Tirajana
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3433
El nombre de Tirajana designa una amplia comarca de la parte alta de Gran Canaria, en su vertiente del sureste, de morfología muy compleja, que a veces se denomina en plural las Tirajanas, y que comprende actualmente dos municipios, el de San Bartolomé y el de Santa Lucía, ambos con el "apellido" de Tirajana, siendo el primero de ellos el de territorio más extenso de toda la isla. En la antigüedad la gran comarca de las Tirajanas comprendía una sola demarcación que tenía por límites al norte la cumbre de Tejeda, al este el Señorío episcopal de Agüimes, al sur el mar y al oeste el territorio de Mogán. Es en el siglo XIX cuando se produce la división en los dos municipios actuales.
Son multitud de topónimos particulares los que llevan el nombre de Tirajana, además de los dos pueblos cabeceras de sus respectivos municipios. Tras ellos, el más importante y característico es la Caldera de Tirajana, una inmensa depresión de unos 35 km2 producida por sucesivos procesos vulcanológicos ocurridos durante millones de años y que se corresponden con los tres ciclos magmáticos más importantes que, según los geólogos, ha tenido la isla de Gran Canaria. Después está el Barranco de Tirajana, que se inicia en la parte más alta de la isla en su vertiente este, por la región de Taidía, y que finaliza en el mar, extendido en unas amplias barranqueras entre Pozo Izquierdo, al norte, y Castillo del Romeral, al sur, formando frontera en su último curso entre los dos municipio de Santa Lucía de Tirajana y SBT. Hay también un Pinar de Tirajana, en la parte alta de los dos municipios, y una Vista de Tirajana, con el nombre variante de Vista de Fataga, situada por la zona de Entremontañas, que da vista al sur de la isla. Y el más moderno es una Presa de Tirajana construida en el fondo del barranco entre las poblaciones de La Sorrueda y Sitios de Abajo (La toponimia de Gran Canaria 1997: II, 317, y GAC 192 A4).
Hallamos también un Tirajana en las fichas de Alvar de la isla de Fuerteventura, claramente transcrito como [tirahá:na], perteneciente al municipio de Antigua y procedente del catastro municipal, aunque sin localización de mapa ni indicación alguna sobre su referencia geográfica. Ante esta imprecisión informativa, y visto que tal topónimo no aparece en la Toponimia de Fuerteventura del Cabildo de la isla ni en el GAC, dejamos pendiente la confirmación de su existencia.
La región de las Tirajanas ha sido hasta tiempos muy recientes una de las zonas más aisladas de la isla de Gran Canaria debido a lo extremadamente quebrado de su territorio y a las dificultades de comunicación con el resto de la isla, sobre todo con la capital. Una y otra vez encontramos en la literatura sobre este territorio los temores de los viajeros por adentrase en él, las dificultades de todo tipo, el excesivo tiempo que requería el camino y hasta el miedo de caerse al vacío al tener que pasar por caminos y veredas que cruzaban precipicios sin defensa. El primer testimonio que queremos mencionar es el del Obispo Dávila que se propuso en 1737 visitar todas las parroquias de la isla. Al llegar en sus Constituciones y Synodales a describir el estado de la parroquia de Tiraxana anota: "A este Lugar, en la primera visita que hice de esta isla, no me atreví a subir desde Aguimez, yá por ser Invierno, yá porque me le pintaron inaccessible" (cit. Riviere 1997: 148). Y antes, en 1686, P.A. del Castillo en su Descripción de las Islas de Canaria dice de esta región de Tirajana cosas que hoy llaman mucho la atención, como refugio que fue de muchos esclavos negros que habían llegado a las islas en el tiempo de las razias de los siglos XVI y XVII para el cultivo del azúcar y que vivían en cuevas1. Escribe de este lugar:
Es asperísimo, por lo quebrado de su situación, en la sierra de esta isla, remoto de esta ciudad seis leguas, su vecindad de 416 vecinos, muchos negros, que se mantiene su color tan atezado como si vinieran ahora de Guinea, ignorando el tiempo de su entrada; sí solo se sabe que son libres de cautiverio (Castillo 2001: 206).
La misma impresión de distancia, de aislamiento y de peligro expresa Viera y Clavijo en su Historia de Canarias, añadiendo también la noticia sobre los negros. Habla de las dificultades que tiene que padecer el cura encargado de la parroquia: "El cura, provisión del obispo, padece gran trabajo en la administración de sacramentos, por lo largo y áspero del distrito. A veces gasta dos días en ir y volver de un paraje". Describe el camino que ha de recorrerse para adentrarse en el territorio desde Agüimes: "El camino desde Agüimez (sic) hasta la ermita de San Miguel, pago de Temisas, es muy agrio, por la gran profundidad de tres barrancos; pero es todavía peor el que sigue, especialmente la bajada al valle de Santa Lucía, larga, pendiente y con rodeos". Y termina con la noticia de los negros: "Hay en Tirajana algunas familias de negros que ignoran su origen. Tal vez están allí desde que hubo ingenios de azúcar" (1982: II, 394). Nada nuevo dice Quesada Chaves sobre Tirajana, siempre escrito así por él, salvo que según censo de 1742 contaba con 530 familias y 1.874 personas, estando ya desmembrado de la parroquia de Agüimes (2007: 124).
Todo esto en el siglo XVIII. Pues no habían cambiado en nada las comunicaciones hasta que a finales del siglo XIX el antropólogo René Verneau se adentró en aquel territorio en busca de restos guanches:
Para salir del cráter de Tirajana -dice Verneau- hay que internarse en senderos tan difíciles como por el que hemos penetrado. Los caminos reales que conducen a Las Palmas serpentean grandes precipicios, y lo mejor, para evitar accidentes, es confiarse a una buena bestia. Acostumbradas a estos senderos, avanzan con toda clase de preocupaciones y, en general, no se caen, porque sienten muy bien que podría costarles la vida (1981: 189).
Finalmente, una buena descripción de la zona la encontramos en la pluma de Sebastián Jiménez Sánchez, un hombre contemporáneo que como Comisario Provincial de Arqueología la recorrió en la segunda mitad del siglo XX palmo a palmo, estudiando su geografía, su prehistoria y las costumbres de sus habitantes:
La comarca de "Las Tirajanas" ofrece una fisiogeografía inconfundible, posiblemente la más impresionante y original de Gran Canaria. Es abruptísima, surcada por grandes depresiones y desgarros geológicos, retorcida, áspera, barroca, luminosa, ardiente y fría, seca y verde, con oasis y rinconadas de ensueño y panoramas bellísimos. Encierra historia heroica, leyenda y poesía, y fue santuario de la hispanidad canaria. Pero, también, paralelamente, ofrece al investigador una prehistoria excepcional, enquistada en un megalitismo singular, desconcertante, que constituye un mundo indigenista canario del más acuciante interés arqueológico y etnológico (Archivo SJS depositado en el Museo Canario).
Tiene razón Jiménez Sánchez. Las Tirajanas, a pesar de las dificultades de su territorio, o quizás justamente por eso, fue una de las regiones más habitadas y practicadas por los aborígenes, y prueba de ello son los restos arqueológicos de que habla Jiménez Sánchez, pero también lo son los nombres de esos lugares que aparecen una y otra vez en las acciones de guerra y de defensa que tuvieron lugar en la conquista de la isla.
Si hemos de creer a Onrubia Pintado (2004: 208) y a Faneque Hernández (en comunicación personal), el actual Tirajana se identifica con el Atrahanaca que aparece en la relación de los 35 "lugares y aldeas" que tenía Gran Canaria al tiempo de iniciarse la conquista, según el recuento y nombres que da Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios (cit. Morales Padrón 1978: 515). Pero no vemos cómo explicar el cambio de ese nombre antiguo al actual, a no ser que se considere una mala transcripción por parte del cronista de la información oral que pudo recibir para hacer su famosa lista. Sigue diciendo Onrubia que, según informaciones concordantes de otros cronistas, en ese lugar de Tirajana había un poblado de montaña dotado de un refugio-santuario que bien puede identificarse con la actual Fortaleza de Santa Lucía, "importante caserío, presidido por un refugio fortificado, compuesto por cuevas naturales y artificiales y casas de piedra" (2004: 208).
El topónimo aparece en todos los registros históricos canarios desde el principio, puesto que en su territorio ocurrieron algunos de los episodios principales de la conquista de la isla de Gran Canaria, y concretamente el episodio final con el rendimiento de los más, ante los ruegos y promesas que les hizo el Guanarteme de Gáldar, pero también con la oposición de Bentejuí y de otros valientes que decidieron inmolarse arrojándose desde un alto risco antes que someterse a los castellanos. Ese lugar se identifica en los textos antiguos como Ansite, nombre que se ha perdido en la tradición oral: hoy se conoce por La Fortaleza.
El sonido velar sordo [x] del término Tirajana es inequívoco, y no la aspiración, pero ese fonema es el que ha provocado la mayor parte de las variantes de su escritura: Tirahana, Tiraxana o Tirajana; de escritura decimos, que no de pronunciación, aparte otras grafías erradas como Tirarana / Tirarano de Glas y Tirajona de López de Ulloa (citados por Wölfel 1995: 853). De manera particular, como Tirahana aparece generalmente escrito en los Repartimientos de Gran Canaria (Ronquillo y Aznar 1998); como Tiraxana en el mapa de Torriani (1978: 87); como Tirahana en el de Briçuela y Casola (2000: 44) y en el de P.A. del Castillo (1686/1994); como Tiraxana en la relación de poblaciones de la isla que en 1740 elaboró Antonio Riviere (1997: 140), que tenía entonces 508 vecinos (y 1.922 personas), de los cuales solo 58 vivían en el núcleo de Tunte, donde estaba la iglesia -se dice-, pero Tirajana escribe ya Viera y Clavijo (1982: II, 108), quien dice tenía entonces, junto a Arucas y Firgas, los mejores ingenios de azúcar de la isla.
No debe confundirse Tirajana con Tunte; la distinción que en la actualidad se hace entre los dos términos se corresponde exactamente con la que se hace en los documentos antiguos contemporáneos y posteriores a la conquista: Tirajana era y es una comarca y Tunte el poblado central de esa comarca. Es algo que advierte con total precisión Madoz en su Diccionario geográfico (1986: 219): dice que San Bartolomé de Tirajana es conocido también por el nombre de Tunte, pero solo el núcleo poblacional, no el municipio. El lugar exacto de Tunte lo concreta Viera y Clavijo en el centro del pueblo, al lado de la iglesia. Dice el arcediano: "Cerca de la parroquia, que es buena, hay arruadas muchas casitas terreras y cuevas habitables, este sitio se llama Tunte" (1982: II, 394).
Esta doble denominación es un buen ejemplo del sincretismo tan fuerte que existe en la toponimia canaria: muchos lugares del Archipiélago alternan o comparten una denominación con un nombre guanche y con otro español: en Tenerife, Aguere y La Laguna, Arguijón y La Cuesta, Chasna y la zona cumbrera de Vilaflor y de San Miguel de Abona; en Gran Canaria, Tinamar y San Mateo, Satautejo o Tasautejo y Santa Brígida, además del caso que nos ocupa Tunte y San Bartolomé de Tirajana; en La Palma, Echedey y El Charco, Aridane y Los Llanos,Tedote y Las Breñas; en El Hierro, Taibique y El Pinar, etc. Incluso, en algunos casos el topónimo actual incluye las dos denominaciones, tipo Los Llanos de Aridane, Pico del Teide, lo que supone ser topónimos semánticamente reduplicados, algo así como 'los llanos del llano' y 'el pico del pico'. Y aunque los dos nombres no sean exactamente coincidentes en sus referencias geográficas, muchas veces, y por parte de variados autores, se ha dicho que la denominación española viene a ser "la traducción" del nombre guanche persistente; es posible que en algunos casos sí lo sea, pero no es esa la regla general: la nueva denominación que los españoles impusieron a esos lugares, sobre todo cuando se trataba de poblaciones, respondía a motivaciones totalmente nuevas, como fueron los hagiotopónimos que manifestaban una devoción religiosa particular, como son los topónimos de San Bartolomé, San Mateo o Santa Brígida, en Gran Canaria; otras respondían a una característica distintiva del terreno, como El Pinar en El Hierro o La Cuesta en Tenerife, etc.
Wölfel visitó la comarca de Tirajana y en la correspondiente entrada de sus Monumenta recrea el impresionante panorama que se presentaba ante su vista a la vez que pensaba en el porqué de su nombre:
El enorme cráter de Tirajana, abierto hacia el mar como la Caldera de La Palma, rodeado por la muralla que forman los altos riscos y con el suelo desgarrado por un barranco a modo de cañón, fue seguramente un cantón, y no un único lugar, pues aún hoy perviven allí varios poblados. El día en que en compañía de mis amigos del Museo Canario estuve por aquel impresionante paisaje, hubo un momento en que exclamé: "ti-raja-na ha de ser un plural", a lo que Don Juan del Río contestó: "efectivamente, hay documentos antiguos en los que también figura Los Tirajanas (1996: 853-854).
En efecto, las dos observaciones de Wölfel y de Juan del Río son ciertas, con algunas matizaciones: que la voz tirajan(a) parece representar el modelo ti---n del plural femenino del bereber, con añadidura castellana de la paragoge -a, y que en la tradición oral actual se sigue conservando la expresión "Las Tirajanas" (no Los que dice Wölfel). Pero otra cosa es que la expresión castellana Las Tirajanas sea traducción directa de la forma plural del guanche, pues eso supondría que los pobladores españoles conocieron el valor plural que tenía el topónimo guanche; más bien esa expresión plural de Las Tirajanas parece referirse a los dos núcleos de población principales que se encuentran dentro de la inmensa caldera: San Bartolomé y Santa Lucía, ambas de Tirajana. Y a pesar de todo ello, no encuentra Wölfel interpretación alguna para el topónimo. Últimamente, Rodríguez-Dincourt (2014, y http://canarioskeltamahaq.blogspot.com.es), desde el diccionario de Calassanti-Motylinski, pone en relación Tirajana con la voz del tuareg ar'ahar (plural ir'aharan) con el significado de "todo valle, grande o pequeño, con o sin agua", que bien podría acomodarse a determinados lugares particulares del tan amplísimo territorio grancanario, pues bien pueden encontrarse en él, como el de Fataga en el municipio de San Bartolomé de Tirajana o el de Ingenio y Sorrueda en el municipio de Santa Lucía de Tirajana, pero en absoluto el territorio general de las Tirajanas puede corresponder al concepto que desde el español general y aun desde el particular canario se tiene del término valle.
Dos etimologías espurias encontramos sobre este término. La primera se la dio Diego de Guadix (2005), un fraile franciscano que estuvo en las islas a finales del siglo XVI y que metió el nombre de Tirajana, junto a otros topónimos canarios de origen guanche, dentro de un diccionario suyo dedicado a las voces árabes presentes en el español. Se comprenderá que el resultado de su interpretación no puede ser tenido en cuenta puesto que su análisis parte de un supuesto falso: creer que Tirajana procede del árabe; y así dice que este nombre Tirahana, "sin quitarle ni ponerle letra alguna, significa en arábigo 'prendas: nos quitas la prenda'" (2005: 970-971). Tampoco debe tenerse en cuenta la interpretación que por etimología popular se ha hecho de este topónimo y que sigue viva como leyenda popular en la tradición oral de la zona, y es que en tiempos antiguos -en tiempos de los guanches, dicen- vivía por aquellas alturas un gran gigante que tenía una hija también gigante que se llamaba Ana, y que cuando los españoles iniciaron la conquista de aquellas tierras, el gigante hacía grandes estropicios de ellos, tirándoles grandes piedras, y mandaba también a su hija giganta que hiciera lo mismo, y le decía a grandes voces: "Tira, Ana; tira, Ana", de donde quedó el nombre de Tirajana. Esta leyenda la hemos recogido personalmente de labios de gentes nativas del lugar en los años finales del siglo XX (Trapero 1993: 69-70), y la recogió también, con algunas ligeras variantes, Chil y Naranjo a finales del siglo XIX, naturalmente burlándose de ella (Chil 2006: 143-144).
Entre las interpretaciones que se han dado para este topónimo y que sí deben tenerse en cuenta está la de Abreu Galindo que dice que el risco llamado Umiaya, en Tirahana, en español significa Riscos Blancos (1977: 156). En realidad, aquí, Abreu traduce el término Umiaya (que, por cierto, se ha normalizado como Humiaga, pero que ha desaparecido en la toponimia actual), no el de Tirajana, y además lo que dice es que lo que antes se llamaba en guanche Umiaya ahora se llama en español Riscos Blancos, que no es lo mismo que decir que Umiaya signifique 'riscos blancos'. El caso es que este pasaje de Abreu se ha extrapolado y es frecuente leer que Tirajana significa 'risco blanco', pues, en efecto, uno de los accidentes más llamativos de la zona es el inmenso risco de color blanco muy llamativo que contrasta con todo el contorno y que justamente da nombre al poblado de Risco Blanco que está a sus pies.
Tampoco nosotros tenemos una hipótesis interpretativa directa y segura para Tirajana, más allá del modelo morfológico del plural femenino ti---n(a) dicho anteriormente. Sin embargo, el término tiene varios paralelos próximos en la toponimia canaria, como Pájara, Ajare, Tanajara y Lajares2, pero sobre todo contamos con el apelativo tarajana que en La Gomera designa una clase de higuera. Si este paralelismo en el plano de la expresión se correspondiera también en el plano del contenido tendríamos resuelto una de las etimologías más debatidas de uno de los nombres más sonoros y conocidos del legado lingüístico guanche. Y bien podría ser, porque la región de las Tirajanas es de las más abundantes y mejores en el cultivo de las higueras de Gran Canaria. Ver la entrada Tarajana.
1 A este respecto, es de mucho interés lo que dice Marín y Cubas en su Historia: "El Cabildo y Regimiento de Canaria a su costa fabricó e hizo armazón de dos fragatas... para limpiar estas costas de piratas, así moros como otros, y correr la costa de África y Guinea a traer negros para el servicio de los ingenios y viñas, que después sus dueños dejándolos libres por voluntad de sus Altezas tienen un pueblo donde habitan todos los negros, en Tirajana" (1993: 172).
2 Nuestro amigo Faneque Hernández, que basa sus hipótesis interpretativas sobre la toponimia guanche en la geografía de los lugares, nos dice que Pájara, Ajare, Lajares, Tanajara y Tirajana significan 'lugar o zona deprimida'.ETIQUETAS
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