Farailaga / Farilaga

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/1284

En la actualidad el nombre de Farailaga, con la variante Farilaga, lo llevan un pequeño poblado de Gran Canaria situado en la parte alta de su costa norte y en el límite entre los municipio de Santa María de Guía de Gran Canaria y MOY (GAC 151 G3), y el llano que se desarrolla en la parte baja cercana al mar. Al poblado se le llama Farailaga o Farilaga de Arriba y al llano simplemente Farailaga o Farilaga (La toponimia de Gran Canaria 1997: II, 154). Pero en la antigüedad con ese nombre se designaba a toda la costa norte situada entre Bañaderos, al este, y San Felipe, al oeste, y que comprendía tanto la zona propiamente de costa como las zonas altas de lomos y laderas por donde discurren los varios barrancos que desde la parte del interior de la isla vienen a desembocar a esa costa, el más importante de los cuales es el de Moya.

En ese amplio territorio, que reunía ideales condiciones de habitabilidad para el sistema de vida de los aborígenes, pues disponían de zonas de cultivo en las tierras bajas, bien regadas por las aguas que bajaban desde la famosa "selva de Doramas", y de numerosas cuevas en las escarpadas laderas de los barrancos, todavía existen numerosos testimonios arqueológicos de la presencia de los guanches, siendo el más importarte y llamativo de todos, sin duda, el conocido como "Cenobio de Valerón", un conjunto de innumerables cuevas, unas naturales y otras labradas por el hombre, unas grandes y otras muy pequeñas, que se agrupan bajo la protección de un espectacular "solapón" natural en la parte media de la vertiente norte de la Montaña del Gallego, por encima de la vieja carretera que circulaba por la llamada Cuesta de Silva y que hoy ha sido sustituida por un moderno y altísimo viaducto, desde el que ya no es visible el "Cenobio"1.

Farailaga o Farilaga es el nombre que decimos se conserva en la actualidad, pero en las fuentes antiguas aparece con una multitud de grafías que explican bien la indeterminación que los españoles tuvieron para escribir tan extraño nombre. Hasta 13 grafías distintas registra Wölfel de este topónimo en sus Monumenta sobre las fuentes por él utilizadas (1996: 866-867), que son, ordenadas alfabéticamente por nosotros, las siguientes: Airaga, Araiga, Arayga, Ayraga, el Layraga, Falairaga, Falayraga, Faraylaga, Iraga, la Iraga, Layraga, Rairaga y Zairaga. Y no están todas. A ellas cabría añadir el nombre de Aeragraca, que es el que aparece en la relación de los 35 "lugares y aldeas" que tenía Gran Canaria al tiempo de iniciarse la conquista, según el recuento y nombres que da Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios (cit. Morales Padrón 1978: 515), y que nosotros, lo mismo que Onrubia (2004: 222), identificamos con el actual Farailaga. Y además otros que aparecen en textos y documentaciones no usadas por Wölfel.

En el Registro del Sello, en un documento de febrero de 1502, se nombra como El Ayraga, pero en otro documento de ese mismo registro de 1510 se cita simplemente como Ayraga (Aznar Vallejo 1981: doc. 551 y 825, respectivamente), lo que deja bien en evidencia la valoración que en los primeros tiempos se hacía del elemento inicial del término como si fuera el artículo español, caso paralelo al que ocurría con Agaete y otros topónimos de origen guanche.

La consideración de poblado de este topónimo está garantizada desde la documentación más antigua. Aparte el nombre de Aeragraca que le da Andrés Bernáldez, como Iraga aparece en la parte interior del mapa de Torriani (1978: 87), de finales del siglo XVI. Y en la relación de poblaciones de Gran Canaria que hace Antonio Riviere a mitad del siglo XVIII aparecen, por una parte, Yalga, Layraga y el Pazo con 11 vecinos, pertenecientes a la demarcación de Guía, pero además Costa de la Yraga con otros 11 vecinos pertenecientes a la demarcación de Moya (Riviere 1997: 142 y 143, respectivamente). Mucho más cercana a la denominación actual es la inscripción que del topónimo da unos años más tarde Viera y Clavijo como Falairaga y Costa de Lairaga (1982: II, 396). Eso en su Historia de Canarias, y en su Diccionario de historia natural, escrito en los últimos años de su vida, cuando conocía los principales topónimos de las islas tal cual existían en la tradición oral lo cita también de una manera variable: en la entrada de agua agria, como Costa de Lairaga, donde está la fuente de Tinoca "que brotando dentro del mar a corta distancia de la orilla, en lo alto de una peña, se precipita en dos cascadas de agua"; y en la entrada garzota, como Costa de La Ayraga de donde procedía el ejemplar de la garza pequeña o garzota que tenía en su laboratorio de ciencias naturales (2014: I, 161 y 606, repectivamente).

Abreu Galindo sitúa en este lugar un episodio curioso ocurrido en los años anteriores a la conquista de la isla, cuando castellanos, portugueses y demás pirateaban las islas en busca de esclavos. Estando los castellanos rodeando la isla y tratando de prender a los nativos y llevarlos como esclavos a la Península, dice que tomaron los canarios cinco o seis gaviotas y las ataron y las pusieron sobre sus casas "en la población de la Airaga que allí había, donde solían acudir ordinariamente a saltarlos", para que estándose quietas creyeran que no había nadie en las casas; y los castellanos entraron y desbarataron el pueblo "tomando lo que hallaban dentro de las casas", pero en esto los canarios que estaban escondidos cayeron sobre ellos "con grandes alaridos y silbos, y prendieron algunos y otros huyeron, quedando muertos algunos" (Abreu 1977: 133).

Este episodio es repetido por Viera (1982: I, 443-444) y demás historiadores canarios posteriores, pero lo más curioso es que llega a Madoz, que no es historiador, y lo recrea en su Diccionario geográfico a partir del relato de Viera y Clavijo. Con dos nombres registra Madoz el topónimo: Ayraga y Falagraga, sin percibirse de que es el mismo lugar. Y es en la primera de estas dos entradas en donde recrea el episodio que comentamos. Dice:


Hízose célebre el nombre Ayraga en las islas Canarias durante las correrías que Diego de Herrera hacía en ellas, año 1475. Los habitantes de esta población, meditando cómo sorprender a los invasores, cogieron un gran número de gaviotas y las ataron por los pies sobre las techumbres. Mantuviéronlas así muchos días, hasta que se dejaron ver los enemigos. Desamparando entonces el pueblo, se apostaron en parage oculto. Los europeos que observaron aquellos animales inmóviles, se persuadieron que el pueblo estaba desierto, y sin más consideración entraron a saquearlo; entonces, cayendo los canarios sobre ellos, les mataron y aprisionaron, escapando muy pocos (Madoz 1986: 47).

Como "uno de los más interesantes de las Islas" califica Wölfel este topónimo de Gran Canaria y a él le dedica una larga reflexión (1996: 866-867), que se basa en determinar los elementos propiamente preposicionales y los que formarían su raíz léxica. Ante la diversidad de inscripciones antedichas de este topónimo, se pregunta Wölfel, y con razón, si la inicial La- con que aparecen varias de ellas representa el artículo español (y por eso en algunas fuentes aparece en minúscula) o es un prefijo aborigen, lo mismo que el Fa- con que aparecen otras varias inscripciones antiguas y que es la forma que ha llegado hasta nuestros días. En conclusión, descartadas las inscripciones antiguas que son simples errores de grafías, como Rairaga (escritura de Millares Torres) y Zairaga (escritura de Álvarez Rixo), piensa Wölfel que este fa- es un prefijo aborigen con el significado 'sobre, encima de', y que la raíz del topónimo debería ponerse en relación con otros paralelos bereberes como regg 'llano', arag 'pequeña abertura' y reg 'estar abrigado'; de donde el hipotético nombre antiguo verdadero debería haber sido f(a)-al-a-iraga con una significación equivalente a 'lo que está por encima del llano'. De ser así, no cabe duda de que el topónimo aborigen estaría designando bien la realidad geográfica del lugar, y sería pues un verdadero orónimo, un término que refiere exactamente la orografía del terreno, un lugar "bien bautizado" al fin.

Nuestro colaborador Abrahan Loutf piensa, por el contrario, que el primer elemento del topónimo Farai o Fara puede responder al radical FR presente en la mayor parte de las hablas del bereber con significados que van desde 'cueva, caverna' a 'vegetación' y que en el Alto Atlas tiene el valor toponímico de 'hoyo o estanque artificial para la contención del agua' (ver Afara y entradas con FR). Sin embargo, del segundo componente -laga dice no disponer de datos.

1 La denominación de este conjunto arqueológico como "Cenobio de Valerón", sin duda el más espectacular de toda la arqueología grancanaria, es relativamente moderna y aunque nunca ha llegado a constituirse en topónimo verdaderamente popular (por eso no figura en el corpus que nosotros mismo elaboramos de la isla), su nombre se ha ido extendiendo a partir de la literatura científica y de los folletos turísticos en los que aparece siempre con esa denominación. Al parecer, el nombre de "cenobio" se lo dio el naturalista y arqueólogo francés Sabino Berthelot, al creer que en este conjunto de cuevas pudieran haber vivido las famosas "harimaguadas", las vestales indígenas, y compararlo con las celdas de un monasterio de monjas. La arqueología moderna ha demostrado que esas cuevas fueron más "silo" que habitáculo, es decir, lugar de almacenamiento de granos y de otros productos del guanartemato de Gáldar, amparándose en las excepcionales condiciones que el lugar tenía para su conservación y posible defensa en caso de ataques exteriores. Pero el nombre de "Cenobio de Valerón" se ha impuesto en la literatura arqueológica de Canarias y es el que sigue apareciendo en todas las publicaciones al respecto.

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ISLA   GRAN CANARIA


MUNICIPIO    Santa María de Guía de Gran Canaria


TOPÓNIMO VIVO, SIGNIFICADO PROBABLE

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