Taoro
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3089
Taoro se llamó uno de los nueve reinos en que estaba dividida la isla de Tenerife antes de iniciarse su conquista (ver mapa en la entrada Adeje). No era Taoro el territorio mayor de Tenerife en ese momento; mayores que él eran los reinos del Sur: Adeje, Abona y Güímar1. El territorio de Taoro iba "desde Centejo hasta la Rambla, aguas vertientes a la mar", según dice Espinosa (1980: 41), o "desde la cuesta que desciende de la ciudad de La Laguna a Santa Cruz, que se dice Arguijón [...] hasta El Realejo", según Abreu Galindo (1977: 292-293). Aquella extensión territorial del antiguo Taoro por el lado occidental viene expresamente delimitada en la Historia de Viera: "Los dos Realejos están dentro del referido Valle de Taoro" (1982: II, 412). O sea, comprendía las actuales jurisdicciones de La Victoria, Santa Úrsula, La Orotaba, Puerto de la Cruz y Los Realejos. Y según Bethencourt Alfonso, la capital de este reino estaba en un lugar del actual Realejo Alto, en la calle del Agua, "donde también nació Viera y Clavijo" (1994: 106).
Si Taoro tuvo la primacía histórica en ese tiempo lo fue por su caudillo: el mayor en edad, en discrección, en fuerza y ánimo, y se llamaba Betzenuhya o Quebehi, según dice Espinosa en un primer pasaje (1980: 40-41), y que matiza en un segundo pasaje como Quebihi Benchomo (ibíd.: 95). Por su parte, Abreu dice que antes de la conquista sobre este territorio ejercía su dominio y superioridad "el rey Imobac de Taoro", a quien "obedecían como a hermano mayor todos los demás hermanos, y como más poderoso de tierra, vasallos y hacienda, porque tenía este rey Imobac mas de seis mil hombres de pelea" (1977: 293), y que posteriormente, en el momento de la llegada de Lugo a Tenerife, quien gobernaba el reino de Taoro era Bencomo, Ventomo o Benitomo, el más poderoso de la isla y "que andaba en guerra con los demás reyes de la isla" (ibíd.: 317). El extraño nombre de Quebehi o Quebihi que cita Espinosa lo explica Abreu diciendo que "a la dignidad real llamaban en su nombre Quebebi" (ibíd.: 293). Y sobre el nombre de Imobac, ver lo que decimos en la entrada Tamadaya y en su propia entrada en el apéndice de topónimos desaparecidos. En cuanto al nombre del mencey de Taoro fue Viana quien simplificó su nombre como Bencomo "el potentísimo" (1991: canto I, 888), y con él ha pasado a la historia posterior2.
La condición de "reino de Taoro" aparece reconocida en la documentación castellana del Registro del Sello, y así figura en un documento de octubre de 1506 dando ubicación al pueblo de La Orotaba (Aznar Vallejo 1981: doc. 690). Y en ese mismo año el mismo Registro del Sello vuelve a dar noticia del topónimo por cuanto el Rey Católico otorga a Alonso Fernández de Lugo, gobernador de la isla de Tenerife y de La Palma, la posesión de ingenios de azúcar en Garachico, en el Realejo y en el "río de Icod", en la isla de Tenerife, y en el "río de los Sauces", en la isla de La Palma, además de "los cien cahíces de tierra que posee en Taoro, Tacoronte y río de los Sauces, para que nadie le pueda poner impedimentos en su posesión" (ibíd.: doc. 669). Y un año antes, en noviembre de 1505, se pone de manifiesto la importancia de este territorio en el reparto de tierras de cultivo que tuvo lugar tras la conquista de la isla; en este caso se otorga al licenciado Francisco de Vargas, del Consejo y contador real, "unas tierra de regadío para 4.000 arrobas de azúcar, con espacio para un ingenio, de 300 fanegas de secano, y de la tierra para un jardín y una latada de parral de 10.000 cepas, en Taoro" (ibíd.: doc. 655).
Terminada la conquista de la isla, cuando Tenerife empieza a ser "bautizada" con nombres españoles, los regidores de la nueva sociedad establecida en la isla tienen que echar mano de los principales nombres guanches para poder establecer sus normas y delimitar el territorio. Y así, en un Acuerdo del Cabildo de Tenerife de 25 de julio de 1498 en el que ordena reunir a todos los ganados "a mesta" el nombre de Taoro aparece una y otra vez como referencia toponímica principal: "Están de la Punta [del Hidalgo] haza todos los términos de Taoro y hirán a hazer mesta al avchón del Rey al Ryo quanto se apregonare [...] e los que están en la Matança a este cabo, hasta el arroyo de Guavonje, que se entiende donde mataron a Sordillán, quando los llamaren vayan todos a fazer su mesta a la cruz que es camino de Taoro" (1949: doc. 58).
Dentro del territorio de Taoro, el lugar que ocupaba la casa o "auchón" de su rey Bencomo o Benitomo se convertirá también en un punto referencial muy repetido en el reparto de tierras que el gobernador Alonso de Lugo concede entre los conquistadores que decidieron quedarse en la isla y entre los nuevos colonos que llegaron a ella. Por ejemplo, en una data de 1501 se concede a Pedro de Madalena y Juan de Cartaya, canarios, unas tierras de sembradura "q. están en Taoro de s., cabe las cuevas q. llaman los guanches Tayorfa, ceca del avchón q. era del Rey de Taoro"; y en otra data de 1508 se concede a Juan Beltrán "cuatro cayces de tierra de sequero en Taoro, como pasamos de casa del Rey Benytomo, que se llama el Aravtaba [Orotaba]" (Datas: doc. 613 y 698, respectivamente). De donde se deduce que, en un principio el topónimo Orotaba no era sino un punto muy concreto del territorio de Taoro, aunque principal porque era en él donde vivía el rey.
El topónimo Taoro ha quedado vivo en varios lugares, pero no precisamente en el Valle de La Orotaba en donde tenía su centro el reino de Taoro, sino en el municipio de Tacoronte: Camino de Taoro, Cruz de Taoro (bajo la fuente de Agua García). Y hasta el siglo XIX quedó un pequeño caserío con ese nombre, cerca de Guayonje (hoy perdido, absorbido por el casco del pueblo de Tacoronte). En la parte norte del núcleo del Puerto de la Cruz existe un Parque Taoro (o de Taoro), pero ese es un topónimo moderno, reconstruido, un neotopónimo. Porque el Taoro histórico fue sustituido pronto por el topónimo Orotaba. Lo dice literalmente Espinosa: "El reino de Taoro, que ahora llaman Orotava" (1980: 41), y lo glosa en verso Viana:
Vuelto al revés el nombre de Taoro,
se llamará Orotava por grandeza,
un pueblo bello, que en sus tierras oro
descubra el corvo arado pieza a pieza.
(1991: canto XV, vv. 247-250)
Adviértase que en la valoracióndel poeta lagunero el nombre prehispánico era Taoro mientras que Orotava es nombre creado por los españoles a partir de un recurso lingüístico: volver al revés el nombre primitivo, que además le proporciona el comienzo de oro con el que juega el poeta haciéndolo metáfora de la riqueza que producirán sus tierras.
La pertenencia de La Orotaba al reino de Taoro se pone de manifiesto en varios de los registros que de este lugar se hicieron en las Datas de Tenerife: el Araotava de Taoro, si bien esa pertenencia pudo volverse al revés posteriormente, lo que explicaría otros registros como Taoro del Araotava.
Desde el punto de vista filológico, la inclinación primera es considerar el término Taoro como una variante más de las muchas que la tradición oral ha dejado del apelativo guanche tagoro, básicamente 'círculo de piedras'; y así podría interpretarse que el reino de Bencomo se llamó Taoro por celebrarse en su territorio el "tagoror" más importante de la isla y en los momentos de mayor trascendencia; y así también podría explicarse que ese lugar concreto se llamara "el taoro de La Orotava". Mas no es esa la opinión de Wölfel (1996: 899), quien supone que el Taoro de Tenerife procede de un hipotético ta-ur(o), lo que justificaría algunos registros de las Datas que escriben ta oro (separado) y que, indirectamente, justificaría también el juego etimológico y vinculado que Viana hace de Taoro y de Orotaba. Dice Wölfel no contar con paralelos bereberes que expliquen su propuesta de ta-ur(o), pero nos parece verosímil. Y aparte proporciona el investigador austriaco "un lugar llamado Artaore", aparecido en las Datas de Tenerife, y que pone en contacto con los Tauro y Taurito de Gran Canaria (1996: 952-953).
Por nuestra parte podemos aportar multitud de términos bereberes, unos apelativos y otros topónimos que apoyan la intuición de Wölfel y van en la misma dirección interpretativa de Orotaba, lo que, al final, vendría a demostrar que lo considerado como un juego literario de Viana no lo es tal, pues Taoro y Orotava vendrían a coincidir en unas mismas designaciones. En efecto, el elemento inicial de Ta-oro es para nosotros el artículo femenino singular del bereber, y como paralelos léxicos podemos señalar la voz tawart que significa 'estar por encima del horizonte' o 'estar situado cerca de un punto de abastecimiento de agua' en el dialecto ahagar. Y esta misma voz da nombre a innumerables topónimos repartidos por el norte de África: Tawart se llama un pueblo en Tuggana; Tauraut es el nombre de un qsar del Alto Atlas oriental; sin el sufijo -t, Tawar es un pueblo de Mesfiwa; Taura se llaman un pueblo en el valle de Oued Uriri, una montaña a la orilla izquierda de Oued El-Abid en la comarca de Ntifa, un qsar en Ayt Seghrouchen y un pueblo en Isser. En esta misma región y en la Altiplanicie argelina, taura es nombre de una planta (la Sybibum marianum, según Laoust 1939: 60). Taurirt y su correspondiente masculino singular aurir designan una elevación de terreno menos importante que un adrar 'montaña', equivalente a una colina o un lomo, etc. Y como componente de un término nuclear aparece en: Taurirt Umzil, Taurirt n Igudlan, Taurirt n Tamterga y Aqqa n Tauraut (Laoust 1939: 227).
Por su parte, De Luca (2004: 89) da otra explicación a Taoro, asociándolo con la voz tachelhit taurut (pl. tiura) 'gran rebaño de ovejas', aludiendo indirectamente al gran rebaño de que disponía Benchomo, el mencey del territorio al tiempo de la conquista castellana. Y de la misma transfiere ese significado y esa explicación al lugar de Gran Canaria llamado Tauro.
1 Equivocado está Bethencourt Alfonso en este punto al decir que el reino de Taoro era "el más extenso, poderoso, rico y bello de la isla" (1994: 105). Poderoso y bello, sí; rico, podría ser; pero no el más extenso.
2 Es admirable el retrato que Viana hace de Bencomo en un largo pasaje del canto III (vv. 95-129), tanto por la imponente figura con que lo imagina como por las virtudes con que lo adorna.ETIQUETAS
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