Agua. Sobre los topónimos que contienen el componente [agwa]

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/86

No nos referimos aquí al término español agua, sino a los topónimos canarios que tienen este segmento léxico en sus respectivas voces y que creemos de origen guanche. La relación es larga, y damos entrada en ella no solo a los términos que se inician por este componente sino también a los que lo contienen en su interior, precisando la isla a la que cada uno pertenece:


Topónimo

Isla

Aguacada

T

Aguacay

P

Aguachicho

H

Aguadalto

P

Aguadara

H

Aguajinés

G

Aguahudese

G

Aguairo

C

Aguaite

T

Aguaje

F

Aguajebles

H

Aguajilba

G

Agualatunte

C

Agualique

F

Agualiques

F

Aguamache

G

Aguamansa

T

Aguamuje

G

Aguaserca

G

Aguatabar

Guatabar

P

Aguanero

P

Aguaobispo

Aguabispo

G

Aguares

Aduares

G

Aguarijo

H

Aguarrama

H

Aguasanjuanes

F

Aguasensio

P

Aguatona

C

Elaguajinés

G

Fayagua

F

Inagua

C

Iscagua

Discagua

P

Jagua

T

Lindaguaje

F

Magua

T

Posteragua

C

Postreragua

G

Saguales

P

Taguante

C

Taguasinte

H

Tenagua

P

Tiagua

L

Tinaguache

L



A estos habría que añadir un sinfín de términos desaparecidos pero que están en las fuentes históricas, bien como topónimos, bien como antropónimos, como Aguachiche, Aguacoromos, Agualeche, Aguamuy, Aguapite, Aguatare, etc.

Cada término de esta serie requiere de un examen particular, pero nos parece casi seguro que muchos de ellos, si no todos, contienen un elemento morfológico o léxico común que puede tratarse de manera general, aunque es posible que cada uno de ellos responda no a una sola sino a varias de las tres alternativas interpretativas que vamos a exponer.

Para comprender el alcance de lo que proponemos es necesario hacer un planteamiento que reúna lo dicho sobre este asunto y nuestra nueva interpretación. Y para ello debe contemplarse tanto el segmento [agwa] como los segmentos [gwa], [gwad] y [gwan].


  1. Modelos [gwa] y [gwad]. Especialmente llamativos son los muchos topónimos canarios de origen guanche que empiezan por gua-. Por ejemplo: Guadá, Guajara, Guadara, Guamasa, Guanapay, Guanarteme, Guanchifo, Guanicoy, Guanil, Guarijo, Guañague, Guadehún, Guarasoca, Guarchico, Guardilama, Guariñén, Guasa, Guasimara, Guasimeta, Guatisa, Guayadeque, Guayana, Guayedra, Guayero, Guayonje, etc. En total hemos contabilizado cerca de 100 términos toponímicos, que representan aproximadamente el 3,5% del total de la toponimia que pervive en la actualidad. Muchos más son los que tienen el segmento [gwa] tanto al principio como en el interior del término: unos 164, que representan el 4,5% del total, aunque no todos ellos podrían analizarse de la misma manera.


    La abundancia de topónimos canarios que se inician por gua- la empezó destacando Viera y Clavijo (1982: I, 130-131) y la han seguido notando otros varios autores, algunos de los cuales han creído ver en este componente de la toponimia guanche el mismo elemento gua- o guad- del árabe, presente en los nombres de tantos ríos españoles (Guadiana, Guadalquivir, Guadalorce, Guadalajara, etc.) y con ese mismo significado de 'río'. Es lo que pensaba en el siglo XVI Diego Guadix (2005) al examinar los topónimos de Canarias por él considerados: Aguadinace, Aguatabar, Guiniguada y Tamarguada (sic). Y es lo que seguía diciendo en el siglo XIX Álvarez Rixo, quien no dudó en comparar la lengua de los guanches con el árabe, "porque ?dice- las raíces del idioma son las mismas" (1991: 34), y que los nombres de barrancos canarios que empiezan por gua ("que en el invierno contienen muchas aguas") deben compararse con los ríos que en la Península empiezan por Guad, porque "los españoles han transformado el uad de los árabes en guad" (ibíd.: 112). Un importante giro da Álvarez Delgado (1951: 199) en este asunto al considerar que el canarismo no es -gua- sino -guad-, presente en el comienzo de algunos topónimos, como Guadamojete, Guadaya, Guadina, Guadará, Guadalique, o en el intermedio o final de otros, como Guiniguada y Chimiguada, advirtiendo que aunque significa 'agua' no es un préstamo del árabe sino una raíz de la lengua primitiva. También Wölfel (1996: 691-692 y 759) lo considera herencia del bereber y lo interpreta de tres posibles maneras: o como 'canal de riego' (paralelo al tuareg abada / ibuda), o como 'el mar' (paralelo al somalí bad), o como 'fuente' (paralelo a las voces gwad, gwadu de Bedauye).

    En cualquier caso ?advertimos nosotros ahora?, sea o no sea árabe, la interpretación que todos le han dado es la de ser un segmento léxico y no morfológico, con el significado de 'río' o de 'agua'. Si se observa la realidad designada por estos topónimos, se advierte, en efecto, que algunos de ellos (Guiniguada, Guayadeque o Guayedra) nombran barrancos o lugares en los que suele haber agua corriente y, por tanto, se asemejan a los ríos peninsulares. Pero esos son los menos; son muchos más los nombres de esa relación que designan lugares que nada tienen de hidrotopónimos. Por tanto, la geografía desmiente con rotundidad la interpretación de filiación del árabe y la significación de 'agua' o 'río'. Por otra parte, hay que decir que los dos segmentos que se han puesto en relación ni son iguales ni siquiera equivalentes: el segmento árabe es guad y tiene valor léxico, mientras que el segmento guanche es gua- y solo tiene valor morfológico: el de un presentador determinado del género masculino.

    Si procedemos al comparatismo con el bereber, hallamos una respuesta más convincente. En esta lengua existen ciertas parcelas del vocabulario vinculadas a los sectores considerados más primarios de cualquier lengua (cuales son el de los nombres de plantas, el de animales o el de la toponimia), en que hay gran cantidad de voces del género masculino que se inician con el elemento /w/ antepuesto al prerradical /a/ o /i/, originando así formas iniciales wa- y wi-, que en español tendríamos que transcribir como gua- o güi-. La adscripción de este vocabulario a los campos léxicos básicos y más antiguos del bereber permite relacionar el segmento inicial wa- o wi- con formas arcaicas de esa lengua. Eso es lo que han pensado estudiosos del bereber como Laoust (1920) o Vicychl (1957): wa- es un prefijo o, más exactamente, un demostrativo, el resto fosilizado de un sustantivo sin más significación actual que la de significar el género y el número. Lo podríamos hacer equivaler al artículo determinado español el o al adjetivo demostrativo este, en ambos casos del masculino singular; por ejemplo, wabiba sería 'el mosquito' y wagerzam 'la pantera macho'. Así pues, el segmento inicial gua- de tantos topónimos guanches tendría en su origen el mismo valor que el segmento a-, aunque quizás con un añadido semántico de mayor determinación en los topónimos que empiezan por gua-, algo así como 'este es' o 'esto es', frente al simple artículo 'el' de los que comienzan por a-.

    Mas este segmento gua- tiene en la toponimia canaria de origen guanche otras variaciones, combinaciones o derivaciones. Según nuestro colaborador berberófono y berberólogo Abrahan Loutf (2007: 100-101), son variantes de este modelo gua- los topónimos que empiezan por los sonidos [gwe] y [gwi] y que en la escritura tanto vienen representados por las grafías que propiamente representan esos sonidos, como por las iniciales güe- y güi-. Son ejemplos de las primeras grafías unos pocos topónimos: Güestajay (variante Cuesta Jay), Güigüí, Güímar y Güime (variante Goíme), aunque algunos otros llevan ese sonido en el interior: Birigüeyo, Iscagüe, Jagüe, Magüesa, Mequesegüe, Tejegüete, Tejigüel, Terejigüete, Agüimes, Chigüiguos, Tangüingue, Tenegüime, etc. Pero no podemos estar de acuerdo con la segunda consideración que añade nuestro colaborador; dice que a los topónimos que se inician por gue- y gui- se les ha añadido una g- para acomodarse a la ortografía del español que no cuenta con iniciales para la semiconsonante u [w]. Serían ejemplos: Gueleica, Guelguén, Guenchifira, Guenén, Guenia, Guergue, Guerime, Guinate, Guindalaá, Guiniguada, Guinios, Guirgay, Guirre, Guisguey, Guisla, etc. Pero, si bien se considera, estos no pueden ser ejemplos del modelo gua-, pues su sonido inicial es [g] y no [w], a no ser que admitamos que la escritura haya modificado la pronunciación de estos topónimos, cosa que iría en contra de uno de los principios básicos de la toponomástica: la naturaleza oral de los topónimos, mucho más cuando la mayoría de estos topónimos canarios, por su condición de microtopónimos, nunca han estado escritos y su transmisión se ha hecho únicamente por vía oral.

    Y a pesar de lo dicho contra la adscripción árabe de los topónimos guanches, hay varios que contienen el segmento [gwad], bien sea al principio de palabra o en su interior: Aguadá, Aguadara o Guadara, Guadá, Guadajume o Aguadeún, Guadamojete, Guadiana, Guiniguada, Iguadén, Tenteniguada y algún otro. En estos casos es posible considerar una fórmula coincidente con la prototípica del árabe o considerar la d como un añadido epentético fusionado al morfema /wa/, como un caso de combinación léxico-morfológica.

  2. Modelo [gwan], equivalente al español 'el de'. Este segmento inicial de algunos topónimos guanches puede que sea el resultado de una combinación de varios elementos y que admita varias interpretaciones. Que sea el resultado de la velar /g/ como prótesis que el español suele anteponer a los diptongos en /ua/ contenidos en los préstamos que toma de las lenguas extranjeras, o que sea el prefijo bereber wa- ya analizado (morfema artículo o demostrativo hoy en día en desuso, pero conservado todavía en varios nombres de plantas, animales y topónimos), más el nexo prepositivo -n-. La forma inicial en el bereber es wan, que cabe explicar por la fusión del morfema gua (presentador determinado) + n (partícula de relación, equivalente a la preposición española de). Por tanto, todos los topónimos guanches iniciados por guan- parecen llevar en su morfología una referencia equivalente al español 'el de' o 'este es de'. Son los siguientes: Guantevés, Guanaguao, Guanaluí, Guanapay, Guanarteme, Guanchifo, Guandarsa, Guandasa, Guanicón, Guanicoy, Guanijar, Guanil, Guantesibe y posiblemente también Aguanache, Aguanero, Guiguan, Taguante y algún otro.
  3. Modelo [agwa]. Finalmente, cabe hablar del segmento agua con que se inician muchos topónimos canarios de apariencia guanche: Aguacay, Aguachicho, Aguadá, Aguadara, Aguadeún, Aguaite, Aguajebles, Aguajilba, Aguajinés, Agualatunte, Agualique, Aguamansa, Aguamuje, Aguanache, Aguanero, Aguares, Aguarijo, Aguasensio, Aguaserca, Aguatabar, Aguatona, Aguayro y otros varios. A los que quizás cabría añadir los que tienen ese segmento en mitad de la palabra: Fayagua, Inagua, Iscagua / Discagua, Jagua, Lindaguaje, Magua, Posteragua / Postreragua, Saguales, Taguante, Taguasinte, Tenagua, Tiagua, Tinaguache y otros. En total, unos 45 términos, con una representación de cerca del 1,5% del total.


    La complejidad que presenta este conjunto requiere plantear varias posibilidades interpretativas, descartada la más extendida de ser un préstamo del árabe, ya comentada.


    1. Que el componente agua sea español y que su referencia sea, efectivamente, un hidrotopónimo: de hecho, por seguir esta interpretación, algunos de estos topónimos aparecen en las cartografías y otros registros escritos como Agua Lique, Agua Mansa, Agua Ginés o Agua Chicho, por ejemplo. Cuando el segundo elemento léxico es español y la referencia geográfica es hídrica, así debe ser, como en Agua (de) Bueyes, Agua Camellos, Agua Ovejas, Aguanueva, Aguasalobre o Aguadulce, pero no cuando el segundo elemento no tiene interpretación alguna desde el español ni en la referencia geográfica existe el agua por ninguna parte, caso de Aguacay, Aguadara, Aguadeún, Aguachicho, Aguaite, Aguarijo, Aguairo y tantos otros. Aunque quedan algunos que ofrecen dudas, como Aguaserca o Aguasensio.


    Bien se sabe que la escritura de los topónimos no siempre responde exactamente a su naturaleza oral y por tanto no puede ser tenida por criterio lingüístico incuestionable. Por ejemplo, un topónimo escrito como Aguadalto parece esconder la realidad lingüística Agua de(l) Alto. Pero ¿qué se esconde tras un nombre de lugar pronunciado como [agwaxinés]? ¿Los dos componentes hispanos de agua y el antropónimo Ginés con una supuesta pérdida de la preposición intermedia o un único término de origen guanche Aguajinés?


    b) Que el componente agua sea una variante del modelo gua- (procedente del bereber [wa] con valor de artículo demostrativo) y que se haya resuelto en agua por etimología popular. De hecho, algunos de estos topónimos viven en la tradición oral en las dos variantes agua- y gua-, como Aguadeún y Guadeún, Aguatabar y Guatabara, Aguada y Guadara. Un topónimo como Aguaobispo o Aguabispo de La Gomera puede ser el resultado de dos etimologías populares, agua y obispo interpretados desde el español, cuando el étimo puede ser guanche. En cualquier caso, no parece verosímil en estos topónimos la consideración de que ese segmento agua sea el resultado de la contracción de los dos prefijos bereberes: a 'artículo masculino' + wa 'demostrativo', por ser morfológicamente redundantes.


    c) Que gua sea un componente léxico (y no morfológico) radical, precedido del morfema prefijo a- 'artículo masculino', y que haya podido llegar a confundirse con el segmento morfológico a-gua. En este caso no tenemos interpretación alguna.


    d) Que el segmento inicial agua proceda, por etimología popular, de ag 'hijo de': morfema de filiación + nombre de la etnia, del padre, del lugar, etc.


    En fin, que cada topónimo de esta serie requiere de un examen particular y hasta es posible que cada uno de ellos responda no a una sola sino a varias de las tres alternativas interpretativas expuestas, pero nos parece que la mayoría puede explicarse por la segunda.

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