Tiguatón / Tinguatón
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3366
El pequeño poblado de Lanzarote llamado Tiguatón o Tinguatón existía antes de la erupción de 1824, pues es citado 9 años antes, en 1815, por el naturalista alemán Leopoldo von Buch como uno de los lugares afectados por las cenizas y lavas del Timanfaya en 1730.1 Pero fue a partir de la erupción de 1824 cuando este nombre empezó a tomar resonancia dentro de la toponimia de la isla, pues fue epicentro del nuevo volcán. Como consecuencia de esa erupción, aparte el extensísimo territorio que dejó cubierto de cenizas y de lavas, surgieron tres nuevos "volcanes" (propiamente tres nuevas montañas, en terminología local): el de Tao (o Montaña del Clérigo Duarte), el Volcán Nuevo del Fuego (o Montaña del Chinero) y el de Tinguatón (o Montaña de la Tabaiba). Este de Tinguatón fue el último en reventar de los tres y el último volcán que ha tenido la isla de Lanzarote.
El inglés Francis Coleman Mac-Gregor, que ejercía de cónsul de su país en Canarias en aquellos años, describió la erupción del Tinguatón de una manera tan minuciosa y precisa que merece traerse aquí:
A mediados de julio del citado año [1824] se percibieron unos ligeros temblores de tierra en la comarca de Tao, Tiagua y Teguise, esto es, al norte del cráter surgido en 1730, la Montaña del fuego, y casi en el centro de la isla. El 31 de julio, al romper el día y, sobre todo, en los alrededores de Tao, se sintieron fuertes seísmos y se notó que en distintos puntos del suelo, que allí es bastante llano, se habían abierto rajas. De cuando en cuando se percibían sordos rumores procedentes del subsuelo; en las cisternas de Tiagua se evaporó hasta la última gota de agua debido al enorme calor. Pocas horas después se vio, en este mismo llano, que se elevaba una densa nube de humo, mientras que la violencia de los seísmos aumentaba de tal manera que los habitantes quedaron despavoridos. Pronto las rajas del suelo se ensancharon hasta convertirse en grandes grietas, por donde salieron fuego y humo. Fueron arrojadas en todas direcciones piedras de considerable tamaño, que, al silbar y chocar unas con otras en el aire, produjeron un horror tan grande como el que causó el bramido que acompañó a la erupción. Aquella misma noche surgieron veinticinco columnas de fuego de abigarrados colores, que brotaron de otras tantas grietas del suelo. Estas se fueron uniendo paulatinamente y formaron tres cráteres, de los cuales el mayor estaba situado en el medio. Después de casi dieciocho horas cesaron de expulsar materiales sólidos, viéndose salir tan sólo nubes de humo, especialmente del cráter más grande. El volcán permaneció en este estado hasta el 22 de agosto, cuando expulsó, por varias bocas, un montón de piedras redondeadas (trozos de conglomerado) y grandes cantidades de agua, cayendo esta última en derredor, sin haber alcanzado mucha altura. Era un agua turbia, bastante salada, aunque no tanto como la del mar, y con un desagradable olor a azufre (Coleman 2005: 83).
Madoz da entrada a este topónimo por las dos formas Tiguatón y Tinguatón (1986: 219), sin ponerlas en relación: en Tiguatón dice solo que es "pago" de Lanzarote de la jurisdicción de Tinajo; y en Tinguatón lo califica de "término", marca sus límites y comenta su territorio diciendo que "mucha parte de él es pedregoso", cubierto por una capa de arena "que le da el mérito que tiene".
Forma parte de la tradición insular de Lanzarote la leyenda de que Tiguatón fue un pueblo en que, en la primera mitad del siglo XVI, la mayoría de sus habitantes eran moriscos cautivados en las costas africanas cercanas a Canarias que seguían practicando sus hábitos y ritos ancestrales. En un documento de la Inquisición de hacia 1521 se denuncia que "en el Jable o en Tinguatón (Lanzarote) vivían en sus tiendas, se reunían por las noches a la luz de las hogueras, cantaban en su lengua y ejecutaban sus bailes" (Fajardo Spínola 2003: 103).
Con las formas Tinguaton (sin acentuar), Tingutón y Tignaton aparece en los Monumenta de Wölfel (1996: 903), sin explicación alguna.
Pero sí tiene una explicación desde el bereber por parte de nuestro colaborador Abrahan Loutf que lo analiza como un compuesto ti-n-gw-ado. El primer elemento del topónimo lo constituye el prefijo ti-, indicio del femenino, más el nexo prepositivo n 'de'; por su parte, el elemento guatón debe proceder de ado, por prefijación de gua, elemento este que posiblemente esconda la forma de estado de dependencia consistente en una alteración fonética y morfológica que afecta a la sílaba inicial del nombre por la influencia que sobre ella ejerce la palabra precedente; en definitiva: tin + wado, que vendría a significar literalmente 'la del viento', es decir, 'lugar muy ventoso'. Desde luego esta interpretación lingüística coincide al pie de la letra con la característica atmosférica del lugar, pues si Lanzarote es toda ella una isla muy ventosa, este lugar de Tiguatón o Tinguatón lo es muy especialmente por estar en una altura del centro de la isla sin protección alguna.
Otra interpretación podría hacerse de este topónimo si lo relacionamos con el herreño Tigotés y pensáramos que tras ellos pudiera estar la voz tigotan que según las fuentes antiguas (Torriani y Abreu) era como los aborígenes llamaban al cielo, una voz que no tiene paralelos exactos en las hablas actuales del bereber, pero que tiene las características morfológicas de las palabras bereberes según Reyes García (2004b: 148-149).
1 A Buch debemos el conocimiento del relato que el famoso cura de Yaisa, Andrés Lorenzo Curbelo, hizo del surgimiento del volcán de Timanfaya. El relato comienza así: "El día 1 de septiembre de 1730, entre las nueve y las diez de la noche, la tierra se abrió de pronto cerca de Chimanfaya, a dos leguas de Yaiza. Desde la primera noche, una enorme montaña se levantó del seno de la tierra, y de su cima se escaparon llamas que continuaron ardiendo durante diez y nueve días..." (Romero Ruiz 1997: 106).
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