace derivar este topónimo de la corrupción del diminutivo de lago > laguete. Pero como bien dice Wölfel (1996: 824-825) esta interpretación más vale pasarla por alto, pues no habría cómo justificar las formas de las fuentes primitivas, que por su diversidad son manifestación evidente de un término ajeno a la lengua de los conquistadores. Más bien deberá pensarse que esas escrituras que giran en torno al término lago son consecuencia de procesos de etimología popular desde el español, tratando de interpretar el término aborigen. Pero es cierto, y es altamente significativo, que en no pocas referencias antiguas este topónimo aparece con artículo: el Agaete, el de gaete, la gaete, al agaete, etc. como si el nombre fuera un apelativo de significado conocido. Incluso que esta manera de citar llega hasta tiempos muy modernos, como es el caso del Diccionario geográfico de Madoz (1986: 130), de mitad del siglo XIX, en donde aparece como Lagaete.

La primera documentación histórica en que encontramos el topónimo es en un documento de marzo de 1489 en el Registro del Sello en que se ordena a Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, que ejecute una obligación del jurado Pedro Fernández de Señorino contra Alonso de Lugo, alcalde de Agaete, que le debe 2.400 arrobas de azúcar y le tiene hipotecado un ingenio (Aznar Vallejo 1981: doc. 128); documento que pone muy en evidencia la rapidez con que se implantaron los ingenios de azúcar en Agaete acabada la conquista de la isla y la inmediata producción que tuvieron. Y ya en ese mismo Registro del Sello el nombre de Agaete aparece citado de continuo en años sucesivos.

Últimamente, Cruz y Saavedra (2011) ha escrito un artículo bien documentado sobre la evolución histórica del término Agaete, en el que a las dos hipótesis manejadas, por una parte la guanche, y por otra la hispánica como derivación de lago, añade otras varias, como las siguientes: que puede ser originaria del Gaeta de la Italia meridional, o tener relación con ciertos topónimos sicilianos, o tener parentesco con la Agadé cáldica del oasis de Agem, al sur del Sahara, o con el Gades / Gadir ibérico, o con el Agadir marroquí, o con Gaete, un topónimo de Uruguay, o con Gaeta en Brasil, etc. Ese es un camino interminable y que no conduce a ninguna parte: las proximidades, parecidos o incluso coincidencias entre topónimos o incluso entre términos apelativos de varias lenguas y de lugares muy distintos son, en la mayoría de los casos, eso: simples coincidencias de significantes.

Reunidas las distintas grafías con que aparece mencionado el topónimo en las fuentes más antiguas (las Crónicas de la conquista de Gran Canaria y las Historias de Abreu Galindo y de Torriani) resultan ser las siguientes: Agaete, Agaethe, Agayte, Gaete, Gayete, Gayerte y Lagaete. A partir de ellas resulta imposible deducir una forma originaria verosímil de la que pudieran derivar las demás por una u otra razón lingüística. Por eso, tratar de reconstruir ese proceso evolutivo resulta una tarea inútil. De nuevo nos encontramos con la sempiterna cuestión de la toponomástica: ¿por qué hacer más caso a las escrituras, cuando estas son además irreconciliables, que a la tradición oral? ¿Quién puede decir que las formas escritas antiguas no giran todas ellas alrededor de la voz [agaéte]? No decimos que la voz originaria fuera Agaete, pero más fácil es explicar filológicamente una grafía equivocada o errónea a partir de una voz verdadera que suponer una realización oral a partir de una escritura, pues ese es un camino contrario a las leyes de la toponomástica y al de la lingüística general. Es la escritura la que va detrás de la oralidad, y no al revés; si en la tradición oral hay discordancia denominativa es la escritura la que debe acomodarse a la oralidad, y no al revés. Así pues, nuestra propuesta de interpretación parte de la forma Agaete que es la única que ha llegado a nosotros por tradición oral y no por ninguna escritura: en este caso escribimos, pues, lo que se pronuncia. Y esta escritura Agaete no es moderna, sino tan antigua como las otras, registrada en libros de fábrica en 1556, al menos. La prueba más contundente la podemos hallar en el testamento de Antón Cerezo, que vivió en el mismo lugar de Agaete desde finales del siglo XV hasta su muerte en 1535. El genovés Antón Cerezo es hoy más conocido por haber sido quien encargó al pintor flamenco Joos van Cleve el famoso tríptico de Nuestra Señora de las Nieves que se conserva en la ermita del mismo nombre del Puerto de las Nieves de Agaete, pero fue también quien en 1494 compró el ingenio y la hacienda de Agaete a Alonso Fernández de Lugo, con cuyo dinero este pudo iniciar la conquista de Tenerife. En el testamento que Antón Cerezo hizo en el mismo año de su muerte (Sánchez Rodríguez y Pérez Herrero 2012), el único nombre que utiliza para el lugar, y de continuo, es el de Agaete, si bien es verdad que a veces aparece con la expresión d'el Agaete, y bien parece que esa preposición seguida del artículo está indicando la elipsis del término "lugar".

A las hipótesis interpretativas apuntadas anteriormente para Agaete hay que sumar otras que aparecen en la bibliografía canaria. Ninguna explicación encuentra Wölfel para este topónimo. Berthelot relacionó la voz canaria con aigate 'cordero' del dialecto bereber de Syouàh, interpretación que fue rechazada por Wölfel. También se ha querido explicar la voz canaria desde el vasco con el significado de 'torrentera'. Por su parte, Álvarez Delgado trató de la voz Agaete en dos ocasiones (1949 y 1982): en la primera la relacionó con el roque o roquete que está a la entrada del puerto de las Nieves, el barrio pesquero de Agaete, y en la segunda lo relacionó con la voz bereber aggehit con el significado de 'ensenada'. Modernamente, Rodríguez-Dincourt (2014) vincula el topónimo Agaete con la voz tuareg aget con el significado de 'estaca', que no vemos qué relación puede tener con el lugar de Gran Canaria.

Nuestro colaborador Abrahan Loutf cree que la voz canaria está construida sobre la base de la estructura del modelo morfológico a-gaet-e, siendo a- el prefijo de estado del masculino singular común del bereber y el final -e una vocal paragógica del español, mientras que el radical gaet tiene paralelos formales en voces bereberes del chelja, tales como: eguidi (pl. iguedan), variante iguda, con el valor de 'duna cuya arena se levanta fácilmente por el viento', teguidet 'acantilado' y tegueda 'pequeña depresión en una peña' y 'charco de agua salada de un cauce subterráneo' (Alojaly 1980: 49, y De Foucauld 1951: 390).

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ISLA   GRAN CANARIA


MUNICIPIO    Agaete


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