Tamarán
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3038
Traemos aquí este término a sabiendas de que es un topónimo que no existe ni nunca existió, pero justamente lo hacemos para desmentir una falsa creencia que empieza a convertirse en tópico: que Tamarán fue el nombre que tenía la isla de Gran Canaria en la época guanche. En cualquier caso, se trataría de un intento de retoponimización, aunque en este caso se haya utilizado una base inexistente y por tanto falsa.1
Según un documentado artículo de Rubén Naranjo Rodríguez (2002), la ocurrencia se debe al tinerfeño Manuel Ossuna y Saviñón, que dice tomarlo de Le Canarien con el significado de 'país de los valientes'. Pero el tal término Tamarán (o Tamerán) no aparece ni en Le Canarien ni en ningún otro registro histórico de las antigüedades canarias, como puede comprobarse recurriendo a los Monumenta de Wölfel, totalmente fiable en cuanto a la documentación de las voces guanches, y más leyendo directamente la crónica de la conquista normanda. Posiblemente la recreación fantasiosa de Ossuna partiera de la cita que Berthelot (1978: 159) hace del topónimo Tamara-ceite, pueblo -dice- donde se ven muchas palmeras, y que pone en relación con los bereberes beni-tamarah 'tribu berberisca que cosechaba muchos dátiles', con tamarah 'dátiles' y con tamarirght 'los libres o nobles'. Y es sabido que entre Ossuna y Berthelot hubo amistad y mucha relación intelectual. El texto de Ossuna y Saviñón pertenece a un librito menor de su autor y dice literalmente:
Los habitantes [de Gran Canaria] eran benévolos y afables, como los ya conocidos, altos de cuerpo y bien formados, y más blancos que los de las otras islas conquistadas. De ellos se supo que la isla se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes (1844: 49).
La ocurrencia de Ossuna y Saviñón tuvo fortuna inmediata, pues de ella se hace eco Álvarez Rixo (1991: 34), aunque fuera para criticarla, diciendo que Tameran (sic) no puede significar 'país de los valientes', pues si tamar es 'palma' en la lengua árabe, teniendo tantas palmeras la isla de Canaria, que estaba llena de ellas, debería significar 'isla de las palmeras'. Y lo mismo hicieron años más tarde Chil y Naranjo (2006: 181) y Abercrombry (1990: 63), aunque el primero atribuyendo la fuente a Abreu Galindo, también inexistente, y el segundo poniendo con interrogación la fuente de la crónica francesa y dando por cierta la de Chil.
El marchamo de registro e interpretación auténticos de la voz Tamarán como nombre aborigen de la isla de Gran Canaria se debe a Millares Torres, quien en su Historia General de las Islas Canarias dice que "la isla de Gran Canaria era apellidada por sus primitivos habitantes Tamarán o Tamerán, lo que parece significar en su idioma 'país de valientes'" (1977-1980: I, 177). No cita aquí Millares a Ossuna, pero la referencia indirecta es inequívoca. Y la Historia de Millares tuvo tal éxito y tanta influencia que, a partir de ella, las citas y las recitas se suceden sin cuestión: Bethencourt Alfonso (1991: 394) escribe Tameran y lo atribuye a Abreu Galindo (siguiendo a Chil y Naranjo); Álvarez Delgado (1955: 87-89) asume que el término es aborigen, pero no con el significado de 'tierra de valientes' que decía Ossuna, sino con el de 'palmeral', equivalente al Real de Las Palmas; De Luca (2004: 145) incluso propone una variante que "aparenta" ser más bereber: Tamarand; y Reyes García (2004c: 121) recompone la etimología diciendo que tiene la característica forma de los plurales bereberes ta-mara-n con el significado '(país) de los valientes' y que fue nombre puesto por los mismos aborígenes.
No todos, sin embargo, han aceptado por las buenas la ocurrencia fantasiosa de Ossuna y Saviñón, y no solo por lo de Tamerán, que al fin se trataba solo de una palabra, sino por la invención que también hizo ese autor de una supuesta expedición del árabe Ben-Farroukh al Archipiélago canario en el año 999 d.C., según consta -dijo él- en unos manuscritos del historiador cordobés Ibn-el-Qouthia, encontrados en la Biblioteca de París por el orientalista francés M. Etienne. Pero esos manuscritos nunca aparecieron, a pesar de la búsqueda afanosa que hicieron en la Biblioteca de París varios investigadores canarios serios, entre ellos Chil y Naranjo. El descrédito de Ossuna como seudo-historiador lo pusieron de manifiesto investigadores serios como Buenaventura Bonnet y Elías Serra, quienes llegaron a calificar a Ossuna casi como a un "falsificador de oficio", y decir de su obra que lo único que tenía era "superchería" y una "frescura incalificable".
Pero el caso es que el nombre de Tamarán, como denominación antigua de Gran Canaria, se ha asentado y se ha asumido generalmente. Y ha servido para nombrar científicamente a especies de animales y vegetales endémicos de Gran Canaria, para dar nombre a calles y a colegios, a emisoras de radio y a grupos de opinión, a agencias de viaje y a urbanizaciones turísticas, a autoescuelas y a clubes de todo tipo; lo han tomado para sí asociaciones culturales y deportivas, también asociaciones de vecinos, hasta grupos musicales, incluso una fábrica de galletas; hasta al primer guirre criado en cautividad en Gran Canaria se le ha puesto por nombre Tamarán; en fin, que Tamarán se llama a todo tipo de cosas sobre las que se quiere remarcar "exóticamente" su pertenencia a la isla de Gran Canaria. Incluso un reciente libro (Moreno Santana 2014), que quiere ser serio, sobre la conquista de Gran Canaria, se titula "de Tamarant", con -t final para más llamar la atención, aunque en la primera página del libro el autor haya tenido que poner una nota diciendo que ese nombre es muy controvertido. Más que controvertido: es falso, y por tanto debe evitarse. Ya se ve aquí que, como hemos dicho muchas veces, más difícil es desmontar un mito que crearlo. Y mito convertido en tópico es este de Tamarán
La voz tamara o támara
Pero aunque el nombre de Tamarán para la isla de Gran Canaria sea, simplemente, "un invento", sí debe de ser cierto que la voz tamar(a) formara parte del vocabulario de los aborígenes canarios, aunque sea solo a juzgar por los topónimos que la contienen. Que la contienen -decimos-, pues de manera autónoma no aparece nunca. De entre los topónimos vivos, la contienen, al menos, los siguientes: Tamaraoya en La Palma, Tamaraseite en Gran Canaria, Tamarco y Tamargo en Tenerife, Tamaretilla y Tamariche en Fuerteventura, y Tamargada, Tamarganche, Tamariste y Tamarajanche en La Gomera. Y si acudimos a las listas de topónimos guanches de Bethencourt Alfonso nos encontraremos algunos otros no contenidos en la relación anterior, ya sea por inexistentes o por desaparecidos; en Fuerteventura: Tamariche o Timariche "cuesta y caserío en Tetir" y Tamara "caleta de [falta ubicación]" (1991: 363); en El Hierro: Tamarasen "región en el Pinar" (pág. 378), pero que en realidad es Tiomanasén o Tamanasén, recogido por nosotros desde la tradición oral (Trapero et alii 1997: 201); en Lanzarote: Tamaraoya "fuente [sin ubicación]" (pág. 388), al igual que el que pervive en La Palma; y en Tenerife: Tamaraiga "roque en Arico", Tamaraseche "monte [sin ubicación]", Tamaraseite "barranco en San Juan de la Rambla", Tamargayo "barranco [sin ubicación]" y Tamarine "región en Candelaria" (pág. 440).
Esto por lo que se refiere a la toponimia, porque en el habla común se usa en Canarias la voz támara o támbara, siempre con acento esdrújulo, para el dátil especialmente de la palmera canaria (según el DDECan, en Fuerteventura, Lanzarote, Gran Canaria y La Gomera), y de ahí que también se llame palma tamarera a la palma canaria que da dátiles.
En el DLE aparece la palabra támara con tres acepciones: 'palmera de Canarias', 'terreno poblado de palmas' y 'dátiles en racimo', y aunque no se dice específicamente que con esos significados sea un canarismo, se da a entender, puesto que la misma voz támara tiene una segunda entrada con otros significados ajenos a los de Canarias. Pero con las acepciones de Canarias, el diccionario académico otorga a la voz támara una etimología árabe, procedente de tamra 'dátil', por lo que debemos concluir que en el español de Canarias se produce un caso de homonimia entre la toponimia, que contiene la voz tamar(a) de origen bereber, y la lengua común que tiene el término támara de origen árabe.
Nos hemos de plantear, pues, dos problemas: en primer lugar, que la voz actual támara sea o no la misma que aparece en los topónimos canarios de origen guanche, y, en segundo lugar, su etimología. Por una parte, los mismos autores del DDECan que dicen que támara es de origen portugués, ofrecen en su otro diccionario histórico dialectal DHECan suficientes ejemplos textuales en que se demuestra que la voz támara, con el significado antedicho de 'dátil de la palmera canaria', está en Canarias desde fechas inmediatamente posteriores a la conquista de las islas. Y por otra parte, cualquier diccionario portugués atestigua las voces tamara y tamareira como apelativos para los significados respectivos de 'fruto de la palmera' y 'palmera', con la explicación en este segundo caso de "nombre vulgar de una palmera de porte elevado, productora de támaras, originaria del Norte de África, más cultivada en el Sur de Portugal, más conocida por datilera o palmera de las iglesias" (Dicionário da língua portuguesa, Porto Editora, 1993). La correspondencia, pues, del término y de su significado entre Portugal y Canarias es exacta, pero que sea precisamente la palabra lusa la que se incorpora al léxico canario es interpretación de los autores del DHECan, que dicen: "Entre los primeros ejemplos que aquí se transcriben se encuentra la mención de la palabra en portugués, lo cual da idea precisamente de cómo se va a incorporar muy pronto al léxico canario la voz lusa". Y no dudamos de que fuera efectivamente así, sabiendo la gran influencia portuguesa en las islas en los primeros momentos de su poblamiento y colonización, acabada la conquista. Esa coincidencia luso-canaria o canario-lusa de la voz támara es a su vez puesta de manifiesto por el DCELCH de Corominas y Pascual, que dice que es "voz portuguesa y regional de Canarias"; pero añade que procede del árabe támra, coincidiendo aquí con la opinión del DLE. Lo cual puede conciliarse de la siguiente manera: la palmera datilera y su correspondiente voz son introducidas por los árabes en el Sur de Portugal, tal como dice el Dicionário da língua portuguesa, y desde Portugal vino a Canarias la voz, pero no la palmera, puesto que ya los suelos canarios estaban muy poblados de ellas, tanto que, al decir de Viera y Clavijo, "se crían y prosperan en nuestras Canarias como en uno de los climas más felices para su propagación" (2014: II, 288). No hay que olvidar que una isla entera recibe su nombre por ellas, La Palma, y que la capital de otra, Gran Canaria, recibió el nombre de Las Palmas por haberse fundado en un hermoso y frondoso palmeral. Y otra isla hay, La Gomera, que aunque su nombre nada tenga que ver con las palmas, estas pudieran muy bien definirla, pues tiene más palmerales que ninguna y ellos son los más esplenderosos, sin duda, de todo el Archipiélago.
Desde el punto de vista botánico se distinguen en Canarias dos clases de palmeras autóctonas: la peculiar y característica Phoenix canariensis, que da támaras comestibles solo por el ganado, y la Phoenix dactylefera, a la que parecen referirse siempre los cronistas de Le Canarien y a la que Viera y Clavijo dedica un largo y curiosísimo artículo en su Diccionario de historia natural. Dos islas destacan los cronistas de Le Canarien por su abundancia de palmeras datileras: la de Gran Canaria, que -dicen- "está cubierta de arboledas de pinos y abetos, de dragos, olivos, higueras y palmeras datileras, y de muchos otros árboles que dan frutos de diversas clases" (B 48v/LXlX); y la de Fuerteventura, en la que "abundan muchos otros árboles, como palmeras datileras y almacigos (sic)" (B 50r). Y en particular describen el espléndido panorama que vieron en el valle que se llamaría después precisamente Vega de Río Palma. Dicen así:
Cuando se llega al otro lado, se encuentra el hermoso valle, llano y muy agradable, en el que puede haber por lo menos novecientas palmeras [ochocientas palmeras dice el texto B], que dan sombra a la vaguada y a los arroyos de los manantiales que la recorren, agrupadas en conjuntos de cien o ciento veinte, tan largas y altas como mástiles de navio de más de veinte brazas, tan verdes, tan frondosas y tan cargadas de dátiles que da gusto verlas (G 17v).
Y en otros dos lugares de Le Canarien se repite que los franceses, ante la escasez de alimentos, se servían de los dátiles y frutos del país "que encontraban muy buenos".
Del artículo que Viera y Clavijo dedica en su Diccionario al fruto de la palmera canaria y a la propia palma destacamos dos párrafos de interés lingüístico para lo que aquí estamos tratando: primero, que "cuando los dátiles están en el racimo se llaman támaras, voz arábiga que significa también dátil", y segundo, que "el racimo o támara de la palma macho está cargado de muchos péndulos..., al paso que la támara de la planta hembra solo lleva unos ovarios o botoncitos a manera de granos de pimienta" (2014: I, 514 y II, 290-291).
No sabemos los términos con que los guanches denominaran a las palmeras y a los dátiles, aunque es obvio suponer que debían tener para ello sendos nombres. Se debió producir entonces una colisión terminológica entre la voz preexistente de los guanches y la que trajeron los conquistadores, palma, que fue la que definitivamente se impuso en las islas (modificada a partir del siglo XVIII en palmera). Pero, si estamos en lo cierto, al relacionar la serie de topónimos antedicha con lugares especialmente abundantes en palmeras, la voz no podía ser otra que tamar(a), que es el elemento léxico común a todos ellos.
Así pues, si como es lo más verosímil, la voz apelativa actual de támara (o támbara) es la misma que aparece en los topónimos guanches, habría que conciliar las dos hipótesis etimologistas: la bereber de los topónimos y la árabe de la voz apelativa. No sabemos si fue verdaderamente así, pero bien podría haber sido: que la voz tamara fuera de origen pan-bereber y que fuera asimilada por el árabe al imponerse este en el Norte de África, y que fuera introducida por los árabes en la Península, de donde llegaría a Canarias a través de los portugueses, pero en donde ya existía la serie de topónimos guanches que garantizan el sustrato bereber. Si así hubiera sido, la toponimia canaria de origen guanche se convertiría en el testimonio irrefutable de un problemático y controvertido enredo etimológico: los guanches, que llegaron a las islas muchos siglos antes de que los árabes invadieran los territorios del Norte de África, traerían consigo las voces del bereber que designaran a un árbol y a un fruto tan común y característico de sus suelos como es la palmera. Y luego los árabes, al ocupar el territorio de los bereberes e imponer su propia lengua y cultura, adoptaron el término preexistente de tamar(a).
Esta es también la teoría de Álvarez Delgado (1955: 87), aunque solo esté apuntada, pues dice que el componente bereber tamar 'palma' se lee en árabe támra con el valor de 'dátil'. Y esto es lo que se desprende de una cita de Menéndez Pidal contenida en su Historia de la lengua española (2005: I, 9-11), tratando del sufijo -ar, rasgo que es común a toda la toponimia pan-mediterránea (también de los dominios del antiguo bereber) y que está presente en muchos países ribereños del mar interno, y cita los términos Támar,Támara, Tamarón y otros similares, presentes en la España peninsular (La Coruña, Burgos y Palencia), en Portugal, en Cerdeña (Tamarone), en la península italiana y en Canarias; y de Canarias cita específicamente los topónimos Támara, Tamaren y Tamaragáldar, que son nombres que él debió tomar de alguna fuente literaria, sin especificar, pero que como verdaderos topónimos ni existen en la actualidad ni han debido existir nunca, como diremos más abajo.
Los diccionarios actuales de español-árabe dan todos para el dátil formas como bahahum o támrun, y en el caso de Marruecos: tmar (pl. tamât); mientras que los diccionarios de español-bereber, al menos en la región del Rif, para el dátil ofrecen formas como: ziyni, ettemar o ettemer, y para la palmera: zini, esseyerz y entini. Mucho más cercanas, como se ve, desde el punto de vista de la expresión a los topónimos guanches las primeras voces árabes que las segundas bereberes. Y sin embargo hay suficientes muestras léxicas (y sus correspondientes interpretaciones) como para garantizar que la voz tamar(a) es de origen guanche y está relacionada con la palmera y con su fruto.
La creencia de que el término támara es de origen árabe y que significa 'palmera', y por tanto también los topónimos que contienen ese segmento léxico, se expresa de una manera contundente y reiterada en el diccionario de arabismos de Diego de Guadix, de finales del siglo XVI, en donde, como hemos venido diciendo, se inserta una treintena larga de topónimos aborígenes canarios por la certeza que tiene él de que son árabes, puesto que los guanches -dice- eran de raza y de lengua árabe. Y de entre ellos hay tres que contienen el término tamara: Tamara Çayte (el actual Tamaraseite de Gran Canaria), que traduce por 'los dátiles del señor' o 'que son para el señor' o 'que los posee el señor' (2005: 957); Tamarcite (que interpretamos como el actual Tamasite de Fuerteventura), que traduce de la misma manera: 'dátiles de mi señor' (ibidem); y Tamarguada (que identificamos como el Tamargada de La Gomera) y que traduce por 'dátiles del río' (ibidem).
De entre los autores que han tratado de explicar desde el bereber alguno de los topónimos guanches de la serie tamar(a), Berthelot (1978: 159) dice que para Tamaraseite [por una vez escribe bien un topónimo canario] pueden encontrase varias etimologías bereberes: Beni-Tamarah, tribu berberisca que cosechaba muchos dátiles; tamarak que significa 'dátiles' y ezzeitoun que en árabe significa 'aceituna'; y tamarirght 'los libres o los nobles' en bereber. Por su parte, Wölfel (1996: 826) dice que Tamaraseite puede explicarse desde el modelo tama-rasaid, vinculándolo con las voces bereberes amersid o imersid que significan 'palmera macho'; mientras que en Tamargada pone el acento en el segundo elemento del topónimo y lo relaciona con tageda que vendría a significar 'caña de palma' (1996: 854-855).
Llegados hasta aquí, hemos de concluir de manera simplificada:
a) Que la palabra támara o támbara es apelativo que en las islas se usa para el dátil de la palmera canaria (no para los dátiles comestibles exportados de otros lugares del mundo).
b) Que aunque la palabra tamara o támara no aparece de manera autónoma en ningún topónimo actual de Canarias es lo más probable que los topónimos que la contienen (Tamaraoya, Tamaraseite,Tamargada, Tamarganche, etc.), todos ellos de origen guanche, significaran algo relacionado con las palmeras, pues se comprueba que en todos esos lugares hay o hubo grandes palmerales.
c) Que la etimología árabe que de manera generalizada se atribuye a la palabra tamara o támara es muy posible que haya que retrotraerla a un origen proto-bereber mucho más antiguo.
d) Que de ser esto así, la toponimia canaria se convertiría en la prueba de ese origen proto-bereber, al haber quedado fuera de la influencia que los árabes ejercieron en la Península Ibérica (y tanto en España como en Portugal) durante los siglos que la ocuparon.
e) Y que es también lo más probable que tras la conquista de las Islas en el siglo XV se juntaran en la nueva lengua que se impuso en sus territorios dos tradiciones: el sustrato guanche de origen bereber que permaneció en la toponimia y el español (pero con gran influencia portuguesa) que se impuso en el lenguaje común.
Tres nuevos términos enigmáticos
Con todo, otros tres términos aborígenes contienen el segmento tamara que merecen estudio particular, por cuanto confirman o niegan la interpretación que se ha venido dando de esta palabra como 'palmera' o 'fruto de la palmera', y son el apelativo tamaraona o tamaranone, el topónimo Tamara-Gáldar, Tamaragáldar o Tamaragalda y la expresión Tamaragua.
Respecto al primero tamaraona, dice Bethencourt Alfonso que era palabra común en Tenerife con el significado de 'los dátiles', y añade que "tal vez la palabra fue importada entre los guanches con las palmeras, que existían en gran número, verdaderos bosques como en el Valle de Las Palmas en Anaga, el Palmar en Buenavista, Acentejo, etc., como lo comprueban muchas Datas" (1991: 265). Esta palabra ha desaparecido del todo en la actualidad, pero tiene antecedentes literarios muy antiguos y muy prestigiosos, pues aparece en Cairasco y en Viana, aunque con significados diferentes. La cita de Viana sí confirma su relación con los dátiles, pero no necesariamente la de Cairasco.
En un pasaje del Poema en que Viana recrea los alimentos que los guanches de Tenerife comían se menciona el gofio de cebada, la leche, la manteca, la miel y varias frutas, etc. "con las tamaronas estimadas" (1991: canto III, v. 227; en la edición del Poema de Cioranescu se interpreta tamaraonas), con referencia inequívoca a las támaras. Pero en la Comedia del recibimiento, fechada en 1582, Cairasco de Figueroa resucita al héroe de la resistencia grancanaria Doramas y le hace hablar en su propia lengua, y en un momento del diálogo que entabla con el personaje Sabiduría le dice: "Guanda de niedre tamaranone besnia mat acosomuset tamobenir marago, aspe anhianacha Aritamogante senefeque senfeque", que Sabiduría traduce por "Estános combidando a merendar; y dice que nos dará muchos potages, a la usanza canaria, y que nos sentemos" (1989: 73-74). Bien se sabe que este lenguaje es "un guanche" inventado por Cairasco, a partir de palabras y de topónimos que efectivamente quedaban en el habla de Gran Canaria a más de un siglo de terminada la conquista de la isla, pues la lengua, como tal, ya habría desaparecido. En la frase de Doramas aparece una palabra tamaranone que en la traducción de Sabiduría podría corresponder -suponemos- a ese "potage a la usanza canaria" con que el guanche invita a los que están en escena. Así que nada hay en esta cita que pueda sumarse a la interpretación que se ha hecho de támara como la palmera o como el fruto de la palmera.
Y la palabra tamarona o tamaraona de Viana y la palabra tamaranone de Cairasco las ponemos en relación con el topónimo Tamarone de Cerdeña citado anteriormente por Menéndez Pidal.
Respecto del topónimo Tamaragáldar o Tamara-Gáldar o Tamaragalda (aquí el acento o la separación de palabras tiene poco sentido) hemos de decir que no aparece en las fuentes historiográficas clásicas, pero sí en protocolos testamentarios del siglo XVI. En uno de ellos, fechado el 21 de marzo de 1509, se cita "una suerte de tierra en Tamara-Gáldar, con el cuarto de las aguas que le corresponde y la mitad de las cañas que están en la ladera de Batista de Riverol, corresponden a sus hijos, todas las tierras de Tamara-Gáldar menos la suerte mencionada, las casas de Santa María de Guía con todo el sitio que las circunda y las rentas de las tierras de sequero de Firgas con su sementera" (González Sosa 1985: 202). Y en otro protocolo fechado el 2 de agosto de 1552 se cita un poder especial que una tal Bertina de Riberol da a Francisco de Riberol y a Alejos de Riberol para la partición de bienes "en razón de la hacienda y heredamiento de tierras, aguas y cañaverales, con todo lo a ello anejo, que tenían en comunidad [...] en el término de Tamaragalda donde dicen el ingenio blanco" (Lobo Cabrera 1980: 110-111). Está claro que estos dos documentos se refieren al mismo lugar y a un mismo topónimo, y que más que al término del actual Gáldar pertenecían al actual de Santa María de Guía, aunque no esté bien identificado. A este respecto comenta Osorio Acevedo (2003: 674) que lo más probable es que se refiriera a "algún lugar lleno de palmeras", equivalente a "el palmeral de Gáldar", aunque si hemos de creer al pie de la letra en esos textos lo que allí había no era un palmeral, sino un cañaveral, es decir, un ingenio de ázucar.
El topónimo Tamara-Galdar (sic) entra en los Monumenta de Wölfel (1996: 825-826) a partir de su cita en el Diccionario de Olive que lo recoge como una localidad de Guía de Gran Canaria, y posterior repetición en las listas de guanchismos de Chil y de Millares (también de Bethencourt Alfonso). Y en efecto, lo volvemos a encontrar en los Nomenclátores de lugares de Canarias de finales del siglo XIX, concretamente en el de 1888, citado como Tamaragaldar y como un "cortijo" de Santa María de Guía.
Pero en su interpretación cree Wölfel que el primer componente tamara, al estar sin acentuar, no se refiere al término támara 'dátil' sino a un elemento prepositivo equivalente al significado de 'la que está al lado', y por tanto equivalente a la forma primitiva Aregaldar de la relación de "lugares" de Gran Canaria hecha por Andrés Bernáldez (cit. Morales Padrón 1978: 515).
Finalmente, sobre Tamaragua dice el DDECan que es "expresión que se usa como salutación, especialmente durante la mañana, y es, por lo tanto, equivalente a buenos días". Y con buen criterio observan los autores de este diccionario que "ha sido rescatada del desaparecido léxico aborigen"; o sea, que no pertenece a los materiales lingüísticos prehispánicos que pasaron por tradición oral al español que se implantó en las islas. Pero es lo cierto que en la actualidad es una frase que se ha hecho popular y que se repite en contextos muy diversos siempre con un sentido de bienvenida. Respecto de su documentación, aparece en una fuente tardía de finales del siglo XVII, en la Historia de Marín y Cubas, pero que es un texto que merece mucho crédito por contener noticias novedosas desconocidas en las fuentes primitivas. Wölfel trata de esta expresión en tres lugares de sus Monumenta, los tres en la parte IV correspondiente a los materiales lingüísticos de significado conocido: en el parágrafo 14 dice que tamaragua tiene un significado parecido a la palabra maragá que aparece en la endecha guanche que Torriani recogió en Gran Canaria; en el parágrafo 32 trata específicamente de esta expresión; y en el 164 dice no haber encontrado entre las fuentes historiográficas canarias un término que signifique inequívocamente la idea de 'día'. La cita de Marín y Cubas aparece en el capítulo en que habla de la "naturaleza, costumbres y ejercicios de los Canarios" (de Gran Canaria), y dice que "Entrando en las casas ó cuevas saludan diciendo Tamaragua, y respondía Sansofí, que significa 'aquí viene el huésped', 'pues sea bienvenido'" (1993: 212). Por tanto, nada relacionado con la palmera ni con su fruto. Y para más argumento, Abercromby (1990: 52) clasifica esta expresión entre las voces de dudosa relación con el bereber.
1 A este término, como supuesto topónimo guanche y supuesto nombre antiguo que tuvo la isla de Gran Canaria, le hemos dedicado un estudio monográfico en Trapero 2015, en una versión distinta a lo que aquí decimos por adaptada al lugar en que se publicó.
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