Tembárjena / Tambárjena / Tambárjina / Tambarjena
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3251
Dos montañas hay en El Hierro que tienen este nombre Tembárjena por principal, las dos prominentes, pero en lugares bien distantes, una en La Dehesa (GAC 68 C4) y la otra en la parte baja de El Pinar (GAC 70 C3), las dos en territorios pertenecientes en la actualidad al municipio de El Pinar de El Hierro. Y una tercera montaña que lo tiene como secundario, pues se la conoce como Montaña de Las Rosas o Montaña Tembárjena, en el barrio de Las Rosas, en las cercanías de San Andrés, municipio de Valverde. Todos estos topónimos así como sus denominaciones variantes fueron confirmados en la tradición oral en las encuestas de campo que nosotros realizamos en la isla a mitad de la última década del siglo XX (Trapero et alii 1997: 170 y 171).
Este es un caso raro en la toponomástica general: que existan tres accidentes en un espacio tan reducido como es la isla de El Hierro con nombre tan propio y exclusivo y que sea común, como si de un apelativo se tratara. Pero más extraño es aún que exista en unos casos variación léxica en la denominación del topónimo y haya absoluta uniformidad en otros, tratándose del mismo nombre. A la montaña de La Dehesa la oímos nombrar con las variantes Tembárjena, Tambárjena y Tambárjina, por este orden de prioridad y precedida de la preposición de; a la de El Pinar como Tembárjena, esdrújula, y Tambarjena, con acento llano; y a la de Las Rosas solo como Tembárjena. Además, hay que decir que si en los dos últimos casos el nombre lo llevan solo sus montañas respectivas, en el primero lo llevan otros varios topónimos secundarios de la zona.
Existen registros de este término desde finales del siglo XIX, a partir de una primera cita de Max Aguilar como Tembargena y que copian unánimemente, como casi siempre hacen, Chil y Naranjo (2006: 376), Millares Torres (1980: 330) y Bethencourt Alfonso (1991: 379), aunque no sepamos a cuál de las tres montañas se refieren pues solo dan la referencia de ser un "territorio". Después de ellos, aparece en los registros de Armas Ayala (1944a) y Álvarez Delgado (1945-46), en el mapa militar, en el catastro municipal de Valverde y en las fichas de Alvar. Las variaciones en la escritura giran sobre todo en la grafía g, que en cualquier caso representa el sonido velar sordo, además de la alternancia de la primera vocal. Otras variaciones que sí afectan a su naturaleza léxica son las variaciones del acento prosódico y la escritura Tambárquena del catastro, esta totalmente errónea.
La Montaña Tembárjena que está en las cercanías del pueblo de El Pinar tiene una historia cultural aneja de la época de sus habitantes prehispánicos: está vinculada a la noticia que dan por igual Torriani y Abreu Galindo de que los bimbapes, cuando faltaban las aguas de lluvia, se reunían con sus ganados en un lugar llamado Bentayca, donde fingían tener sus ídolos, y dejaban a sus animales sin comer ni beber durante tres días, para que sus balidos aplacasen a los ídolos-dioses y mandasen el agua. Como el término Bentaica ha desaparecido del todo de la toponimia viva de El Hierro, todos los autores posteriores que se han hecho eco de ella han tratado de ubicarla en lugares varios de la isla. Uno de ellos, Bethencourt Alfonso no duda en situar aquellos ídolos aquí, cerca de la montaña. Dice:
Encuéntrase al Oeste de la montaña Tembárjena, emplazados en un pequeño malpaís, los conocidos desde la antigüedad por los Santillos y corrales de Bentayga, que fueron respectivamente dos ídolos y dos templos de los indígenas. Los tales corrales no lo son en rigor, pero produce esa impresión la manera de hallarse dispuesto un resalte sobrenatural o muralla rocosa del suelo, aunque a trechos interrumpida (1991: 291, n.10).
Y sigue describiendo el lugar hasta identificar dos de sus accidentes más llamativos con las divinidades Erahoranhan y Moneyba, representantes respectivos de los dos sexos. Conocemos muy bien el lugar y la zona de los alrededores de esta montaña y hemos preguntado a muchos de nuestros informantes locales sobre esta noticia antigua, pero ninguna memoria queda de ella. De todo ello tratamos con más detenimiento en la entrada Bentaica en el Apéndice de este diccionario.
Nada digno de ser comentado aporta Wölfel (1996: 976) sobre el carácter guanche indudable de la voz, y nada podemos añadir nosotros más que esta es una de esas palabras que por su sola fonética y morfología podría ponerse como ejemplo modélico del vocabulario guanche, incluso con esa acentuación esdrújula que le hace tan sonoro a la vez que tan extraño a quienes lo oyen por vez primera.
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