Guirre

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/1701

La gran presencia de este término y de varios derivados suyos en la toponimia de Canarias merece un estudio detenido, más cuando tiene una etimología dudosa y problemática.

La voz guirre es pancanaria, siendo popular en todas las islas para la denominación de un ave carroñera, endémica de Canarias y conocida científicamente como Neophron percnopterus. La definición-descripción del ave que aparece en el DDECan es la siguiente: "Alimoche, ave rapaz semejante al buitre, pero más pequeña, con la cabeza y cuello cubiertos de plumas, y el color blanquecino con las plumas de las alas negras. Nidifica en riscos y acantilados y se alimenta de sustancias animales descompuestas, aunque incluye en su dieta insectos, caracoles, etc.". Además, añade este diccionario que la voz es onomatopéyica y que ha dado varias formas derivadas: guirra con el significado peyorativo de 'prostituta', guirrera como 'nido de guirres' (y guirrea y guirrear en Gran Canaria como 'pelear a pedradas los muchachos', aunque estas dos formas -se dice- derivan de guerrear).

Las equivalencias del guirre canario con otras aves rapaces de la Península Ibérica y de otros lugares se manifiestan en la comparación que se hace con los buitres y el alimoche, pero todos los naturalistas ponen el acento en el carácter endémico del guirre canario, lo que justificaría, en principio, el que su nombre guirre fuera también una voz "autóctona". Y de ello dan muestra las primeras fuentes históricas de Canarias en que se documenta esta voz. En muchas de estas fuentes se da cuenta de la fauna que habitaba las islas y se cita una especie de ave grande, rapaz, que se alimenta de animales muertos, semejante al quebrantahuesos, que anida en los riscos y zonas más intransitables, y en todas ella se señala como extraña la voz con que en las islas se denomina: guirre o guirhe. Esta manera de citar -"que en esta isla se llama" o "que aquí le dicen"- es sintomática de que se está usando un término ajeno, no conocido, y que se menciona de continuo con los nombres guanches o aquellos otros propios y exclusivos de las islas. Y así, Abreu Galindo recrea una costumbre de los nativos palmeros en que ofrecían al roque Idafe las asaduras de los animales que mataban para comer, de forma que ese roque, que tenían por sagrado, no cayese y los matase:


Y así, muerto el animal y sacada la asadura, se iban con ella dos personas; y llegados junto al roque, decían cantando, el que llevaba la asadura: -Y iguida y iguan Idafe, que quiere decir: "Dice que caerá Idafe". Y respondía el otro cantando: -Que guerte yguan taro; que quiere decir: "Dale lo que traes, y no caerá". Dicho esto, la arrojaba, y daba con la asadura, y se iban, la cual quedaba por pasto para los cuervos y quebrantahuesos, que en esta isla llaman guirres (1977: 270).


Y Marín y Cubas relata, a su vez, el hecho de que los majoreros de Lanzarote y Fuerteventura se "ataban por la frente tiras o correas anchas de dos dedos teñidas de colorado y poniánle tres o cuatro plumas de milano, cuervo o guirre, quebranta-huesos, y este tocado llamaban guapil" (1993: 104).

El carácter dialectal canario de esta voz lo reconoce el Diccionario de la Real Academia Española desde la 21ª ed. de 1992 en que aparece por vez primera como "canarismo" y equivalente al alimoche. Y la constatación de ese origen canario indudable lo demuestra el hecho de que la voz guirre sigue viva en el vocabulario de los isleños de Luisiana descendientes de canarios para designar una determinada ave (Alvar 1998: 184). De la popularidad de la voz guirre en el léxico canario habla también el hecho de que se utilizara como apodo o mote de muchas personas (tanto hombres como mujeres, en este caso guirras) por su aspecto enfermizo o descuidado, e incluso de que sirviera para dichos y frases proverbiales: "Parece un guirre de lo flaco que está" o "Está flaco como un guirre" o "Está seco como un guirre", se dice de la persona que es flaca y enteca, enfermiza; y que "Como guirre vive, como guirre muere" es un dicho que se aplica a la persona que vive aislada de todos y en solitario, y de los que tienen un carácter agrio y huraño. Todos esos valores peyorativos se manifiestan bien claramente en la descripción que del ave hace Gómez Escudero en el capítulo que dedica a las calidades y propiedad de los canarios y de la isla de Gran Canaria; dice: "Unas aves menores que pavos, tienen el pico amarillo i pies, son mayores que los de Spaña que llaman quebrantagüezos, es ave mui sucia, busca las inmundicias, cría en los riscos i es ave temida, llámanlos Guirhes" (cit. Morales Padrón 1993: 437).

Pero respecto a su etimología hay dudas y controversias: para unos es de origen hispánico y para otros de origen guanche. El DDECan dice que es voz onomatopéyica, afirmación y teoría que sus autores toman de Alvar "por considerarla la más probable". Ya Viera y Clavijo se había pronunciado sobre el nombre del guirre diciendo que "es sin duda una corrupción de buitre, que pronunciada primeramente por algunos guitre, degeneró después en guirre" (2014: I, 644). Esta afirmación tan rotunda de Viera ha sido reiterada en múltiples estudios de filología canaria (por ejemplo, en Alvar 1993: 306), pero resulta poco verosímil. Mayor atención y arrimo ha merecido la hipótesis de Manuel Alvar, quien dice en su El español en Tenerife (1959: 186) que la voz canaria guirre es onomatopéyica y que habría que emparentarla con las salmantinas guirle, guirre, guirri(o) que designan al vencejo. La propuesta de Alvar procede de la información de un estudio de José de Lamano sobre el dialecto vulgar salmantino publicado en 1915.

Pero esa propuesta etimologista del guirre canario tiene, a nuestra manera de ver, dos debilidades lingüísticas: una de carácter sociolingüístico y la otra de transferencia léxica. La primera se refiere a la manera en que se implanta un término en un nuevo territorio: es difícil que un término procedente de un habla local minoritaria, como sería en este caso el guirle o guirre salmantino, se generalizara en las islas -en todas las islas del Archipiélago- en tan poco tiempo y en tiempos tan tempranos como demuestran las crónicas e historias de Canarias del siglo XVI, y es lo cierto que esa denominación salmantina no vuelve a aparecer en ninguno de los vocabularios regionales publicados con posterioridad, ni el Diccionario académico se hace eco de ella. Y la segunda debilidad tiene que ver con las transferencias léxicas: resulta muy poco probable que un ave tan grande como el guirre canario y de carácter tan distinto -"las alas largas, de más de siete palmos... Se juntan muchas para embestir la presa a modo de asesinos y ladrones, por lo que más bien puede llamarse ave carnicera que de rapiña", escribe Viera (2014: I, 643-644)- haya podido recibir el nombre de una especie tan diminuta e inocente como el vencejo, pues ni siquiera por el color podría sacarse un parecido (el vencejo, totalmente negro, el guirre, blanquecino), pues bien se sabe que la transferencia de nombres entre especies animales y vegetales se hace básicamente sobre la comparación y las semejanzas. Pero el hecho es que esa información de Lamano aducida por Alvar es la que ha hecho escuela, hasta el punto de pasar a los dos diccionarios dialectales canarios más recomendables: el DDECan y el DHECan. Cabe añadir la propuesta como portuguesismo de Pérez Vidal (1991: 105), a partir de que engirrado sea el cruce de enjillado 'encogido, arrugado' y guirre 'buitre'.

Frente a esta etimología hispánica o románica del guirre canario se ha formulado la hipótesis de la etimología guanche, afirmada por muchos más autores y desde tiempo más antiguo. El primero fue Glas (1764: 178), quien incluye la voz guirres entre las voces prehispánicas de La Palma a partir de la cita que antes hemos visto de Abreu y con el equivalente de 'cuervos y grajas'. Y tras Glas, toda la larga lista de autores que tuvieron en más o en menos los guanchismos por objeto de estudio: Berthelot, Chil y Naranjo, Millares Torres, Bute, Abercromby, Bethencourt Alfonso, Álvarez Delgado, Rohlfs y, naturalmente, Wölfel. El primero de ellos que puso la palabra guirre en comparación con una voz bereber fue Abercromby (1990: 46) y lo hace con las cabilias agerfiu y tagerfa 'cuervo'. Por su parte, Wölfel (1996: 657) corrige a Abercromby por creer que su hipótesis es errónea y propone las voces igiwer / igauren 'halcón, buitre' (Demnat), y más cercanamente igiwer, igiwer / igawern 'buitre, águila' (Silh J.); e igiwor 'buitre' y agaiwar 'cuervo' (Sus L.). A estas voces aportadas por Wölfel podrían sumarse otras extraídas de otros tantos diccionarios bereberes: yidar 'águila, ave de rapiña, buitre' (Ibáñez 1949: 270; ahora Sarrionandia e Ibáñez 2007: II, 270); éheder 'águila' (Foucauld 1952: II, 511); igider águila' (Aspinion 1953: 45); iyider < igider 'buitre, águila' (Taifi 1991: 782); iguider (pl. igadern), 'águila' en taselhit (Sabir 2001: 101-102), etc., que se acercan mucho mejor a la voz canaria guirre, tanto desde el punto de vista fonético como semántico. Y a esta etimología nos acogemos nosotros. Últimamente, el autor canario Reyes García (2004a: 31-33 y 2003a: 77) propone para guirre el radical bereber GR que daría la voz e-gihir con el significado 'abanto o alimoche'.

El gran número de topónimos canarios que llevan el nombre del guirre solo podría justificarse por la gran abundancia de estas aves en tiempos pasados en los riscos y cielos de las islas. Decimos en tiempos pasados, porque en los actuales los guirres escasean hasta el punto de que en algunas islas se les ha dado ya por desaparecidos y en otras se han dictado normas para protegerlos, evitando la presencia humana (pastoreo, pescadores, cazadores, etc.) en los lugares en que solían nidificar, para ver si logran retornar a sus antiguos hábitats. La causa de su desaparición o del brusco descenso de ejemplares parece deberse a los pesticidas que se utilizaron para combatir las plagas de langosta que azotaron las islas a finales de la década de 1950 y que acabaron por afectar a los guirres al comer las langostas envenenadas. Pero tampoco debe ser ajeno a este proceso de desaparición de los guirres el hecho de que se hayan corregido algunas antiguas costumbres bárbaras, cuales eran, por ejemplo, el dejar abandonado en cualquier lugar del campo animales muertos o el de despeñar desde unos determinados lugares a burros, perros y otros animales domésticos viejos o de los que sus dueños querían deshacerse. Y todo ello servía de sustento a los guirres. A este respecto, es ejemplar el testimonio de Abreu Galindo que da cuenta de una batida organizada en Fuerteventura contra la proliferación de burros salvajes que arruinaban las cosechas:


El año de 1591 se mandó hacer una montería por el mucho daño que hacían en la tierra, con muchos lebreles, y con mucha gente de a caballo, y la tierra apellidada; y mataron más de mil y quinientos asnos que fueron manjar de cuervos y guirres (1977: 60).


La palabra guirre o alguno de sus derivados aparece en la toponimia de todas las islas y con muchísima frecuencia, habiendo contabilizado en total más de 100 topónimos particulares, aunque con unas grandes diferencias interinsulares. Cabría preguntarse si estas diferencias cuantitativas se deben a la distinta intensidad con que se han recogido los distintos corpus toponímicos, a la presencia de la especie o a las dos cosas a la vez. La notoria mayoría de Gran Canaria y de La Gomera se debe, sin duda, a los respectivos corpus de La toponimia de Gran Canaria (1997: II, 169-171) y a la intensiva recolección de Perera López (2005: 23.118-194) en La Gomera. Pero en otras islas en las que nosotros mismos hemos sido los recolectores, como en El Hierro (Trapero et alii 1997) y Lanzarote (Trapero y Santana 2011), garantizamos la totalidad de los registros.

Se constata, por otra parte, que la palabra guirre o sus derivados aparecen para nombrar cualquier tipo de accidente geográfico: un barranco, una cañada, una caleta, una cueva, un lomo, un mojón, etc., hasta un pino (Pino del Guirre en Tenerife, municipio de Granadilla de Abona), pero especialmente a lugares altos, que tienen como complemento especificativo de su formulación toponímica palabras como alto, cantil, montaña, morro, pico, risco, roque o puntón en donde los guirres anidan o suelen tener sus puntos de vigilancia. Especialmente significativos son los topónimos Nido del Guirre o Cagada del Guirre, que fijan una presencia continuada de estas aves, pues sus excrementos marcan de un blanco muy llamativo el lugar donde anidan o acostumbran a posarse; hasta es posible que varios topónimos formulados con el solo nombre de La Cagada (en Fuerteventura y El Hierro) o Cagadas Blancas (en Fuerteventura), y otros, no sean sino formas elididas de las anteriores.

Desde el punto de vista de la variación léxica, los más frecuentes son Guirre y Guirres, presentes en la toponimia de todas las islas; los abundantivos Guirrera y Guirreras aparecen en las toponimias de Gran Canaria, Tenerife y La Gomera; el también abundantivo Guirrería en La Gomera; el femenino Guirra, con valor también abundantivo, aparece en Fuerteventura, La Gomera y Gran Canaria, y el plural Guirras en La Gomera; y el diminutivo Guirrerilla en Gran Canaria. Otro topónimo hay en Tenerife, Guirriel, que no sabemos bien si es forma derivada de guirre. La siguiente tabla da cuenta de las varias formas vinculadas con guirre y su respectiva presencia en cada una de las islas del Archipiélago:




C

F

G

H

L

P

T

Guirre

19

10

23

1

5

2

10

Guirres

8

2

17

2

2

1

8

Girra

1

3

1





Girras



1





Guirrera

7


9




5

Guirreras

20


20




3

Guirrerilla

1







Guirrería



1





Guirriel







1


De entre los topónimos que contienen el término primario Guirre, en singular, llaman la atención los que se formalizan con este solo nombre: El Guirre, en Gran Canaria, La Gomera, Tenerife y La Palma. Y llama la atención porque un solo animal, en este caso un pájaro, es capaz de individualizar un lugar dentro de su contorno, si bien este pájaro es muy particular y muy distintivo en la fauna del Archipiélago. Aunque no sabemos muy bien si la diferencia del número gramatical, guirre y guirres, e incluso en los colectivos guirrera y guirreras, marcan también una diferencia de la presencia de estas aves en esos lugares. Y llama la atención también que en la isla de Tenerife hasta nada menos que 23 barrancos lleven el nombre de los guirres, bien con el positivo Guirre y Guirres o con los derivados Guirrera y Guirreras (Pérez Carballo 2011: s.v.).

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