Gomera

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/1481

Nombre de una de las siete islas mayores del archipiélago canario, y decimos "mayores" porque otras islas o islotes hay que no cuentan en el número siete que generalmente se atribuye al Archipiélago, como son las de La Graciosa, Lobos, Alegranza y Montaña Clara, incluso la primera de ellas, La Graciosa, poblada de manera estable desde principios del siglo XX.

Geológicamente la isla de La Gomera fue una de las primeras en formarse, y la única que no ha vuelto a tener actividad volcánica desde hace por lo menos un millón de años, razón por la que carece de los típicos conos volcánicos (propiamente "montañas") del resto de las islas. Su orografía, sin embargo, es la más accidentada del Archipiélago: innumerables y profundísimos barrancos desgarran su superficie, convirtiéndola en una cascada ininterrumpida de barrancos y de lomos, cuyas paredes, cortadas casi en vertical, caen sobre la costa formando acantilados impresionantes o pequeñas playas de arena negra en la desembocadura de los barrancos. Y por lo que respecta a su historia cabe destacarse el aislamiento secular en el que ha vivido siempre, razón que explica el interés extraordinario de sus formas de vida y costumbres. Esos dos condicionamientos, el geográfico y el histórico, explican, a su vez, la peculiaridad de su toponimia y el gran número de términos de origen guanche que aún viven en la tradición oral de la isla.

La primera representación cartográfica de La Gomera, con la carga de unos pocos de sus topónimos particulares y verdaderos, tanto de sus costas como de su interior, es la que Torriani ofrece en el interior de su libro a fines del siglo XVI. Sin embargo, la descripción que este autor hace de la isla es contradictoria: en unas cosas muy justa, en otras como si no la hubiera conocido. Dice -y es verdad- que "parece que esta isla ha sido perdonada por los incendios subterráneos, porque en ninguna parte se ve la tierra quemada y deshecha, como en todas las demás islas. De estas últimas no difiere solo en este aspecto, sino también en la calidad de los árboles. En ella no hay pinos ni teas, que son los más comunes en las demás islas". Pero no es en absoluto verdad que "tampoco tiene montes muy altos, ni precipicios de consideración, sino que su interior es casi llano, de modo que se ve toda", pues es, sin duda, la más quebrada de todas las islas del Archipiélago. Sigue diciendo Torriani que "también son pocos los habitantes. La razón es que, siendo esta isla de cuatro señores, junto con la del Hierro, y como los cuatro por su pobreza, viven solamente de contribuciones, todos huyen de aquí, y no hay hombre que quiera vivir en ella; mientras que, si fuese del rey, como son las demás, sin duda sería la más poblada de todas" (1978: 199). Y concluye el ingeniero cremonés que al tiempo de la conquista, la isla "estaba dividida en cuatro partes, que se llamaban así: una Mulagua, la segunda Agona, la tercera Ipalan, la cuarta Orone. Cada una de estas tenía a su señor: el de la primera se llamaba Aberbequele, el de la segunda Aguaboreque, el de la tercera Auhagal y el de la cuarta Unihepe" (ibíd.: 203-204).

Más ajustada a la realidad es la descripción que de La Gomera ofrece Pedro Agustín del Castillo, en la primera mitad del siglo XVIII:


Es frondosa, de arboleda de todo género de maderas y frutales, abundantes de aguas, y tan quebrada que para ir de un pueblo a otro se necesita de caminar a la cumbre, para de allí conducirse a ellos, porque aunque están cercanos, intermedian grandes barrancos y fugas... Sus bosques son muy cerrados de grandes arboledas, como son barbusanos, viñátigos, tiles, loros, palo blanco, hayas y mocaneros de excesivos gruesos y alturas (2001: 295-296).

Finalmente, es de mucho interés la valoración que de la isla hace Viera y Clavijo diciendo que "es quizás la única de las Canarias que no necesita de sus vecinas, pues aun en los años estériles halla el recurso inagotable en las raíces del helecho, de que se hace pan (1982: II, 94-95).

Respecto a su propio nombre, cabe decir que este de Gomera es el único que ha tenido, si bien en la actualidad se nombra siempre con el artículo: La Gomera. Uno de los primeros historiadores que tuvo Canarias, Fr. Juan de Abreu Galindo (finales del siglo xvi) dice haber procurado saber de los naturales de esta isla el nombre que tenía antes que llegaran a ella las tropas de Jean de Béthencourt, por saber quién se lo había puesto, y confiesa: "Nunca lo pude alcanzar, ni entender jamás haber tenido otro nombre, si no es Gomera, desde que a ella vinieron los africanos, que debió de ser quien se lo dio" (1977: 73).

No cabe aquí conjeturar cuál de los nombres de las Islas Afortunadas que aparecen en el relato de Juba-Plinio se corresponde con el de La Gomera, pues ese texto está lleno de problemas que no toca aquí dilucidar, y cada autor ha identificado según mejor le ha parecido los nombres que allí aparecen con las islas que verdaderamente hay: a La Gomera se la ha identificado con la Junonia (menor), mientras que Viana dice que era la Casperia (1991: canto I, vv. 36 y 239). Ese nombre de Casperia, que es deformación del término Capraria del famoso relato de Plinio II sobre las Islas Afortunadas, lo toma Viana de Espinosa, pero es responsabilidad de Viana el identificarlo con La Gomera. La erudición posterior ha querido ver tras ese nombre una alusión a una 'isla de las cabras' y la ha identificado con Fuerteventura, mientras que otros, fijándose en que en el texto de Plinio se dice que esa isla estaba plagada de lagartos, han supuesto que Capraria debe ser errata de Sauraria, que la definiría justamente como 'isla de los lagartos', aunque esta Capraria se ha identificado mejor con El Hierro por ser la isla en la que desde siempre se ha dicho que existió una especie exclusiva de lagartos gigantes. Pero como modernamente se ha encontrado en La Gomera otra especie de grandes lagartos, la adscripción de Viana ha vuelto a tomar consistencia.

Más fantasiosa es la interpretación que Viana da del nombre Gomera (ibíd.: I, 237-245) como derivado de un tal Gomer, sobrino que fue de aquellos Crano y Crana hijos de Noé que después del Diluvio Universal vagaron por la tierra hasta encontrar una tierra en donde asentarse y la encontraron en Canarias, "dándole de su rey el propio nombre". Dice desconocer María Rosa Alonso, principal estudiosa de Viana (1991: 74, n.27), la procedencia de esta leyenda de Viana, al igual que nosotros, pero es lo cierto que siguió viviendo en la leyenda, pues vuelve a retomarla Antonio de Sopranis a mitad del siglo XVIII en su Discurso ante la Academia de la Historia de Madrid sobre los primeros pobladores de las Islas Afortunadas (Farrujia 2004: 505-515).

En efecto, Gomera es el único nombre que consta en la cartografía más antigua de las Islas: en el Planisferio de Dulcert (1339) como Gommaria, en el Atlas de Cresques (1375) como insula de Gomera, en el Libro del conoscimiento (finales del xiv) como Gomera y en la crónica de los conquistadores franco-normandos Le Canarien (1402) como La Gomere, Gomere, La Gomiere, La Goumere o La Goumiere, al tratar de escribirlo "a la francesa".

Nos parece del todo evidente que las diferentes grafías con que se escribe en Le Canarien el nombre de la isla de La Gomera, bien sea con el artículo, que es lo más general, o sin él, lo son poniendo en francés un nombre preexistente inequívoco, y de ahí el diptongo -ou- de tres de las grafías y el final -e de todas ellas: La Gomere (G33v, B28v, 41v, 48r, 71v), Gomere (B28r, 28v, 47r, 47v), La Gomiere (G34r), La Goumere (G19r) y La Goumiere (G34r). Aunque en el caso de la escritura de este nombre, más que de diferentes "audiciones" por parte de los cronistas podría hablarse de la falta de una fijación ortográfica de la lengua en la que se escribe, pues no de otra forma puede entenderse que en un mismo párrafo (G34r), y por tanto por una misma mano se escriba La Gomiere y La Goumiere.

Que el nombre de la isla lo conocían los franceses de antemano, parece evidente, pues la nombran antes de llegar a ella: "Y se dirigieron directamente a la isla de La Gomera" (G19r). A este respecto vale la pena recordar una noticia que Abreu Galindo trata por extenso, dedicándole un capítulo entero de su Historia (cap. XVI: "En que se pone haber venido a esta isla de La Gomera cristianos antes de Juan de Betancourt", 1911: 77-81). Y es que antes de la llegada de los franceses a la isla ya habría recibido la visita de varias expediciones castellanas y portuguesas, y en una de ellas se habría quedado un clérigo con la intención de misionar a los nativos, y al cual clérigo "tuvieron los gomeros gran respecto y veneración" (Abreu 1977: 80), razón por la cual los franceses ya debían tener noticia de esta isla, de sus características y hasta de su nombre.

Los franceses al mando de Gadifer visitan La Gomera en dos ocasiones; en la primera (G19r y B28v) apenas si tocan tierra, pues fueron atacados por los nativos y debieron regresar al barco sin siquiera hacer la aguada que pretendían. En la segunda (G33v y B47v, unánimemente), la describen "con forma de trébol", con barrancos ("baricaues" o "barycanes") "extraordinariamente grandes y profundos", habitada por mucha gente "que habla el más extraño lenguaje de todas las regiones de esta parte", haciendo referencia al lenguaje silbado que los gomeros han conservado hasta hoy. Mas puede decirse que los franceses nunca dieron a La Gomera por ocupada ni menos por conquistada, como se desprende del contexto siguiente: "Cierto día del año cuatrocientos cuatro, estando Gadifer muy abatido, le preguntó Béthencourt qué le pasaba, a lo que aquel, en recompensa a tantos esfuerzos y penalidades sufridos por la conquista de las islas, le pidió le concediera las islas de Erbania, del Infierno y La Gomera, a pesar de que esas islas aún no habían sido conquistadas" (B41v).

Aparte la leyenda casi bíblica que recoge Viana del poblamiento de las islas Canarias y del nombre de Gomera como derivado de Gomer, nieto de Noé, otros varios autores han querido explicar el nombre de la isla desde dentro o en relación con sus pobladores. Así, Frutuoso dice que la hija del Gran Rey de la isla se llamaba Aremoga, "que en lengua isleña significa Gomera o Gomeiroga, que quiere decir mujer sabia" (2004: 188), aunque en otro lugar de su obra asegura que la llamaron así por la mucha "goma" que producía de los almácigos (id.: 188). Esta nueva hipótesis de la motivación del nombre de la isla vuelve aparecer, y con mucha fuerza y dedicación, en la Canaria ilustrada del clérigo erudito de Tenerife Dámaso de Quesada (2007: 101-103), en la segunda mitad del siglo XVIII, en la que no solo dice que recibió el nombre "de ciertos arboles que estavan a las orillas del mar llenos de goma como la que viene de Arabia", sino que el propio final -era del nombre Gomera es síntoma suficiente de que se trata del nombre de un árbol, pues todos los árboles que dan alguna fruta se denominan en Canarias con el sufijo femenino -era aplicado al nombre de la fruta, y así "a los árboles que dan las moras dicen moreras". Y no se queda en este ejemplo, sino que se extiende en una veintena de ejemplos más: arbejeras, breveras, limeras, mocaneras, nuezeras, vinagreras, etc. De donde se puede colegir -concluye- "no ser fictisio el haber dicho Gomera a el arbol que dava goma".

Wölfel, que trata del término Gomera en dos lugares distintos de sus Monumenta (1996: 480-481 y 721-722), no halla ningún paralelo convincente en el bereber capaz de explicar el topónimo canario, pero estima como probable la explicación de Frutuoso, siendo pues que la isla tomó el nombre de uno de sus personajes, bien que a partir de la popularización de ese nombre por parte de los viajeros europeos. Otros autores han vinculado el nombre de la isla con el del peñón del mismo nombre existente en la costa norte de Marruecos, enfrente de las costas españolas. Y otros con la tribu norteafricana de los ghomara o ghmara (Tejera Gaspar et alii 2006: 99-101). Incluso hay un autor del siglo XVI, Diego de Guadix, autor del mayor diccionario de arabismos de España, que explica el nombre de esta isla canaria como procedente "de gambra que en arábigo significa 'heriazo, tierra no cultivada, ni labrada'" (2005: 657). Y añade en dos entradas lexicográficas siguientes que ese mismo nombre Gomera o Vélez de la Gomera es también el de un pueblo marítimo de la costa de África, adyacente "a la fuerça que llaman Peñón". Y que Gomeres o la calle de los Gomeres es en España el nombre de una calle de la insigne ciudad de Granada. Y lo explica: "El nombre partió de Vélez de la Gomera, de donde vinieron esta nación o linage de árabes, de los cuales se servían los reyes moros de Granada para guarda de sus personas reales, porque hazían de ellos la confianza que los reyes cristianos de Castilla an hecho siempre de los monteros d'Espinosa [...]; de suerte que gomere significa el natural de Gomera o de Vélez de la Gomera o el venido de Gomera" (ibidem).

De todas las hipótesis formuladas sobre la etimología del nombre Gomera, la que ha cobrado más fuerza, por ser la más repetida, es la de la tribu bereber de nombre ghomeráh, gomara, gumara, gumeri o gmara, una tribu que, sin embargo, no ha sido nunca bien identificada y menos localizada. El primero en formularla, si hemos de creer a Abercromby (1990: 70), fue Glas, pero en este autor no hallamos más que la equivalencia entre el topónimo canario y la "tribu de africanos gumeri" (cit. Castillo 1993: 269-286). Pero si creemos a Viera y Clavijo (1982: I, 66-67), el primero fue Antonio de Nebrija. En cualquier caso, las informaciones son coincidentes: "los gumeros o gomeritas fueron situados por León el Africano en los montes del noroeste de Marruecos, en lo que ahora es la región del Rif. El nombre se mantiene en El Peñón de Vélez de Gomera en esa misma área". Pero añade Abercromby por su cuenta que "la gran distancia que separa la isla de la región del Rif hace dudosa la conjetura de Glas" (1990: 70). Tal explicación fue admitida y reproducida sin añadidura alguna por Berthelot (1980: 56) y por Bethencourt Alfonso (1991: 211). Vycichl (1952: 184) añade que el nombre de Gomera recuerda al de la tribu bereber de los gumara, que pervive en un reducido territorio del Marruecos español. Y Marcy (1962: 287-289) argumenta que la voz Gomera es el resultado de la castellanización del nombre de la tribu bereber de los gmara en el Rif occidental, hoy totalmente arabizada. Incluso ?sigue Marcy? "su mismo nombre gmara es una forma árabe segunda de un nombre bereber, cuyo primario nos es desconocido". Y sigue diciendo que el nombre de Gomera es la interpretación de lo oído por los castellanos a los aborígenes de aquella isla. Sin embargo, ya hemos dicho que el nombre de Gomera aparece en el portulano de Crespes, 40 años antes de la llegada de Bethencourt. Por su parte, Álvarez Delgado se apuntó primero (1954: 7) a la teoría de la tribu bereber de los gumarah, pero aceptó después (1960: 447) como más convincente la hipótesis formulada primero por el açoriano Frutuoso y mantenida después por P.A. del Castillo, atribuyendo el nombre a una expedición mallorquina que le habría puesto el nombre de Gomera por la gran cantidad de goma recogida de sus almácigos.

La hipótesis de la tribu bereber de los gomhara o gmara es muy sugerente. Pero ello podría traer la tentación de pensar que cada isla fue poblada por una tribu líbico-bereber diferente y que el nombre de cada isla se debe precisamente al nombre de sus respectivos primeros habitantes. Y esa es justamente la hipótesis que subyace en el reciente libro de Tejera Gaspar, Chávez Álvarez y Montesdeoca, Canarias y el África antigua, que hacen descender a los canarios de Gran Canaria de la tribu de los canarii, a los de Lanzarote de la tribu de los majos, a los de Fuerteventura de los de Erbania (o abanni), a los guanches de Tenerife de la tribu de los cinithi, a los de La Palma de los auaritas, a los de El Hierro de los caprarienses y a los de La Gomera de los citados ghmara-ghomara (2006: 81-105). Aceptar esta hipótesis supondría reconocer que el poblamiento de las Islas Canarias fue una empresa perfectamente planificada desde un principio y que fue llevada a cabo bajo una única política y en un mismo tiempo, aunque con gentes procedentes de territorios muy diferentes y muy distantes entre sí, a juzgar por la pretendida localización que se ha querido dar a cada una de estas tribus líbico-bereberes, repartidas por el inmenso territorio del noroeste africano. Con ello, además, se estaría subvirtiendo la casi "ley" toponomástica de que los pueblos toman el nombre del lugar y no, al revés, el lugar del pueblo que lo habita. "Y más conveniente a razón es -dice a este respecto Abreu Galindo, refiriéndose a los de Canaria- que los canarios se llamen desde nombre de Canaria, la tierra en que viven, que no vertir el orden de lo natural" (1977: 147). Es "muy fuerte", como tan sensatamente argumenta Navarro Mederos, la tentación de asociar a los gomeros de La Gomera con los gomhara del Rif marroquí, o a los habitantes de cualquier otra isla con una tribu o confederación tribal bereber con nombre similar, pero con ello -dice Navarro Mederos- "no debemos caer en el peligro de prejuzgar que cada isla ha recibido a un solo grupo étnico compacto, y totalmente distinto del que fue a poblar cualquier otra isla" (1993: 19). Y en el caso concreto de La Gomera -sigue diciendo este autor-, ni tenemos la certeza de que el nombre de gomhara sea un etnónimo suficientemente antiguo como para avalar su trasvase a Canarias, ni sabemos tampoco que La Gomera se llamara así por ellos. Plinio llamó a esa isla "Junonia Menor" (o "Pluviaria", según otros), y el nombre de Gomera no aparece sino a partir de la cartografía de mediados del siglo XIV.

Por nuestra parte podemos decir que Gomera es término que no lleva ningún indicio morfológico conocido del bereber, pero que se acerca bastante al radical GHMR, que tiene en esta lengua el valor de 'codo', con aplicación muy frecuente a la orografía. Y así, suelen encontrarse en el dominio bereber lugares nominados metafóricamente Aghomer por ubicarse en sitios angulosos. Desde luego, será difícil encontrar un territorio que tenga un relieve tan quebrado y retorcido como lo tiene la isla de La Gomera. Puede citarse también como paralelo la voz bereber agmer (plural iguemran) del habla chelja con el valor de 'terreno cubierto de mucha vegetación, terreno pantanoso, etc.', mientras que el kabilio para el significado 'torrente, lecho de un arroyo' se usa el término ighzer (Laoust 1939: 253).

Finalmente, Reyes García (2004b: 84 y 98) se muestra de acuerdo con las interpretaciones antiguas del término Gomera como 'los (hijos) de la tribu Gomera' o 'los hijos de el Grande'.

Presencia del término Gomera> y derivados en la toponimia canaria

En sus particulares entradas trataremos de los topónimos que contienen la palabra Gomera o alguno de sus derivados en las distintas islas del Archipiélago, pero haremos aquí algunas consideraciones generales a este hecho, que no es que sea raro, pero sí llamativo.

No es extraña la presencia del nombre de una isla y sobre todo de los gentilicios de una isla en las otras del Archipiélago, pero no en todos los casos se produce por igual y en proporciones semejantes. Salvo el caso de los términos guanche y canario que están en topónimos de todas las islas, en el primer caso como 'aborigen de las Islas Canarias, en general', como hemos dicho en su entrada particular, y en el segundo también con el sentido general de 'aborigen de las Islas Canarias' pero, a la vez, con el particular de 'oriundo de Gran Canaria', salvo esos dos -decimos-, los términos vinculados al nombre de Gomera son los que mayor implantación tienen en la toponimia del Archipiélago. Estos términos son, con indicación de la recurrencia en cada una de las islas, los siguientes:




C

G

P

T

Gomera

1

1

1


Gomero

1

8

2

6

Gomeros


19

8

2

Gomeras


6



Gomerito

1






Descartamos de esta relación el término Gomestén, que es topónimo autóctono de Gran Canaria y que nada tiene que ver con la isla de La Gomera; nombra un lugar perteneciente al municipio de Artenara, en territorio muy escabroso, bajando de Artenara a Tirma (GAC 172 C3), en la actualidad totalmente deshabitado pero que pudo estarlo en tiempos antiguos.

Naturalmente la presencia de estos términos fuera del ámbito natural de su isla se debe a la presencia de naturales de La Gomera en el tiempo en que esos topónimos se impusieron. Y ese tiempo pudo coincidir con el episodio histórico de la sublevación de los gomeros contra el Señor de la isla Fernán Peraza en 1488, a quien dieron muerte, y la posterior brutal represalia que sobre ellos, a la llamada de Beatriz de Bobadilla, viuda de Peraza, ejerció Pedro de Vera, llevando a unos a la horca, vendiendo a otros como esclavos en la Península y desplazando a otros a las islas que faltaban por ser conquistadas como ayuda estratégica, o con un tiempo histórico posterior a la conquista por la migración interna de los insulares. Pero el primer motivo debió ser el causante de la llamativa presencia de tantos topónimos con estos términos en la isla de La Palma, de Gran Canaria y de Tenerife, pues el gentilicio Gomero en la toponimia de estas tres islas está especialmente ceñido a los aborígenes de aquella isla. La gran migración de gomeros a lugares del Sur de Tenerife entre las décadas de 1950 y 1970 no ha tenido, sin embargo, repercusión en la toponimia, que sepamos. El nombre de La Gomera en Gran Canaria parece ser un topónimo moderno, pues lo lleva una Urbanización Industrial de Salinetas, municipio de Telde (GAC 181 E6), pero desconocemos del todo la motivación que pudo haber para nombrar un lomo de La Palma como Lomo de la Gomera, por la zona de Los Galguitos, municipio de San Andrés y Sauces.

Llama la atención la ausencia de estos términos en las islas de El Hierro, Lanzarote y Fuerteventura, que puede explicarse, quizás, por el hecho de ser islas en las que propiamente no hubo conquista castellana, y no fue necesario trasladar a los gomeros de la rebelión.

Pero mucho más llama la atención la presencia de los gentilicios Gomero, Gomeros y Gomeras en la propia isla de La Gomera. El GAC (57 G1) da cuenta solo de un topónimo: Pico Gomero, que es una elevación puntual culminada con un roque, de visión muy destacada en el contorno, situado entre Ayamosna y la Degollada de Peraza, junto al poblado de Casas Blancas, municipio de San Sebastián de La Gomera. Pero en la minuciosa búsqueda que Perera López ha hecho de la toponimia de la isla en los últimos años del siglo XX elevó la cifra nada menos que a 33 topónimos (2005: 8.144-178), a cada uno de los cuales dedica tan detallada atención que poco más se puede decir sobre ellos. ¿Cómo se explica tal número de topónimos con referencia a un gentilicio en la misma tierra de la que esos gentilicios son? ¿Es que los gomeros se llamaban a sí mismos gomeros? Obviamente no. Quienes llamaron a esos lugares con los nombres de Gomero, Gomeros o Gomeras, lo mismo que a la propia isla Gomera, no fueron los "gomeros" aborígenes sino los europeos (españoles, portugueses, franceses, etc.) que arribaron a la isla antes y después de su conquista. Por tanto, allí, esos términos no son propiamente gentilicios, simples nombres que denotan un origen, sino específicamente etnónimos, es decir, nombres que elevan la referencia a la etnia: los nuevos "gomeros" que se instalaron en la isla se sentían diferentes de los que la habitaban cuando ellos arribaron a ella, y con espíritu conquistador denominaron a los lugares que merecían ser nombrados por alguna característica de la presencia en ellos de los aborígenes. Por tanto, en todos los casos en que en la toponimia de La Gomera aparecen esos términos se refieren inequívocamente a los gomeros aborígenes. El mencionado Pico Gomero se llama así porque en su cara oeste hay una cueva que muy presumiblemente sirvió de enterramiento en época guanche. Los cinco casos que hay de Cuevas Gomeras se justifican por el mismo hecho, por haber sido habitadas por los aborígenes; y lo mismo otro topónimo llamado simplemente Las Gomeras, al suroeste de Jerián, municipio de Vallehermoso, solución apocopada de Las Cuevas Gomeras. La gran mayoría de los topónimos que aquí consideramos se refieren efectivamente a cuevas situadas en los riscos, algunas de ellas en alturas inverosímiles, que parecen inaccesibles, y que fueron utilizadas por los aborígenes con los más diversos fines, como hábitat, como silos, como aprisco o como lugar de enterramiento, según han demostrado las actuaciones arqueológicas modernas.

Interesante es el proceso de simplificación que han tenido esos topónimos en la isla. Topónimos como los referidos de Cuevas Gomeras manifiestan con plenitud la identidad geomorfológica a la que se refieren, pero, a la vez, para la misma referencia tenemos una solución simplificada, como en el caso de Las Gomeras. Otros ejemplos de topónimos plenos son La Piedra de los Gomeros, en la zona de Taso, municipio de Vallehermoso, y Sobrado de los Gomeros, al suroeste de Jerián, también en VAH; el primero por nombrar una gran piedra de superficie lisa que se cree fue utilizada por los aborígenes como molino1, y el segundo por nombrar una serie de cuevas colgadas de un risco totalmente vertical. Pero la gran mayoría de esos topónimos se han simplificado hasta el extremo de contener solo el sustantivo: Los Gomeros y El Gomero.

A este respecto, nos resulta muy interesante el comentario que Perera López hace sobre estos topónimos y sobre la creencia que sus informantes gomeros tienen de ellos. Cuando se les pregunta por el motivo de tales nombres la respuesta más comúnmente repetida es que "allí vivían los guanches". Esa respuesta -dice Perera- "hay que entenderla como propia de la idea generalizada en La Gomera consistente en suponer que aquellos lugares donde aparecen vestigios de la cultura indígena -generalmente enterramientos- eran las supuestas moradas de los aborígenes. En cuanto a que se diga que en La Cueva del Gomero había "esqueletos de guanches" supone usar un topónimo que mantiene, por su conservadurismo, la expresión antigua para referirse al aborigen (gomero) al tiempo que como palabra común se ha abandonado ya aquella y se usa la expresión guanche, un fenómeno muy extendido y que hemos recogido en varias ocasiones en La Gomera" (2005: 8.148).

De este comentario se desprende que los topónimos autóctonos y antiguos son los que llevan el término Gomero o algunos de sus afines, y que la denominación de guanches es foránea y más moderna, por creer él mismo (Perera López 2005: 8.215) que los guanches eran solo los aborígenes de Tenerife. Se equivoca totalmente en esto el, por otra parte, excelente investigador de la toponimia gomera. Como hemos demostrado en otros lugares, y como resumimos en la entrada Guanche en este mismo diccionario, el término guanche fue en su origen -y lo sigue siendo- un etnónimo aplicado a todos los habitantes de las Islas Canarias, y como lo demuestra, precisamente, la toponimia de todas las islas, también de La Gomera. Con la misma minuciosidad que Perera pudo recoger 34 topónimos con las palabras Gomero, Gomeros y Gomeras, logró recoger también en la misma isla de La Gomera 35 topónimos con las palabras Guanche en 10 ocasiones, Guanches en 20 y Guancha en 5 (Perera 2005: 8.179-8.214). Por tanto, tan etnónimo es en La Gomera Guanche como Gomero, y tan propiamente "gomeros" son el uno como el otro, puesto que tenían la misma específica referencia, la del aborigen insular, y porque fueron todos ellos topónimos impuestos por gentes que llegaron "de afuera", es decir, por gentes que se sentían distintas -porque efectivamente lo eran- de los que la habitaban cuando ellos llegaron. La única diferencia es que la palabra gomero es de origen guanche y la palabra guanche es de origen francés, pero eso no lo saben los informantes que tuvo Perera (ni falta que les hace), como ningún hablante normal se pregunta por el origen y etimología de las palabras que usa de continuo.

1 Un caso similar hay en El Hierro: Piedra de los Guanches se llama a una gran piedra redonda que hay al borde de la carretera del Barrio, a la altura de Tenesedra. Como en tiempos modernos se colocó una cruz incrustada en el orificio central de la piedra, también se le llama La Cruz del Calvario, pero la leyenda antigua sigue creyendo que aquella fue una piedra utilizada por los aborígenes herreños como molino. Sobre esto hemos tratado en nuestra Guía de El Hierro (1995c: 75-76). Muy inverosímil nos parece esa leyenda, por las dimensiones que tiene la piedra, imposible de mover a mano; creemos que fue piedra de molino, sí, pero no de la época guanche, sino de la época histórica en que se utilizó para moler la "hierba de pastel"; de hecho, muy cerca de donde está esa piedra hay un topónimo llamado todavía El Pastel.

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ISLA   LA PALMA, LA GOMERA, GRAN CANARIA


MUNICIPIO    Alajeró, San Andrés y Sauces, San Sebastián de La Gomera, Telde


TOPÓNIMO VIVO, SIGNIFICADO DESCONOCIDO

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