Auchón
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/438
La palabra auchón puede servirnos como perfecto modelo para ejemplificar el proceso de integración de la lengua guanche en el español. Y para mostrar una vez más el valor que la toponimia tiene para dar testimonio del pasado. Nadie duda de la pertenencia de esta voz a la lengua de los aborígenes, así como la referencia que tenía a un ámbito tan principal y característico de su cultura como era el de su hábitat en cuevas. Pues la palabra se incorporó con plenitud funcional al español instaurado en las islas: se hizo española, tomó el artículo español, evolucionó fonéticamente y se desdobló en cuantas derivaciones le convino de acuerdo al sistema gramatical del español. Los cambios radicales instaurados en las islas con la hispanización hicieron que la referencia de los "auchones" fuera desapareciendo paulatinamente y con ello la palabra auchón fue perdiendo funcionalidad hasta quedar como un significante sin significado. Pocos en Canarias saben hoy qué cosa era un "auchón" y nadie usa ya esa palabra como apelativo. Pero queda en la toponimia, y con todas las formas y variaciones que dan testimonio de la época en que fue apelativo.
Bethencourt Alfonso insiste una y otra vez en su Historia del pueblo guanche (tanto en el vol. I, 1991: 83, 143, 251, 297, etc., como en el vol. II, 1994: 399-406) en que los antiguos canarios vivían en auchones y que este nombre es el que recibía el conjunto de casas, chozas, cuevas naturales y corrales en que moraba "la familia civil", guardaban sus granos y recogían sus ganados. Lo mismo interpreta Wölfel (1996: 645), aunque cree más bien que se trataba de cuevas utilizadas como despensa, paralelas a los agadir (pl. igudar) de los bereberes.
Según Bethencourt, el término auchon (escrito siempre sin acento) estaba todavía vivo en Tenerife en la época en la que él hizo sus averiguaciones de campo en la parte sur de la isla, en el último tercio del siglo XIX, aunque siempre referida al pasado prehispánico, donde tenía dos sentidos bien delimitados; el primero explicado como "nombre genérico del conjunto de casas y cuevas en que moraba el auchon, familia civil o clan" (1991: 251), y el segundo como "la extensión territorial adscrita a cada clan o familia civil, donde se hallaba emplazada la morada del mismo nombre" (ibíd.: 270). Pero en dos notas respectivas a estas dos entradas añade noticias de mucho interés que, en cierta medida, corrigen creencias modernas erróneas y explican el tipo de organización familiar y social de los guanches. En la nota primera dice Bethencourt lo siguiente:
Es una creencia errónea, la de considerar al guanche troglodita en el sentido de que sólo moraba en cuevas. Aunque parezca extraño, dado el concepto que se tiene, esto era excepcional. Las ¾ partes de las cavernas hallábanse dedicadas a depósitos del común o a panteones, como diremos oportunamente. El auchón estaba formado de casitas terrizas o pajizas y chozas teniendo los más favorecidos una cueva adscrita, donde vivían varias familias consanguíneas o sometidas a servidumbre y sin contar distintos corrales para el ganado. A este conjunto de viviendas, parecido a un cortijo como dice Marín y Cubas, se llamaba auchón; emplazado dentro de una extensión territorial determinada, que granjeaba con sujeción a la ley (1991: 297, n.27).
Y en la nota segunda añade que la extensión territorial de un auchon tenía como promedio de 3 a 4 km cuadrados, y que, en cifras redondas, Tenerife se hallaba dividida en unos 600 auchones (ibíd.: 302, n.48). Ampliando la información sobre los auchones en el volumen II de su Historia del pueblo guanche (1994: 69-71), llega Bethencourt a calcular la población de la isla de Tenerife al tiempo de la conquista diciendo que tendría una densidad de 27.000 habitantes, a razón de una media de 45 individuos por cada auchón.
Del paso del término guanche al español dan fe las numerosas datas del repartimiento de tierras tras la conquista, por cuanto las referencias geográficas a las que aludían eran límites precisos, bien definidos y bien conocidos por todos. El DHECan da una suficiente colección de citas antiguas, poniéndose de manifiesto en ellas las incontables variantes gráficas con que se escribió el nombre, prueba ejemplar de las distancias que siempre hay entre las palabras guanches recogidas en la escritura y las conservadas en la oralidad: auchón, abchón, achón, anchón, aucham, auchor, auexón, auxón, avchón, avchon, hahuchón y vcham.
Un Acuerdo del Cabildo de Tenerife de 25 de julio de 1498, de tan solo dos años después de terminada la conquista de la isla, puede servir para ejemplificar el papel incluso referencial que debieron tener los auchones en un tiempo en que la isla apenas si tenía nombres, y los regidores y escribanos se tenían que servir de referencias muy genéricas para marcar los límites de sus ordenanzas. Así en la que ordenaba a dónde debían "ir los ganados a mesta" se especifica lo siguiente: "Están de la Punta [del Hidalgo] hasta todos los términos de Taoro y hirán a hazer mesta al avchón del Rey al Ryo quanto se apregonare que será el lunes primero que vyene" (1949: doc. 58). El texto no dice de qué "rey" (guanche) se trata ni a qué "río" se refiere, y por tanto nada sabemos hoy a ciencia cierta del lugar a donde citan reunir los ganados, pero es seguro que los lectores u "oidores" de esa ordenanza sí lo sabían. Y en las primitivas datas (repartimientos de tierras) de Tenerife los auchones sirvieron de puntos referenciales fundamentales para marcar los límites de la propiedad otorgada por el gobernador de la isla a los conquistadores que decidieron quedarse en la isla o a los nuevos colonos que vinieron a ella. Un seguimiento detallado de las referencias de estas datas permitiría fijar con toda exactitud el lugar en que tenían sus residencias los reyes de Abona, de Adeje, de Daute, de Icod, de Tacoronte y de Taoro, que son los que se mencionan en ellas (Datas: índices).
No sabemos tampoco hasta cuándo la palabra auchón fue funcional en las hablas de Canarias, pero parece muy probable que continuara viva en alguna isla hasta al menos el siglo XVIII, como en La Gomera, según documentación de la época. Hoy ya es un término totalmente desaparecido del habla común y su referencia es solo de tipo cultural e histórico. Pero queda la toponimia. Con el añadido pertinente de que la mayor parte de esos topónimos están asociados a cuevas, habiendo servido algunas de ellas como viviendas todavía en la época hispana.
En tres islas, al menos, siguen vivos determinados topónimos que tienen una referencia inequívoca a los "auchones" de los guanches: en Tenerife, El Hierro y La Gomera, especialmente en esta última.
En Tenerife hay un Barranco el Auchón en la parte cumbrera del municipio de Arico (Pérez Carballo 2011: 53 F5), que el GAC (134 A1) cita como Barranco del Luchón, por fusión del artículo con el lexema. Pero además hay otros barrancos con las variantes de Uchon y Uchoba (Pérez Carballo 201: 64 C5).
En El Hierro El Lunchón es el nombre de un pago de Frontera, situado al pie del Risco de Jinama, municipio de Frontera (Trapero et alii 1997: 164). El nombre que nosotros hemos oído de continuo en la tradición oral de la isla es El Lunchón (y una vez El Linchón), pero en registros antiguos -incluso en la placa moderna que se ha puesto como indicativo del lugar- se lee El Unchón. En el catastro de Frontera se lee El Lunchón, Bethencourt Alfonso (1991: 377) escribe Lauchon y Linchon (sin acento), Chil y Naranjo (2006: 374) Launchón, Millares (1980: 329) Lauchon (sin acento) y, finalmente, Álvarez Delgado El Unchón y Launchón. Todas estas variantes léxicas pueden ser explicables, pero no la falta de acentuación, pues la realización es siempre aguda.
En La Gomera es donde mayor número de topónimos quedan con este nombre y mayor variabilidad léxica y fonética ofrece a la vez el étimo guanche. Según la recolección efectuada por Perera López (2005: 12.57-75) son los siguientes:
Topónimo | Mun. | Localización |
Auchón | VAH | Inmediaciones de Epina. No confirmado en la oralidad |
El Junchón | VAH | Al sur del caserío de Los Apartaderos, en Chipude |
El Lunchón | SSG | En el Barranco de la Sabina, al noreste de las casas de Aluse |
El Lunchón | SSG | En Barranco Seco, al noroeste del caserío de El Molinito |
El Lunchón | SSG | Al sureste de la Degollada de Peraza |
El Lunchón | VAH | En la confluencia del Barranco de la Culata con el Valle Bajo, al noreste de Vallehermoso |
El Lunchón | ALA | En el pago de Tañe, al suroeste de Alajeró |
El Luchoncillo | SSG | Al sur del caserío de Las Toscas |
Los Buchones | VAH | Al suroeste de la ermita de San Lorenzo |
Los Lechoncillos | VAH | En la banda izquierda del Barranco de los Guanches |
Los Luchones | ALA | En la banda derecha del Barranco del Tejar, al sur de Alajeró |
Los Uchones | VAH | En el extremo norte del Lomo de Aradá |
Los Uchones | VAH | Al sureste del Conchero de Bejira, en el pago de Arguamul |
Los Uchones | SSG | Al sureste del caserío de Las Toscas |
Los Uchones | VAH | Al suroeste del caserío de la Orilla de Equine (Santa Catalina) |
Tabuchón | ALA | Al noreste del caserío de Arguayoda |
Tabuchón | VAH | En el Barranco de Samarandón, al oeste de La Dama |
Uno solo aparece en el GAC (54 B3): el Anchón de Juanchipe, en la parte norte de la capital de la isla, en la zona riscosa y totalmente deshabitada del Galión.
Tan interesante como el gran número de topónimos que perviven en La Gomera con la referencia a los "auchones" guanches es la gran variabilidad de formas léxicas con que se nombran. A los nombres citados hay que añadir las variantes con las que cada uno de ellos vive en la tradición oral. Nos fijaremos más en el conjunto que en las variantes particulares recogidas tanto por Perera López como por nosotros. Todas estas variaciones formales se explican unas por la aplicación del sistema gramatical del español en la formación de nuevas palabras, desde la flexión del plural hasta la derivación sufijal, mientras que otras se explican por el procedimiento de la etimología popular al pretender reinterpretar un término que ha perdido su transparencia semántica. Además de ello, hay que destacar la presencia del artículo en la inmensa mayoría de los casos, tanto el singular como el plural, como prueba del valor apelativo que tales términos tienen (o al menos tenían) para sus usuarios.
La voz auchón ha desaparecido del habla común, como hemos dicho, y también de la toponimia, pues el único caso citado con esta forma por Perera López no ha sido confirmado en la tradición oral. Lo que sí ha quedado es el término Uchón (y Unchón en El Hierro) como variante, y desde él se construyó el plural Los Uchones. El topónimo El Junchón presenta una J- epentética como procedimiento muy común de las hablas canarias para una más fácil realización cuando va precedido del artículo. Todas las formas que empiezan por L-, tanto el singular Luchón como el plural Luchones, se explican desde la aglutinación en el lexema del artículo español sobre el modelo El Unchón; lo característico de este proceso es que una vez lexicalizado el artículo la forma resultante Lunchón vuelve a tomar de nuevo otro artículo y se convierte en El Lunchón y Los Lunchones. Desde el singular Lunchón se explica el diminutivo El Luchoncillo, y desde el plural Luchones se explica el topónimo Los Lechoncillos, por etimología popular. También por etimología popular se explica el topónimo Los Buchones, relativo a una clase de palomas, que se ha fijado como denominación principal a partir de Los Uchones. Finalmente, los topónimos del tipo Tabuchón requieren otra explicación. En primer lugar debe decirse que la /b/ intervocálica de esa forma resulta ser un sonido epentético, pues para el mismo topónimo se recogió también como variante la forma Tahuchón que reproduce de manera idéntica el modelo del étimo. Otra cosa es el inicial Ta- que debemos considerar como elemento originario, como morfema del artículo femenino del bereber, hasta el punto de que podría considerarse la forma tauchón como la primera y más auténtica del guanche, más incluso que auchón. La pertinencia de ese morfema en los dos topónimos gomeros que lo llevan queda asegurada por las otras variantes con las que se nombran: Chahucón, Chauchón y Chabucón, sabiendo que el elemento cha- es variante del morfema ta- y que es de uso mayoritario en la toponimia de La Gomera.
En cuanto al análisis filológico de auchón, parte Wölfel (1996: 644-645) de la cita de Abreu Galindo, la única fuente de entre las antiguas que da la definición de la palabra: "Y llegaron con la imagen a la cueva, que era como despensa del rey, que llamaban avehon" (1977: 304). Por esta única cita interpreta Wölfel que los "auchones" de los canarios eran paralelos a los agadir (pl. igudar) de los bereberes, cuevas utilizadas como silos, graneros o despensas. Pero una cosa es la referencia física y otra la palabra, para la que Wölfel dice no encontrar paralelos bereberes que la expliquen. Y en efecto, hasta ahora nadie ha dado una explicación convincente de la palabra guanche desde el bereber.
Perera López sugiere que se tengan en cuenta, entre otras, las siguientes voces bereberes: aa'chouch 'cabaña, choza' (Boulifa 1913: 368, y Renisio 1932: 365); ajjam 'casa, habitación, aposento' (Ibáñez 1949: 23); ahham 'casa' (Laoust 1927: 206); ajjen 'lugar en que se hace noche ocasionalmente' (Foucauld 1951: I, 455); etc.
Algunos autores han postulado la evolución del guanche auchón al canario actual ancón, término propio de la toponimia, pero sus respectivas designaciones no coinciden en absoluto, lo que hace improbable la derivación: si un auchón era una cueva o un conjunto de cuevas-habitación, un ancón es el recodo de un risco de grandes dimensiones que da origen a un barranco, redondeado en la línea horizontal y profundo en la vertical. Y en efecto, El Lunchón de El Hierro responde modélicamente a la descripción del recodo amplio del terreno que es el ancón en la toponimia canaria; allí no hay cuevas en la actualidad ni hay memoria de ellas, pero no es descartable en absoluto que las hubiera en tiempo de los aborígenes y en los tiempos primeros de la colonia.
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