Oliba / Oliva

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/2547

Si traemos este término a un diccionario de topónimos guanches es por la sospecha que tenemos de que algunos (si no todos) de los topónimos de Canarias en que aparece son de origen prehispánico. Lo fácil y lo más inmediato en una investigación toponomástica como la nuestra sería quitarlos del medio con la excusa de que son hispanos, por reproducir el término común del español oliva. Pero bien sabemos los que nos dedicamos a esta ciencia que las cosas no son siempre como aparentan, y que todo topónimo es en principio sospechoso, y más cuando como en el caso de Canarias existen dos estratos toponímicos mezclados procedentes de dos lenguas principales, el guanche y el español, y que "cuanto más aparentemente transparente sea un topónimo más necesaria es la medida [de prevención]", como tan juiciosamente aconseja Julio Borrego en su excelente prólogo al excelente libro de Llorente Maldonado sobre la toponimia salmantina (2003: 13).

Y si tenemos esta sospecha sobre el origen del término toponímico Oliba es por las veces que aparece en la toponimia de prácticamente todas las islas, por los lugares en que están esos topónimos, la mayoría en zonas totalmente ajenas a ese cultivo (y a cualquier tipo de cultivo) por los accidentes a los que nombra y por la manera en que el término Oliba aparece en esos topónimos.

Empecemos por la escritura. En todos los registros de donde extraemos estos topónimos, en todos sin excepción, el término se escribe con v como el apelativo español, sin duda por identificarlo con él. Nosotros lo escribimos con b porque lo creemos de origen guanche, conforme a los criterios ortográficos expuestos en la introducción de este diccionario, y aunque esta grafía nada cambia en la pronunciación del término ya empieza a llamar la atención sobre su particularidad.

Vienen luego las consideraciones desde la historia, desde la geografía y desde la lingüística, en este caso unidas. A lo que se sabe, el olivo es una planta introducida, no endémica de Canarias, y su cultivo en alguna de las islas es un fenómeno relativamente moderno y reducido a muy contados lugares y en unas dimensiones muy limitadas. Luego parece obvio deducir que los topónimos canarios con la voz Oliba no pueden estar motivados por el cultivo del olivo, al menos tal como se concibe en la España peninsular. Y menos con un nombre que hace referencia al fruto del olivo, no al árbol propiamente dicho. A no ser que tanto olivo como oliva tuvieran significados particulares en el español de Canarias.

De los registros lexicográficos dialectales canarios más solventes solo el DDECan da la entrada de olivo (pero no de oliva) y dice que en Tenerife (solo en Tenerife) se usa como sinónimo de acebuche. Pero es sintomático que los mismos autores del DDECan, en su posterior DHECan omitan la entrada de olivo y den solo la de acebuche. Nada de particular tiene esta voz acebuche en el español de Canarias, pero sí la especie vegetal. El DLE dice que acebuche es voz es de origen árabe y que es un "olivo silvestre". Lo mismo dicen los diccionarios dialectales canarios, pero los botánicos añaden que el acebuche es una especie endémica de Canarias, una subespecie propia de la zona macaronésica, muy abundante en los bosques termófilos de las zonas bajas, conocida científicamente como Olea europea ssp. cerasiformis. Y Viera asegura en su Diccionario de historia natural que en Canarias "no hay duda que el acebuche es la especie primitiva de la variedad de olivos" (2014: II, 260). Con lo cual, habría que cambiar las definiciones de acebuche y de olivo del diccionario académico: puesto que está demostrado que genéticamente el acebuche es el ancestro del olivo, debería decirse que el acebuche no es un "olivo silvestre", sino que el olivo es un "acebuche cultivado".

O sea, que los españoles llegados a las islas denominaron a una especie nueva, el Olea europea ssp. cerasiformis, con el nombre antiguo que ellos traían de otra especie diferente, aunque en algo se parecieran. Nada de extraño tiene este procedimiento, pues así hicieron con la mayor parte de las especies botánicas endémicas de las Islas (palmeras, pinos, sabinas, madroños, etc.). Y es también sintomático que los botánicos canarios refieran siempre en sus catálogos el nombre de acebuche pero no el de olivo y menos el de oliva.

Nada añaden los registros antiguos de Canarias sobre estas palabras. En las primeras Datas de Tenerife no aparecen ni acebuche ni olivo; solo en una data de 1513 se le concede a un vecino unas tierras "para viñas y olivares" en un lugar indeterminado (Datas: doc. 1470-15). Por su parte, el DHECan documenta acebuche en 1549 en los Repartimientos de Gran Canaria y a finales del siglo XVI en la obra de Alonso de Espinosa, pero no -como dijimos- las voces olivo ni oliva, bien porque no tuvieran registro alguno bien porque nada tenían de particular en el español de Canarias. Pero ya en el siglo XVII la voz acebuche es del todo común, como puede comprobarse tanto en el DHECan como en los Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura (1605-1700). Y los de esta isla tienen especial interés, puesto que en ella hay un pueblo y un municipio entero con el nombre de La Oliba, citado de continuo tanto con artículo como sin él, lo que también es sintomático, pero ni una sola vez las palabras olivo y oliva.

Un único ejemplo encontramos en la bibliografía canaria en que se pretende diferenciar desde el punto de vista botánico las tres palabras en cuestión: acebuche, olivo y oliva, y es en el estudio que Perera López ha hecho de la toponimia de La Gomera en el que presta una atención muy especial a la flora de la isla1. En principio, para él los tres términos, considerados a la vez (2005: 18.6), nombran distintas formas del árbol conocido científicamente como Olea europea ssp. cerasiformis (familia Oleaceae). Sin embargo, en las encuestas de campo unos 90 de sus informantes mencionaron el término acebuche (o alguna de sus variantes: sabuche, sauchero o sabuchero), unos 25 dijeron olivo (con alguna distinción de olivo macho, olivo hembra u olivo salvaje) y solo uno dijo oliva ("el acebuche tiene picos y la oliva no"). Algunos de los informantes segundos trataron de diferenciar el acebuche del olivo en términos como los siguientes: "el asabuche tiene la hoja redonda parecida al del mocanero macho [Maytenus canariensis] y el olivo [silvestre] tiene la hoja estrecha, igual que el olivo de aceitunas [cultivado]"; "el acebuche es más de monte y el olivo es más de costa"; "el palo del olivo es más oscuro y arrugado, el del acebuche es más liso; el acebuche es más chico que el olivo; la hoja del olivo es más oscura y el acebuche es más blancuzco"; etc. Hasta una coplilla local pone en valor la madera del acebuche en comparación a la de otras especies, tal cual citamos en la entrada Orijama:


Al amigo acebuche no hay palo que le luche,
pero llegó el barbusano y no le dejó un hueso sano,
y saltó el marmolán: "¡Apártese!, que voy a pasar".


Estos datos son muy reveladores, pues demuestran que ni son iguales las especies vegetales ni las palabras que las nombran: es absolutamente mayoritario acebuche tanto en la lengua hablada como (suponemos) en la flora insular; menos frecuente pero común es el olivo y tan ocasional es la oliva que hasta podría decirse que es inexistente en el habla popular de La Gomera en la acepción de 'árbol'. Lo que no sabemos es qué representatividad tienen estos datos en el conjunto del Archipiélago.

Y viene ahora la toponimia y nos proporciona ejemplos de las tres palabras, aunque en una proporción casi inversa: la más frecuente es oliva, después olivo y finalmente acebuche. Nada diremos de la última, pues como tal palabra (aunque sí como especie vegetal) nada tiene de canarismo y menos aún de guanchismo, solo que aparece en la toponimia de todas las islas, excepto en El Hierro y Lanzarote, y que la que mayor número de topónimos proporciona es Gran Canaria, incluso con el colectivo Acebuchal. En cuanto a la palabra Olivo, bien en singular o en plural, aparece en la toponimia de todas las islas sin que sepamos en cada caso si se refiere a los verdaderos olivos europeos cultivados o a los olivos silvestres endémicos de Canarias. Algunos topónimos aparentan referirse a los primeros, tales como Camino los Olivos en Lanzarote o Finca del Olivo en Gran Canaria, pero otros son dudosos incluso en la posible referencia a la especie vegetal, como Cuchillo de los Olivos de Fuerteventura que nombra la cima de un gran lomo que forma parte de la Caldera de Jacomar, al noroeste de Casas de Jacomar (GAC 234 D4), o Morro el Olivo de Tenerife situado al sur del pueblo de Tejina del municipio de Guía de Isora (GAC 128 D1). Incluso en el municipio de Haría de Lanzarote hay un topónimo como Los Olivillos que se refiere a una especie particular, la Phillyrea angustifolia (Kunkel 1986: 187). Y en La Palma y Gran Canaria el colectivo Olivares, topónimos que bien pueden estar motivados por verdaderos olivares o por un antropónimo.

Y vienen ahora los topónimos en que aparece el término Oliba, tanto sea en singular como en plural, y que según las fuentes documentales toponímicas con que contamos suman un total de 26 y que están presentes en todas las islas, excepto Lanzarote:




C

F

G

H

P

T

Oliba


4

1

5

2

5

Olibas

2


6


1



A la vista de estos topónimos dos preguntas nos surgen: la primera, ¿es seguro que el término Oliba se refiere a un árbol?; y la segunda, ¿puede ser la palabra Oliba un guanchismo? Nadie ha dicho que lo sea, ni siquiera se ha planteado esa posibilidad, pero es lo más probable que solo porque se ha asimilado, sin más reflexión, al término español. Pero en toponomástica los términos tanto deben analizarse desde el punto de vista de la expresión como del contenido; y hay una "ley" universal (tendencia general, más bien) que enseña que los nombres de lugar están motivados por alguna de las características orográficas del lugar o por la presencia de algún elemento biológico (zoológico o botánico) en sus suelos, o por algún hecho histórico-social o cultural que los motive, o por una creencia colectiva, etc. Los examinaremos y comentaremos por islas.

En la isla de Fuerteventura está el topónimo más famoso con este nombre de todo el Archipiélago, por ser un pueblo antiguo (y de los más importantes) que a su vez se ha convertido en el municipio del Norte de la isla, y desde él se nombra a varios topónimos subsidiarios: una montaña, un barranco y una vega, todos con el complemento de la Oliba. Y cabría preguntarse aquí por el accidente primero que tuvo el nombre, que bien pudo ser el general de la zona o el accidente mayor y más representativo del contorno, y en este caso no pudo ser otro que la montaña, antes incluso que el pueblo. En este caso concreto, ¿es previsible que el nombre de La Oliba esté motivado por la presencia de olivos o de algún otro tipo de árboles que se identificaran con los olivos? No ahora, que no existe vegetación alguna, y menos de ese tipo de árboles, sino en el momento en que se puso el nombre, que no sabemos exactamente cuándo fue: si en época guanche, en caso de ser un guanchismo, o en época hispana, en caso de ser un término español. Precisamente sobre la falta de motivación semántica del topónimo Oliba circula una copla popular en Fuerteventura que dice:


Ni en Puerto Cabras hay cabras
ni en la Oliba hay un olivo
ni hay pájaros en Pájara
ni en Antigua hay nada antiguo.

Y si hubo olivos en otros tiempos, ¿por qué La Oliba, en singular e individual, y no el colectivo El Olivar, que sería el término lógico desde la gramática del español? Algunos autores han creído que el topónimo podría justificarse por la presencia de acebuches en la zona o en la isla. En efecto, acebuches sí hubo y hay en Fuerteventura (y en casi todas las islas del Archipiélago), y han dejado su nombre en la toponimia, lugares llamados El Acebuche o El Acebuchal. ¿Pero cómo si a ese árbol se le conocía por el nombre de acebuche al lugar se le llama con otro totalmente distinto, Oliba? Más aún: en Fuerteventura, al lado de este La Oliba, hay una larga serie de topónimos con el nombre de Aseitún, Aseituno y Aseitunal, que hemos examinado en su entrada correspondiente. ¿Cómo es que si todos esos términos se refirieran al fruto del olivo tuvieran tan distinta denominación? Tampoco si uno de esos términos fuera de origen prehispánico y el otro hispánico, pues el término aborigen habría quedado en el repertorio lingüístico de los nuevos pobladores de la isla. Por tanto, ambos términos, Aseitún y Oliba, más parece que pertenecen al sustrato lingüístico guanche y que tienen etimologías independientes.

El topónimo de Fuerteventura es antiguo: aparece escrito como la Oliva en el mapa que Torriani dibujó de aquella isla a finales del siglo XVI, uno de los poquísimos nombres que aparecen en el interior de su mapa (1978: 70-71). Y unos años antes lo cita también Gaspar Frutuoso en el capítulo de su Saudade da Terra dedicado a Canarias diciendo que la isla de Fuerteventura tiene solo "cuatro poblaciones pequeñas: La Villa [de Betancuria], La Oliva, El Puerto y Corralejo", y en nada nombra la vegetación que pudiera tener la isla, pues sus habitantes -dice- "se dedican a la cría de ganado menor y de camellos" (2004: 56-57). De la misma manera que en el mapa de Torriani aparece en el interior del mapa de Briçuela y Casola (2000: 76)2, pero solo como Oliva en el interior del mapa de Quesada (2007: 65). Como "el lugar de Oliva" (también sin artículo) se cita en la Historia de Viera y Clavijo, y dice que ese lugar "está plantado en medio de una fértil campiña" (1982: I, 841), cosa que si fue tal cual dice Viera, mirada desde la actualidad ha cambiado radicalmente. Es recurrente decir aquí lo que siempre se ha dicho de Fuerteventura: que "tiene pocas aguas y pocos árboles, con excepción de un valle agradabilísimo, lleno de palmas salvajes", tal como dijo Torriani a finales del siglo XVI (1978: 70), pero ese valle es la Vega de Río Palmas, al sur de Betancuria, no el municipio de La Oliba. En la relación de poblaciones de Fuerteventura que hace Antonio Riviere en 1741, La Oliva tenía entonces 75 vecinos, siendo la segunda mayor población de la isla, tras Tuineje con 90 vecinos, e igualando a la Villa histórica de Betancuria que tenía también 75 vecinos. Sin embargo, unos pocos años más tarde, según Dámaso Quesada (2007: 72), Oliva (sic, sin artículo) tenía 465 familias y 1.997 personas, siendo junto a la Villa [de Betancuria] y Pájara las tres únicas parroquias de la isla. Finalmente, Madoz la describe como situada "en una fértil campiña, al pie de la montaña de su nombre" (1986: 149), de donde puede deducirse que el nombre de Oliba se le dio primero a la montaña y después al poblado que se levantó a sus pies. Y en efecto, la toponimia actual sigue conservando varios topónimos referidos a la Montaña Oliba o de La Oliba, aunque el artículo en estos casos parece dar la prioridad a la población.

Caso ejemplar es también la toponimia de El Hierro en donde, que se sepa, nunca ha habido olivos cultivados y ni siquiera aparece el término Acebuche. Y sin embargo son cinco los topónimos que recogimos con el término Oliba, y conocemos bien los lugares pues estuvimos in situ en cada uno de ellos, siendo todos de los lugares más riscosos que imaginarse puedan: un La Oliba en las partes altas de Tigaday, municipio de Frontera, que a su vez da su nombre a un pequeño barranco del lugar (Trapero et alii 1997: 176 y 119; el primero de ellos también GAC 62 C6); una Fuga de la Oliba en el entorno de Bascos, que baja en vertical desde las alturas de La Dehesa hasta la plataforma costera del Pozo de la Salud (Trapero et alii 1997: 144); otra Fuga la Oliba en la parte más abrupta y pendiente de las laderas del Julan, municipio de El Pinar de El Hierro (ibidem); y una Pasada la Oliba que es un paso estrecho y peligroso en la parte alta de las laderas del Golfo en el Risco de Jinama, municipio de Frontera (ibíd.: 177).

En La Palma son tres los topónimos: La Oliba, en el municipio de Puntallana por la zona de Santa Lucía; otro de igual nombre en el municipio de Puntagorda, en la zona del Pinar; y un Espigón de las Olibas, en el municipio de Barlovento por la zona de Gallegos (todo ellos en Díaz Alayón 1987b: 667).

En Gran Canaria son dos, pero pertenecientes a un único lugar: Las Olibas y Barranco de las Olivas, en una zona muy abrupta del macizo de Tasartico, municipio de La Aldea de San Nicolás (La toponimia de Gran Canaria 1997: II, 243).

Para la isla de Tenerife contamos con dos fuentes: el GAC (126 C6) da cuenta de un Lomo Oliba que en la actualidad es un pequeño poblado del municipio de Arico situado por encima de Icor, y el último gran corpus toponímico de la isla, el dedicado a sus barrancos (Pérez Carballo 2011), da cuenta de cuatro topónimos más, todos ellos hidrotopónimos: La Oliba, por la zona alta del macizo de Teno, municipio de Buenavista del Norte (mapa 28 D4); Hoya la Oliba, al nordeste del pueblo de Granadilla (65 C2); Barranquillo Lomo Oliba, en una zona intermedia del municipio de Guía de Isora (50 E4) y Valle Oliba al noroeste del pueblo de Tegueste (6 A2).

Finalmente, los topónimos de La Gomera que contienen el nombre de Oliba u Olibas, recogidos últimamente por Perera López (2005: 18.6) son: un cabezo (la parte final redondeada y rocosa de un lomo) por la zona de Imada, municipio de Alajeró; unos riscos en la zona de Guadá, municipio de Valle Gran Rey; un lugar de altura en el Barranco del Pino cerca del poblado de Magaña, municipio de Alajeró; una cañada (un barranquillo subsidiario) del Barranco de Ojila, en la parte alta y de monte del municipio de San Sebastián de La Gomera; un ancón dentro del Barranco de la Laja, municipio de San Sebastián de La Gomera; un lugar en ladera del Barranco de Equine, cerca del caserío Santa Catalina, municipio de Vallehermoso; y una zona al noroeste del poblado de Epina, municipio de Vallehermoso. Concluye su comentario Perera López respecto a estos topónimos diciendo que no encuentra diferencia entre los conceptos oliva y olivo, pero que le llama la atención el hecho de que casi todos los topónimos formados a partir de la variante olivo se presentan en singular, mientras que los formados a partir del modelo oliva suelen estar en plural.

No solo hay lugares llamados Oliba en el Archipiélago, también en la España peninsular hay muchos pueblos que se llaman simplemente Oliva o La Oliva (aparte de otros muchos Olivar, Olivares, Olivera, etc., que estos sí pueden responder a la presencia de olivos), el más importante de los cuales puede ser la ciudad Oliva de Valencia. Justamente al analizar este topónimo valenciano, Nieto Ballester (1997: 260-261) dice que en una documentación del siglo XIII aparece escrito como Oriba, posiblemente como una adaptación del ár. awriba, aunque el étimo no parezca ser árabe; y que tampoco parece que la referencia del término sea el árbol o el fruto del olivo, aunque la etimología popular haya actuado para la fijación final del topónimo. Pues si el étimo no es árabe, bien puede ser bereber -añadimos nosotros-, sabiendo de la presencia mayoritaria de gentes de raza y lengua bereber de que se nutrieron los ejércitos de la invasión árabe en el Levante español.

En definitiva, la sospecha planteada inicialmente sobre el incierto origen del término Oliba en la toponimia de Canarias está más que justificada. Sin duda que en la formulación actual de cada uno de los topónimos que lo contienen ha actuado la etimología popular, tanto en la propia forma léxica como en la conformación morfosintáctica del topónimo con la añadidura del artículo o del plural. Pero quedan como potentes argumentos de su probable origen guanche las condiciones geográficas de los lugares así nombrados, todos ellos riscosos y del todo inapropiados para el cultivo de los olivos, y la ausencia en el español de Canarias de la voz oliva tanto para el árbol como para la fruta de ese árbol.

1 De tal forma que de 25 volúmenes de que consta su magna obra, incluyendo los dedicados a la presentación, al índice, a la bibliografía y a consideraciones generales, cinco de ellos están dedicados a las plantas (los vols. 18 al 22), es decir, el 20% del total.

2 Es lo más probable que el mapa de Briçuela y Casola tuviera el mismo origen y el mismo tipo de información que el de Torriani, pues tal como han demostrado Lobo y Bruquetas (2014), Próspero Casola fue ayudante de Torriani en el diseño de las fortalezas defensivas de las Islas Canarias. Y que los mapas de las Islas atribuidos en primer lugar a Íñigo Briçuela, por ser el Capitán General de Canarias, en realidad fueron realizados por Casola, que era el ingeniero que lo acompañó en su recorrido por todas las islas.

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ISLA   EL HIERRO, LA PALMA, LA GOMERA, TENERIFE, FUERTEVENTURA


MUNICIPIO    La Oliva, Frontera, El Pinar de El Hierro, Puntagorda, Arico, Puntallana, Puntagorda


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