Arona
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/378
A diferencia del término Abona, tan próximo fonéticamente y territorio limítrofe del sureste tinerfeño, Arona es voz que ha servido para denominar a uno de los actuales municipios de Tenerife, cuya capital se denomina también Arona, situado entre los municipio de de VIL al norte, de ADE al oeste y de SAM al este, pero que nunca ha designado por sí misma a población alguna.
En las fuentes antiguas Arona aparece muchas veces incluida en los términos de Abona, de Chasna o de Adeje. Así por ejemplo, en el cómputo de poblaciones que el geógrafo Antonio Riviere (1997: 62) hizo de Tenerife hacia la mitad del siglo XVIII señala el término de Arona [junto al de Fonche o Ifonche] como "pago de Chasna Vilaflor", entonces con 145 vecinos. Lo mismo dice Viera y Clavijo en su Historia de Canarias (1982: II, 415-416). A mitad del siglo XIX, según el Diccionario geográfico de Madoz (1986: 45), los límites de Arona eran los de Charna (sic) y Adeje por el norte, San Miguel por el este y el mar por el sur y oeste; dice además que su terreno es "el mejor que se encuentra al S de la isla" y "muy fértil cuando favorecen las lluvias del invierno", que carece de toda industria que no sea la agricultura "a pesar de tener en su jurisdición una larga costa y un pequeñito puerto llamado los Cristianos; y la cantera del mismo nombre, de donde se sacan muchas lozas (sic) para pavimento, piedra de sillería, y también las que se llaman de destilar, de las cuales se hace un uso general en la isla para purificar el agua que beben". Pero desde el último tercio del siglo XX este territorio de Arona ha tenido un gran desarrollo turístico con tres focos principales: la llamada Costa del Silencio, la zona de Los Cristianos y Playa de las Américas.
En la época guanche perteneció al menceyato de Abona. De aquel tiempo quedan multitud de restos arqueológicos distribuidos por todo el territorio: cuevas de habitación, necrópolis, tagorores, grabados rupestres... y leyendas populares que han permanecido por tradición oral, como la de los enamorados Roesmo y Guara que se despeñaron desde lo alto del risco de Los Cristianos, conocido hasta finales del XIX como Risco del Salto de los Enamorados, según Bethencourt Alfonso. Igualmente, Bethencourt (1991: 406) ha recogido la leyenda de que al pie del caserío de Arona fue donde se mató Ichasagua, ultimo rey guanche. Y también quedan dentro de su territorio muchas poblaciones con nombres aborígenes: Arona, Tunes, Chayofa, Guasa, Cho, Guargacho, etc.
Wölfel (1996: 1053) da cuenta al menos de dos lugares en Tenerife con este nombre de Arona: un "lugar de La Orotava" y "un pago de Vilaflor", y al margen una "montaña de Arona" que no dice en qué lugar está. Dice Wölfel que en el A[rchivo] M[useo] C[anario] aparece este vocablo tachado y señalado como "español"; este dato desconcierta al investigador austriaco, quien confesando que no encuentra ninguna conexión entre el topónimo tinerfeño y la lengua española se pregunta a continuación si no será un topónimo de la Península, para finalmente remitirse a Orone (ibíd.: 786), uno de los cuatro cantones en que estaba dividida la isla de La Gomera en el tiempo de la conquista castellana, donde de nuevo repite las citas reunidas en Arona, sin más añadidura de que "la sucesión de sonidos es demasiado pobre en matices como para tratar de buscar paralelos".
El término Arona fue también objeto del estudio por parte de Odón Apráiz (1938: 70) y desde el vasco, y dice que se descompone en ara-on-a, con el significado de 'el llano de la colina' o 'la colina del llano', a partir del paralelo con el vasco ara 'pequeño llano' y on 'colina'. Y recordamos que este mismo autor había interpretado también el término Abona desde el vasco dando como significado para este topónimo el de 'la colina de la bahía'.
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