Iguadén
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/4532
El nombre de Iguadén lo lleva hoy un amplio campo de lavas y de malpaíses de Lanzarote perteneciente al mun. TIN, situado al oeste de la Montaña Tisalaya y al norte del territorio de La Jeria, y además, como variante secundaria, una pequeña montaña del lugar que tiene por nombre principal el de Montaña Quemada o de las Quemadas, por estar situada al borde mismo del paraje así llamado (Trapero y Santana 2011: 246). Por tanto hay una gran vacilación en la denominación de esta montaña, que fue producto de las erupciones del Timanfaya de entre 1730 y 1736. A esto añade Agustín Pallarés (1914: 171) una nota descriptiva de la montaña, diciendo que se trata de un volcán aislado, de tamaño medio, y con un cráter profundo y regular, una de las calderas más perfectas que hay en toda la isla.
Pero antes de que surgiera la montaña, Iguadén fue una localidad que tenía 7 vecinos y que quedó perdida por la arena, las lavas y cascajos que la tupieron, según expresión de Antonio Riviere (1997: 194). Madoz (1986: 126) ofrece en el comentario de este topónimo una noticia lingüística, de las pocas de este tipo que aparecen en su Diccionario geográfico, diciendo que la parte de la isla de Lanzarote donde está Iguadén "se llamó Iniguadén por los aborígenes". Y sigue diciendo que entre los términos de Tisalaya y Tinguatón "se encuentra un mar de lava vomitada por los cráteres de 1730, que cubrió el mejor terreno y las mejores vegas; sin embargo, el que escapó a la inundación, quedó cubierto de arena, por cuyo motivo y por ser de escelente (sic) miga, constituye parte del terreno de primera calidad que hay en la isla".
En efecto, a juzgar por las muchas y muy variadas formas con las que se ha registrado desde antiguo, el término actual de Iguadén debe ser una forma sincopada de otra u otras anteriores más complejas. Ponemos en orden cronológico todas las citas reunidas por nosotros: Hainaguaden lo escribió Torriani en su mapa de Lanzarote (1978: 45), el primero de todos, a finales del XVI; después, en el XVII, en sus respectivos mapas, Briçuela y Casola (2000) escribieron Hasnaguaden, y P.A. del Castillo (1686/1994) Haznaguaden. En documentación local del archivo municipal de Teguise del siglo XVII aparece con varias formas pero ya más acomodadas a la ortografía del español que las anteriores: entre ellas, como Ynaguaden e Ynaguadera en unas escribanías de Teguise de 1618 (Bello y Sánchez 2003: doc. 24 y 207, respectivamente), y como "cortijo de Guinaguaden" en los nombramientos y títulos de la isla de Lanzarote (Bruquetas 2000: 26). En el siglo XVIII, tras las erupciones del Timanfaya, entre los lugares "perdidos por la arena y cascajo que los ha tupido" cita Riviere (1997: 194) a Iguaden, sin acento, que tenía entonces 7 vecinos, mientras que Viera y Clavijo escribe para este mismo contexto Iñaguadén (1982: I, 788) pero en otro contexto posterior escribe Iniguadén (ibíd.: 794), lo mismo que en su Diccionario de historia natural en que nombra "el Cortijo de Iniguadén" como una de las propiedades que el Marqués de Lanzarote tuvo que ceder, por sentencia del Consejo Real, a un vasallo suyo llamado Gutiérrez, como compensación de una gran pella de tres arrobas de ámbar gris que este había encontrado en una playa de la isla (2014: I, 226-227).
Puestos todos ellos en tabla cronológica ilustran muy bien dos cosas que son muy comunes en toda la toponimia canaria de origen guanche: primera, la gran diversidad de escrituras con que se recogen en la documentación antigua, cuando esta existe, y segunda, la acomodación fonética y léxica que estos términos sufren a lo largo del tiempo desde una hipotética forma aborigen hasta la actual totalmente españolizada:
Torriani | Brihuela | Castillo | Archivo Teguise | Riviere | Viera | Madoz | Actual |
Hainaguaden | Hasnaguaden | Haznaguaden | Iznaguaden Ynaguaden Ynaguadem Ynaguadera Guinaguaden | Iguaden | Iñaguadén Iniguadén | Iguadén Iniguadén | Iguadén |
En el caso concreto de este topónimo, puede verse cómo el cambio entre las formas antiguas y la actual se inicia en el mapa de Riviere (salvado el olvido del acento), que es un autor que nos merece mucha credibilidad pues las anotaciones que hace en sus mapas de las islas de los topónimos (tanto sean guanches como españoles) suelen ser muy fidedignas, pues fue un cartógrafo que recogió los nombres que consignó en sus mapas personalmente de la tradición oral de cada isla, y los manuscribió él mismo con las grafías más cercanas a lo que había oído.
De todas maneras, tras la aparente diversidad formal de todas esas escrituras, acopiadas por Wölfel en sus Monumenta (1996: 759), no hay sino una única raíz léxica, como veremos. Y en el análisis que hace de ellas, sin conocer cuál sea la denominación verdadera ni la que predomina en la tradición oral, porque no la conocía, supone que la forma de Torriani es la más completa, pudiéndola descomponer en (h)a-i-a-wad-en, que tras su aparente complejidad encierra una unidad léxica simple basada en la raíz aborigen wad(a), precedida y continuada esta por elementos morfemáticos, entre ellos el morfema final -en como signo del plural; y el elemento léxico wad significa genéricamente 'mar, agua', comparable con el tuareg abada / ibuda 'canal de riego', con el somalí bad 'el mar' y el de Bedauye gwad, gwadu 'fuente'. Y que en Canarias tiene otro paralelo perfecto en el topónimo de La Gomera Guadá. Aquí estamos totalmente de acuerdo con Wölfel en la consideración de que este topónimo, tanto sea en la forma Iguadén como Iniguadén, representa el modelo del plural masculino del bereber, siendo además uno de los pocos topónimos guanches que se manifiestan en plural. Por tanto, si la interpretación léxica que propone Wölfel fuera la correcta, el topónimo lanzaroteño podríamos interpretarlo algo así como 'canales de riego' o 'las fuentes', lo que es difícil de suponer en el campo de lavas que hoy constituyen aquel territorio, tras las erupciones del Timanfaya, pero no en el tiempo en que se le puso el nombre, que al decir de todos estaba en el lugar mejor y más fértil de toda la isla y en donde no eran raras las fuentes. Y naturalmente hay que poner este topónimo lanzaroteño en proximidad con los Guiniguada y Tenteniguada de Gran Canaria.
Otra explicación da De Luca (2004: 159), haciéndolo proceder de la voz wa-dda, vigente en las hablas del Marruecos Central con el significado de 'este (lugar) de lo bajo, abajo, parte baja' (documentado por Taifi 1991); lo que no parece coincidir con la geografía del topónimo lanzaroteño, que es básicamente un gran llano.
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