Tenerife

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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3280

A la isla de Tenerife, la mayor del archipiélago canario, se la ha conocido a lo largo de la historia por cuatro o cinco nombres diferentes. El primero fue el de Ninguaria con que aparece en el texto que Plinio el Viejo dedicó en su Historia Natural a las Islas Afortunadas, "que ha recibido este nombre ?dice? de sus nieves perpetuas, cubierta de nubes". El segundo nombre fue el de Nivaria, expresión latina que aparece por vez primera en Solino (Díaz Tejera 1988: 19-20), al parecer por una mala lectura del texto pliniano y que traduce el motivo de la nieve, y que ha quedado hasta hoy en la denominación de la diócesis episcopal de esa provincia: Diócesis Nivariense. El tercer nombre fue el de isla del Infierno, que aparece en los mapas y cartulanos de los primeros viajeros y navegantes que merodearon por las Islas a lo largo de todo el siglo XIV1. El cuarto fue el de Chineche, Achinech, Achineche, Chinet, Chinichi u otras varias expresiones variantes con que según la tradición historiográfica los nativos guanches denominaban a su propia isla. Y finalmente, el quinto, el de Tenerife, que es el único que ha prevalecido2.

Quizás sea este nombre de Tenerife el que más atención ha merecido en cuanto a su etimología y significado de todas las palabras canarias de origen guanche, y no solo de entre los topónimos. Esa atención se inició pronto, por parte de los primeros historiadores de Canarias. El primero de ellos, el dominico Alonso de Espinosa (1980: 26), dirá que los palmenses la llamaron Tenerife porque tener quiere decir 'blanco' y fe 'monte', mientras que los naturales de la propia isla de Tenerife "en su lenguaje antiguo la llamaron Achinech". Por su parte, Torriani matiza que "los isleños [de la propia isla] le decían Chinechi, y los palmeros, Tenerife, que en su lengua significa tanto como monte de nieve" (1978: 172). Y Abreu Galindo que "en su propio lenguaje y común hablar, la llaman y nombran el día de hoy Achineche" (1977: 291). Pero todos ellos recuerdan que la isla de Tenerife fue llamada Nivaria, por la nieve que siempre tenía el Teide, y que fueron los palmenses los que la llamaron Tenerife "porque este monte de esta isla de Tenerife está mirando de frente a La Palma y della se ve claro", precisa Abreu en el mismo lugar. Todo ello lo puso en verso el poeta Viana, añadiendo algún matiz personal:


Nivaria se llamaba por la nieve
que suele platear la cumbre altísima
del sacro monte Teida, excelso Adlante,
y por la misma causa el nombre digno
de Tenerife entonces le pusieron,
que Téner en su lengua significa
la blanca nieve, y quiere decir Ife
monte alto, y así por el gran Teida
se llama Tenerife la Nivaria,
que es lo mismo que el monte de las nieve.
(1991: canto I, 352-362)


Un capítulo entero de su Canaria ilustrada dedica el tinerfeño Dámaso Quesada al nombre de su propia isla, repitiendo todos los tópicos anteriores y añadiendo alguna que otra interpretación de su propia cosecha, como la de que el actual nombre de Tenerife le viene del primero y único rey Tinerf, que "por lo aspero de pronunciar el Tinerf como mas dulce el Tenerife la usa siempre" (2007: 239).

¿De dónde pudieron tomar los nombres de Achinech,Chinechi o Achineche, respectivamente, el dominico Alonso de Espinosa, el ingeniero italiano Leonardo Torriani y el franciscano Juan de Abreu Galindo? No lo sabemos, pero tal coincidencia no puede ser casual, teniendo en cuenta que los tres escriben sus respectivas "historias" a la distancia de un siglo de haber finalizado la conquista de la isla, y por tanto difícil será creer que sus respectivas fuentes se basaran en el testimonio directo de los propios naturales, a pesar de que los tres digan que ese era el nombre que le daban y que Abreu apostille que así "la llaman y nombran el día de hoy". ¿En el tiempo en que Abreu escribe su historia, a finales del siglo XVI o principios del XVII? Imposible parece. Más verosímil es que los tres autores tomaran esos nombres de una misma fuente o de diversas fuentes escritas anteriores, como ha de suponerse ante el cúmulo de coincidencias que se manifiestan en estas primeras historias de Canarias. Y las variantes de expresión con que se nombra a la isla bien pueden deberse a esas fuentes o a la interpretación personal de cada autor. Pues esas variantes no acabaron con ellos, sino que, al contrario, se fueron multiplicando con cada autor nuevo que trataba sobre el asunto, y no solo el nombre, sino la explicación y el motivo de ese nombre. Así, Núñez de la Peña dice que la isla se llamaba Chinet y que los naturales se llamaban a sí mismos guan-chinet, que quiere decir 'hombres de Tenerife', y que después los españoles corrompieron y dijeron guanches. Por su parte, Marín y Cubas dice en su Historia de las siete islas de Canaria que los mismos naturales "unos la llaman Chinechi, y otros Bincheni, y sus moradores guanches derivados del término gucancha, que significa perro, y así llaman al demonio que se les aparece en esta forma grande y lanudo" (1993: 219), mientras que en otro lugar (ibíd.: 248) el doctor de Telde reitera que son los aborígenes de La Palma los que la llaman Tenerife, que en su lengua significa 'monte de nieve', después de haber dicho que "los de Canaria [la] llaman Thenerife porque así llaman los canarios una punta de tierra que mira al Sur donde se descubre esta isla de Thenerife" (ibíd.: 219)3. Finalmente, Viera y Clavijo, tras poner en duda que el nombre de Tenerife se debiera a los habitantes de La Palma, propugna para ella el de su último rey, Tinerfe el Grande, antes de que la isla se dividiera en los nueve reinos que los castellanos encontraron al inicio de la conquista de la isla. Y así -dice Viera- Chinerfe es la misma voz Tinerfe de su gran rey, y de Chinerfe se llamaron guanchinerfes los naturales de la isla, de donde a su vez deriva el nombre de guanches (1982: I, 75). Pero nadie ha podido demostrar que de ese primitivo Achinech,Chinechi o Achineche pueda derivarse el nombre de Tenerife, y mucho menos el del gentilicio (o etnónimo) guanches que esos autores atribuían con exclusividad a los aborígenes de Tenerife.

Antes de todos estos autores, el primer documento escrito en que aparece el nombre actual que tiene la isla es Le Canarien, y no con la única denominación de Tenerife sino también con la de isla del Infierno. El caso de la denominación antigua de la isla de Tenerife es paralelo al de Lanzarote y Fuerteventura, nombradas de dos maneras diferentes a lo largo de todo el texto de Le Canarien, y en los tres casos con un nombre aborigen y otro románico. Pero en el caso de Tenerife fue el nombre guanche el que triunfó, mientras que en los de Lanzarote y Fuerteventura pervivieron los nombres románicos. Tal cual se dice en Le Canarien, es Tenerife el topónimo preexistente ("llamada ?qui se dit? Tenerife": B48r), e isla del Infierno una denominación superpuesta por parte de los navegantes y exploradores de épocas anteriores a la conquista de la isla. No se dice en la crónica francesa el motivo de tal denominación, pero pudo serlo por las erupciones que algunos de los primitivos viajeros y navegantes debieron presenciar al costear la isla, como consta en la Historia de Abreu: "A esta isla de Tenerife llaman algunos isla del Infierno, porque hubo en ella muchos fuegos de piedra azufre, y por el pico de Teide, que echa mucho fuego de sí" (1977: 327). Pero llama la atención la mayor frecuencia en Le Canarien de esta segunda denominación: cinco veces citada como isla del Infierno y solo dos como Tenerife.

Esta denominación del Infierno merece dos comentarios detenidos. El primero es el siguiente. Se tiene noticia de que por los años del viaje de Nicolosso da Recco y de Angelino di Teggia a las Islas, en 1341, hubo una erupción en Tenerife; y lo mismo en los años finales del siglo XIV, según noticias de navegantes vizcaínos. Y sin embargo, al parecer de Bethencourt Alfonso, "el apelativo del Infierno no lo dieron a la isla los navegantes que se aventuraban por estos mares, como dicen los cronistas, por sugerirles tal idea el aspecto espantoso de las erupciones. Esta es una explicación habilidosa pero incierta. Se lo dieron, cuando puestos en contacto con los indígenas de Tenerife tradujeron fielmente la voz guanche Chinechi, Chineche o Achinech, modalidades de un solo término, que significa 'infierno'; que los naturales emplazaban en el centro de la isla, donde moraba Guayota y demás divinidades infernales, siendo el Echeide o Teide la boca de comunicación con el mundo de los vivos o séase la boca del infierno" (1991: I, 218). Muy poco verosímil nos parece la explicación de Bethencourt Alfonso, pues el nombre del Infierno aparece ya en cartulanos de mitad del siglo XIV, fechas muy tempranas en las que no parece probable que los viajeros y navegantes europeos hubieran podido obtener de los insulares informaciones de tal calado antropológico. Menos verosímil nos parece aún la interpretación que algunos autores han querido dar a la isla del Infierno a partir de la denominación de una higuera existente en Mauritania llamada afernane o infernane y que esta se identifique con la tabaiba (Euphorbia balsámica), de tal manera que la "isla del Infierno" vendría a significar, literalmente, 'la isla de las tabaibas'. Aparte la curiosidad que representa que también los cronistas de Le Canarien, a falta del nombre específico guanche de tabaiba, llamaran a esas plantas "especie de hyguyerez" (B51v), nos parece muy poco relevante una especie subarbórea como es la tabaiba para dar nombre a toda la isla; más cuando ni esa especie es exclusiva de Tenerife ni está por toda la isla ni en mayor proporción que en el resto del Archipiélago; además, es hipótesis etimológica demasiado complicada, con demasiados recovecos para un topónimo, cuando este suele ser nombre de motivación directa, simple y evidente. Según Álvarez Delgado (1954: 12-13), el nombre de "isla del Infierno" con que aparece en los primeros cartulanos italianos y en Le Canarien le fue impuesto hacia 1346, fecha próxima a la erupción del Pico Nuevo del Teide.

Y el segundo comentario es el siguiente. Las fórmulas denominadoras de un topónimo basadas en el aspecto que producía el lugar, eran entonces una manera ordinaria de nombrar los territorios recién descubiertos, como lo fueron en el mismo caso de Canarias las islas de Fuerteventura, de La Graciosa, de Montaña Clara y posiblemente de El Hierro. Por lo demás, la denominación del Infierno es muy común para todo aquel lugar que sea hondo, oscuro, profundo y peligroso, o que produzca una impresión de miedo o de temor. Hasta tal punto es común este tipo de denominaciones que desde la teoría general de la toponomástica se ha creado un término específico para ellos: topofagia se llama a topónimos como del Diablo, del Infierno, de las Brujas, de las Ánimas, etc. También estos topónimos aparecen con frecuencia en Canarias; por referirnos solo al del Infierno, podemos citar el Roque del Infierno como segundo nombre que recibe el Roque del Oeste (de los "Islotes" de Lanzarote), por las rocas negras y afiladas que tiene; Boca del Infierno se llama a una montaña de cráter profundo de la zona del Timanfaya de Lanzarote, y Cueva del Infierno a una cueva del litoral de Alegranza. Y en la microtoponimia de Tenerife hemos registrado hasta 15 lugares que llevan el apelativo del Infierno y que nombran barrancos, cuevas, saltos u hoyos con alguna de estas características referidas.

Los franceses de la expedición de Jean de Bethéncourt y de Gadifer de la Salle no pusieron pie en la isla de Tenerife, se limitaron a costearla (G19r), y sin embargo hacen una acertada descripción de ella (G34r y B48r), destacando la gran montaña central (sin nombrarla por su propio nombre), "la más alta de todas las islas Canarias, cuya pendiente se extiende en todas direcciones por la mayor parte de la isla"; y hablan a su vez de sus gentes, de pequeña estatura, "las más intrépidas de cuantas viven en las islas", que nunca fueron ni asaltadas ni reducidas a cautividad, como sí lo fueron las de las otras islas. Las dos variantes con que se escribe el topónimo aborigen en Le Canarien, a saber: Tenerefix (G34r) y Tonerfiz (B48r), manifiestan lo que ya hemos dicho reiteradamente: que si esos nombres los tomaron "de oídas", de los labios de los "trujumanes" que llevaban consigo, o bien estos dijeron cada uno una cosa distinta, o bien los dos capellanes de la crónica normanda oyeron de manera diferente, que es lo más probable, pues esos dos nombres de Tenerife corresponde uno al texto G y otro al texto B. Pero tampoco es descartable que ese nombre, al menos la primera variante, lo tomaran directamente de un mapa anterior. No sabemos cuál pudo ser, pero la forma primera es casi idéntica a la que aparece en el Libro del conoscimiento (de las últimas décadas del XIV, allí Tenerefiz), y bien se sabe que este copió los topónimos de las Islas de la cartografía de la época.

Más tarde, en el siglo XVII, el testimonio de Marín y Cubas parece el resultado de un "collage" de noticias de muy distintas procedencias y no menos de su invención propia. A la reiteración de que son los aborígenes de La Palma los que la llaman Tenerife, que en su lengua significa 'monte de nieve', añade ahora que en la parte sur de Gran Canaria "hay una punta de tierra donde se empieza a ver Thanerife" (1993: 248), y en páginas anteriores dice que "los de Canaria [la] llaman Thenerife porque así llaman los canarios una punta de tierra que mira al Sur donde se descubre esta isla de Thenerife" (1993: 219). Lo que parece querer decir dos cosas juntas: que en Gran Canaria hay una punta que se llama Tenerife y que desde allí se empieza a ver la isla de Tenerife. ¿Será la actual Punta de Tenefé, en el municipio de Santa Lucía de Tirajana, cerca de Pozo Izquierdo, una punta bien pronunciada? Es lo más probable, porque está en el Sureste, pero desde allí no se ve ni puede verse Tenerife. Así que la información de Marín y Cubas nos parece equivocada: si la punta está en el Sur, no se puede ver Tenerife; y si desde ella se ve Tenerife solo puede estar en la zona del suroeste en dirección al noroeste. Además parece malinterpretar a Abreu diciendo que a la isla de Tenerife unos la llaman Chinechi y otros Bincheni, cuando lo que Abreu dice es que la isla, sí, se llama Chineche, pero que el nombre de Bincheni es el de sus naturales. Pero lo que sí es novedad en Marín y Cubas es esa extraña voz de Gucancha que propone como étimo de guanche, voz que solo Chil y Naranjo tomará en consideración después de él. Y más extraño aún es el significado de 'perro' que le atribuye, pues a esos perros grandes y lanudos que los canarios aborígenes identificaban con el demonio, según las Crónicas y la tradición posterior, se les llamaba Tibisenas, siendo esa creencia exclusiva de Gran Canaria, como expresa Gómez Escudero.

Finalmente, Viera y Clavijo, que dedica un capítulo de su Historia de Canarias al nombre de Tenerife (1982: I, 73-75), después de considerar las explicaciones anteriores de los cronistas de Le Canarien, de Viana, de Abreu y de Núñez de la Peña, concluye que lo más propio sería considerar el nombre del último rey de los guanches, Tinerfe el Grande, con la variante Chinerfe, que vendría a ser la que explicara también el gentilicio de los isleños guanches.

Sobre las citas de Le Canarien y el nombre de "la isla del infierno" pretende Abercromby (1990: 57) explicar el nombre de Tenerife, aunque reconoce que es una palabra dudosamente relacionadas con el bereber. Recoge también la creencia de que el nombre se lo pusieron los naturales de La Palma, pero que podría relacionarse o con la voz cabila erfu 'enfadarse' o con la chelja irifi 'sed, calor', y que Tenerife podría explicarse como ti-n-irifi 'la (tierra) del calor' o tan-n-urrif 'la (tierra) del enfado', haciendo referencia ambas al Pico Teide.

Desde la filología moderna se ha tratado de justificar la doble hipotética etimología que se ha dado a Tenerife como 'monte de la nieve' o 'monte del infierno o del fuego' desde la búsqueda de los más variados paralelos bereberes, resumidos en Wölfel (1996: 489-490 y 717-718). A ninguna conclusión llega el investigador austriaco que a él mismo le satisfaga, pero sí afirma -y con razón, según nuestro criterio- que "es más que improbable" que el nombre de la isla se debiera a los habitantes de La Palma; y concluye: "O Espinosa, Viana, Abreu y Torriani están en lo cierto o no lo está ninguno de ellos, pues a todos se opone el Tenerefiz de 1350", es decir, el registro del Libro del conoscimiento, repetido después en Le Canarien.

Y tras Wölfel, otros muchos autores han seguido preguntándose por la etimología de Tenerife. Vycichl (1952: 190-193)) dice que desde el bereber Tenerife no significaría otra cosa que 'la de erife' y que este erife está vinculado con el fuego; en ambos casos con referencia inequívoca al Pico del Teide, pero con motivaciones contrapuestas: la nieve y el fuego. Marcy y Álvarez Delgado (1962: 253-259 y 264-273) le han dedicado muy detenida atención con hipótesis interpretativas varias difícilmente compatibles. Caridad Arias (2000) le dedica un estudio monográfico buscando paralelos etimológicos fuera de Tenerife, en el resto del Archipiélago y en el Norte de África. De Luca (2004: 57-60) propone la etimología ti-n-irfen, siendo ti el pronombre femenino singular y plural, n la preposición de pertenencia e irfen el elemento léxico con el significado 'tostamiento', y que todo vendría a significar 'la o las (tierras) del tostamiento', haciendo referencia a alguno de los volcanes de la isla que estuviera en erupción en los tiempos de su poblamiento. Sabir (2001: 265, 288) iguala su explicación a la de Abercromby: Ti-n-irif con el significado literal 'la del calor', procedente de arrif 'sed', mientras que Reyes García (2004b: 87-90) lo explica como te-nere 'la llanura (o la frente) clara (¿nívea?)'.

La última explicación que conocemos, la de Tejera Gaspar (2004 y Tejera Gaspar et alii 2006: 98-99), merece un comentario mayor. El profesor de la Universidad de La Laguna hace derivar el nombre de Tenerife del de una tribu líbico-bereber de nombre cinithi que habitaba en la región litoral de Túnez en época romana, "debajo de la pequeña Syrte, en Thaenae (Hr Thyna), al sur de la fossa regia". Y así, de este etnónimo cinithi derivarían los nombres de Chineche, Achinech, Achineche, Chinet, Chinichi y otros que aparecen en las primeras fuentes historiográficas castellanas, y de ellos Tenerife, e incluso el de guanches con el que esas mismas fuentes dicen que se llamaban los naturales de Tenerife. Hasta aquí todo conforme a lo que dicen las fuentes historiográficas más antiguas de Espinosa, Torriani y Abreu. La propuesta de Tejera Gaspar de buscar un etnónimo norteafricano para justificar el nombre de una de las islas de Canarias no lo es solo para Tenerife, pues cree que todas y cada una de las siete islas mayores del Archipiélago deben su nombre a sendas tribus norteafricanas allegadas a Canarias en época romana (Tejera Gaspar et alii: 81-105): el de Tenerife a los cinithi de Túnez; el de Canaria (después Gran Canaria) a los canarii de la parte oriental del Atlas marroquí; el de Lanzarote (por el nombre de majos que se daba a los de esta isla en las primeras fuentes históricas) a los maxues o maxies de la parte este de Túnez; el de Fuerteventura al de los abanni del Sur de Argelia (y de ahí el nombre de Erbania con que aparece en las crónicas de la conquista normanda); el de Gomera a los ghomara del Norte de Marruecos, el de La Palma a los ben-hawara también del Atlas de Marruecos; y el de El Hierro al de caprarienses del Sur de Argelia. No es este el lugar para juzgar tan novedosa y arriesgada hipótesis, pero si esto hubiera sido así significaría que los romanos debieron de "andar" todo el inmenso territorio que es el Norte de África, desde Libia hasta Marruecos, cogiendo y eligiendo tribus bereberes para poblar cada una de las islas, pues esas tribus estaban muy dispersas y distantes entre sí. Y significaría, a la vez, que las islas tendrían un nombre puesto justo al revés de lo dice la toponomástica general: ésta enseña que es el topónimo el que da nombre al gentilicio (o etnónimo), y no al revés. Pero, como ya dijimos, nadie ha podido demostrar que el antecedente del nombre de Tenerife sean las formas Achinech,Chinechi o Achineche citadas respectivamente por Espinosa, Torriani y Abreu, y mucho menos que el gentilicio (o etnónimo) guanche sea, a su vez, derivación de estas. Y sin embargo nosotros creemos haber demostrado que la palabra guanche es de origen francés y no bereber (Trapero 2007: 121-187), y que los "guanches" no fueron con exclusividad los aborígenes de Tenerife, sino que fue una denominación extendida a todos los habitantes primitivos de Canarias, como prueba de una manera incontestable precisamente la toponimia (ibíd.: 202-209).

Para nuestro colaborador Abrahan Loutf, especialista en lenguas bereberes, la vinculación de Tenerife con el bereber es evidente, tanto en el aspecto formal como en el semántico. Desde el punto de vista formal presenta este topónimo una estructura morfosintáctica bastante frecuente en los topónimos bereberes construidos sobre la base tin-/ten- (variante por enfatización de la dental t- o ch- por la palatalización de la misma), que se compone de la marca del femenino singular ti + la partícula n signo prepositivo correspondiente a la preposición castellana 'de', con el valor de 'lugar de'. En cuanto al elemento léxico erife, contiene el radical RF, de mucha productividad léxica en el vocabulario bereber, en la mayoría de los casos movilizada por el sema 'mucho calor': irifi (dim. tirifit y plur. irafan) significa 'sequía' o 'sed provocada por el solajero'; otras palabras similares son: urfan 'callaos muy calientes para hacer el pan', tirufin 'millo tostado, palomitas', aref 'calentar un líquido con callaos calientes', etc.

En definitiva, si esto fuera así, siendo como es una interpretación mayoritaria, la motivación primera del nombre de la isla de Tenerife estaría vinculada con el concepto de 'calor', o bien metafóricamente con el de 'fuego', y significar literalmente 'la tierra (o isla) del fuego', y ponemos la palabra isla entre paréntesis porque es lo más probable que entre los aborígenes no estuviera la idea de 'isla' tal cual hoy la entendemos, ya que desconocían la existencia del Archipiélago en su conjunto. Esta interpretación se refuerza al comparar el topónimo Tenerife con otro de Fuerteventura Terife, y cuando arife sigue siendo voz viva (o lo ha sido hasta tiempos recientes) en las hablas populares de Fuerteventura y Lanzarote con el significado de 'calor sofocante', sobre todo cuando es tiempo africano, es decir, cuando el aire procede del sudeste. El DDECan califica esta voz arife como de "posible arabismo", pero si nuestra interpretación es correcta habría que decir que es guanchismo, y por tanto procedente del bereber, aunque eso no quita que siga viva entre los hablantes actuales del árabe en el Norte de África. Y otra evidencia queda de la voz Tarife en la onomástica canaria de origen guanche: la de ser un apellido con cierta recursividad en Tenerife.

Otras varias explicaciones se han dado al nombre de Tenerife desde etimologías caprichosas o totalmente inventadas. Una de ellas, que interesa aquí, es la del franciscano Diego de Guadix, autor del mayor diccionario de arabismos en el español, que conoció las islas por estar en ellas a finales del siglo XVI, y que por ello incluyó en su obra una treintena larga de topónimos guanches por creer que la lengua guanche procedía del árabe. Entre esos topónimos está Tenerife que según él tiene como étimo la voz terf que en árabe significa 'punta, cosa ahuesada y delgada'. Y lo explica: "Debió de llamarse assí esta isla por una sierra muy alta y ahuesada que ay en ella, a que los españoles llamaron y llaman Pico de Teyda. Dice Abrahano Ortelio que autores antiguos hablan d'esta isla de Tenerife y le dan por nombre antiguo Nivaria" (2005: 966). Y podría haberse extendido más diciendo que el nombre de Nivaria se lo dieron por estar recubierta de nubes y de nieves perpetuas, según se expresa en la primera descripción que se conoce de la isla, en el relato de Plinio el Viejo, pero que allí aparece con el nombre de Ninguaria, a partir del cual derivó Nivaria por una mala lectura que hizo Solino del texto pliniano en el siglo III d.C.; y aun pudo decir que el nombre de Tenerife alternó en las primeras crónicas y mapas de las Islas en los siglos XIV y XV con el de isla del Infierno, éste debido a las erupciones que algunos de los primitivos viajeros y navegantes presenciaron al costear la isla, como consta en la Historia de Abreu Galindo: "A esta isla de Tenerife llaman algunos isla del Infierno, porque hubo en ella muchos fuegos de piedra azufre, y por el pico de Teide, que echa mucho fuego de sí" (1977: 327).

Dos notas añadidas por curiosas. La primera es que el término tenerifa está en la isla de Madeira como denominación de la "boganga" (Sousa 1950: s.v.), una especie de fruta o de árbol frutal. Es lo más probable que el término haya sido introducido en aquella isla por los esclavos guanches que los portugueses capturaron en Canarias en la segunda mitad del siglo XV, como han estudiado Siemens y Barreto de Siemens (1974: 111-143), y de la misma manera que están también en esa isla términos canarios guanches como Garachico, dando lugar a un poblado de la Cámara de Lobos, y los apelativos gofio y tabaibo. Y la segunda es que el topónimo Tenerife pasó también a América: allí nombra en la actualidad a un departamento de Colombia localizado en el Valle del Río Grande de la Magdalena y se lo puso en la primera mitad del siglo XVI su conquistador el capitán Francisco Henríquez, un canario oriundo de Tenerife.

1  Antes de Le Canarien, la única denominación registrada para la isla de Tenerife es la "isla del Infierno", tal como consta en el llamado "Mapa Mediceo" (1351), en el mapa de los Hermanos Pizzigani (1367) y en el Atlas catalán de Carlos V del judío mallorquín Abrahan Cresques (1375).

2 Quizás pudiera añadirse una sexta denominación, la de Tenerifa, que empieza a imponerse internacionalmente por mor del turismo y de la forma con que ha empezado a escribirse este nombre en lenguas extranjeras.

3  Y en efecto, hay que decir que en la isla de Gran Canaria se ha conservado un topónimo guanche con el nombre de Tenefé, y en la isla de El Hierro otro con el mismo nombre de Tenerife.

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ISLA   TENERIFE


MUNICIPIO    Santa Cruz de Tenerife


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