Jorado / Jorao

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/2021

Con el primero de estos dos términos existe en Canarias un número considerable de topónimos, muy frecuentemente nombrado con la forma sincopada Jorao, y más si a ellos sumamos los que contienen la palabra Jurado, y aún muchos más si a ellos añadimos los derivados de ambos:


De Jorado, que aparece en las islas de El Hierro, La Gomera, Tenerife y Lanzarote, derivan los diminutivos Joradito y Joraditos en El Hierro y Joradillo en La Gomera y el colectivo Joradada en El Hierro.

De Jurado o Jurada, que aparecen en todas las islas, pero con una mayoría muy notoria sobre el resto en la isla de La Palma, derivan el plural Jurados y los diminutivos Juradito, Juradita y Juradilla.

Un derivado particular es el término Joradada o Joredada que da nombre a dos topónimos de El Hierro y que puede considerarse la forma más próxima e inmediata a la castellana horadada.


Y en total no son menos de un centenar de topónimos.

Son varios los problemas que plantean estos términos. En primer lugar, el correspondiente a su significado, y desde él la función que cumplen dentro de los topónimos; y en segundo lugar, el origen y etimología que tienen. Porque ninguna de estas tres características lingüísticas señaladas es uniforme en ellos. No lo es la función morfosintáctica, porque unas veces se presentan como adjetivos (Pico Jurado en Fuerteventura o La Piedra Jurada en La Palma) y otras como sustantivos (El Jurado en La Gomera o Punta el Joradito en Tenerife); una muestra de ambas funciones intercambiadas la tenemos en el topónimo herreño Roque Joradito que tiene como variante El Joradito. Tampoco es uniforme el significado, pues muchas veces -en realidad en la gran mayoría de las veces- parece referirse a una circunstancia del accidente al que el topónimo nombra (un risco, un roque, una pared de piedra, un pico, etc.): la de estar horadado o la de presentar una fractura muy llamativa en forma de agujero, como se manifiesta claramente en los siguientes ejemplos: Ojo del Jurado en Fuerteventura, Paredón del Jurado en La Palma, Pino Jurado y Risco Jurado en Tenerife, Roque Jurado en Lanzarote, etc., mientras que otras veces esos topónimos aparecen en lugares en donde ni hay ni puede haber ese tipo de accidentes, y por tanto no pueden tener ese significado. Y como deducción de todo ello es lo más probable que estemos ante un caso de conflicto homonímico, un caso de homofonía y de confluencia léxica: por una parte, el canarismo jorado o jurado 'agujerado', como resultado fonético de la aspiración del español general horadado, y, por otra, el guanchismo jorado o jorao 'especie vegetal'.

Ninguno de los términos señalados aparece, tal cual, en el DLE, por lo que hay que considerarlos como verdaderos canarismos, aunque algunos lo sean solo desde el punto de vista de la expresión, por acomodación fonética al español hablado en las Islas. De ellos dan cuenta los diccionarios dialectales y algunos estudios lexicológicos canarios, aunque con mucha confusión. Las varias entradas que el DDECan da para las formas jorada, jorado, joriada, jorjado, jorjal, jurada, jurado, en muchos casos remitiendo de unas a otras como variantes de expresión, ninguna de ellas se refiere a la acepción que hemos señalado de 'agujerado', sino solo a distintas especies vegetales; lo más que se dice es que algunas son el resultado de la aspiración y remiten a la forma correspondiente con h; por ejemplo, huro (del portugués furo) 'agujero'. Solo en el Diccionario de canarismos encontramos las entradas juro y jurar como voces populares en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y La Palma para el significado 'agujero que atraviesa una cosa de parte a parte' de juro y el correspondiente verbal para jurar.

Una vez más, vemos como el léxico de la toponimia da testimonio de voces, de formas y de significados no registrados en los diccionarios, y eso porque los estudios lexicológicos previos sobre los que se basan los diccionarios no han tenido en cuenta la formidable "base de datos" que contiene la toponimia de cualquier lugar. Y sin embargo, el DDECan presta mucha atención a las voces anteriormente señaladas, que tienen un uso mucho menor en la lengua común, puesto que se refieren al ámbito específico de la botánica. En efecto, aparte del término jorjado que ya hemos analizado en su correspondiente entrada, de jorada se dice que es variante, por una parte, de jorado, y, por otra, de joriada; de esta se dice, a la vez, que es variante de jorado y de jorada y se la define como "planta asterácea de hojas herbáceas azuladas, casi abrazadoras, oblongas y festoneadas; flores terminales, redondas y amarillas, y fruto seco, menudo, con semilla suelta en su interior", y se la identifica como Asteriscus aquaticus, propia de Tenerife. Pero la palabra jorado en Fuerteventura es, a la vez, variante de jorjado, identificada como otra planta diferente: la Odontospermum intermedium, eso dice el DDECan, mientras que otro especialista en botánica dice que el jorado de Fuerteventura se corresponde con la Astericus sericeus, una especie endémica de la isla que forma matorrales en las zonas más altas y que coloniza territorios que han sido intensamente pastoreados y castigados por otras actividades humanas (Naranjo Cigala 2011: 65). Y finalmente, la palabra jurada designa un "arbusto hipericáceo de densa ramificación", identificado como Hypericum canariense.

Hay que ser un muy experto botánico para poder identificar cada una de estas especies y diferenciarlas, pero seguro que cualquiera, por muy experto lingüista que sea, naufragará ante este lío terminológico. Y dejamos sin contemplar aquí otros nombres vinculados con estas mismas especies vegetales, como son las palabras maljurada y malfurada, porque aunque también son canarismos específicos (y también aparecen en la toponimia de La Palma) no tienen conflicto homonímico con los términos jurado y jorao que consideramos en esta entrada.

Interesa añadir que un experto de la flora canaria como lo fue Günther Kunkel dice que la joriada es un endemismo de las islas orientales y el jorjado un vernáculo majorero (1986: 147). Luego nada de extraño tiene que siendo especies naturales y exclusivas de Canarias sus nombres sean también autóctonos y procedentes de la lengua de quienes primero poblaron las islas y pusieron los primeros nombres a su naturaleza. Nada dicen a este respecto ni Kunkel, que no tendría por qué, ni los diccionarios dialectales, pero estos sí tendrían que decir algo.

Y nos planteamos ahora el problema del origen de estos términos. De entre la bibliografía habitualmente citada sobre el guanche, solo en la obra de Bethencourt Alfonso encontramos dos referencias a estas palabras; por una parte dice que la palabra joriada, que toma del Diccionario de Viera y que constata como voz viva en Tenerife, es un claro guanchismo (1991: 285), y por otra señala como guanchismo dudoso (al señalarlo con un asterisco) el topónimo Jorado, caserío de San Sebastián de La Gomera (1991: 371). En efecto, existe en el Valle de San Sebastián de La Gomera, barranco arriba, un pequeño caserío llamado El Jorado (GAC 57 H1). Pero Perera López, al estudiar este topónimo (2005: 11.50), dice que el término jorado es una palabra común del español de La Gomera "que se usa para designar a un orificio natural que a modo de túnel perfora el relieve y pone en contacto dos lugares determinados", y que, en efecto, en ese mismo lugar existe un dique volcánico con dos grandes orificios naturales a modo de ventanas, lo que explica el nombre del lugar.

También nosotros al considerar estas voces en nuestro Diccionario de toponimia canaria (Trapero 1999a: 253-254) las interpretamos de este modo, como voces dialectales que se aplicaban en la toponimia a cualquier tipo de piedra, roca, risco, roque, etc. prominente que esté horadado y que permita ver la luz de un lado al otro. Y advertíamos de los dos fenómenos lingüísticos que se producen en estos topónimos: el uno fonológico, al lexicalizarse un uso fonético propio del español de Canarias, como es la aspiración, en unas formas diferentes de la norma estándar (de horadado a jorado), y el otro gramatical, consistente en la frecuente sustantivación de términos que funcionalmente son adjetivos (de Roque Jorado a El Jorado). Y hacíamos una tercera consideración: que estos topónimos tanto podían aparecer en el interior, por efecto de la erosión, como muy especialmente en las costas, como consecuencia del batir del mar, convirtiéndose fácilmente el accidente afectado en punto distintivo muy referencial. Al considerar ahora el total del corpus toponímico del Archipiélago en que se contienen estos términos, y ver con mayor detenimiento las estructuras morfosintácticas de los topónimos, así como las variantes que en ellos se producen, advertimos que, en efecto, la inmensa mayoría de esos topónimos responden a esas consideraciones, pero que hay algunos -ciertamente minoritarios- que no son -que no pueden ser- de ese tipo de jorados.

Dos casos hay, al menos, que desmienten ese significado, uno en El Hierro y el otro en Lanzarote. En El Hierro hay una Montaña el Jurado, con la variante el Jorao, situada en la parte baja del pueblo de El Pinar, camino de La Restinga y en la pista de la Montaña Quemada, bien conocida por nosotros (Trapero et alii 1997: 172), cuya motivación no puede ser el antedicho, pues ni la montaña está horadada ni por aquellos contornos hay un accidente de esas características que hubiera podido servir para la denominación de la montaña. Y en la base de la parte sur de la montaña hay un Aljibe el Jurado que obviamente recibe el nombre subsidiariamente, por lo que nada nos aporta al tema que estamos estudiando. El de Lanzarote es El Jorado, con la variante El Jorao, situado en la parte alta del Risco de Famara, por el Rincón de Guinate, municipio de Haría; con esas dos variantes lo recogimos nosotros de la tradición oral (Trapero y Santana 2011: 233), mientras que en el GAC (251 E6) aparece con el solo nombre de El Jorao. En este caso contamos además con una opinión muy autorizada en el conocimiento de la geografía y de la toponimia de Lanzarote, la de Agustín Pallarés, quien nos asegura que en ese lugar nunca se ha conocido ningún agujero de estas características que pudiera ser la motivación del topónimo. Pues si estos dos topónimos no pueden estar motivados por ese fenómeno, ¿cuál otro puede ser que el de la planta llamada jorado, apoyado en ambos casos por la variante Jorao que no aparece nunca en los topónimos caracterizados con agujeros o fracturas? Pero no sabríamos decir a qué especie vegetal pudieran referirse estos dos topónimos, si al Asteriscus aquaticus, al Odontospermum intermedium o al Hypericum canariense, o si a especies distintas a estas.

Y un tercer topónimo hay en El Hierro que puede servir para poner a prueba estas dos alternativas de la palabra jorado. Es una extensa llanura en la parte alta de la isla, en el extremo noroeste del Nidafe y que linda con el letime del Risco de Jinama. Además del nombre principal y genérico de El Jorado, hay otros dos topónimos subsidiarios: Llano el Jorado y Cuchillo el Jorado, el primero de los cuales designa la parte central de toda la zona, por lo que viene a ser una reduplicación toponomástica del llano; por lo tanto, nada hay en este lugar que pueda justificar el significado de 'agujerado' del topónimo. Pero el Cuchillo el Jorado sí es más problemático: es un accidente puntual, el afloramiento de un dique volcánico que se levanta aislado y desafiante al comienzo del camino de Jinama, que ha comunicado tradicionalmente la parte alta de la isla con las poblaciones centrales del Golfo y que termina en la iglesia de la Candelaria de Tigaday. El término cuchillo aquí no puede significar lo que en Fuerteventura, donde tan común es en su toponimia, un lomo de cima extendida, sino una manera metafórica de nombrar popularmente un accidente geológico verdaderamente singular.

La pregunta es: ¿se llamará este Cuchillo el Jorado así por estar en la zona entera de El Jorado o, al revés, la zona entera lo tomará de este accidente tan singular? No lo sabemos, pero en la práctica toponomástica es casi "ley" que sea la geografía de mayores dimensiones quien delegue su nombre a los accidentes menores que se hallan en su territorio, aunque no es raro que ocurra exactamente al revés. ¿Y qué importancia tiene lo uno o lo otro en cuanto al nombre del Jorado? Pues que si fuera lo segundo podría pensarse en la interpretación de jorado como 'agujerado', pues aunque el cuchillo no tiene forma ni se presenta como un agujero, sí podría "verse" este lugar como el resultado de un risco "jorado" por donde ha podido hacerse el camino. Y que si fuera lo primero, tendríamos que pensar en otra motivación bien distinta, quizás la de la presencia de la misma especie vegetal que ha propiciado el otro topónimo herreño de Montaña el Jurado o el Jorao, y la misma del topónimo lanzaroteño de El Jorado o El Jorao. No tenemos datos sobre la presencia allí de tal especie vegetal, ni siquiera de que en El Hierro exista una planta que se llame así, pero todo inclina a pensar en esta segunda interpretación. Lo que sí hay es un estribillo romancesco muy popular en la isla que dice


¿Quién ha visto en el Jorado un almendrero plantado?


y que pregunta irónicamente sobre una realidad que parece incompatible con la geografía del lugar. Pero por mucho que hemos preguntado a nuestros informantes herreños por el motivo de este nombre, nadie ha sabido darnos una explicación verosímil, si bien todos decían desconocer el nombre de jorado para una planta.

En conclusión, a la mayoría de los topónimos sobre la base léxica de Jorado o Jurado hay que considerarla de origen hispano, por acomodación fonética al español de Canarias de la palabra horadado, pero algunos casos hay en que esos términos tienen una designación distinta, la de una especie vegetal, y aquí cabe la propuesta de considerarlos de origen prehispánico, y ponerlos en relación con las otras formas léxicas que aparecen en la toponimia del Archipiélago y que son: Jorado, Jorao, Jorjado, Jorjao y Jurao. Lo que no hemos logrado determinar es si estas formas constituyen unidades léxicas diferenciadas entre sí o algunas de ellas son simples variantes de expresión, pues se entrecruzan de una manera aparentemente caprichosa.

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