Babilones
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/447
El nombre de babilones quizás no sea de origen guanche, pero es voz inequívocamente relacionada con los aborígenes de Tenerife. Y sin embargo, el único topónimo actual que lleva ese nombre es de Gran Canaria: Los Babilones, un llano en la parte costera de Bañaderos, en el municipio de Arucas (La toponimia de Gran Canaria 1997: II, 74).
Según Bethencourt Alfonso, que es el único autor que trata de ello (1994: 276-277), los guanches de Tenerife tenían al menos tres órdenes de religiosos o sacerdotes vinculados con todo lo referido al mundo mágico-religioso y a sus prácticas, estos eran los samarines, los cancos y los babilones, que se educaban en una especie de seminarios o colegios, como en el lado de las mujeres ocurría con las marimaguadas, y que no solo servían para sus rituales sino muy posiblemente también para la formación de los jóvenes de la nobleza. De entre ellos, dice Bethencourt: "Los sacerdotes babilones, de papel poco conocido en sus ceremonias y ritos, pero que nos inclinamos a que eran los principales en los que hemos llamado paganismo clásico o séase en el culto rendido a las diosas Chaxiraxi, Abona, etc. Usaban como los anteriores [los cancos] hábito talar suelto pero de color encarnado y guapilete semejante a la mitra del obispo. Su recuerdo sobrevive entre los fieles de Icod, Fasnia y otros pueblos de la isla, donde el vulgo al salir el cura a oficiar la misa reza invariablemente la siguiente oración:
Bien venido seas
babilón colorado
a decir la misa
a este pueblo honrado.
Y añade en nota que "Hasta fines del primer tercio del siglo pasado [del siglo XIX], en los pueblos del Sur eran conocidos los curas con el nombre de babilones y particularmente los frailes mendicantes, de los que se conservan aún refranes alusivos a su costumbre de pedir, como por ejemplo: 'Ahí vienen los babilones, / apretar bien los zurrones', es decir, llenarlos bien"1.
Más aún: el término babilón se convirtió en apodo, gentilicio o remoquete de las gentes del Sur de Tenerife, y por extensión de todos los tinerfeños. Y así figura en los diccionarios dialectales que citan la voz. A más abundamiento, el DHECan recoge una serie de citas textuales de autores que usaron el término con especificaciones de su significado: Cristóbal del Hoyo, el Vizconde de Buen Paso, dice en 1745 que su madre era palmera y su padre babilón de Tenerife; Viera y Clavijo explica en su Historia de Canarias que a los de Tenerife, mirando a la isla como una Babilonia, llamaron babilones a sus habitantes" (seguramente por copiar el significado que babilón tenía en el español general); Álvarez Rixo dice en 1859 que a Fuerteventura van en épocas de siega canarios [de Gran Canaria], babilones [de Tenerife] y palmeros; hasta Pérez Galdós anotó en su libreta de voces canarias la de babilones con la explicación "naturales del Sur de Tenerife"; y Maffiotte explica en su Glosario de canarismos que babilones es "apodo de los habitantes de Santa Cruz de Tenerife"; etc., hasta llegar a Álvarez Delgado que dice: "A los de Tenerife, en especial a los del Sur, se les conoce con el nombre de matiz un tanto despectivo, babilones, forma muy frecuente principalmente en Lanzarote, según nuestros informes". Y concluyen los autores del DHECan: "Es palabra que se ha ido olvidando paulatinamente hasta el punto de ser hoy rara y desconocida para la mayoría de los hablantes canarios". Es verdad.
El origen del término lo explica Bethencourt Alfonso, vinculándolo a la leyenda de los deslenguados, que llegaron al puerto de Los Cristianos, cuando ya los guanches habitaban la isla, porque "llevaban un casquete a la cabeza como mitra de obispo, que en su lengua farfullenta llamaban babilones [...] De ellos nos viene a los tinerfeños el remoquete de babilones que nos dan las demás islas" (1991: 122). Y el mismo autor, en el tercer tomo de su Historia del pueblo guanche vuelve a explicar la voz en términos no coincidentes con lo anterior. Dice que los guanches de Tenerife, tras la conquista, se dividieron en tres grupos: los vecinos -asimilados a los conquistadores-, los alzados -que no se sometieron y se fueron a los montes- y los guanches -que siguieron viviendo en auchones separados pero dentro de la nueva administración castellana. Y sigue literalmente: "En el polo opuesto de los vecinos figuraba el grupo de los alzados, el grupo de los irreductibles, que jamás se sometieron a la soberanía de España; más conocidos después de la muerte de Alonso de Lugo por babilones, a causa de una intransigente clase sacerdotal que los exaltaba y los tenía fanatizados. De ellos procede el mote o remoquete de babilones que nos dan en las islas a los tinerfeños" (1997: 226).
Uniendo los dos contextos en que Bethencourt habla de los motivos de la palabra babilón, la primera porque "llevaban un casquete a la cabeza como mitra de obispo, que en su lengua farfullenta llamaban babilones" y la segunda porque ese nombre procede de "la clase sacerdotal que los exaltaba", y que estos llevaban un "guapilete semejante a la mitra de obispo", resultaría que el término babilón estaría motivado por esa prenda de la cabeza que llevaban como distintivo de su condición. Y eso explicaría la vinculación que según el propio Bethencourt existía hasta el siglo XIX en los habitantes del Sur de la isla de Tenerife entre la palabra babilón y los curas y frailes mendicantes.
Pero no parece que la voz babilón tenga la fonética y la conformación típica de los vocablos guanches. Wölfel (1996: 721), que conoce esta voz a través de la cita de Álvarez Rixo, lo cuestiona, pero solo por el hecho de no figurar en las fuentes históricas más antiguas, lo cual es argumento débil y del todo insuficiente, aunque reconoce que el inicial ba- podría corresponder al prefijo [wa] de la lengua de los antiguos canarios; finalmente se inclina por creer que el presente vocablo está relacionado con el bable, dialecto de los asturianos, y que su significado es el de 'parlanchín'. Extraño y pintoresco paralelismo el que establece Wölfel aquí, y solo porque las voces babilón y bable en algo se aproximan desde el punto de vista del significante, pero en absoluto desde el punto de vista del contenido y menos desde la realidad histórica que motiva el nombre. Es cierto que al dialecto asturiano se le conoce por bable, pero ¿cómo se explica esta palabra en Canarias en un tiempo anterior a la llegada de los españoles a las Islas?, ¿y cómo calificar de "parlanchines" a quienes no podían hablar, por tener las lenguas cortadas, según el relato histórico-legendario de la llegada de los deslenguados a las Islas?; además, bable significa ´lengua confusa' (o si se quiere "lengua farfullenta", como dice el texto de Bethencourt Alfonso), y no lo que dice Wölfel. Reyes García (2004b: 245) sigue en este caso la huella de Wölfel: dice no encontrar indicios que avalen un posible origen bereber del término canario y lo vincula con determinadas voces hispánicas y románicas, entre ellas el adjetivo español babilón 'torpe, bobo', el latino balbus 'balbuciente, tartamudo' y el sustantivo bable 'habla confusa o imperfecta', pero concluye que "todavía no hay base etnolingüística suficiente para identificar aquí una fracción dialectal o tribal determinada".
Y resta la última pregunta, ¿cómo siendo término específico de Tenerife aparece como topónimo en Gran Canaria? La explicación más inmediata sería la de suponer que fue denominación de un lugar por asentamiento en él de gentes procedentes de Tenerife, mas eso sería en caso de que el lugar se hubiera convertido en poblado. Pero no es así. El lugar llamado Los Babilones es un llano cercano a la costa sin población alguna y ni siquiera como terreno apto para la explotación agrícola. No sabemos la antigüedad que pueda tener este topónimo, pero en el lugar donde está hasta parece reproducir las condiciones del Puerto de los Cristianos de Tenerife a donde llegaron aquellos deportados deslenguados, escena legendaria recreada por Bethencourt Alfonso a partir de las informaciones recogidas de la tradición oral de las gentes del Sur de Tenerife (1991: 121-122).
1 Nosotros creemos que, por el contrario, el sentido del segundo verso del pareado es 'cerrar bien los zurrones' para no dar la limosna.
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