Beneguera
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/542
Este es el nombre de un importante barranco del Suroeste de Gran Canaria, en el municipio de Mogán, que va de cumbre a mar y que a lo largo de su curso va dando este mismo nombre a otros accidentes menores de su entorno: a un lomo, a un barranquillo y a unas cañadas que desaguan en él, al poblado que se ha desarrollado en su parte alta y que recibe el nombre de Casas de Beneguera y, en la parte final, a la playa que se forma en la desembocadura del barranco y al pequeño muelle que allí se ha construido. Incluso el nombre se ha trasplantado a un municipio del interior de la isla, a Valleseco, para nombrar un lugar como La Beneguera, previsiblemente por la procedencia de la dueña del terreno. Todo ello en La toponimia de Gran Canaria (1997: II, 327).
Cercano a la desembocadura del Barranco de Beneguera y en su margen izquierda todavía puede observase parte de un antiguo poblado aborigen formado por "casas hondas" en forma cruciforme, según el modelo más característico grancanario. Y es lo más probable que este poblado fuera el que pasó a la relación de las poblaciones aborígenes de Gran Canaria del cronista Andrés Bernáldez con el nombre de Arbenuganias, como después diremos. Las condiciones de abandono y de extrema aridez que presenta hoy esta zona no deben ser las mismas que tuviera en época antigua, pues el inmejorable microclima que allí reina de manera permanente, unido a la vegetación que propiciara el fondo del barranco, cuando las aguas eran más abundantes, y la cercanía del mar, debían proporcionar a los aborígenes unas condiciones inmejorables para su régimen de vida.
Lo primero que hay que advertir es que este nombre aparece siempre en todos los registros modernos como en la mayoría de los antiguos escrito con v, sin que haya razón alguna que lo explique y menos que lo justifique, a no ser que se haya querido asimilar a algún término español, como pudiera ser venir o viento. Pero por ser un término de indudable origen guanche debe escribirse con b, conforme al criterio que hemos expuesto en la introducción general y al igual que sus otros muchos paralelos: Bentaiga en la misma isla de Gran Canaria, Bencheque y Benijos en Tenerife, Benigasia y Benama en La Palma, Benicosa, Bentejea, Bentejís y Benticota en El Hierro y Benchijigua y Bencomos en La Gomera. Y con b lo encontramos escrito también en algunos registros antiguos, como veremos.
La primera documentación de este topónimo posiblemente sea la que Andrés Bernáldez, el cura de Los Palacios cronista de los Reyes Católicos, hace de "los lugares e aldeas pobladas" aborígenes de Gran Canaria (cit. Morales Padrón 1993: 515); allí aparece un Arbenuganias que nosotros (lo mismo que Onrubia 2004: 220), con todas las reservas, identificamos con el actual Beneguera, justificando su ar- inicial como previsible morfema de la primitiva denominación, conforme a la mayoría de los nombres señalados en esa enigmática relación que empiezan todos o casi todos por a- o ar-, equivalente en este caso a la preposición de lugar española hasta.
La siguiente documentación ya está totalmente asegurada. Aparece en el interior del mapa de Gran Canaria que Torriani dibujó para su obra (1978: 87), escrito allí como Veneguera y en el mismo sentido que tiene el barranco, con el apodo de cal (abreviatura de "caleta"), al igual que hace con los próximos y paralelos grandes barrancos de esa parte Suroeste de la isla: Tasartico, Tasarte y Mogán (el de Beneguera situado correctamente entre los de Tasarte y de Mogán). También como Veneguera aparece en el siglo XVII en el exterior del mapa de Próspero Casola (Briçuela y Casola 2000: 44). Más rara es la escritura que hizo P.A. del Castillo en su mapa (1686/1994: s.p.): Benegera. Lo mismo que el "Benejera ó Veneguera", escrito por el religioso tinerfeño Dámaso de Quesada y Chaves (2007: 286) a mitad del siglo XVIII, cuya "historia" de Canarias tantas veces mencionada por todos continuaba inédita hasta 2007 en que fue publicada íntegramente por el Instituto de Estudios Canarios de La Laguna. Veneguera lo escribió también Antonio Riviere en su Descripción geográfica de las Islas Canarias en el año de 1740, diciendo que el poblado, junto con Mogán, tenía entonces 15 vecinos, lo que es muy poco, y entonces pertenecientes ambos a la demarcación de Tejeda (Riviere 1997: 141)1. Las siguientes citas del topónimo aparecen en los respectivos Diccionarios geográficos de Olive y de Madoz, de mitad del siglo XIX, ya con su condición de "caserío" y escrito tanto con b como con v. Benejera escribe Álvarez Rixo (1991: 63), como Quesada, con la indicación de ser un lugar al Suroeste de Canaria, y como Veneguera lo escribe Chil y Naranjo (2006: 184), como registro propio y como "localidad y caserío", escritura y descripción que pasan a las listas de Millares Torres (1980: 313) y de Bethencourt Alfonso (1991: 396).
El uso que de la lengua guanche hace Cairasco en su obra teatral Comedia del recibimiento, y específicamente a esta voz, merece un comentario tangencial aquí. Es bien sabido que para el recibimiento que se le prepara al obispo Fernando de Rueda a su llegada a Gran Canaria el autor hace revivir al héroe indígena Doramas para que se sume también a los festejos de la isla. Y Cairasco hace hablar a Doramas en guanche. Y este, en su primer parlamento, cita tres palabras: Autindana, Chanbeneguer y Bentagayre, que los otros personajes españoles interpretan como los nombres de "tres canarios valentísimos" a los que Doramas invoca porque quiere luchar con ellos (Cairasco 2005: 33). Y Álvarez Delgado (1979: 33) cree, con razón, que el poeta canario está recreando en el segundo nombre el topónimo Beneguera. Como "recreando" a su modo y "en guanche" hace Doramas todo su parlamento.
Wölfel (1996: 863), que no conoce el verdadero y único nombre que el topónimo tiene en la tradición oral, da credibilidad a las dos variantes Benejera y Veneguera aportadas por Quesada y Chaves, y dice no saber cómo conjugar ambas formas, pues sus diferencias fonéticas conllevan problemas que van más allá de lo meramente ortográfico. Salvo eso, la interpretación que Wölfel hace del topónimo es la de un primer elemento morfemático procedente del bereber wi-n 'la de' o 'con' y la del radical eguera o neguera para el que dice encontrar paralelos bereberes adecuados en los diccionarios del dialecto ahaggar del Padre De Foucauld. Son los siguientes: enger 'estar protegido en la parte trasera'; anagar (sin especificar); aneggir 'región comprendida entre el pie de una pendiente y su cima'; inger (pl. angaren) 'grieta'; tegarit 'abertura en la roca'; y egeri (pl. igerân) 'garganta entre dos murallas rocosas'. Varias de estas etimologías bereberes convienen al nombre y a la orografía del topónimo grancanario, pero la más adecuada nos parece la última, que define bastante bien lo que es el Barranco de Beneguera.
Es posible que el elemento inicial ben- sea el mismo prefijo con noción de propiedad o pertenencia explicado en Benama.
De Luca (2004: 206) explica el topónimo Tágara de Tenerife desde la raíz verbal panamazigh de procedencia kabilia egwri (variantes ggru y gguru) con el significado 'quedarse atrás', a través del femenino taggara 'el fin o el final', en clara alusión al citado barranco que marcaba el final o límite del menceyato antes de entrar en el territorio de las Cañadas. Y este mismo étimo -dice este autor- puede aplicarse a topónimos como Aguere, Guasiegre y Veneguera.
En un protocolo de Fuerteventura, de fecha muy temprana, 1605, se cita un lugar de esa isla con un nombre muy parecido al de Gran Canaria, hoy desaparecido: "Venta que hace? a Baltasar Perdomo, vº, de un pedazo de tierras hechas y por hacer en la vega de La Matilla, donde dicen el monte de Beneheregue" (Lobo Cabrera 1990: 322).
1 Visto desde el sistema de comunicaciones actual que hay en la isla resultará sorprendente que Mogán y Beneguera pertenecieran a la jurisdicción de Tejeda, pero no en la antigüedad, en donde las vías naturales de comunicación eran los barrancos, y los de Beneguera y Mogán, como igualmente el de La Aldea de San Nicolás, empezaban en las cumbres de Tejeda. Esto explica la general "cultura de los barrancos" que existió en Canarias en la época de los aborígenes y en las épocas históricas hasta tiempos no tan remotos, especialmente en las islas de configuración redondeada, como son Gran Canaria y La Gomera y en las que sus principales barrancos van todos de cumbre a mar en manera radial.
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