Telde
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3248
El lugar de Telde fue el emplazamiento guanche más importante del Sur de Gran Canaria antes de la conquista castellana, y una de las dos capitales que tuvo la isla después de dividida entre los dos hijos de Artemi. Torriani dice al hablar de la Canaria prehispánica que Telde era "la ciudad mayor de todas" (1978: 97), aseveración que repiten otros varios cronistas e historiadores antiguos de Canarias. Y sin embargo, en el capítulo que el mismo Torriani decida a "la ciudad de Telde" dice que "es una ciudad muy pequeña, de trescientos fuegos" y que está situada cerca de un río [en realidad un barranco] y a poca distancia de dos grandes poblaciones antiguas, que en la lengua canaria se llaman Tara y Sendro (1978: 170).
Sobre su condición de "ciudad" dice Viera y Clavijo que "Telde [es] lugar ennoblecido y delicioso [que] se había alzado con el título de ciudad, sin que nadie haya manifestado hasta ahora el privilegio" (1982: II, 108). En época hispánica Telde ha sido siempre la cabecera de la mayor demarcación de la isla después de la capital de Las Palmas. Según los datos recabados por Antonio Riviere tenía en 1740 un total de 1.387 vecinos, lo que hacía 5.429 personas, y de los cuales vivían en el núcleo de la ciudad 603 vecinos (Riviere 1997: 139). Hoy viven más de 100.000 personas en su municipio.
Telde posee además el privilegio de haber tenido el primero "obispado" de Canarias, otorgado por el Papa Clemente VI en 1351 (más de un siglo antes de iniciarse la conquista de la isla por parte de Castilla), a petición de los primeros frailes franciscanos y agustinos mallorquines y catalanes que llegaron a la isla con el propósito de evangelizar a los nativos en la fe cristiana, y que a la postre tuvieron un final trágico pues fueron despeñados por la Sima de Jinámar por los aborígenes en respuesta a las tropelías que sobre ellos cometían desde la segunda mitad del siglo XIV las constantes razias de navegantes italianos, mallorquines, portugueses y castellanos cautivándolos y llevándolos cautivos a los mercados esclavistas de la Península. A este episodio prácticamente desconocido por la historiografía antigua de Canarias le dedicó Antonio Rumeu de Armas un estudio fundamental: El Obispado de Telde (1986).
Por la importancia que tuvo siempre Telde y por la sencillez de su nombre, es topónimo citado sin apenas variación en todas las crónicas e historias primitivas como el principal poblamiento del Sureste de Gran Canaria, y un representante suyo, "Acosayda, de Telde", formó parte de la embajada de paz que los canarios enviaron a Diego de Herrera en Lanzarote en 1476 (Abreu 1977: 135), antes de iniciarse la conquista de la isla. Telde aparece también entre los 35 "lugares y aldeas" que tenía Gran Canaria al tiempo de iniciarse la conquista, según el recuento y nombres que da Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios (cit. Morales Padrón 1978: 515). Y Telde se escribe en la parte interior del mapa de Torriani (1978: 87), lo mismo que en el de Briçuela y Casola (2000: 44) y en el de P.A. del Castillo (1686/1994: s.p.).
La impresión que causa el valle de Telde al quien llega a él la dejó escrita Leonardo Torriani a finales del siglo XVI:
Está en un llano, a dos millas de distancia de la costa del mar que mira hacia Oriente. A sus espaldas y por parte sur, a algunas millas de distancia, tiene la montaña que, con su horizonte limpio y sereno, ofrece a la vista un panorama de grandísima amenidad, y envía hacia abajo las frescas ventoleras de un céfiro extremadamente templado que allí sopla; de modo que su continuada quietud parece ser la verdadera paz de los elementos y la antigua felicidad que los poetas cuentan de estos campos. Su campiña y las orillas del río son más ricas en azúcar, vino, trigo, cebada y en los demás tesoros de la tierra (1978: 169-70).
Pedro Agustín del Castillo también ponderó la situación y la riqueza que le proporcionaron a Telde sus verdes campiñas e ingenios azucareros: "Fue lugar rico y de mucho comercio en tiempo de los azúcares, concurriendo a sus puertos dieciséis y veinte navíos juntos" (2001: 204). Tres siglos más tarde, en el Diccionario geográfico de Madoz, a mitad del siglo XIX, se seguía hablando de su "hermosa campiña" y de su "privilegiado suelo" en donde crecen "los frutos y flores de los más opuestos climas" (1986: 199).
De dos únicas maneras se cita al actual Telde en Le Canarien, siendo este el primer documento en que aparece el nombre escrito: Telde (que es lo común: G18v, 19r, 32r..., B44r, 44v, 49r...) y Teldes (solo en B28r). Y eso por la claridad y simplicidad de su secuencia sonora, frente a nombres como Agüimes o Arguineguín, de los que las crónicas francesas ofrecen múltiples grafías variantes. Como una 'ciudad' se la describe (una "ville" en el original francés, frente a las "villages" de Lanzarote y Fuerteventura: B50r, 51r), siendo además el lugar más citado de Gran Canaria; y en una de esas citas se manifiesta la intención de Gadifer de internarse en la isla e instalarse en Telde, "que es una buena ciudad abierta ?se dice?, atravesada por un buen río y situada a media legua de un puerto de mar" (G19r).
Otra cita elogiosa del lugar de Telde es la contenida en el capítulo que Frutuoso dedicó a Gran Canaria en su libro Saudade da Terra, en las últimas décadas del siglo XVI. Dice que Telde es un "noble poblado donde hay dos o tres ingenios de azúcar de gentes del país que son grandes labradores de caña y de viñas y algodones". Y añade que "los españoles que allí viven son tan laboriosos que no hay palmo de tierra que no esté plantado y cultivado de todo género de frutos; pero los isleños [aborígenes], son más dados a apacentar ganado, con lo cual unos y otros dan mucho provecho a la tierra y enriquecen el pueblo de Telde" (1964: 101).
Desde la literatura divulgativa de la propia ciudad se ha dicho que Telde significó en guanche 'tierra rica en higueras' o, simplemente, 'zona fértil'. Lo primero es muy dudoso, y lo segundo más parece una característica del valle en que se asienta la población que un verdadero "significado" de la palabra Telde.
Según Abreu Galindo, "en Cabo de Aguer [actual Agadir de Marruecos] están unas huertas que llaman las huertas de Telde, no muchas leguas de la ciudad de Tegaste, donde estuvo enterrado el cuerpo de San Agustín" (1977: 32). Como ya vimos en la entrada Tagaste, en este punto estaba Abreu equivocado: la ciudad en la que murió San Agustín pertenece en la actualidad a Argelia, cerca de la frontera con Túnez, hoy llamada Souk Ahras, pero respecto al Telde marroquí estaba en lo cierto. Nos lo confirman dos investigadores berberólogos de Agadir con los que tenemos contacto: nuestro colaborador Abrahan Loutf nos dice que es el nombre que lleva una localidad de las montañas del Atlas que vienen a terminar en el océano atlántico, cerca de la ciudad de Agadir, y que en esa localidad, de difícil acceso, hay un mausoleo de uno de los santones más adulados de esta región (cosa que pudo confundir a Abreu Galindo identificándolo con san Agustín). Por su parte, Admed Sabir (2001: 275-277) confirma el nombre de Telde o Tildi para "un pueblecito, [una] fuente y [una] fortaleza de la dinastía de los Saadíes (siglo XVI) a un par de kms al este de la ciudad de Agadir".
A falta de un significado apelativo de este término en las hablas locales del Sur de Marruecos, y confundiendo la realidad con la lengua, algunos autores han identificado Telde con 'fortaleza' y han llegado a decir que "Telde es una fortaleza al este de Agadir, y así se denomina también la más antigua de la isla de Gran Canaria; de tal fortaleza recibió su nombre el cono de Tenerife, el Pico de Telde (transformado más tarde en Teyde". Esta caprichosa relación es "una singular frase" de un tal Ritter, así calificada y recogida por Wölfel en sus Monumenta (1996: 822). Ni el Telde marroquí tiene por qué significar 'fortaleza', ni fortaleza alguna parece estar relacionada con el Telde de Gran Canaria, ni menos puede pensarse que el nombre del Pico de Tenerife se llame Teide por transferencia metafórica del Telde marroquí. Una cosa sí parece cierta, la relación entre los nombres Telde y Teide, como después veremos.
Varios paralelos bereberes aporta Wölfel (ibidem.) para el topónimo grancanario: eldi 'estar abierto' (Kab.H.); eldi 'tirar' (Demnat), ldi 'tirar de' y tildit 'dispositivo para el tiro del arado' (Silh. W.); ildi 'hondo' (Saw. y bereber común); y têldet 'cebolleta (perfume)' (Ah. Fouc.), aunque ninguno le parece a él adecuado desde el plano del contenido. Además, en el diccionario del habla tuareg del ahaggar del Padre De Foucauld (1951: 996) encontramos dos términos de cierta proximidad fonética con el topónimo grancanario, pero sin ninguna aparente relación semántica: elded 'mamar un animal', que se aplica a todo aquel que bebe la leche directamente de la ubre de un animal, e ilde con el valor de 'algalia'.
Para nuestro colaborador Abrahan Loutf, en efecto, Telde es voz que puede explicarse desde el bereber tanto desde el punto de vista fonético como semántico. Su t- inicial reproduce el modelo morfológico de los nombres de categoría femenino singular del bereber; y el segmento léxico elde concuerda bastante con el término bereber aydi 'perro', por lo que podría interpretarse como 'perrera' o 'lugar donde habitan o abundan perros'. Esta interpretación pone en relación Telde y Teide, relación que desde el punto de vista de la expresión es más que evidente. Todos los cronistas de la conquista de las islas reiteran la creencia que tenían los guanches de Tenerife de que las entrañas del pico del Teide eran el habitáculo de los seres malignos. "Muchas i frecuentes veses ?dice Gómez Escudero? se les aparecía el demonio en forma de perro mui grande i lanudo de noche i de día i en varias otras formas que llamaban Tibiçenas" (cit. Morales Padrón 1978: 439). Por su parte, Marín y Cubas dice que los guanches "conocen haber demonio y llaman guayote, y que solo tiene la pena en la tierra, y en los sitios donde hay volcanes, fuego y azufre, y en particular en el monte de Teide" (1993: 220). Una noticia interesante relacionada con esto recoge Bethencourt Alfonso en su Historia del Pueblo Guanche (1991: 218-219), quien dice que aún en sus días (principios del siglo XX) cuando en los pueblos del Sur de Tenerife se moría una persona reputada de perversa se oía decir frases como "Este va Chinechi, ¡anda, a lo más hondo de Chineche!, ¡de Chinechi no salgas!, porque de allí salen los xaxos condenados a encarnar en los vivos".
También Diego de Guadix dijo en su diccionario de arabismos en el español que el término Telde tanto estaba en África como en Gran Canaria, y que su significado había que vincularlo con la palabra tel de los árabes, que significa 'collado' o 'vallado', y que es "una parte de tierra que en castellano llaman loma o lomo y corrompido dizen Telde" (2005: 965). Nada diremos sobre la etimología y significado que este autor asigna a Telde, por equivocación de lenguas comparadas, pero sí resaltamos la repetición que aquí hace el Padre Guadix de lo dicho por Abreu Galindo sobre la doble presencia del topónimo Telde en África y en Canarias, que no pudo copiar del libro de Abreu, porque cuando Guadix estuvo en las Islas aún no se había publicado, pero que sí pudo oír de su viva voz, pues fueron contemporáneos y pertenecientes ambos a la misma Orden franciscana, si es que Abreu Galindo fue verdaderamente franciscano, a no ser que Guadix lo tomara de la misma fuente escrita de Abreu.
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