Tauro / Tabro
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3158
Tauro es el nombre de una zona muy conocida del Suroeste de Gran Canaria y que se aplica a un gran número de topónimos de la zona, todos ellos vinculados entre sí y pertenecientes al municipio de Mogán (La toponimia de Gran Canaria 1997: 314, y GAC 198 C4). Muy posiblemente el primer accidente que llevó ese nombre fuera la Montaña de Tauro, por su eminencia y por ser la referencia orográfica más relevante de toda la zona. Y desde la montaña, el barranco que va de cumbre a mar, y dentro de él, en su parte alta: unos caideros y un caserío con el nombre de Tauro Alto o Casas de Tauro Alto, y otros muchos, hasta desembocar en el mar, formando la Playa de Tauro, donde en las últimas décadas, igual que en su paralela Playa de Taurito, se han levantado unas importantes urbanizaciones turísticas con el solo nombre de Tauro.
Y desde este Tauro recibió el nombre el barranco de Taurito que corre paralelo a él por el lado del noroeste y que va nombrando en su curso a unos casi mismos accidentes hasta llegar al mar formando una playa e igualmente en la actualidad unas importantes urbanizaciones turísticas con el nombre específico de Taurito. Si de la mayor nombradía y fama de uno de los múltiples accidentes geográficos que llevan el nombre de Tauro tuviéramos que guiarnos para determinar el nacimiento de ese topónimo hoy no dudaríamos en decir que sería la zona de costa, pero no pudo ser ese lugar quien motivó el origen del topónimo; las zonas de costa fueron poco importantes para las sociedades aborígenes, o mucho menos importantes que las del interior. En el momento inmediatamente anterior a la conquista de Gran Canaria en la isla existían muchos poblados aborígenes en las zonas de costa, y de ello nos da fiel testimonio la arqueología actual. Pero mucho mayor es la evidencia de que la población principal tenía su hábitat en zonas del interior, en las laderas de los barrancos y en cuevas. Y de ello nos da valiosa e inequívoca noticia Abreu Galindo, que dice:
Había en esta isla de Canaria grandes poblaciones, y así hay rastro de ello por toda la isla, mayormente en la costa de la mar, donde vivía la gente común, que no tenía ganado de se alimentar, que su mantenimiento y sustento era el marisco. La gente noble vivía la tierra adentro, donde tenían su asiento y ganado y sementeras (1977: 148).
Por ello, el nacimiento del topónimo Tauro hay que buscarlo en un accidente del interior, y ese tuvo que ser o la montaña o el barranco, más nos inclinamos por la montaña. Aunque más que de una montaña en particular, el nombre de Tauro se refiere a un macizo entero, bien descrito por Pérez Hidalgo en los términos siguientes:
Como un islote con cotas superiores a los 1.214 metros de altitud, separado del macizo central con un amplio espacio, se alza solitario un grupo de montañas que culminan en este monte, que, por su ladera este, se precipita en el profundo barranco de Arguineguín. Por su ladera oeste, lo hace al igualmente profundo barranco de Mogán. Su parte norte es un curioso morro que mira a Sándara. Sus laderas meridionales terminan en diferentes lomos y llanos como la montaña de los Cardones y los llanetes de la montaña de Tauro. El Monte, hacia el mar, deriva de una densa trama de contrafuertes y lomos surcados por una red de barrancos que drenan una superficie triangular, entre los barrancos de Arguineguín y Mogán, con base en la costa, de más de 50 kilómetros cuadrados (2011: 709)
La palabra Tauro no puede proceder del étimo español, pues sería entonces un cultismo imposible de explicar en la toponimia canaria, un topónimo totalmente anómalo que conservaría la raíz latina sin castellanizar (tauro > toro)1. Y si no es española hay que pensar en un étimo guanche, aunque naturalmente españolizado. Otra cosa es Taurito, que tiene el sufijo diminutivo español, y por tanto ha de suponerse que fue nombre puesto en época ya hispana. En este segundo caso hay que suponer dos procesos evolutivos: uno primero de "españolización" desde el étimo guanche (cual fuera) a Tauro y otro segundo de derivación totalmente española: Taurito. Lo que no quiere decir, obviamente, que todos los topónimos guanches terminados en -ito sean derivados españoles: Agarito, Jibito, Orito y otros varios son guanchismos primitivos que no tienen -que sepamos, al menos- unas formas primitivas de las que pudieran considerarse derivados.
La presencia del diminutivo en la toponimia de origen guanche puede interpretarse de dos maneras: o como diminutivo absoluto, si es que el término primitivo llegó a ser apelativo en época hispana, caso de eresitas, gorito, tabaibita, balito, etc., o como diminutivo relativo aplicado a un accidente menor que el que lleva el término primitivo (Erque > Erquito, Epina > Epinilla, Faneroque > Faneroquito, Majaraste > Majarastito, etc.), pero en ambos casos de significado desconocido, por lo que en el primer caso se califica al significado, mientras que en el segundo lo que se califica es al accidente geográfico, que es lo que debió ocurrir en el caso Tauro > Taurito, y por eso lo llamamos "diminutivo geográfico".
No sabemos cuál fuera la voz aborigen de Tauro, pero es sintomático que en las primeras inscripciones de este topónimo aparezca con una forma muy alejada de la actual. Con un extraño e idéntico Taor aparece en tres de los primeros y principales mapas que se dibujaron de la isla de Gran Canaria con una cierta carga toponímica: en el de Torriani (1978: 87), de finales del siglo XVI, en el de Briçuela y Casola (2000: 44), de la primera mitad del XVII, y en el de P.A. del Castillo de 1686. Todavía en el mapa de Riviere (1997: 152), de alrededor de la mitad del siglo XVIII, aparece como Punta de Taozo. Y unos años más tarde, en el mapa de Quesada y Chaves se escribe con un indeciso "Pta. de Tauso o de Tauro" (2007: 105).
Eso por lo que se refiere a la cartografía antigua, pero también en los registros sobre guanchismos aparece con formas diferentes a la fijada en la tradición oral actual, que no es otra que Tauro; por ejemplo, Berthelot escribe Taozo, igual que el mapa de Riviere, mientras que Olive, Chil, Millares y Bethencourt Alfonso escriben Taoro. Hasta unos Taure y Taogo aparecen también en las listas de Chil, Millares y Bethencourt procedente de Max Aguilar a quien copian. Y más sintomático de su naturaleza guanche es el hecho de que todavía muchos de los habitantes de la zona sigan refiriéndose a él con la forma Tabro que anotamos como variante oral totalmente válida de la forma más generalizada Tauro, y así viene consignado en las fichas correspondientes en el CD-ROM de La toponimia de Gran Canaria (1997). Un perfecto paralelo de Tauro encontramos en un topónimo de Tenerife, allí Chauro, recogido por Bethencourt Alfonso como nombre de un barranco en Igueste de Candelaria (1991: 416), hoy desaparecido o no documentado; esa alternancia de las iniciales ch-/t- marca la preferencia de cada una de ellas en los topónimos de Tenerife y de Gran Canaria respectivamente.
En la Montaña de Tauro se conservan importantes yacimientos guanches algunos de los cuales no han sido plenamente identificados hasta el presente. Hay autores que los han considerado como un almogarén, y por tanto como una especie de santuario de los aborígenes, o con una necrópolis con depósitos en túmulos y en cuevas, así como una serie de torretas troncocónicas. En la cima de la montaña hay una gran estructura de piedra seca que es conocida por las gentes del lugar como "la iglesia de los canarios". Otros autores la han interpretado como lugar de observación astronómica, función que modernamente se está aplicando a otros varios lugares de las islas, pues es bien conocido que los pueblos primitivos, al no tener ni calendarios ni relojes, se servían de los astros para la medición de las estaciones, vital para el sustento de sus poblaciones. De ahí lo que anotó el Padre Sosa en su Topografía de la isla de Gran Canaria:
No tenían reloxes los canarios gentiles ni sabían distinguir las horas unas de otras, governábansse por el sol de día y de noche por algunas estrellas según que tenían experiencia de quando salían unas y otras se ponían o a la prima o a la media noche o a la madrugada (1994: 300).
Wölfel (1996: 899) considera al Tauro de Gran Canaria idéntico al Taoro de Tenerife, aunque dice no encontrar paralelos bereberes para ellos2. Pero sin advertir la repetición, vuelve Wölfel a tratar del topónimo grancanario en otro lugar (1996: 952-953), sumándole aquí el diminutivo Taurito, y ofreciendo como paralelo la voz del chelja taurirt (pl. tiurîrin) con el significado de 'colina'. También Álvarez Delgado (1951: 199) trató de este topónimo y ofreció para él el significado 'montaña', y cree que su raíz léxica es la misma de algunos topónimos hispánicos en los que aparece el término Toro. Pero advierte que el término de la toponimia grancanaria es diferente del tinerfeño Taoro, del lanzaroteño Tao y del apelativo taro.
Otra propuesta etimológica del término Tauro ofrece Xaverio Ballester (2014: 68) al hacerlo proceder de voces bereberes tales como thaburt, tawurt o taurt, y señalando que en el bereber del Rif tawurt significa 'paso estrecho en las montañas', el equivalente a nuestro 'puerto de montaña'.
Lo dicho hasta aquí se basa en la forma Tauro, que es la principal, tanto sea en la tradición oral como única en la escritura actual. Pero muchas personas de la zona, sobre todo los pastores y moradores viejos del lugar, alternan el nombre de Tauro con el de Tabro, incluso más frecuente el segundo que el primero, por lo que el mismo crédito deben de merecernos ambos, si no más el segundo. Y ello explicaría la indecisión o variabilidad de formas con que se escribió este término desde el primer momento tras la conquista. Así las cosas, parecería que Tauro sería la forma que se ha fijado desde la escritura, posiblemente por una mala audición o una mala interpretación de los que anotaron el nombre en cartografías, mapas y libros, y la que se ha impuesto ahora en la tradición general, tanto escrita como oral, mientras que los hombres y mujeres del lugar siguen diciendo Tabro, lo único que han oído desde siempre de sus mayores. Algo paralelo a lo que ocurre con la denominación del Roque Nublo: siempre y únicamente Nublo en la escritura y en la denominación general, pero Nubro, Nugro o Nuro en la tradición oral de los hablantes naturales de la zona.
La hipótesis no carece de dificultades pero resulta verosímil. Claro que también cabría pensar que las dos formas que han llegado a nosotros, la escrita y oral Tauro y la solamente oral Tabro, son las dos variantes léxicas guanches, como puede desprenderse del gran polimorfismo de nombres de un mismo supuesto étimo que han llegado hasta la actualidad. Porque, en efecto, en la toponimia canaria, cuando no también en la lengua común, ha quedado una gran variedad de formas léxicas que pudieran proceder de un mismo étimo guanche y que o bien ya presentaban ese polimorfismo en las lenguas de los aborígenes o bien las diferencias se hicieron más ostensibles al adaptarse al español.
1 Ni siquiera el nombre de la ciudad zamorana de Toro deriva del latín, por mucho que en su escudo y bandera figure la imagen de un fiero toro. Según Menéndez Pidal es germánico visigodo procedente de la expresión villa gothorum 'villa de godos'. Y otros Toros de la toponimia peninsular española deben proceder de una base oronímica prerromana taur, tor o tur 'protuberancia del terreno' (García Sánchez 2007: 194-195).
2 La misma creencia manifiesta Pérez Hidalgo en su libro sobre el origen de algunos topónimos de Gran Canaria (2011: 708), pero este autor llega a más, y dice que el topónimo grancanario es una trasposición del tinerfeño y que fue obra del conquistador Fernández de Lugo, quien terminada la conquista de Tenerife volvió a Gran Canaria y participó en el reparto de tierras, por lo que -dice- "habrá que pensar que fue él quien dio nombre a estas tierras". Aparte de la incongruencia histórica que supone el reparto de tierras de Gran Canaria en fechas posteriores a la conquista de Tenerife, la proximidad o igualdad de dos topónimos de origen guanche en dos o más islas no hay por qué atribuirla a un traspaso nominativo; mucho más natural -y verdadero- es la mera coincidencia lingüística; al fin, las diferencias lingüísticas que sin duda existían entre las distintas islas eran diferencias dialectales, aunque en una dimensión que nunca podremos precisar, pero que justamente el estudio de la toponimia aborigen nos permite abordar con cierta garantía.ETIQUETAS
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