Berode / Berol

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/577

Dos cuestiones debemos aclarar inicialmente sobre estos dos términos en relación con su presencia en la toponimia de Canarias. Primera, que ambas formas, Berode y Berol, con sus correspondientes plurales Berodes y Beroles, no son sino meras variantes de expresión, aunque con una distribución geográfica bien definida dentro del Archipiélago. En el caso específico de la toponimia (no así mismo en el nivel del léxico común), la forma Berol es la exclusiva de Gran Canaria, mientras que Berode es la forma exclusiva de El Hierro, La Gomera y Tenerife, mientras que alternan ambas formas en Fuerteventura. Lanzarote es la única isla en que no aparece el término; no se ha convertido en topónimo, aunque sí hay berodes en la isla.

La segunda cuestión se refiere a la ortografía, que uniformamos en todos los casos escribiéndolos con b, en contra de la indecisión existente en los distintos medios (mapas, carteles de carretera, estudios lexicológicos, incluso diccionarios), aunque con un predominio de v. Ya tratamos en ocasión anterior de este asunto (Trapero et alii 1997: 65-66), por lo que sintetizaremos aquí nuestra opinión. No hay una razón ni etimológica (sea el término de origen guanche o románico) ni de ningún otro tipo que justifique una u otra grafía. Pero si revisamos la minuciosa y amplísima documentación que sobre el término recopila el TLEC, advertimos que quienes lo escriben con v- (Galdós, Zerolo, Ossuna, Bethencourt Alfonso, Alvar, Llorente Maldonado, Santos, etc.) siguen los pasos iniciados por Viera y Clavijo1, mientras que los que lo hacen con b- (Pizarro, Valenzuela, Steffen, Rohlfs, etc.) parecen acomodar la escritura a la tendencia fonológica del español; otros, conscientes de lo poco consistente que resulta una u otra decisión, lo escriben con b- o con v- (preferentemente con b-), pero advirtiendo la otra alternativa. No obstante, advertimos nosotros que existe una postura claramente favorable hacia la b- en autores como Alvar, Almeida y Díaz Alayón y en los propios autores del TLEC, Corrales, Corbella y Álvarez Martínez; estos dan entrada al término en la letra v- pero remiten y desarrollan el término en la letra b-; y lo mismo han hecho en el DDECan, al igual que los autores del DC. Y esto, claro está, creará una "tradición" escrita, por la autoridad que tiene todo diccionario que, como en los casos del TLEC, del DDECan y del DC, nacen con el elogio de la comunidad científica y con una gran difusión popular. Nosotros optamos resueltamente por la escritura con b conforme a nuestro criterio general de escribir siempre con esta grafía el sonido bilabial fricativo sonoro en las palabras procedentes del guanche.

En el nivel del léxico común, las variantes de expresión son aún mayores que las que han quedado reflejadas en la toponimia: berode, beroe, berohe, berol, berole, berodo, berobo, beroho, beró, berró, beroi, berodillo, etc. Incluso la planta recibe otros nombres populares, como bejeque, yerba puntera, yerba pastelera, siempreviva u oreja de abad. Todos ellos para designar un subarbusto endémico de Canarias, de la familia de las crasuláceas, de hojas carnosas, que en la literatura científica botánica hallamos caracterizado unas veces como Senecio kleinia, otras como Kleinia neriifolia y otras como Sempervivum canariensis, conforme a las subespecies que se desarrollan en todo el Archipiélago. Algunas de ellas tienen la curiosidad de crecer en los tejados de las casas antiguas de zonas húmedas, y con tanta abundancia que hasta se convierten en "singulares bosquecillos" de aspecto admirable, como los calificó Viera (1982: II, 406).

La abundante presencia de estos términos en la toponimia canaria es constatación directa de la abundancia de esta planta en los suelos semidesérticos de las costas de las islas, mucho más incluso que lo que la toponimia dice, como es el caso de Lanzarote, en donde también hay berodes aunque su toponimia no diga nada de ellos. No menos de 50 lugares llevan en Canarias este nombre o alguno de sus derivados. De todas las islas, la que mayor número de topónimos tiene con este nombre es, curiosamente, la más pequeña, El Hierro, con 16, y la que menos, salvo Lanzarote, también curiosamente, la más grande, Tenerife con 2, aunque claro está que esas cifras son resultado directo de la distinta intensidad con que se recogieron sus respectivos corpus toponímicos y, además, de la presencia en la isla de El Hierro de una amplia zona denominada El Berodal que, a su vez, ha generado numerosos topónimos subsidiarios.

En cuanto a la variación morfológica del término en la toponimia, no es mucha, en comparación a otros términos guanches apelativos, como balo, tabaiba, goro / tagoro o mocán. Aparte las variantes de expresión berode / berol y sus correspondientes plurales berodes / beroles, se ha desarrollado el colectivo Berodal, que es la forma de mayor presencia en la toponimia canaria de toda la serie (20 topónimos en las islas de El Hierro, La Gomera, Tenerife y Fuerteventura). Y otro curioso colectivo registramos, respectivamente, en La Gomera y en Fuerteventura: Berobal, por confusión fonética d/b.

Estas son las variantes que hemos recogido en la toponimia de Canarias con su recurrencia particular en cada isla:




C

F

G

H

P

T

Beró



4




Berobal


1

1




Berodal


1

5

11


2

Berode


2





Berodes


3

5

5

4


Berodo



1




Berol

2

2





Beroles

4

5





Berolitas

Berolitos


1





Total

6

15

16

16

4

2



El singular Berol aparece en las islas de Gran Canaria y Fuerteventura, con dos topónimos en cada una de ellas; Berode aparece otras dos veces en Fuerteventura, bien que como variante de Berol; y los plurales Berodes y Beroles se documentan, respectivamente: el primero, cinco veces en El Hierro, otras cinco en La Gomera, cuatro en La Palma y tres en Fuerteventura; y el segundo, cinco en Fuerteventura y cuatro en Gran Canaria. Finalmente, dos variantes curiosas se registran en La Gomera: Beró, por apócope de la consonante final, y Berodo, justamente por lo contrario, por epéntesis de una vocal final -o (en lugar de la vocal -e normal del resto del Archipiélago) que puede considerarse como paragoge. Las formas más curiosas son las del diminutivo Berolitas / Berolitos que aparece una vez en la toponimia de Fuerteventura.

Una cuestión muy debatida en la lexicología canaria es el origen del término. Como es especie endémica muy abundante en todas las islas, su nombre ha sido recogido y estudiado por todos los investigadores del léxico canario, quienes, casi con unanimidad, lo han considerado guanchismo: Álvarez Rixo, Berthelot, Bethencourt Alfonso, Rohlfs, Wölfel, Vycichl, Régulo, Llorente, etc. (cit. TLEC). Fueron Steffen (1956: 63) y Alvar los primeros que pusieron en duda el origen prehispánico del término canario, proponiendo su dependencia del portugués berol 'planta submarina' (también llamado pepino do mar2), y después otros autores han seguido con esas dudas, hasta llegar al DDECan que abiertamente lo proclama portuguesismo.

La duda ya está instalada, pero no la seguridad. Si existe el significante berol en portugués debe de ser como término anticuado y en desuso, pues, según nuestras consultas, aparece solo en el Diccionario de Figueiredo, que siendo un excelente diccionario del portugués atiende más a la lengua histórica, pero no lo hallamos en los diccionarios modernos, ni fue recogido como tal por el mejor estudioso de los portuguesismos en Canarias, Pérez Vidal, ni lo reconocen las personas portuguesas a quienes hemos preguntado. Es verdad que la presencia de portuguesismos en el español de Canarias es especialmente abundante en el mundo de la flora (barbusano, acebiño, viñátigo, faya, paloblanco, etc.), pero eso ocurre en las especies de la laurisilva, comunes a Canarias, Azores y Madeira, isla esta última desde donde se trajeron los nombres a Canarias, pero no los de las especies exclusivas de Canarias para las que el portugués no tenía nombres, como tabaiba, cardón, mocán y otros. Por lo demás, ¿no cabría pensarse en un préstamo en sentido inverso a como se ha planteado, es decir, como un canarismo en portugués, análogo a lo que ocurre con tabaiba y tagasaste?

Además existe otra dificultad meramente extralingüística que hace muy dudosa, si no improbable, la etimología portuguesa. Si berol fuera portuguesismo lo sería porque entre la especie vegetal submarina portuguesa y la planta terrestre canaria existiera un parecido biológico (real o aparente) que permitiera el trasvase del nombre. Y para ello hubiera sido del todo necesario que los portugueses que llegaron a nuestras islas conocieran los fondos submarinos de su país de origen en tal grado que les permitiera identificar como igual o como parecida la planta canaria; es decir, debían ser o marinos o pescadores, hombres de mar, al cabo, y serlo además corporativamente, pues es bien sabido que en la transferencia de una lengua a otra un nombre común no lo impone un hombre solo. ¿En verdad hubo oleadas de colonos portugueses en Canarias con estas características? ¿Y procedían exactamente de las partes del Portugal costero en que existía esa especie vegetal submarina? ¿Del Portugal continental o de las islas atlánticas portuguesas? Demasiados interrogantes y demasiado rocambolesco el proceso como para sostener la hipótesis del portuguesismo cuando existe otra hipótesis mucho más simple y coherente: la del origen guanche del término, siendo además, como afirman todos los botánicos, una especie endémica de Canarias. ¿Qué de extraño hay en que una planta que cubre gran parte de los suelos de todas las islas tuviera nombre guanche y que este fuera "adoptado" por los nuevos pobladores tras la Conquista?

Porque el origen prehispánico del término lo atestiguan varios de los berberólogos que han estudiado el léxico guanche, aunque los paralelos bereberes que ofrecen en sus explicaciones no sean del todo concluyentes. Así, Wölfel (1996: 668) dice que podría compararse con las voces aberdi 'costilla del cuerpo' (Bass. Dial) y âberde 'cubierta' (Ah. Fouc), aunque también confiesa que podría relacionarse con el portugués varêdo. También Vycichl (1952: 195) se remite a los siguientes paralelos bereberes: ber-udi 'planta crasulácea' y tibergemmi del silha. Por su parte, nuestro colaborador Abrahan Loutf hace notar que el término berode (o berol) carece de los indicios morfológicos iniciales prototípicos de los topónimos guanches, pero que podría corresponder a una forma construida con la inicial b- + el radical verbal erd con el significado de 'producir viento' (Laoust 1939: 31-32). Y es posible que el término canario esté relacionado con el bereber aberdud con el significado genérico de 'verbascum'.

Otra cuestión problemática es la de la primacía de las dos formas léxicas distribuidas por el Archipiélago. Algunos autores, entre ellos Morera (2001: 164), explican la variante berode a partir del plural beroles. Pero, ¿por qué suponer que la forma primigenia es berol y no berode? Más fácil es explicar berol desde berode, por pérdida de la vocal átona final y conversión de la interdental final en lateral, que no al revés con añadidura y creación de nuevos sonidos, aunque la -e final berode pueda ser producto de la paragoge.

1 Viera y Clavijo fue el primero en escribir muchos de los términos guanches que han pervivido hasta la actualidad y su ortografía se ha tomado como fuente autorizada que se ha seguido sin más discusión, a veces cambiando incluso la escritura de las fuentes históricas más antiguas, como es el caso de Verode o Verol, Garoé, Aceró (estos dos últimos, tildados) y otros muchos.

2 En Canarias existe también la denominación de pepino de mar, pero no es una planta, sino un animal, del grupo de las estrellas y erizos de mar, con la forma de un pepino, y que tiene como nombre científico Holoturia.

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ISLA   GRAN CANARIA, FUERTEVENTURA


MUNICIPIO    Betancuria


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