Tirma
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/3445
Tirma es el nombre de un amplio espacio de Gran Canaria, perteneciente al municipio de Artenara, en la actualidad totalmente aislado y deshabitado, salvo algún cortijo o unas casas que sirven de centro a la administración de esas tierras, muy cerca de las cuales se encuentra otra que se cree aborigen y que está considerada como la mejor conservada de entre todos los yacimientos poblaciones prehispánicos. A su vez, dentro de este amplio territorio, está la Montaña de Tirma sin duda el accidente más eminente de todo el contorno, convertida en el tiempo de los guanches en uno de los lugares centrales de sus creencias y prácticas mágico-religiosas (La toponimia de Gran Canaria 1997: II, 317, y GAC 172 A2).
Curiosamente, Bethencourt Alfonso (1991: 444) cita un Tirma como risco y caserío en Tenerife, lo que parece una evidente confusión con el lugar de Gran Canaria, pues antes se había referido al Tirma de Gran Canaria con una cita de Marín y Cubas: "Los canarios, como los persas, adoraban al genio en riscos y montes altos y por ellos juraban... Los riscos sagrados eran asilos de malhechores y las casas de las Vírgenes" (ibíd.: 236).
El Tirma grancanario es topónimo que cuenta con innumerables referencias documentales, y tanto por lo que se refiere a la montaña, por ser uno de los lugares "sagrados" de los aborígenes a donde acudían y peregrinaban, como por convertirse después en lugar en que se libraron episodios fundamentales de la conquista de la isla, como por lo que se refiere a la población aborigen que allí existió y que ha dejado importantes restos para la arqueología moderna. El lugar de Atirma se cita entre los 35 "lugares y aldeas" que tenía Gran Canaria al tiempo de iniciarse la conquista, según el recuento y nombres que da Andrés Bernáldez (cit. Morales Padrón 1978: 515). Nuevamente nos encontramos con una grafía antigua iniciada por una a- característica que representa el morfema del género masculino y que se repite en la inmensa mayoría de los topónimos citados en esa relación. De haber sido esa forma la primera y genuina forma guanche, tendríamos que decir que la aféresis de esa vocal inicial se perdió muy pronto, pues es esta cita de Bernáldez la única que lo contiene.
Justamente la circunstancia de ser Tirma uno de los principales lugares sagrados donde los aborígenes practicaban sus ritos y hacían sus ofrecimientos es lo que se destaca en la primera cita que encontramos de este topónimo, hacia 1520, en la estrofa 34 de los Triunfos canarios del poeta extremeño Vasco Díaz Tanco:
Allí eran hidalgos los que procedían
de los despeñados del roque de Tirma,
lo qual bien mirado el roque lo affirma,
onde la manteca en tal fiesta offrescían,
do los sucessores gran fiesta hazían
cadaño el tal día con luengos cabellos,
los otros villanos andauan sin ellos
y desta manera sus ritos complían.
(cit. Rodríguez-Moñino 1934: estr. 34)
Unos pocos años más tarde de la cita anterior, en 1528, un italiano autor de un "islario", Benedeto Bordone, en el capítulo dedicado a las Islas Afortunadas recrea aquellas costumbres de los canarios aborígenes de ofrecerse en sacrificio al recién nombrado señor de la isla. Y aunque en ese preciso contexto no se cita el nombre de Tirma, bien puede interpretarse que pueda referirse a ese lugar, puesto que no es sino una reiteración de crónicas e historias antiguas:
Una vez que el señor ha tomado el poder sin impedimento, uno de sus súbditos se presenta ante él y se ofrece a honrar la fiesta con su suicidio. Y para ver esto, es decir, la consecuencia de tal ofrecimiento, todo el pueblo se reúne en un valle muy profundo. Aquel que se ha ofrecido a morir por su señor sube a una altísima roca y, tras cumplir algunas ceremonias y pronunciar unas palabras en honor de su señor, se arroja al instante desde aquella enorme roca y precipitándose llega al fondo de aquel valle hecho pedazos, donde luego es hallado por el pueblo (cit. Quartapelle 2015a: 177).
Por su parte, Abreu Galindo insiste en que los aborígenes de Gran Canaria "tenían dos riscos muy altos, donde iban con sus procesiones en sus necesidades: el un risco se llama Tirmac, en el término de Gáldar, y el otro risco se llama Umiaya, en Tirahana, que dicen los Riscos Blancos, término de Telde; y quien juraba por Tirmac o por Umiaya, se había de cumplir, por ser juramento grave" (1977: 156). No hay confusión alguna en la identificación del lugar de Tirma, pero sí la hay en la identificación del topónimo Umiaya citado por Abreu, y solo por Abreu, pues el topónimo que aparece en las otras fuentes históricas referidas a este mismo episodio es el de Amagro. En la entrada de esta voz tratamos de este problema. Y es en Tirma donde se produce uno de los episodios más heroicos de la conquista por el lado de los aborígenes. Sigue contando Abreu Galindo que viendo los guanches que no podían resistir por más tiempo el avance de los castellanos, ni aun desde los riscos más ásperos, decidieron rendirse siguiendo el consejo del guanarteme de Gáldar, salvo el héroe Tajarte (sic) que decidió inmolarse antes de caer en manos de los extranjeros. "Púsose, pues -dice Abreu-, al canto del risco, y, dando voces: -Atistirma, Atistirma! (que es llamar a Dios), se dejó caer y desrriscar" (1977: 230).
Así que, por una parte, el nombre de Tirma tiene una referencia estrictamente toponímica y, por otra, es fórmula de juramento sagrado. Pero que, en cualquier caso, el nombre de Tirma no tiene por qué estar relacionado y menos motivado por esa función religiosa. ¿Qué tenía ese lugar para convertirse en lugar sagrado? Los documentos antiguos lo califican de "alto monte", de "despeñadero", de "risco sagrado", de "casa de adoración"; y juntos Tirma y Amagro eran "dos riscos muy altos", "dos riscos inaccesibles", "que confinan con el mar". Interpretaciones modernas dicen que la montaña de Tirma era para los guanches de Gran Canaria el equivalente al Teide para los guanches de Tenerife: la montaña más alta y la eminencia a la que adoraban como a un dios. De hecho desde lo alto de la Montaña de Tirma el Teide se muestra cercano y altivo en grado sumo. Y hasta no faltan interpretaciones de que es justamente la visión del Teide que se tiene desde este lugar la que hizo de la Montaña de Tirma el lugar de culto de los canarios aborígenes.
Una importante noticia añadida hallamos sobre Tirma en el testimonio de Marín y Cubas, la de ser lugar de refugio sagrado para delincuentes:
Otro adoratorio hay en el término de Gáldar, que dura el nombre, que [es] el risco de Tirma, lleno de caseríos, y grandes cuevas; a éste iban las Maguas en romería llevando vasos de leche para regar y ramos en las manos, y de allí bajaban al mar, que está cerca y daban con ellas golpes en el agua pidiendo a Dios socorro en sus necesidades y ellos tenían fe en ser remediados; más de dos leguas alrededor tenían este risco de sagrado para los delincuentes, así para ellos como para sus ganados, y así era muy habitado este sitio (1993: 205)
Y a pesar de ser Tirma un nombre tan simple y fonéticamente tan claro, en las fuentes antiguas lo encontramos escrito de maneras muy varias: Atirma, Tirmac, Thirma, Tirmah, Tyrma, etc., como si los aborígenes lo pronunciaran con sonidos para los que el castellano de los siglos XV y XVI no tuviera las grafías adecuadas para representarlos. Ante este panorama, nos parece que la forma Tirma actual no es sino el final de un proceso de acomodación a la fonética del castellano. Aunque en la cartografía antigua del archipiélago que contiene este topónimo aparece bien escrito y con la forma plena actual: así en el mapa de Torriani (1978: 87) a finales del siglo XVI, en el de Briçuela y Casola (2000: 44) del primer tercio del siglo XVII y en el de Quesada y Chaves (2007: 105) de la segunda mitad del XVIII.
Las interpretaciones que se han dado a la palabra tirma desde el bereber han sido de lo más variado. Wölfel dedica a esta voz dos largos artículos (1996: 410-411 y 521-522), pero no encuentra explicación alguna para su posible significado. Álvarez Delgado trató en varios lugares de este término con interpretaciones varias; en (1979: 16) dice que procede del bereber tirmag, que es femenino plural, y que significa 'desgracia' o 'desventura'. Reyes García (2004b: 228-229) lo traduce por 'invocación al sol' desde la supuesta etimología ttir-may. Y últimamente, Rodríguez-Dincourt (2014) lo vincula con la voz del tuareg tiremmar, que procede de tarmert, con que se designa a un ángulo cualquiera entre dos o más superficies, y que en aplicación a la orografía puede señalar el ángulo saliente de una montaña, y en el caso concreto de la montaña de Gran Canaria señalaría los límites que marcan las piedras que hay hincadas a manera de mojones como el límite de aquel refugio sagrado de que hablan las crónicas e historias de la conquista de la isla, en paralelo con la montaña de Amagro.
Nuestro colaborador Abrahan Loutf cree que puede explicarse desde el radical bereber DRM, por ensordecimiento de d > t, del que derivan aderum e iderman con el significado de 'clan, familia y aliados' que tiene en la Kabilia de Argelia. Por otro lado, en el Alto Atlas, Laoust recogió Idermi como nombre de un río, Ayt Wadrim como nombre de una población y Nadroma como gentilicio de una tribu que ha dado su nombre a una ciudad a 60 km de Tlemcen en Argelia. Con prefijación de s- y sufijación de -t, asdermt tiene en el habla chelja el significado de 'paso entre dos montañas no muy elevadas' y el de 'valle estrecho que no tiene curso de agua', y la forma simple adrum el de 'clan político'. La voz se encuentra, por prefijación de a-s-, en las expresiones erzem asderm 'abrir las hostilidades' y qqen asderm 'cerrar las hostilidades' (Laoust 1939: 274).
Otras informaciones podemos añadir como comentarios al topónimo Tirma. Nuestro amigo Rafael Esparza, conocedor del habla bereber del Norte de Marruecos, nos dice que la voz tirma existe todavía entre los bereberes marroquíes del Rif y que se refiere a una especie de diosa representada con grandes nalgas, una especie de paralelo con el ídolo Tara del Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria; más coloquialmente tirma en el habla del Rif significa 'culo'. Pero el Diccionario español-rifeño de Sarrionandia e Ibáñez da para culo (posaderas) las palabras zajna (pl. zijenwin) y açebbor (pl. içebboren).
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