Guayedra
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/1650
Guayedra es el nombre del valle o cuenca de Gran Canaria que sucede al Valle de Agaete en su dirección sur, hacia San Nicolás de Tolentino, municipio de Agaete. Tiene una geomorfología muy compleja que va desde las estribaciones de las alturas de Tamadaba hasta el mar con unos desniveles muy pronunciados, de ahí que haya otros muchos accidentes particulares (un barranco, un roque, una playa, una punta, hasta unas casas y un cortijo) que llevan en su formulación toponímica el especificativo de Guayedra (La toponimia de Gran Canaria 1997: 168-169, y GAC 150 C6).
Aunque en la actualidad el Valle de Guayedra está prácticamente deshabitado, en época prehispánica fue un lugar principal de asentamiento, pues reunía las condiciones ideales para el sistema de vida de los aborígenes, y de ahí que contenga yacimientos arqueológicos de la máxima importancia, con varios pequeños poblados, como los de Majada de Altabaca y El Roque, en ambos con casas, túmulos y cuevas funerarias. Y en sus inmediaciones está la Montaña de Tirma, en donde se situaba uno de los "santuarios" más importantes de la isla en que los nativos hacían sus prácticas y cultos religiosos. Y fue este el territorio en que gobernaba el último guanarteme que tuvo la isla antes de la conquista, Tenesor Semidán, convertido en Fernando Guanarteme; por lo que, acabada la conquista, logró de los Reyes Católicos se le garantizara la propiedad de esa zona. Así lo relata Abreu Galindo:
Y el Guanarteme don Fernando... pidió le hiciesen merced de un valle y asiento que tenía, que se llamaba Guayayedra, de muchos higuerales, y no sirve más de para pasto del ganado, que era principal hacienda de canarios: los Reyes Católicos se lo concedieron, teniendo entendido le hacían mucha merced (1977: 224).
De una manera más realista se describe este paisaje de Guayedra en la Crónica Ovetense, contemporánea a la conquista de la isla, diciendo que "es una ladera muy agria de montes y rriscos muy pendientes que desienden hasia la mar, donde no se crían sino ganado salvaje de cabras y puercos, que en aquel tiempo avía mucho en aquel lugar" (cit. Morales Padrón 1993: 156). Y en efecto, lo que más sobresale al atravesar el Valle de Guayedra son los grandes desniveles que existen, con grandes caídas verticales, y la existencia de grandes bloques traquíticos que aparecen por doquier como consecuencia de los desprendimientos desde las cornisas superiores. Y a pesar de ello, del predominio de la piedra y de la roca, sin posibilidad alguna de hallar un espacio mínimo que pueda dedicarse a tierra de cultivo, el Valle de Guayedra ha sido siempre (y lo sigue siendo aún) un territorio privilegiado para el pastoreo de suelta.
El poblamiento del valle de Guayedra decreció mucho tras la conquista, pero siempre quedó habitado algún mínimo caserío para aprovechamiento de los recursos naturales del valle. En la segunda mitad del siglo XVIII Viera y Clavijo (1982: II, 396) cita a Guayedra como "pago" de Lagaete, aunque sin decir nada sobre el número de vecinos que lo poblaban. Y lo mismo Madoz (1986: 119) a mitad del siglo XIX. Y así continúa en la actualidad.
Por la importancia histórica que tuvo, su nombre aparece en todas las fuentes históricas, antiguas y modernas, aunque con tantas grafías que su nombre puede también ponerse de ejemplo de los problemas que subyacen en la transcripción al español de los topónimos guanches. Hasta 18 grafías distintas aparecen en el artículo que Wölfel (1996: 858-859) dedicó al nombre, resultado de la reunión de todas las citas históricas, que ahora ponemos nosotros en orden alfabético: Aguaiedra, Aregayeda, Aregaieda, Aregaiedas, Argayeda, Avegayeda, Goyedra, Guachayedra, Guadaieda, Guadayeda, Guadayedra, Guaia, Guaiedra, Guayadyedra, Guayayedra, Guayedra, Oguaiedra y Uajayedra. La pregunta es esta: ¿A cuál de ella deberíamos dar mayor crédito en caso de que el topónimo no hubiera sobrevivido hasta la actualidad con el nombre inequívoco de Guayedra? Pues esta misma pregunta se plantea Wölfel al desconocer el nombre que ha pervivido en la tradición oral, y será la que se planteen todos los que se acerquen a la lengua guanche con el solo testimonio de la escritura, que es lo que ha primado en todos los tiempos e incluso también ahora. Cierto que varias de ellas no representan más que diferencias de escritura, y no fonéticas, pero aún así la variación léxica es muy grande. Y advertimos cómo en varias de esas escrituras existe reduplicación del fonema /y/, como Guayayedra lo escribió Abreu.
Naturalmente nadie podría afirmar que el actual Guayedra fuera exactamente la misma forma que usaran los aborígenes, puesto que hemos de suponer una acomodación inevitable a la fonética del español, y hasta la pérdida de algún elemento fónico, como pudiera ser el prefijo Are- que contiene la forma citada por Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, en la relación de los 35 "lugares y aldeas" que tenía Gran Canaria al tiempo de iniciarse la conquista: Aregaieda (cit. Morales Padrón 1978: 515). Porque es de notar que de esos 35 nombres citados por Bernáldez, 18, o sea, más de la mitad, empiezan por el morfema ar-, lo que demuestra la categoría morfológica de ese elemento inicial, con el significado de 'lugar de'. "Así pues -concluye Wölfel- en el supuesto de que no estuviésemos ante errores de grafía, sino ante formaciones alternativas del nombre, cabría la posibilidad de que solo -yedra fuese el radical de la palabra", y para la que no tiene paralelos bereberes que puedan explicarla.
Como curiosidad, cabe añadir que Berthelot (1978: 133) cita una montaña de Tenerife nombrada Guayedra o Guachayedra, sin más datos, pero es lo más probable que sea una simple confusión de isla por parte del francés, que tan poco crédito merece en la localización y escritura de los topónimos guanches.
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