Mago
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/2221
Juntamos en esta entrada el estudio de Mago y Maga, dos términos que no son variantes de expresión en la toponimia en que aparecen, sino nombres de topónimos distintos pero que merecen un mismo tratamiento filológico.
El DLE desde la 20ª ed. de 1984 reconoce el término mago como un canarismo exclusivo con el significado 'campesino inculto', y por extensión 'campesino en general'. Y en efecto, mago y su correspondiente femenino maga son apelativos vivos en el habla popular de todas las islas, pero como topónimos solo se registran en La Gomera. Tres son los lugares que tienen este nombre, según la recolección hecha por Perera López (2005: 13.9-11): dos con el femenino La Maga, municipio de San Sebastián de La Gomera, y uno con el masculino El Mago, municipio de Valle Gran Rey.
Casi todos los investigadores del léxico canario han considerado esta voz como de origen guanche. Entre otras cabe citar las opiniones de Bethencourt Alfonso, Álvarez Delgado, Alvar, el DDECan y finalmente Wölfel. Según el primero, el término mago es el nombre genérico con el que se conoce al campesino de Tenerife, y eso es "porque después de la conquista le imputaban de que seguían adorando al dios Magec o Sol" (Bethencourt Alfonso 1991: 296)1. Para Álvarez Delgado mago es una voz que tiene el sentido de 'campesino, paisano' y que coincide tanto en la forma como en la significación con la voz majo como 'indígena nativo de Lanzarote'. "Todos los textos -dice Álvarez Delgado- están de acuerdo en la garantía absoluta del valor de estas formas y, por consiguiente, es preciso admitir que en el habla canaria, y como raíces existentes en todas las islas, había dos elementos que indudablemente tenían dos matices: la primera chin con el sentido primario de 'roca' y luego los derivados de tierra, zona... y la segunda maho / mago, con el sentido primario de 'agro', 'campo', y el secundario de 'país', 'patria', 'tierra'" (1945a: 70). Por su parte, Alvar (1968: 115-120) vincula también las voces mago 'campesino' y majo 'clase de calzado', proponiendo que mago posiblemente fuera el campesino de Tenerife que calzaba majos. El DDECan no hace sino constatar la vigencia de ambas palabras en las hablas insulares y su condición de "posible origen prehispánico": mago como 'hombre del campo' y por extensión 'bruto, ignorante', y majo como 'antiguo habitante de Lanzarote y Fuerteventura' y en El Hierro 'calzado rústico'; el DHECan lo reitera y atestigua el uso de ambas voces en la documentación histórica canaria.
Por nuestra parte, creemos que son dos las cuestiones que deben discutirse por separado en torno a la voz mago. Primero, no creemos que mago y majo sean la misma palabra, como dos variantes de expresión procedentes ambas de la lengua de los aborígenes, y menos que una proceda de la otra (mago de majo) en un proceso realizado en la época hispana de las islas. El término majo, como estudiamos en su entrada correspondiente, tiene una documentación muy temprana y una definición muy precisa en los textos de Torriani y de Abreu Galindo, en donde se dice expresamente que ese nombre se daba al calzado rústico que usaban los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura. Y por si fuera necesario, el término majo sigue vivo en el habla popular de El Hierro con la misma referencia al calzado rústico y elemental que hasta hace no mucho usaban los pastores. Suponer que el término mago deriva de majo implica reconocer que se produjo una enorme metonimia: por el nombre del calzado que usaban los hombres de campo se llegó a llamar de la misma forma a todos los campesinos, con el ligero cambio de majo por mago. ¿Ligero cambio fonético es el paso de una sorda a una sonora? ¿Es pequeño el cambio semántico que supone 'calzado rústico' a 'hombre de campo, bruto e inculto'? ¿Y es poco el cambio que significa que de una palabra con un uso restringido a dos islas se pase a otra de uso generalizado en todo el Archipiélago, con los consiguientes cambios tanto en el plano de la expresión como del contenido? Quizás sea posible considerar ligeros cada uno de estos cambios en particular, pero no en su conjunto.
En segundo lugar, la palabra mago tiene (o ha tenido) dos sentidos bien diferenciados en el español de Canarias. El DDECan aglutina esos dos significados en una única entrada lexicográfica y da para esos dos signos lingüísticos (aunque tengan un único significante homógrafo) un mismo origen prehispánico: el primero reúne dos sentidos: 'campesino' o 'bruto, ignorante', extendidos por todo el Archipiélago, mientras que el segundo tiene el significado de 'espíritus de los antepasados' y se reduce a las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Del primer mago da cuenta el Diccionario académico, que con toda razón lo califica de "canarismo" y añade que si al principio fue de uso exclusivo en Tenerife y La Palma, "en la actualidad es conocida y usada en todas las islas". Pero nada dice del segundo mago (el del significado 'espíritus de los antepasados'), y con razón, porque es voz totalmente desfuncionalizada hoy en las hablas canarias: si se sigue repitiendo en los diccionarios dialectales es porque aparece en las fuentes históricas que tratan de las creencias de los primitivos habitantes de las islas; se trata, por tanto, de una voz anticuada y totalmente desusada.
En este caso estuvo bien acertado Wölfel separando las voces y tratando de ellas en dos lugares diferentes de sus Monumenta. En el primero (1996: 507-508) trata de las voces que según las fuentes primeras que tratan de relatar las creencias y prácticas rituales y religiosas de los aborígenes se referían a 'los espíritus de los antepasados'. Estas voces son: magios (Marín y Cubas), magos y maxios (Gómez Escudero) y mahio (Abreu Galindo y Marín y Cubas). De estas cuatro, que podríamos llamar variantes de expresión, una hay que no nos parece que lo sea, precisamente la de magos, que Wölfel propone eliminar "sin más". Y de las otras tres, contando con la fonética de la época de las grafías x y h que dos tienen, la lectura actual sería la de [máxio], tal como deduce también Wölfel. Es decir, que para el contenido 'los espíritus de los antepasados' la expresión que los aborígenes usaban no era mago, sino majio, según dice expresamente Bethencourt Alfonso, quien constató incluso la pervivencia de esa voz entre las hablas populares del Norte de Tenerife a finales del siglo XIX, según vimos en la nota anterior. El texto de Gómez Escudero es muy revelador: "I en otro lugar que llaman campos o vosques de deleite están los encantados llamados Maxios i que allí están vivos i algunos están arrepentidos de los mal que hicieron contra sus próximos i otros desvaríos" (cit. Morales Padrón 1993: 439). Otra cosa es la etimología de esta voz majio, para la que Wölfel no encuentra un paralelo convincente en el bereber, y que Álvarez Delgado resuelve diciendo que deriva del latín (y griego) magia, magicus 'brujería, encantamiento'.
Al segundo término mago 'campesino, inculto, palurdo' le dedica Wölfel una entrada particular (1996: 593-594); pone en relación las tres voces registradas por él para ese significado mago, maúro y magaruto, como variantes (la última citada por los Hermanos Millares Cubas en Gran Canaria), y tras varias suposiciones respecto a su etimología desde el bereber concluye que "solo contamos con dos paralelos, con un parecido fonético y semántico muy lejano, que pudieran respaldar tal interpretación: amekkal 'postrero, la parte menos importante' y amâkul 'hombre perdido por el vicio' [procedentes del diccionario tuareg de De Foucould]". En cambio -sigue diciendo Wölfel- "en Europa existe una cantidad considerable de parecidos para la palabra que nos ocupa", y entre otras voces cita el francés baccones 'rustico ignorante'; el gál. magus, mogus 'esclavo'; el latín magus 'muchacho, mozo'; etc.
Pero no todos los que han tratado sobre esta palabra consideran su origen prehispánico guanche. Para Rohlfs (1954: 84) mago estaría dentro del grupo de voces "de indudable origen peninsular (español dialectal, gallego, portugués)". Morera (1996: 259-260) precisa aún más diciendo que la voz maúro "no es otra cosa que una aplicación concreta del término español maduro, con pérdida de la /d/ intervocálica", aunque tampoco puede descartarse -dice- que sea derivación del portugués de Madeira maduro 'pessoa vagarosa nos seus movimentos e nos seus actos'. En posición contraria, Reyes García (2003a: 133) le otorga incluso una etimología prehispánica y unos paralelos bereberes: magu sería su étimo, con el significado 'espíritu, ser, persona', y los paralelos: ag 'encenderse, alumbrar, prender (fuego), iluminar' y ággw y aggu 'aparecer'.
1 Distinto es el término magio o majio que según el mismo Bethencourt se refería a 'los encantados' (1991: 232); y explica en una nota a continuación que por los campos de Los Realejos y demás pueblos del norte de Tenerife "aún se habla de si a fulano le salió un maxio o fantasma, y cuando quieren intimidar a una persona le colocan de noche un pelele y se dice al oído: "a fulano le pusieron un maxio" (ibíd.: 290).
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