Chinijo
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/1027
El término chinijo es un lanzaroteñismo exclusivo que tiene una doble condición: como término común y como topónimo. Como apelativo es término patrimonial y común con el significado general de 'cosa pequeña', y así aparece recogido en todos los diccionarios dialectales y en El español hablado en Lanzarote de Torres Stinga (1995: 257). Nosotros advertimos que el término es particularmente destinado al 'niño pequeño' siempre con una carga afectiva. Como topónimo es la denominación que modernamente se ha impuesto para designar el conjunto de los islotes situados al norte de la isla de Lanzarote, concebidos como un Archipiélago Chinijo.
Comprende este particular "archipiélago", según la terminología de Viera y Clavijo (1982: I, 17-19): una "isla", la de La Graciosa; dos "islotes", los de Alegranza y Montaña Clara, y dos "roques", el Roque del Este y el Roque del Oeste. Hay que advertir que no ha habido nunca una denominación específica de uso general para este conjunto. Quizás la más usada haya sido la de Los Islotes1. Solo modernamente, desde aproximadamente la década de los 80 del siglo XX, se le ha empezado a llamar Archipiélago Chinijo2 y así empieza a usarse en geografías locales, mapas turísticos, ensayos periodísticos divulgativos y otras publicaciones. Pero tal denominación fue implantada desde el exterior de la isla y desde la "erudición", sin que hasta la actualidad se haya hecho popular entre los naturales lanzaroteños y ni siquiera se haya aceptado. Sin embargo, el neotopónimo se ha formado sobre una palabra de uso común chinijo, que como hemos dicho pertenece por entero y en exclusiva al léxico popular de Lanzarote. Y aun advertimos que el matiz apreciativo cariñoso que tiene la voz como apelativo ha pasado metafóricamente a la geografía para nombrar al "archipiélago pequeño" del norte de Lanzarote.
De la presencia de estas islas "menores" en la historiografía y cartografía primitiva, cabe decir que La Graciosa aparece, por lo general, en todos los registros, desde Le Canarien (que es a la única que cita, junto a Lobos); Alegranza y Montaña Clara aparecen también de continuo, desde Torriani y Abreu Galindo, en todos los registros del siglo XVI y siguientes; Roque del Este aparece por vez primera en los mapas de Íñigo de Briçuela y Próspero Casola (1635) y de P.A. del Castillo (1686); y Roque del Oeste solo desde la cartografía de Antonio Riviere (1741), allí con el nombre de Roquete. No obstante, salvo La Graciosa, constituyen el territorio menos conocido de las Islas Canarias no solo por los visitantes foráneos, sino por los propios canarios.
Sobre la soledad y el silencio en que viven estos islotes, y sobre el desconocimiento general que de ellos se tiene, escribió Dulce María Loynaz unas bellísimas líneas:
Solo el viento las ronda día y noche. Solo el viento se acerca a ellas, pasa por ellas, penetra en su quemada soledad. El viento es, en verdad, el único habitante de su suelo, porque estas son las islas Desiertas, las Cenicientas del Archipiélago. Cenicientas por la preterición y hasta por la ceniza. Los barcos huyen de sus costas, los niños olvidan pronto sus nombres aprendidos en la escuela, y hasta las plagas de langostas, cuando vienen de África, pasan de largo sobre los manchones que ellas proyectan sobre el agua. Son hermanas de las Afortunadas, pero ellas no lo son: como frutos de oscura bastardía, estas islas carecen de todo cuanto es gracia, ternura y abundancia en las demás... Alegranza, Graciosa, Isla de Lobos, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste son nombres que se ciñen a sus peñas cual coronas de flores a las sienes de las doncellas muertas (1992: 172-173).
Un lugar hay en la isla de Lanzarote que ofrece una soberbia panorámica sobre el conjunto de este archipiélago menor: en la parte noroeste, desde las cumbres de El Risco de Famara. Hoy es posible hacerlo desde el Mirador del Río, un lugar acondicionado por César Manrique, que se ha convertido en una de las visitas turísticas imprescindibles de la isla. Si se le llama "del Río" lo es un poco impropiamente, pues no es ése un atributo del mirador ni es tampoco su objeto: "El Río" a que se refiere es el canal que separa la isla de Lanzarote de La Graciosa, pero la panorámica a la que se dirige el mirador es al conjunto de los islotes, eso sí, enmarcados todos por el mismo mar. Merece la pena leer la impresión que aquella vista de los Islotes causó a una famosa viajera que recorrió las islas a finales del siglo XIX, la inglesa Olivia Stone, cuando todavía no había en Lanzarote "miradores", pero sí la misma panorámica que ahora se puede contemplar:
Rara vez he visto algo más bello que estas escarpadas rocas de color gris, rojo y pardo, rodeadas de azul. Si se las observa por separado, no hay nada en estas islas, desnudas y sin árboles, que suscite admiración, pero lo que les da su belleza hay que verlo para admirarlo. Es el maravilloso colorido, el cielo azul con nubes aborregadas, y estos islotes escarpados, de vivos colores y desiertos, engarzados como piedras preciosas en un mar turquesa (1995: 315).
Nadie ha propuesto hasta ahora el origen guanche de la voz chinijo, y sin embargo tiene todos los visos de serlo, tanto desde el punto de vista fonético como desde el de su significado. En la lexicografía moderna canaria nada se dice de su posible etimología, salvo el DHEHC de Morera (2001: 275) que dice que muy probablemente proceda del canarismo chiquinijo por síncopa; pero esa voz chiquinijo no ha sido documentada por nadie en Canarias. Desde el punto de vista del significante, chinijo está muy próximo al término tinique y aún más al de algunas de sus variantes, como chinique; incluso desde el punto de vista del contenido podría establecerse la comparación sobre el rasgo semántico 'pequeño' que tienen las palabras tenique en alguna de sus acepciones, como la que tiene en El Hierro de 'piedra arrojadiza' (y así la expresión "Me chocó [tiró] un tínique" oída por nosotros).
Como paralelo perfecto del apelativo chinijo podría considerarse el topónimo Tinajo de la misma isla de Lanzarote, con la alternancia consabida del morfema ch-/ti- del femenino singular. El topónimo ha sido interpretado como 'la de la leche', sobre la base de que en el bereber ajo es 'leche'. De entre las fuentes históricas antiguas, es Abreu Galindo el que con mayor detalle nos dice los nombres que los aborígenes de las islas llamaban a la leche, uno de sus alimentos principales: los de El Hierro la llamaban achemen (1977: 88), los de La Palma, adago (ibíd.: 269) y los de Tenerife ahof (ibíd.: 298); sin que diga cómo la llamaban los de las otras islas. La voz de Tenerife, con el supuesto sonido [axóh], es la que podemos poner en relación con el chinijo y el Tinajo lanzaroteños. Por lo tanto, en su origen chinijo pudo significar 'niño de leche' o 'niño en edad de mamar', o sea, 'niño lactante'.
En dos lugares de sus Monumenta trata Wölfel de estas voces (1996: 887 y 1044) pero en ninguna ofrece una hipótesis etimologista que sea mínimamente verosímil.
1 Isletas es como las llama Hernández-Pacheco en su libro Por los campos de lava (2002), ya desde el título: "Relatos de una expedición científica a Lanzarote y a las Isletas canarias".
2 Según Agustín Pallarés (2013: 202), esta moderna denominación de Archipiélago Chinijo se debe a Ginés Díaz Pallarés, su sobrino, que fue un activista ecologista, director del Colectivo "El Guincho", quien en los primeros años de la década de 1980 se retiró a Alegranza y vivió allí como bohemio y contestatario.ETIQUETAS
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