ESTUDIO INTRODUCTORIO


11. Una gramática elemental del bereber de aplicación al guanche

La lengua que hablaron los aborígenes canarios se ha extinguido del todo como tal lengua, ya lo hemos dicho. Y por largo tiempo se pensó que aquella lengua no tenía analogía alguna con las lenguas vivas. Esto segundo lo dice Alexander von Humboldt en su libro sobre el viaje que hizo a las Islas Canarias durante unos días del mes de junio de 1799. Pocos días fueron, pero de actividad tan intensa que le permitieron, entre otras cosas, hacer una excursión al pico del Teide, y fueron de memoria tan provechosa que el libro que escribió ha de tenerse como un hito en la visión de las islas por un científico de la categoría del gran naturalista alemán. Sobre todo en los aspectos geográficos, vulcanológicos, botánicos y naturales, pero también para el conocimiento de la historia de las islas, y de manera particular para adentrarse en el mundo de los aborígenes guanches31 en un tiempo en donde todavía estaba en una nebulosa todo lo relacionado con los primeros habitantes de las Islas Canarias. Es justamente en esta parte de su libro donde dice el aserto que hemos elegido como lema inicial de nuestro diccionario: que "el único monumento propio para esparcir alguna luz sobre el origen de los guanches es su lengua" (1995: 170). Pero dice más cosas interesantes sobre la lengua de los guanches, incluso hace una reflexión que correspondería a la lingüística general 32, pero que es de aplicación estricta al guanche y al aspecto que tratamos en este capítulo. Dice Humboldt:

Cuanto más estudiamos las lenguas desde un punto de vista filosófico, más observamos que ninguna de ellas está del todo aislada; menos aún lo parecería la lengua de los guanches si se tuvieran algunos datos sobre su mecanismo y su estructura gramatical, que son dos elementos más importantes que la forma de las voces y la identidad de los sonidos. Sucede con ciertos idiomas como con esos seres organizados que parecen negarse a toda clasificación en la serie de las familias naturales. Su aislamiento es solo aparente, y cesa tan luego como, abarcando mayor número de objetos, se logran descubrir los eslabones intermedios (1995: 171).

La comparación del guanche ha de hacerse con las lenguas bereberes. Pero desde ese método comparatista podría extraerse una mínima "gramática" que pudiera hacer comprender, si no la lengua entera, sí determinados aspectos de la morfología y del léxico de aquella lengua a partir de las voces que siguen vivas en el español de Canarias, también de los topónimos.

En los comienzos de nuestro proyecto de investigación para la realización de este Diccionario de toponimia canaria: Los guanchismos contamos con una Ayuda a la Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología (Referencia BFF2003-06881), de tres años de duración (de 2003 a 2006), que comprendía la asistencia de un becario. Este fue Abrahan Loutf Brahim, licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de la Sorbona de París, nacido de Agadir y hablante natural del tashelhit, la lengua bereber del grupo chelja del Sur de Marruecos. Poseía, por tanto, las condiciones de base idóneas y necesarias para afrontar las dificultades con las que desde siempre se han enfrentado los que se han (nos hemos) dedicado al estudio del guanche: conocía bien el español y hablaba una de las lenguas del bereber, y además era filólogo, lo que le permitía hacer reflexiones verdaderamente lingüísticas. La interpretación que hace Loutf de los topónimos bereberes en relación con los guanches no siempre coincide con la realidad designada en la geografía, pero sí generalmente, lo que hace muy verosímil (apropiado, cabría decir) su método interpretativo. Por lo demás, las palabras del bereber que Loutf trae a colación en su método comparatista con el guanche son voces reales, voces que se adscriben a los sectores del léxico más afines al de la toponimia: la condición orográfica, elevaciones, valles, cursos de agua, naturaleza del terreno, también la flora, etc.; voces existentes realmente en algún dialecto bereber, y no hipotéticas o imaginadas como ha hecho la mayoría de los que han estudiado los guanchismos, y en especial el último de ellos, Reyes García.

La aportación de Abrahan Loutf a nuestro proyecto fue decisiva por cuanto nos introdujo en la problemática del bereber. Aparte de las interpretaciones que nos proporcionó sobre algunos de los topónimos guanches en particular desde la comparación con el bereber, como se hace constar en cada caso, por nuestra petición elaboró una especie de gramática mínima del bereber que pudiera alumbrar los fenómenos más elementales que nos surgían a cada momento en el estudio de los topónimos guanches. Esta gramática elemental del bereber se reduce a la problemática de la clase nominal y a su morfología, por cuanto las unidades léxicas del guanche que perviven en la toponimia canaria no son otra cosa que puros nombres.

Una primera versión de esa "gramática elemental del bereber", aplicada a los topónimos de origen guanche de la isla de Lanzarote, la publicamos en nuestra Toponimia de Lanzarote (Trapero y Santana 2011: 147-180), que después hemos ido perfilando a medida que íbamos ampliando la base documental extendida a la toponimia de todo el Archipiélago. En ella se exponían al principio una serie de noticias introductorias al carácter del bereber como una lengua (en realidad un conjunto de lenguas) perteneciente al grupo camito-semítico denominado afroasiático hablado todavía en algunos países del Magreb, especialmente en amplias regiones de Marruecos y de Argelia, y por los tuaregs del Sahel. La denominación de los grupos berberófonos así como de su propia lengua alterna entre el etnónimo endocéntrico amazigh y el exocéntrico bereber, si bien en los usos europeos actuales predomina el término bereber para referirse a los habitantes no árabes del Norte de África. Y desde luego en la bibliografía general sobre los estudios de la lengua es casi exclusivo el término bereber.

Pese a la dispersión geográfica y al aislamiento de las poblaciones berberófonas, es unánime la opinión de todos los especialistas en la fijeza y uniformidad de las estructuras morfosintácticas y lexicales comunes en todas las hablas del bereber, que afectan principalmente a las estructuras relativas a las categorías sintácticas del nombre, del verbo, de las partículas funcionales y de los determinantes adverbiales. Igualmente a las voces relativas al vocabulario básico de la filiación, al cuerpo humano, a la alimentación, al tiempo, al espacio, a los fenómenos atmosféricos, a los astros, a la fauna, a la flora y a la toponimia. La principal división lingüística interna del bereber la constituyen los fenómenos fonéticos, hasta el punto de que, por ejemplo, dos hablantes berberófonos de Marruecos, uno del Norte, del habla tarifit de la zona del Rif, y otro del habla tashelhit del Sureste del país, no se entenderían entre sí o tendrían grandes dificultades en hacerlo33.

El sistema nominal del bereber está constituido por un "esqueleto" consonántico fijo, en el que se infijan las vocales gracias a lo cual pueden obtenerse formas flexivas diferentes. Una voz bereber contiene una raíz léxica (radical nominal) constituida por una o varias consonantes portadoras del significado y de las marcas obligatorias de género (masculino y femenino) y de número (singular y plural). Así, por ejemplo, el sustantivo argaz34 se compone del morfema a- (marca del masculino singular) + la raíz triconsonántica RGZ = 'el hombre', mientras que irgazen se compone del morfema discontinuo i---en (marca del masculino plural), que encierra la misma raíz consonántica RGZ y adquiere el significado 'los hombres'. El conjunto de las palabras que derivan de una misma raíz deben compartir las consonantes radicales (salvo cuando se producen cambios fonéticos) y el mismo núcleo semántico contenido en la dicha raíz. La interdependencia de la forma y del significado básico de la raíz constituye un rasgo fundamental que comparten todos los dialectos o lenguas bereberes. Las vocales no forman parte del radical nominal, en cuanto que pueden alternar su timbre sin fijación semántica. O sea, que un radical puede determinarse por la simple operación de la selección consonántica que consiste en separar las consonantes de las vocales presentes en el nominal. Por ejemplo, del radical nominal agmar 'caballo' la raíz sería GMR, de adar 'pie' la raíz es DR y de ul 'corazón' la raíz es L. Naturalmente que en la realidad no todo es tan simple y que, como en cualquier lengua, el funcionamiento sintáctico modifica y altera este tan simple esquema en múltiples combinaciones. De hecho, en un radical nominal, pueden también participar elementos consonánticos con valor morfológico que son ajenos a la raíz etimológica del nombre en cuestión, tales como -m- (morfema de agente o de nombre de lugar), -n- (preposición o sufijo de número), -s- (instrumental) y otros, susceptibles de prestarse a confusiones a la hora de determinar la morfología exacta de un nominal. En todo caso, desde el punto de vista gramatical, la raíz como tal en el bereber no goza de ninguna definición que permita adjudicarla en una categoría determinada (verbo, nombre, preposición, etc.), pues tiende a poseer un valor gramatical neutro; son los morfemas flexivos morfológicos los que dotan al radical nominal de un valor gramatical. Por lo tanto, antes de proceder a cualquier análisis morfológico que ataña a un radical nominal, es imprescindible tener en cuenta dos realidades fundamentales: la gramatical y la lexical.

Aun con las enormes dificultades que entraña adentrarse en una lengua para nosotros tan desconocida como el bereber, y aun con la consabida cierta unidad gramatical que se atribuye a los distintos dialectos o lenguas del bereber, más fácil nos parece adentrarnos en el sistema gramatical morfológico, por su regularidad, que en el sistema lexical por lo que de irregular tiene y por lo abierto que está a todas las combinaciones léxicas. De ambos subsistemas trataremos brevemente, con una perspectiva reduccionista y muy práctica que trate de dar respuesta a los fenómenos de la lengua guanche manifestada en el caso particular de la toponimia.

11.1. El sistema fonológico

Al comparar lo que sabemos del bereber con lo que ha quedado del guanche y todo ello con el español, y muy especialmente en el vocabulario de la toponimia, viene bien recordar la frase tantas veces repetida y que se atribuye a Voltaire de que "la etimología es una ciencia en la que las vocales no son nada y las consonantes muy poca cosa", frase que Wölfel pone en la cabecera de sus Monumenta como advertencia del valor de todas sus propuestas etimológicas sobre las palabras de origen guanche de que trata en su magna obra, y que naturalmente nos aplicamos también nosotros.

El sistema vocálico del bereber se basa en tres fonemas: uno delantero abierto /a/, uno intermedio /i/ y uno velar cerrado /u/, que en el caso de la toponimia guanche, por un proceso lógico de adaptación al español, se han convertido en las cinco vocales del sistema español:

 

Bereber

Guanche

a

a

i

e

i

u

o

u

 

Seguramente no arrojaría ninguna luz sobre las características del guanche un recuento total de las vocales que aparecen en el corpus toponímico de ese origen en cualquier posición de la palabra, pero sí lo ofrece el porcentaje que puede hacerse de las vocales cuando son comienzo de esos nombres, y eso por la funcionalidad gramatical que las vocales tienen en el bereber, como después diremos.

Las palabras que empiezan por a- son 350, por e- son 71, 82 por i- y solo 35 y 28 por o- y por u-, respectivamente, que en su conjunto significan el 20% de nuestro corpus total de voces guanches. Es de imaginar que los topónimos que empiezan por e- sean conversión española que en el guanche fuera i-, lo mismo que los de o- procedan de u-. Y es de presumir que en todos ellos ese comienzo vocálico marque el género masculino del nombre.

No tiene ninguna repercusión semántica pero es notable la frecuencia altísima con que en la toponimia de origen guanche se produce la alternancia vocálica, naturalmente en posición átona, como pueden ser ejemplos los siguientes: Aguatabar / Aguatebar, Agüechea / Guachea, Ajeque / Ajoque, Alcabó / Alcabú, Antoncojo / Entoncojo, Araguerode / Areguerode, Areguía / Ereguía, Artiniasa / Artiniase, Bayuyo / Boyuyo, Bejenado / Bejanado, Benijobre / Binijobre, Benjo / Benja, Berbique / Birbique, Bichuelo / Bichuela, Bijache / Bijacho, Biseche / Bisechi, Borbalán / Barbolán, Buquión / Boquión, Catana / Catano, Cháfiro / Cháfero, Chamaso / Chamasa, Charañoche / Charoñoque, Chaurero / Chaurera, Chejeré / Chijeré, Chejirdán / Chijirdán, Chibisenas / Chobisenas, Chibucheso / Chabucheso, Chijeré / Chejeré, Chijirdán / Chijerdán, Chimaque / Chimague, Chinijal / Chinejal, Chiselé / Cheselé, Chuchurumbache / Chichurumbache, Corchuela / Carchuela, Cuéscaro / Cuéscara, Disermedio / Disirmedio, Eltabobo / Artabobo, Enchereda / Inchereda, Ereguía / Areguía, Eretos / Eretas, Esloba / Asloba, Góngora / Góngaro, Goronilla / Guronilla, Guanchifira / Guenchifira, Guruñe / Goruñe, Ijuana / Ujuana, Jabuche / Jabucha, Janduque / Jonduque, Janibal / Jenibal, Janichón / Janechón, Jaranita / Jarenita, etc.

No son muchos los casos que pueden señalarse en que se ha producido la diptongación de una vocal, pero sí son ejemplos los topónimos que se manifiestan en alternancia variante de este fenómeno, como Chigüigos / Chigüiguos, Endugue / Enduegue, Uchoba / Euchoba, Farilaga / Farailaga, Fenaso / Fenauso, Jaragán / Garaguán, Guayera / Guayeira, Japó / Juapó, Jeno / Jenio, Jibito / Jaibito y otros. Y lo mismo los topónimos en que se ha producido una vocalización de consonantes, como en Madrén / Mairén, Chabugo / Chabuibo y Tegosma / Tegoima.

Y llama muy poderosamente la atención la cantidad de términos de la toponimia guanche constituidos íntegra y exclusivamente por la vocal /a/, lo que les otorga una sonoridad y una claridad de blancura. Los hay de hasta cinco sílabas, aunque uno solo: Taparratana; hasta 30 hemos contado de cuatro sílabas: Aganada, Aguacada, Aguadara, Aguamansa, Aguarrama, Aguatabara, Arañaga, Ayacata, Bajamangas, Calafata, Chasagaña, Garañana, Gayagaya, Guaragana, Guarandama, Guardabaca, Jaracara, Marangaña, Marsagana, Taganana, Tamadaba, Tamadaya, Tamajana, Tamanana, Tamargada, Tanajara, Tarajana, Tarangaña, Tasagaña y Tasaratá; y los de tres sílabas son ya incontables, algunos de los más conocidos: Abama, Adara, Afara, Alcalá, Amacas, Amagar, Anaga, Argana, Atara, Ayamás, Bacara, Famara, Fataga, Mafasca, etc.

El sistema consonántico es mucho más complejo que el vocálico y no es uniforme en todas las modalidades del bereber, según afirman los especialistas. En cualquier caso es muy diferente al sistema consonántico del español, como lo es en relación a todas las lenguas románicas (y europeas en general), por los fenómenos fonéticos diferenciales que intervienen, y de ahí la gran cantidad de signos gráficos que se emplean para caracterizar a cada uno de sus fonemas. Pero es comúnmente admitido que en el bereber no existen los fonemas del español /p/ y /?/ y que los fonemas del español /b/ y /d/ no forman parte de los radicales en el bereber. Y sin embargo hay multitud de topónimos canarios de origen guanche que contienen estos fonemas. Naturalmente esto ha de deberse a la "adaptación" fonética que los topónimos guanches han tenido al "españolizarse".

La /p/. En el caso de /p/ puede deberse a la influencia del español permutada con las formas fonológicas más cercanas /b/ y /f/, pues la permuta b/f es muy frecuente en el bereber incluso dentro de un mismo dialecto, como, por ejemplo, en el chelja: ibashcan / ifashcan 'utensilios'; y puede alcanzar proporciones mayores a nivel comparativo interdialectal. En los préstamos que toma el bereber del español se realiza el sonido [p] como si fuera la consonante bilabial explosiva sonora /b/. Y no sería extraño que el fenómeno contrario pueda haberse realizado entre el bereber y el español. Este hecho ya fue señalado por Abercromby, que dijo:

Excepto en Zenaga -y en Zenaga sólo en algunos casos especiales- p no representa ningún sonido propio de ningún dialecto beréber [...] Así, no es teóricamente imposible que, en un período remoto, como en el que el Archipiélago Canario fue colonizado por vez primera desde el continente, los primeros invasores tuvieran palabras-P en su vocabulario (1917: 121).

El número de "palabras-P" (como él las llama) que recogió en las siete islas es de entre 57 y 60, y estas referidas tanto a antropónimos como sobre todo a topónimos procedentes de las fuentes históricas (especificadas en la nota 2 de su estudio), distribuidas de la manera siguiente por islas: 3 para Lanzarote, 5 o 6 para Fuerteventura, 6 para Gran Canaria, 19 o 20 para Tenerife, 20 para La Gomera, 1 para La Palma y 3 o 4 para El Hierro (ibíd.: 85). En esa estadística puede verse la desproporción entre islas y la mayoría absoluta de Tenerife y de La Gomera, y más aún la de esta si consideramos sus respectivas dimensiones geográficas. Pero aun así, la escasez de estas palabras-P en el guanche y su ausencia en las lenguas bereberes es tenida por Abercromby como un indicio de similitud "difícilmente discutible", por lo que la lengua de los antiguos canarios debió representar "una fase primitiva del moderno bereber, y puede considerarse como una rama occidental del proto-libio" (ibíd.: 86-87).

Del corpus que nosotros manejamos, 69 topónimos canarios guanches indudables empiezan por P, como los más nombrados: Paiba, Pabón, Pájara, Pajién, Palochirme, Panete, Panguay, Papapoya, Pay, Pejejé, Pelé, Perenquén, Petén, Petisca, Pija, Pinajache, Pinolere, Pinque, Pírgano, Piris, Pracan, etc., aparte los que la contienen en el interior del nombre. Y en esa nómina se demuestra la mayor frecuencia de estos topónimos en las islas de La Gomera y de Tenerife, tal como ya había advertido Abercromby.

La /?/. La presencia de la consonante nasal palatal /?/ en tantísimos topónimos canarios de origen guanche ha podido deberse a un proceso de palatalización de la /n/, bien fuera en época guanche o, lo que es más probable, en época hispana. Wölfel cree que por influencia de los portugueses (1996: 1041). Son muchísimos los topónimos guanches vivos que contienen la ñ. Y curiosamente con una distribución que no sabemos cómo interpretar pero que tendría que ver con las características dialectales de las lenguas habladas en cada isla. Sobresale la mayoría absoluta de Tenerife sobre el resto de las islas, pero también la mayor abundancia de estos topónimos en las islas occidentales y su escasez en las orientales, en una curiosa escala gradual descendente:

De Tenerife: Afoña, Ajoreña, Añabingo, Añaza, Arigoña, Armeñine, Beñamo, Cafoño, Chabeña, Chagaña, Chajaña, Chañejo, Charañoche, Chéñeme, Chiñaco, Chiñagaña, Chiñama, Eñeque, Fañabé, Garañana, Guañaque, Isaña, Ismaña, Meseñe, Muñique, Muñón, Murgaño, Ñifa y Toriño.

De La Gomera: Ariñule, Garañán, Guañé, Jerduñe, Magaña, Tañe, Guariñén, Guruñe y Jiñoga.

De La Palma: Gañafa, Mañuca, Marangaña, Tarangaña, Tendiña y Taño.

De El Hierro: Juraña, Megueña, Meroriña, Tiñor y Tafeña.

De Gran Canaria: Arañul, Coruña, Garañón y Tiritaña.

De Lanzarote: Majañasco y Tiñosa.

De Fuerteventura: Goruñe y Tiñosa.

En varios lugares de sus Monumenta afirma Wölfel que ni la B ni la D son radicales en el bereber (por ejemplo en 1996: 908-909), por lo que les otorga solo un valor morfemático. Y Álvarez Rixo (1991: 26-27) ya había advertido antes los pocos nombres guanches o la total ausencia de los que empiezan por las consonantes D, K, L, Ll, Q, P y R. Nuestro corpus confirma estas observaciones, en líneas generales, pero manifiesta otras que deberán tenerse en cuenta: el alto porcentaje de las voces que empiezan por B (209 términos, un 7'3% del total del corpus), por J (202 términos, un 7%) y por M (243 términos, un 8%). Son mucho menos elevadas en cantidad, pero también muy significativas, las voces toponímicas que empiezan por C (97 términos, un 3'3%) y por S (96 términos, un 3'3%). Y son especialmente relevantes las voces que empiezan por Ch (256 términos, un 8'7%), que constituye una de las "marcas" morfológicas más características de la toponimia guanche, como diremos más abajo.

Acento. El acento prosódico se constituye en el español en una marca fonológica fuerte, quizás de mayor relevancia que una consonante o una vocal. Y debe tenerse en cuenta cuando se trata de la "adaptación" de una palabra de una lengua guanche al español, tan extraña fonéticamente. Por eso suponemos que el acento que en la actualidad conservan los topónimos guanches, tal como los conocemos en la oralidad, es más fiel al original guanche que las vocales y las consonantes que los constituyen. Y tanto en las palabras simples cuanto más en las compuestas como pueden ser Chuchurumbache, Guiniguada, Tenteniguada, Tamaraseite, etc. Por eso llaman tanto la atención los topónimos que tienen dos o más variantes con cambio acentual, como Áfite / Afite, Ajifio / Ajifío, Anjúa / Anjua, Atosar / Atósar, Bedio / Bedío, Beñamo / Béñamo, Birama / Bírama, Brasía / Brasia, Eris / Erís, Güigüí / Guguy, Güime / Goíme, Gusano / Gúsano y bastantes más.

Esdrújulos en El Hierro. Igualmente llama la atención la larga serie de voces con acentuación esdrújula que se conserva en El Hierro, siendo esta prosodia tan extraña a la morfología del español común y popular, y tanto en voces que son topónimos, como Arétique, Asánaque, Bérote, Ícona, Ícota, Itámote, Mancáfete, Quésquere, Sísaque, Téjena, Tembárgena, Tésera o Tamájesa, como en voces que siguen teniendo la condición de apelativos, especialmente en el léxico que los pastores de la isla siguen usando para los colores de sus cabras y ovejas: cómbaca, ómana, jórana, mástuca, mérusa, pípana, etc. (Trapero 1999b: 69-118).

Agudos en La Gomera. Si en El Hierro son las palabras esdrújulas las que llaman la atención, en La Gomera son los topónimos que acaban en una vocal acentuada, mayoritariamente en é pero también en á, tales como Aradá, Chejeré, Chelé, Cheselé, Chigadá, Chijelá, Chijeré, Chubiqué, Guadá, Guañé, Guará, Jiné, Majé, Pejejé, Pelé, Tagaragué, Tajadé, Tardé, Tasatará, Tejedé, Tejegué y Temodocá. También los hay en la toponimia de Tenerife, pero no en igual número ni proporción: Bujamé, Chabé, Chiné, Elbé, Fañabé, Guañá, Guarná, Guiné, Jigué, Safé y Tamé. También los hay en otras islas pero sin que puedan considerarse significativos por la frecuencia.

Alternancias consonánticas. De entre las alternancias consonánticas que con tanta frecuencia se producen en el léxico de la toponimia guanche (como en general y de manera paralela se producen en la toponimia de origen hispano) la más característica, aunque no sea la más frecuente, es la alternancia t/?, tanto sea al principio como al final de palabra, por el hecho de ser la marca del artículo femenino: Chejeré / Tejedé, Chejerigüete / Tejerigüete, Chijerdán / Tijerdán, Chibisenas / Tibisenas, Tibataje / Chibataje, etc.

Otra de las más frecuentes es la alternancia entre las velares sonora y sorda g/k: entre los apelativos tagasaste / tacasaste, tamargo / tamarco, gambuesa / cambuesa,gorito / corito,juergan / juercan, tagarada / taracada, tagarosa / tacarosa, y entre los topónimos Changojo / Chancojo, Chejenigue / Chejenique, Güestajay / Cuesta Jay, Fénduca / Fénduga,Meriga / Merica, Tagamiche / Tacamiche, etc., de especial frecuencia en La Gomera, como ya advirtió Perera López (2005: 1.19), pero, ojo, no hay alternancia entre el topónimo Mogán y el apelativo mocán.

También entre las velares g/x: Ajeja / Ajega, Bangarro / Banjarro, Boruga / Boruja, Chafrigas / Chaflijas, Chanajiga / Chanajija, Garaguán / Jaragán, Guajaní / Juananí, Guandasa / Juandasa, Guapale / Juapale, Guaragana / Juaragana, Guarrajo / Cuarrajo, etc.

También entre las laterales r/l: Alchifira / Archifira, Almusia / Armusia, Altabobo / Artabobo, Altaguna / Artaguna, Balbusar / Balbusal, Bergara / Belgara, Bergaritas / Belgaritas, Chirijel / Chirijer, Eltabobo / Artabobo, Fireba / Fileba, Japula / Japura, Jirdana / Jildana, etc.

Y es también muy llamativa la alternancia entre las nasales ñ/n: Arigoña / Arigona, Chasaño / Chasano, Chinaco / Chiñaco, Chiñeja /Chineja, Chinoque / Chiñoque, Fonchineja / Fonchiñeja, Ñifa /Ninfa, etc.

No sabemos cómo interpretar los topónimos que fienen formas parejas en la que una de ellas contiene el segmento /ado/ o /ada/ al final de palabra, como Aganá / Aganada, Ajelao / Aquelado, Bayaquería / Bayaquerida, Bejanao / Bejenado, Chabao / Chabado, Chimía / Chimida, Guarná / Guarnada y Iscao / Iscado, si como formas apocopadas las primeras, si como formas epentéticas las segundas o como auténticamente guanches las dos.

11.2. Los morfemas flexivos

Los morfemas flexivos son elementos morfológicos capaces de dotar al nombre de un valor gramatical. En la tabla siguiente se ejemplifican sobre el nombre aserdun 'mulo' (radical nominal SRDN) los tres tipos de flexión morfemática del bereber:

  1. de género: masculino y femenino;

  2. de número: singular y plural; y

  3. de estado: libre y de dependencia.

 

Singular

Plural

masc.

fem.

masc.

fem.

Estado libre

asrdun

tasrdunt

iserdan

tisrdan

Estado asociado

wsrdun

tserdunt

iserdan

tserdan

No trataremos aquí de la categoría gramatical estado, propia del bereber, por cuanto la flexión morfológica depende siempre de una relación sintagmática; se trata de una alteración fonética y morfológica que afecta a la sílaba inicial de un nombre por la influencia que sobre ella ejerce la palabra precedente. No es el caso de la toponimia de origen guanche, que ha pervivido únicamente en palabras simples y por tanto nunca podría determinarse si el elemento inicial de un término toponímico es autónomo o dependiente de una influencia sintagmática.

11.2.1. El género

En el bereber se distinguen dos géneros gramaticales para el nombre: masculino y femenino. Los nombres masculinos frecuentemente empiezan por vocal, generalmente a-, mientras que el género femenino se marca de manera regular mediante el prefijo t- que puede convertirse en el morfema discontinuo t---t. Ese modelo se adaptó en el guanche, tal cual manifiestan los topónimos, según se expone a continuación:

Singular

Masculino

Femenino

Continuo

a- Agaete

t- Telde

ch- Chipude

Discontinuo

i-/e- Idafe

u-/o- Uga

t---t(e) Tacoronte

ch---ch(e) Chimiche

t---ch(e) Tejeleche

 

Modelo a-. El masculino singular del bereber se expresa generalmente por el elemento inicial a-. Y de ello son muestra los topónimos canarios guanches siguientes: Abama, Abona, Asentejo, Acusa, Adar, Adeje, Afur, Agache, Agadir, Agaete, Agando, Ajonse, Ajuí, Alojera, Amagro, Amurga, Anaga, etc.

Álvarez Rixo había encontrado que de sus 571 topónimos relacionados, 111 empiezan por A, lo que representa un 19%. En la lista de Padrón antes comentada, de un total de 2.142 topónimos, eran 710 los que empezaban por A, con una representación del 33%. En nuestro corpus de las 3.615 voces toponímicas (incluidas las variantes) son 447 las que empiezan por A y su porcentaje es un 12,4%. Las variaciones tan sensibles entre los tres recuentos las achacamos a la configuración de los respectivos corpus toponímicos: los de Álvarez Rixo y de Padrón constituidos tanto por topónimos modernos, recogidos de la tradición oral, como sobre todo de registros antiguos procedentes de fuentes escritas. Y es que, como veremos después, muchos de esos topónimos antiguos han perdido la vocal inicial a- en el curso de su españolización. La confirmación de esto que decimos lo encontramos en la relación de antropónimos guanches que reunió Vicenta Cortés de los esclavos indígenas canarios vendidos en Valencia: de un total de 163 nombres, 80 empezaban por a-, es decir, casi la mitad, el 49%, lo que no quiere decir que todos esos nombres fueran de varones, pues según se especifica en el índice onomástico confeccionado por Cortés esos 80 nombres lo eran casi a partes iguales de hembras y de varones, lo que, en sentido lingüístico, debe interpretarse como la no necesaria correspondencia entre el sexo (que es un accidente biológico) y el género gramatical (que es un fenómeno lingüístico).

Como variantes del modelo a-, el masculino singular del bereber puede expresarse también con las vocales iniciales i- y u- que, como hemos dicho, en la toponimia guanche se han podido diversificar en i/e y u/o por influencia del sistema vocálico del español. De entre ellas, la más frecuente en la toponimia guanche es la variante i-, con numerosas muestras bien conocidas: Icod, Icor, Idafe, Ifara, Iguadén, Igualero, Igueste, Ijada, Imada, Inagua, Iramas, Iscagua, Isora, Isque, Isaña, Itámote, etc. Y con las variantes minoritarias o- y u- podemos citar los topónimos Ofra, Ojila, Orotaba, Orián, Ucanca, Uga, Ujima, Umal, Usaje, Utiaca y otros pocos. Si todos los términos guanches que perviven en la toponimia canaria que empiezan por alguna vocal fueran efectivamente signo del masculino singular, tendríamos un total de 727 unidades léxicas, lo que representa el 20% del total, un índice muy elevado.

A ello hay que añadir que esta marca del masculino singular a- ha debido perderse en el curso de la tradición oral en muchos topónimos guanches, como demuestran determinadas escrituras antiguas, caso de Agáldar o Agando reducidas en la actualidad a Gáldar y Gando. A este respecto es muy elocuente la lista de lugares de Gran Canaria que según el cronista de los Reyes Católicos, Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, estaban poblados "al tienpo que la conquista se començó" (cit. Morales Padrón 1978: 515): de un total de 35 topónimos citados, 32 empiezan por a-, entre los que son fácilmente reconocibles en la actualidad Gáldar, Teror, Tirma, Tasarte, Tenoya, Tamaraseite, Fataga y Tirajana, todos ellos con pérdida del prefijo. Y quedan en la tradición oral suficientes ejemplos que atestiguan las dos formas como variantes:

En La Gomera: Agalero / Galero, Aguadeún / Guadeún, Aguadá / Guadá, Aguajinés / Guajinés, Ajelima / Jelima, Amagú / Magú y Amaya / Maya.

En Tenerife: Afrechejo / Frechejo, Aguacada / Guacada, Aguaite / Guaite, Ajagua / Jagua, Anaga / Naga y Anambro / Nambro.

En Lanzarote: Aganada / Ganada, Ajache / Jache y Almusia / Musia.

En La Palma: Aguatabar / Guatabara, Agüechea / Guachea y Amargavino / Margabino.

En Fuerteventura: Afacay / Facay, Amuley / Muley y Ayamás / Yamar.

Y especialmente en El Hierro: Afotasa / Fotasa, Aguadara / Guadara, Aisique / Isique, Agache / Gache, Ajare / Jare, Ajarera / Jarera, Aloprén / Loprén, Amacas / Macas, Anacón / Nacón y Asánaque / Sánaque.

También son ejemplos el Agando de La Gomera y el Gando de Gran Canaria.

Modelo t- / ch-. Simplificando mucho, el femenino singular del bereber se manifiesta en el modelo morfológico t- + raíz nominal, modelo que se manifiesta en multitud de topónimos guanches: Tagoro, Taidía, Tabaiba, Tabordo, Tao, Tara, Tegala, Teguise, Tejina, Temisas, Tenerife, Tigaday, Tilama, Tinajo, Tiñor, Timanfaya, Tirma, Torondo, Toto, Tojio, Tunte, Tufia, etc.

El 26% de las 571 palabras guanches consideradas por Álvarez Rixo empezaban por T; el 28% resultaba en la relación de 2.142 topónimos que confeccionó Francisco Padrón; y el 20'4% resulta de nuestra lista. Valores que considerados así parecen homogéneos, pero que deben leerse en relación con los que forman conjunto. Así en las listas de Álvarez Rixo y de Padrón los términos que empiezan por a- y por t-, signos respectivos del género masculino y del femenino, resultan más o menos equivalentes, pero resultan muy divergentes en la relación de antropónimos de Vicenta Cortés y en nuestro propio corpus. En la relación de antropónimos de esta autora solo el 9% empiezan por t-, lo que ?en el mismo sentido que comentamos en los que comenzaban por a? no quiere decir que todos esos 15 nombres que empiezan por t- fueran mujeres (en realidad, 11 hembras y 4 varones). Y en nuestro corpus, ese 20,4% de topónimos que empiezan por t- resulta ser, con mucho, el valor más alto de todas nuestras estadísticas, casi el doble de los que empiezan por a-. ¿Cómo debe entenderse esto? ¿Que los topónimos guanches eran mayoritariamente del género femenino? ¿Que la desproporción que en la actualidad se muestra entre los términos que empiezan por a- (signo del masculino) y por t- (signo del femenino) es producto de una transformación ocurrida en el proceso de españolización de esas voces, con la pérdida en muchos casos de la a- inicial y la más firme conservación de t-?

Además, y como variante de esta misma marca morfológica del femenino, hay que considerar los muchos topónimos guanches que empiezan por la palatal africada sorda /?/, de especial frecuencia en Tenerife: Chajoco, Chajunco, Chamoco, Chasna, Chejelé, Chejelipes, Chifira, Chija, Chijeré, Chimía, Chinamada, Chira, Chobicenas, etc. De 316 términos que empiezan por ch- (contando las variantes), unos 200 son exclusivos de Tenerife y el resto lo comparten las demás islas, con preponderancia de La Gomera. La frecuencia de esta clase de topónimos ya la advirtió Viera y Clavijo (1982: I, 130-131), y añadimos nosotros ahora que esa marca es variante de expresión del modelo t-. Prueba de que estas marcas iniciales t-/ch- son variantes de expresión en la gramática del bereber y que así se traspasaron al guanche, es la pervivencia en la tradición oral de algunas islas de formas variantes para un mismo topónimo, como Chajora y Tajora en Tenerife, Chibisenas y Tibisenas en Gran Canaria, Tibataje y Chibataje en El Hierro, Chigadá en La Gomera y Tigaday en El Hierro, Tenoya en Gran Canaria y Chinoya en Tenerife, Tijarafe en La Palma y Chijarafe en Tenerife, Tinea y Chinea en La Gomera y Tinea en Fuerteventura, Tuineje en Fuerteventura y Chuineje en Tenerife, etc. Y hasta es muy posible que también lo sean Tinajo y Chinijo de Lanzarote, y que este último podría ser un ejemplo perfecto de cómo un término apelativo, chinijo, pudiera explicar un topónimo, Tinajo.

La consonante palatal africada /?/ no constituye en el bereber ningún elemento morfológico independiente sino que es una realización palatalizada de la dental t- con que empiezan los nombres de género femenino, y aparece por tanto siempre al comienzo de palabra. Esta palatalización en el dominio bereber afecta de modo especial a las hablas del Norte de Berbería, como el rifeño, el chenwi, el cabilio, etc., llamadas hablas "silbantes" porque se articula con una especie de silbido.

Nadie podría decir si los topónimos canarios de origen guanche que empiezan por t- o por ch- responden todos ellos al modelo del femenino singular del bereber, pero sí la gran mayoría. Y sumadas todas estas marcas que hemos expuesto como variantes de un mismo modelo morfológico, de ser efectivamente así, resultan 1.052 términos (también contando variantes), lo que significaría que casi el 30% de las voces toponímicas de origen guanche tienen la marca del género femenino, repartidos en su conjunto bastante proporcionalmente por todas las islas. Pero la muy distinta proporción del comienzo de ch- en la toponimia de Tenerife, seguida de La Gomera, y muy por detrás del resto de las islas, habría que atribuirlo a la norma lingüística mayoritaria de la población bereber que pobló estas dos islas en sus orígenes, más que a una norma impuesta por los castellanos tras la conquista, del todo impensable en estas cuestiones de la toponomástica.

Modelo t---t(e) / ch---ch(e) / t---ch(e). Al lado del anterior hay que considerar el modelo morfológico discontinuo t---t con la añadidura de una vocal paragógica desde el español, generalmente -e, más los modelos variantes ch---ch(e) y t---ch(e), que añaden al femenino singular las marcas de la individualidad y del diminutivo, y del que son ejemplos multitud de topónimos guanches.

Ejemplos del primer modelo t---t(e) son: Taburiente, Tacoronte, Tacote, Tagasaste, Tagaste, Taguasinte, Tagote, Tagomate, Taguche, Taguluche, Tajinaste, Taliarte, Tamadite, Tamaduste, Tamaraseite, Tamasite, Tasacorte, Tasarte, Tegueste, Tejeguate, Teseguite, Tijirote, Tigalate, Tiguirorte, Tomateje, etc.

Ejemplos de topónimos guanches que responden al segundo modelo variante ch---ch(e) son: Chabajache, Charagueche, Chache, Chimiche, Chineche, Chirche, Chiriguache,Chuchurumbache, Chinaguache, Chimoche, Charaguache y otros varios.

Y como ejemplos del modelo mixto t---ch(e) pueden citarse los topónimos Taguluche, Tamarganche, Tamaseche, Tapugache, Tahíche, Tejeleche, Tirimoche, Tamariche, Tagamiche,Tinaguache y así hasta cerca de 40 términos toponímicos. Incluso puede citarse algún ejemplo en que se combinan ambas formas como variantes: Teselinche y Teselinte en La Gomera.

Ya decimos que estos modelos morfológicos no son uniformes ni están representados por igual en todas las islas del Archipiélago, pero servirá como ejemplo la extraordinaria variabilidad combinatoria con la que se presentan en la toponimia de La Gomera de origen guanche, según hace gráfico Perera López (2005: 1.19):

En todos estos casos la -e final mayoritaria no parece que sea sino un añadido paragógico desde el español, para reparar el exotismo que significaría un final de palabra en -t o en -ch (como ocurre en la actualidad en palabras como carnet o chalet, en donde se opta por su supresión: carné, chalé). Este añadido paragógico no ocurre sólo en las palabras guanches terminadas en -t o en -ch, sino en otras varias, como Aitemes(e), Tecoron(e), Bentejis(e), Salmor(e), Tigotes(e), todas ellas de la isla de El Hierro y que perviven con ambas formas en la tradición oral35. La vocal final paragógica preferida por el español suele ser la -e, sin valor morfológico alguno, pero a veces aparece una -a o una -o, como en Tincosa y Galucho. En los casos en que el término guanche sigue siendo apelativo en el español de Canarias este final sí tiene el valor morfológico del género al igual que cualquier palabra del español; por ejemplo latabon-a frente a eltagor-o. Pero es muy difícil decir con seguridad cuándo la vocal final de un guanchismo es paragoge o no.

Frente a este añadido español, pueden considerarse las formas que en la antigüedad aparecían escritas con -e final y que en la tradición oral la han perdido, como Icode y Terore. En estos casos creemos que hay que darle la vuelta a la creencia comúnmente manifestada de que las formas Icode, Terore, Tiñore, Salmore, Tejise, Afure, Chabore, etc. eran las primitivas y auténticas formas guanches, frente a las actuales Icod, Teror, Tiñor, Afur, etc., que serían evolucionadas desde el español. La verdad es que en las fuentes primitivas suelen alternar ambas denominaciones toponímicas, con -e y sin -e final, y que en la mayoría de los casos la tradición oral ha optado por la forma apocopada, salvo alguna excepción como Tesine en El Hierro. Pero en cualquier caso, las formas con -e final no debieron ser originarias guanches, sino formas españolizadas con la añadidura de la paragoge castellana.

Además de su función gramatical como femenino singular, el modelo t---t (al igual que sus dos variantes señaladas ch---ch y t---ch) participa en el bereber en la construcción de las oposiciones 'macho' / 'hembra' (arba 'chico' / tarbat 'chica'), en la oposición relativa a la noción de 'tamaño', siendo el femenino el diminutivo (asif 'río' / tasift 'pequeño río'), en la oposición 'colectivo' / 'individual', siendo el femenino el individual (azemmur 'olivar' / tazemmurt 'olivo', o awttof 'hormiguero' / tawttoft 'hormiga') y otros varios valores. De todos ellos el que más evidentemente se manifiesta en la toponimia guanche es el valor del diminutivo.

Variación morfológica. Es muy común tanto en el bereber como en el guanche la variación morfológica del género dentro de un mismo radical con la consiguiente distinción semántica del nombre afectado. Pueden servir de ejemplo los siguientes casos de la toponimia canaria:

Masculino

a--- ø

Femenino

ta---(t/ch/ø)

A-corán

Ta-coron-te

A-gulo

Ta-gulu-che

A-rure

T-eror

A-ridane

Ta-rudan-ta

-Goro

Ta-goro

11.2.2. El diminutivo

En relación con las marcas del femenino del bereber, últimamente Xaverio Ballester (2014b) ha propuesto una nueva interpretación que deberá contemplarse en su aplicación a la toponimia guanche: que el modelo t-, en vez de ser un artículo femenino, sea un genérico artículo determinado; es decir, que en vez de ser 'la' fuera 'este' o 'esto', con valor determinador; y que el modelo t---t, además del femenino añadiera siempre el valor del diminutivo, muy común en las hablas bereberes en los casos de nombres inanimados y asexuados. Esto segundo ya había sido intuido por Wölfel al hablar de la voz tajinaste (1996: 684), aunque no lo desarrolló como hipótesis generalista. Si así fuera, la propuesta de Ballester vendría a resolver un asunto que quedaba pendiente en los estudios sobre el guanche y en particular en el de la toponimia canaria de ese origen, cual era la indefinición morfológica de los diminutivos.

Es muy general en la toponimia de cualquier lugar la superabundancia de diminutivos, a veces incluso en mayor proporción que sus correspondientes términos positivos, lo cual es lógico, pues los accidentes geográficos que han merecido ser nombrados, es decir, los que se convierten en topónimos, tanto pueden serlo por su condición de tales accidentes en su estado "normal" (una montaña, un roque, un barranco, un lomo, etc.), como por su forma, por el color predominante, etc., como por su tamaño. A este tema hemos dedicado nosotros un estudio fijándonos en los diminutivos y aumentativos de la toponimia canaria de origen hispano (Trapero 2000: 207-236), resultando, por ejemplo, que, aparte de la interesantísima serie de morfemas derivativos usados para el diminutivo, en la isla de Gran Canaria de los aproximadamente 12.000 topónimos con que contaba el corpus sobre el que trabajamos, 2.300 estaban en una forma de diminutivo (mayoritariamente -illo/a, después -ito/a, -ete/a y otros más); o sea, que el 19% de los topónimos de Gran Canaria vivos en la tradición oral son diminutivos. Y porcentajes similares son los que se desprenden del estudio de Salvador Benítez (2011: inédito) sobre la toponimia general del archipiélago canario.

Hemos de suponer pues que los aborígenes canarios tuvieran una similar percepción de la geografía de las islas en las que se asentaron, y que tuvieran también en su lengua procedimientos lingüísticos para determinar esa percepción. Y si en efecto fue el modelo t---t (con sus variantes ch---ch y t---ch) el procedimiento habitual para los diminutivos de sus nombres geográficos estaríamos ante la toponimia guanche en una situación semejante a lo que ocurre en los topónimos de raíz hispana o románica por la gran cantidad de ellos que responden a ese modelo morfológico.

Aparte ello, es el mismo Xaverio Ballester quien en otro lugar (2014a: 50), y a propósito del topónimo herreño de origen guanche Tegoray y de sus variantes Tagorín y Tegurín, postula que posiblemente ese final -ay de Tegoray sea marca del diminutivo en el guanche e invita a investigar en ese sentido. Si en realidad fuera así, en la toponimia de Fuerteventura tendríamos un ejemplo perfecto en la pareja Esque / Esquey, el segundo de los cuales sería expresión guanche del diminutivo, como lo son igualmente Esquencillo y Esquencito respecto de Esquén, pero en este caso ya formados desde el español. Y llamamos la atención sobre los muchos topónimos que terminan en los grupos diptongados -ay, -ey, -oy y -uy, con /i/ semivocal, como Birigoy o Berigoy en La Palma, Muyay en Lanzarote, Tigaday en El Hierro, etc., pero muy especialmente en la isla de Fuerteventura: Ajuy, Chincoy, Esquey, Facay, Firimoy, Guisguey, Jenejey, Miscoy, Muley, Tenemijay, Tenemoy o Ternemoy, Tesejeray, Tetuy, Tinojay, Tisajorey y alguno más.

Otra consideración nos merece la bastante frecuente aparición de diminutivos con formantes españoles sobre unidades léxicas guanches, incluso formando pareja con su correspondiente término "positivo", caso de Erque y Erquito, Epina y Epinilla, Faneroque y Faneroquito, Majaraste y Majarastito, Tauro y Taurito, Jábiga y Jabiguita, etc. Y consideración diferente nos merecen estos respecto de los diminutivos formados sobre palabras guanches que siguen siendo apelativos en el español de Canarias, caso de tabaibita, gorito, goroncita, balillo, mocancito, etc. Estos segundos diminutivos deben entenderse como diminutivos "lingüísticos", puesto que se aplican a palabras que tienen plenitud funcional en la lengua hablada y su significado es plenamente reconocible por los hablantes. Pero los primeros son solo diminutivos "geográficos", o diminutivos relativos, por cuanto se han formado sobre la observación de una geografía comparada; es decir que lo que se califica en esos topónimos es al accidente no a la palabra: Erquito es el barranco de menor tamaño que corre paralelo al de Erque en La Gomera, como Taurito es un barranco menor que el Tauro en Gran Canaria, etc., sin que quienes "bautizaron" esos accidentes conocieran el significado ni de Erque ni de Tauro. Es decir que son topónimos que pertenecen a épocas históricas muy diferentes: los términos positivos a la época guanche y sus correspondientes diminutivos a una época hispana.

11.2.3. El número

Como en el español, son dos los números en el bereber: singular y plural. Esta categoría gramatical dispone de una gran variedad morfológica pero que afecta solo al plural pues el singular conserva siempre su forma inicial de estado libre. A su vez, las marcas del plural repercuten semánticamente en el género (masculino / femenino) y en el estado (libre / de dependencia). Los plurales femeninos derivan morfológicamente de sus correspondientes masculinos a los que se les añade el morfema del plural correspondiente a cada una de sus variedades.

La regla general consiste en el cambio de la vocal inicial del singular en i- + la sufijación de la nasal -n, constituyendo un morfema discontinuo i---n. Este es el modelo del plural del masculino, mientras que el del femenino añade la marca inicial t-, formando el modelo ti---n:

 

Singular

Plural

Masculino

a

i---n

i

i---n

u

u---n

Femenino

ta---t

ti---n

ti---t

ti---n

tu---t

tu---n

Como puede observarse, las vocales iniciales de la estructura que empieza por la vocal prerradical /i/ y /u/ se mantienen en el plural, mientras que la vocal inicial /a/ se transforma en /i/. Este procedimiento puede considerarse como regla general, pero existe una gran variabilidad de formas en cuanto se consideran los varios dialectos del bereber. Y de la misma manera que ocurre con el plural masculino, en esta regla general ciertos cambios fonomorfológicos pueden afectar a la estructura interior.

En aplicación estricta de estos modelos, son pocos los topónimos canarios de origen guanche que los cumplan. Pero quizás no se trate de una pérdida de topónimos en el tránsito de la tradición oral sino de una relativa escasez en origen. Y ello es lógico. Hay que pensar que la toponimia es un registro esencialmente de nombres en singular: se nombra accidentes individuales, incluso cuando se quiere nombrar la pluralidad se prefiere el término colectivo pero en singular, como en el caso típico de las especies vegetales: Berodal, Mocanal, Tabaibal, etc., y en esto la toponimia canaria de origen hispano tiene el mismo comportamiento. De entre los topónimos guanches que terminan en -n y que podrían ser ejemplos de este modelo del plural pueden mencionarse los siguientes ejemplos:

En la isla de El Hierro: Alcalán, Ajón, Aloprén, Anacón,Carascán, Carutalén, Chiringuindón, Guenén, Tacorón (con las variantes Tocorón, Tecorón y Tecorone), Tegorín (y sus variantes Tagorín, Togorín y Tigorín), Tejen, Temejerén, Teón, Tiomanasén (y sus variantes Tamanasén y Manasén) y Unchón.

En La Gomera: Aguadeún, Bajuquén, Barbolán, Chandián, Cherelepín, Gajín, Garañán, Garimén, Guariñén, Jaragán, Tijerdán o Chijerdán, Torián y Urmán (y sus variantes Ormán y Lurmán).

En Gran Canaria: Almogarén, Arguineguín, Asén, Chamoriscán, Chifirón, Tesén, Tocodomán o Tocomán, Tion, Orián o Urián, Tirimasán (variante de Tiramasán) y Tomasín.

En Lanzarote: Iguadén, Tahosín o Tajosín, Tiguatón o Tinguatón, Tomaren y Umán (variante de Umal).

En La Palma: Alén, Garabán, Guarín, Olén o Ulén, Ulión (y sus variantes Ligulión y Digulión) y Oquén o Uquén.

En Tenerife: Abraján, Aguín, Arguijón, Baracán, Birmajen, Chigadín, Fustín y Uchón.

Y en Fuerteventura: Bayebrón, Bigán, Escán, Esquén, Iján y Ugán.

Es posible que a ellos hubiera que añadir otras voces que terminan en una vocal que podría haber sido paragoge añadida en época hispana, como es el caso de Ijona, Taborne, Tesina, Tesine o Urona. Incluso este último tiene sus paralelos perfectos en Orán y Orián. Un caso ejemplar podemos citar de una forma singular Uga y su correspondiente plural masculino Ugán.

Pero nunca podremos estar seguros de que esta marca final -n en la toponimia canaria de origen guanche sea efectivamente un signo del plural. Además, hay que señalar aquí el posible soslayamiento que puede haber en algunos de los topónimos citados que empiezan por i-, como en el topónimo alternante de La Gomera Guaje / Iguaje, pues tanto puede ser marca del plural como variante del singular masculino.

11.3. Otros morfemas prefijales

Modelo ar-: preposición direccional de término. En bereber este formante expresa el punto límite de un movimiento hacia adelante respecto de un nombre de lugar, equivalente a la preposición española hasta. Así, Ar-agando vendría a significar 'hasta Agando', quedando vivos hasta hoy los topónimos Aragando en El Hierro y Agando en La Gomera. Es posible que en algunos topónimos este morfema prepositivo se haya lexicalizado y haya venido a significar 'el lugar de', y así Artaso sea 'el lugar de Taso', quedando vivos Artaso en Gran Canaria y Taso en La Gomera.

Observa Francisco Padrón que de los 710 topónimos de su relación que empiezan por a-, 201 lo hacen por ar-, lo que representa un 28%. En verdad son muchos. En nuestro corpus son muchos menos: 113 términos que representan el 3% del total; citamos entre los más conocidos: Aradá,Arafo, Aragosa, Aregume, Argaga, Arguamul,Arguineguín,Arguayoda, Arure, Arinaga, Artaso, Arteara, Artenara, Artero, Arucas, Aragando, Artenga, Argual, Aridane, Arico, Arona, Articosa, etc., aunque es posible que alguno de estos topónimos corresponda al modelo del masculino singular a- y no al modelo morfológico ar- que ahora consideramos. Un ejemplo hay en la toponimia palmera con la alternancia Agonés / Aragonés, pero que tanto puede ser interpretada la primera forma como resultado de una aféresis como la segunda incrementada por etimología popular para asimilarse al gentilicio de los de Aragón.

Modelo gua- [wa]: presentador determinado masculino, equivalente al artículo determinado español el o al adjetivo demostrativo este, en ambos casos del masculino singular, algo así como 'este es' o 'esto es', frente al simple artículo 'el' de los que comienzan por a-. La característica principal de las voces que se inician con este morfema reside en la sorprendente semejanza formal que comparten con la forma de estado de dependencia, ya que tanto el uno como el otro se caracterizan por llevar la misma inicial /w/. Por lo tanto, determinar su verdadera génesis morfológica ha sido uno de los problemas centrales de la lingüística diacrónica del dominio bereber. Por ello, para algunos estudiosos del bereber esta inicial constituye una de las pruebas que muestra que, en un estado dado en la evolución de la lengua, el elemento /w/ al comienzo de palabra no era un rasgo específico de determinante, como lo es actualmente, sino más bien un rasgo generalizado a todos los nominales masculinos, que había caído en desuso en el estado libre pero que se conservaba en el estado de dependencia.

Especialmente llamativos son los muchos topónimos canarios que creemos de origen guanche que empiezan por gua-. Por ejemplo: Guadá, Guajara, Guadara, Guamasa, Guanapay, Guanarteme, Guanchifo, Guanicoy, Guanil, Guarijo, Guañague, Guadehún, Guarasoca, Guarchico, Guardilama, Guariñén, Guasa, Guasimara, Guasimeta, Guatisa, Guayadeque, Guayana, Guayedra, Guayero, Guayonje, etc. En total, 134 términos toponímicos, que representan el 3,7% del total. Muchos más son los que tienen el segmento -gua- en el interior de la palabra, pero no todos ellos podrían analizarse de la misma manera.

La abundancia de topónimos que se inician por gua- la empezó destacando Viera y Clavijo (1982: I, 130-131) y la han seguido notando otros varios autores, algunos de los cuales han creído ver en este componente gua- de la toponimia guanche el mismo elemento gua- o guad- del árabe, presente en los nombres de tantos ríos españoles (Guadiana, Guadalquivir, Guadalorce, Guadalajara, etc.) y con ese mismo significado de 'río'. Es lo que pensaba en el siglo XVI el franciscano Diego Guadix (2005) al examinar los topónimos de Canarias por él considerados: Aguadinace, Aguatabar, Guiniguada y Tamarguada (sic). Y es lo que seguía diciendo hacia la mitad del siglo XIX Álvarez Rixo, quien no dudó en comparar la lengua de los guanches con el árabe, "porque las raíces del idioma son las mismas" ?dice (1991: 34)?, y que los nombres de barrancos canarios que empiezan por gua ("que en el invierno contienen muchas aguas") deben compararse con los ríos que en la Península empiezan por Guad, porque "los españoles han transformado el uad de los árabes en guad" (ibíd.: 112). Y lo mismo decía unos años más tarde, en 1881, otro erudito autor de Fuerteventura, Antonio María Manrique, que hizo un estudio sobre el lenguaje de los primitivos canarios: "El objeto de nuestro trabajo no es otro, pues, que indagar cuál fue el lenguaje de los guanches, pareciéndonos no ser otro que un dialecto del árabe antiguo, pero un dialecto especial que no ha podido ser aún clasificado" (1881/1991: 305).

Un importante giro da Álvarez Delgado en este asunto (1951: 199), al considerar que el canarismo no es gua sino guad, presente en el comienzo de algunos topónimos, como Guadamojete, Guadaya, Guadina, Guadará, Guadalique, o en el intermedio o final de otros, como Guiniguada y Chimiguada, advirtiendo que aunque significa 'agua' no es un préstamo del árabe sino una raíz de la lengua primitiva. En cualquier caso ?advertimos nosotros ahora?, sea o no sea árabe, la interpretación que todos le han dado es la de ser un segmento léxico y no morfológico, con el significado de 'río' o de 'agua'. Si se observa la realidad designada por estos topónimos, se advierte, en efecto, que algunos de ellos (Guiniguada, Guayadeque o Guayedra) nombran barrancos o lugares en los que suele haber agua corriente y, por tanto, se asemejen a los ríos peninsulares. Pero esos son los menos; son muchos más los nombres de esa relación que designan lugares que nada tienen de hidrotopónimos. Por tanto, la geografía desmiente con rotundidad la interpretación de filiación del árabe y la significación de 'agua' o 'río'. Por otra parte, hay que decir que los dos segmentos que se han puesto en relación ni son iguales ni siquiera equivalentes: el segmento árabe es guad y tiene valor léxico, mientras que el segmento guanche es gua- y solo tiene valor morfológico.

Nuevamente, si procedemos al comparatismo con el bereber, hallamos una respuesta más convincente. En esta lengua existen ciertas parcelas del vocabulario vinculadas a los sectores considerados más elementales y primarios de cualquier lengua, el de los nombres de plantas, el de los animales o el de la toponimia, en que hay gran cantidad de voces del género masculino que se inician con el elemento /w/ antepuesto al prerradical /a/ o /i/, originando así formas iniciales /wa/ y /wi/, que en español tendríamos que transcribir como gua- o güi-. La adscripción de este vocabulario a los campos léxicos básicos y más antiguos del bereber permite relacionar ese segmento inicial con formas muy arcaicas de esa lengua, y su presencia en la toponimia de Canarias vendría a avalar el estrato más antiguo del guanche respecto del bereber, y de ahí que se hable del guanche como de un protobereber.

Eso es lo que han pensado estudiosos del bereber como Laoust (1920) o Vycichl (1952): wa- es un prefijo o, más exactamente, un demostrativo, el resto fosilizado de un sustantivo sin más significación actual que la de denotar el género y el número. Se podría hacer equivaler al artículo determinado español el o al adjetivo demostrativo este, en ambos casos del masculino singular; así wabiba sería 'el mosquito' y wagerzam 'la pantera macho'. Así pues, el segmento inicial gua- de tantos topónimos guanches tendría en su origen el mismo valor que el segmento a-, aunque quizás con un añadido semántico de mayor determinación, algo así como 'este es' o 'esto es', frente al simple artículo 'el' de los que comienzan por a-.

Y a pesar de lo dicho contra la adscripción árabe de los topónimos guanches, hay varios que contienen el segmento guad, bien sea al principio de palabra o en su interior: Aguadá, Aguadara o Guadara, Guadá, Guadajume o Aguadeún, Guadamojete, Guadiana, Guiniguada, Iguadén, Tenteniguada y algún otro. En estos casos es posible considerar una fórmula coincidente con la prototípica del árabe o considerar la /d/ como componente de una raíz léxica fusionada al morfema /wa/, como un caso de combinación léxico-morfológica.

Mas este segmento gua- tiene en la toponimia canaria de origen guanche otras variaciones, combinaciones o derivaciones. Según nuestro colaborador Abrahan Loutf (2007: 100-101), son variantes de este modelo gua- los topónimos que empiezan por los sonidos [we] y [wi] y que en la escritura tanto vienen representados por las grafías que propiamente representan ese sonido [güe] y [güi], como por las iniciales gue- y gui-. Son ejemplos de las primeras grafías unos pocos topónimos: Güestajay (variante Cuesta Jay), Güigüí, Güímar y Güime (variante Goíme), aunque algunos otros llevan ese sonido en el interior: Birigüeyo, Iscagüe, Jagüe, Magüesa, Mequesegüe, Tejegüete, Tejigüel, Terejigüete, Agüimes, Chigüiguos, Tangüingue, Tenegüime, etc. Pero no podemos estar de acuerdo con la segunda consideración de Loutf: escribe nuestro colaborador que a los topónimos que se inician por gue- y gui- se les ha añadido una g- proteica para acomodarse a la ortografía del español que no cuenta con iniciales para la semiconsonante u [w]. Serían ejemplos: Gueleica, Guelguén, Guenchifira, Guenén, Guenia, Guergue, Guerime, Guinate, Guindalaá, Guiniguada, Guinios, Guirgay, Guirre, Guisguey, Guisla, etc. Si bien se considera, estos no pueden ser ejemplos del modelo gua-, pues su sonido inicial es [g] y no [w], a no ser que admitamos que la escritura haya modificado la pronunciación de estos topónimos, cosa que iría en contra de uno de los principios básicos de la toponomástica: la naturaleza oral de los topónimos, mucho más cuando la mayoría de estos topónimos canarios, por su condición de microtopónimos, nunca han estado escritos y su transmisión se ha hecho únicamente por vía oral.

Otra variación de este modelo es la alternancia que a veces se produce entre las velares gua-/jua-, especialmente frecuente en topónimos guanches recogidos en la tradición oral de La Gomera: Guandasa /Juandasa,Guapale /Juapale, Guaragana /Juaragana, Guananí / Juananí, etc. Wölfel lo explica como procedente de una /w/ aspirada del bereber, "algo así -dice- como el sonido que los ingleses escriben wh" (1996: 938).

Con todo, el segmento sonoro /wa/ que contienen tantísimos topónimos guanches, tanto sea en el comienzo como en el interior de palabra, es muy complejo por las combinaciones morfológicas que contrae, por lo que, aparte el tratamiento individualizado que hagamos de cada uno de ellos, cabría distinguir los siguientes modelos:

Gua: componente morfológico, equivalente al artículo determinado masculino del español 'el' o 'este' (procedente del wa bereber), que estaría al principio de palabra. Ya explicado.

Guan: componente morfológico (procedente de gua-n) equivalente a 'el de'.

Agua: los topónimos que comienzan por agua tienen una problemática particular muy compleja según veremos.

Guad: componente léxico que tanto aparece al comienzo como en el interior de la palabra con el sentido de 'canal de riego' o 'fuente' o algo relacionado con el agua.

Guar: componente léxico con el significado 'pedregal' o 'roque'.

Prefijo guan-: equivalente al español 'el de' o 'este es de'. Este segmento inicial de algunos topónimos guanches puede que sea el resultado de una combinación de varios elementos y que admita varias interpretaciones. Que sea el resultado de la velar /g/ como prótesis que el español suele anteponer a los diptongos en /wa/ contenidos en los préstamos que toma de las lenguas extranjeras, o que sea el prefijo bereber /wa/ ya analizado (morfema artículo o demostrativo hoy en día en desuso, pero conservado todavía en varios nombres de plantas, animales y topónimos), y en cualquier caso con el añadido del nexo prepositivo -n-. La forma inicial en el bereber es wan < wa 'el' + n 'de', que habría que explicar por la fusión del morfema gua (presentador determinado) + n (partícula de relación, equivalente a la preposición española de). Son ejemplos los siguientes topónimos: Guantebés, Guanaguao, Guanaluí, Guanapay, Guanarteme, Guanchifo, Guandarsa, Guandasa, Guanicón, Guanicoy, Guanijar, Guanil, Guantesibe y posiblemente también Aguanache, Aguanero, Guiguan, Taguante y algún otro.

Modelo agua-. Finalmente, cabe hablar del segmento agua con que se inician muchos topónimos canarios de apariencia guanche: Aguacada, Aguacay, Aguachicho, Aguadalto, Aguadara, Aguahudese, Aguairo, Aguaite, Aguaje, Aguajebles, Aguajilba, Aguajinés, Agualatunte, Agualique, Agualiques, Aguamache, Aguamansa, Aguamuje, Aguanero, Aguaobispo, Aguares / Aduares, Aguarijo, Aguarrama, Aguasanjuanes, Aguasensio, Aguaserca, Aguatabar y Aguatona. A los que quizás cabría añadir los que tienen ese segmento en otra posición de la palabra: Elaguajinés, Fayagua, Inagua, Iscagua / Discagua, Jagua, Lindaguaje, Magua, Posteragua, Postreragua, Saguales, Taguante, Taguasinte, Tenagua, Tiagua y Tinaguache. En total, unos 50 términos, con una representación del 1,3% del total. Aparte otros desaparecidos de los que tratamos en el Apéndice de este diccionario: Aguachiche, Aguacoromos, Agualeche, Aguamuy, Aguapite y Aguatare.

La complejidad que presenta este conjunto requiere plantear varias hipótesis interpretativas, descartada la más extendida de ser un préstamo del árabe, ya comentada.

a) Que el componente agua sea español y que su referencia sea, efectivamente, un hidrotopónimo; de hecho, por seguir esta interpretación, algunos de estos topónimos aparecen en las cartografías y otros registros escritos, como Agua Lique, Agua Mansa, Agua Ginés o Agua Chicho. Cuando el segundo elemento léxico es claramente español y la referencia geográfica es inequívocamente hídrica, así debe de ser, como en los topónimos canarios de origen hispano Agua (de) Bueyes, Agua Camellos, Agua Ovejas, Aguanueva, Aguasalobre o Aguadulce, pero no cuando el segundo elemento no tiene interpretación alguna desde el español ni en la referencia geográfica existe el agua por ninguna parte, caso de Aguacay, Aguadara, Aguadeún, Aguachicho, Aguaite, Aguarijo, Aguairo y tantos otros. Aunque queden algunos que ofrecen dudas, como Aguaserca o Aguasensio.

Bien se sabe que la escritura de los topónimos no siempre responde exactamente a su naturaleza oral y por tanto no puede ser tenida por criterio lingüístico seguro. Por ejemplo, un topónimo escrito como Aguadalto parece esconder la realidad lingüística Agua de(l) Alto. Pero ¿qué se esconde tras un nombre de lugar pronunciado como [awaxinés]? ¿Los dos componentes hispanos del apelativo agua y el antropónimo Ginés, con una supuesta pérdida de la preposición intermedia, o un único término de origen guanche Aguajinés?

b) Que el componente agua sea una variante del modelo gua- (procedente del bereber /wa/ con valor de artículo demostrativo) y que se haya resuelto en agua por etimología popular. De hecho, algunos de estos topónimos viven en la tradición oral en las dos variantes agua- y gua-, como Aguadeún y Guadeún, Aguatabar y Guatabara o Aguadara y Guadara. Un topónimo como Aguaobispo o Aguabispo de La Gomera puede ser el resultado de dos etimologías populares, en agua y en obispo interpretados desde el español, cuando el étimo puede ser guanche. En cualquier caso, no parece verosímil en estos topónimos la consideración de que ese segmento agua sea el resultado de la contracción de los dos prefijos bereberes: a 'artículo masculino' + wa 'demostrativo', por ser morfológicamente redundantes.

c) Que gua sea un componente léxico (no morfológico) radical, precedido del morfema prefijo a- 'artículo masculino', y que haya podido llegar a confundirse con el segmento morfológico a-gua. En este caso no tendríamos interpretación alguna.

d) Que el segmento inicial agua proceda, por etimología popular, de ag 'hijo de': morfema de filiación + nombre de la etnia, del padre, del lugar, etc.

Cada topónimo de esta serie requiere de un examen particular y hasta es posible que cada uno de ellos responda no a una sola sino a varias de las cuatro alternativas interpretativas expuestas, pero nos parece que la mayoría puede explicarse por la segunda.

Nexo -n-: preposición de pertenencia. En el bereber existe un elemento morfemático que aparece en el interior de las palabras y que propiamente es un nexo prepositivo: es el elemento -n-, equivalente a la preposición española de. Introduce una relación de posesión entre el nombre y las personas gramaticales; por ejemplo, tink 'la tuya' < ti 'la' + n 'de' + k 'tú'. Cuando este elemento -n- aparece en los topónimos expresa una pertenencia metafórica entre el nombre de lugar (no expresado en el topónimo pero sí sustituido por el prefijo ti-) y el contenido del lugar: 'lugar de', 'tierra de', 'pueblo de', 'valle de', 'fortaleza de', 'montaña de', etc. En la toponimia del bereber los segmentos tin-, guan-, ben-, etc. expresan la relación existente entre el topos, el lugar por excelencia en el sentido etimológico de la palabra, y el elemento o elementos lexicales expresados en la continuación del topónimo. Por ejemplo, el topónimo sahariano Tinduf significa literalmente "lugar de duf", y duf, que es un derivado del verbo bereber dof, significa 'mirar, vigilar, acechar, controlar'. Y, en efecto, debido a su ubicación estratégica del lugar de Tinduf permite a sus ocupantes descubrir mucho espacio para un mejor control de las rutas que pasan por él.

Infinidad de topónimos guanches contienen este elemento, que suele aparecer con preferencia tras los siguientes prefijos:

Ta-n: Tanajara, Tancajote, Tanausú, Tanaja, Tanse, Tanganasoga, Tangüingue, etc.

Te-n: Tenafos, Tenacas,Tenefé, Tenerife, Tenoya, Tenacas, Tenesedra, Tenegüime, Teneguía, Tenésera, Tenafos, etc.

Ti-n: Timbaiba, Tinache, Tinaguache, Tinajas,Tinamala, Tinarajo, Tinasoria, Tindaya, Tinajo, Tíngafa, Tinoca, Tincos, Tinguatón, etc. Este modelo requiere un pequeño comentario. Varios autores, entre ellos Agustín Pallarés (2014: 324), perfecto conocedor de la toponimia de Lanzarote, han manifestado la idea de que este componente significa 'montaña', pues muchas montañas de Lanzarote tienen nombres que empiezan por Tin-. Esto segundo sí es verdad, pero no lo primero, por lo que no pasa de ser una coincidencia, pues de inmediato hay que decir que otros tantos topónimos lanzaroteños que empiezan por Tin- no son montañas. El caso es paralelo a los topónimos canarios de origen guanche que empiezan por Gua- o por Guad- y que por ello han sido identificados con la idea de 'río' o 'curso de agua' porque en la Península muchos de sus ríos empiezan precisamente por Guad-. Por ejemplo, el topónimo lanzaroteño Timbaiba vendría a significar literalmente 'lugar donde crece la tabaiba'.

Chi-n (variante del modelo anterior): Chinguaro, Chinamada, Chinyero, Chinguarime, Chinoque, etc., especialmente abundantes en Tenerife y La Gomera.

Gua-n: Guanapay, Guantesibe, Guanchifo, Guanarteme, Guanil, Guanijar, Guanicón, etc.

Modelos B- y Ben-. Unas 265 palabras de nuestro corpus toponímico se inician por la consonante /b/, lo que representa un 7,3% del total. Esa gran abundancia de topónimos podría explicarse desde el bereber. En esta lengua, la b- inicial es morfema prepositivo para la noción de posesión o de propiedad en los nombres masculinos; por ejemplo, asnnan 'espina' > biysnnan 'el mi espino'. Se opone morfológicamente a la estructura m- de género femenino.

Especial consideración merecerían los topónimos que empiezan por ben-, para los que procedería una doble hipótesis: o que sea prefijo con noción de propiedad o pertenencia, resultado de la fusión del prefijo b(e) + la preposición de pertenencia n, con el valor de 'este de' o 'lo de', o que proceda del compuesto win, prefijo (determinante demostrativo) de masculino resultante de: w + i/e + el nexo prepositivo n 'de', con equivalencia aproximada en el español a 'lo que es de'. Como ejemplos: Benama / Benamar y Benigasia en La Palma, Bencheque, Benijo,Benijos y Benisahare en Tenerife, Benchijigua y Bencomos en La Gomera, Beneguera y Bentaiga en Gran Canaria, y Benicosa, Bentejea, Bentejís / Bentejise y Benticota en El Hierro. Una explicación de este segmento morfológico desde el bereber puede verse en Wölfel (1996: 691)36.

En cualquier caso, no debe confundirse este prefijo guanche con el semítico Ben con que empiezan los nombres propios de persona tanto en árabe como en hebreo; en este caso, la semejanza formal no obedece a ninguna ley etimológica común. Tampoco debe confundirse con el elemento léxico ben, equivalente al número uno con que, según el Padre Sosa, los guanches de Gran Canaria empezaban sus números cardinales (cit. Wölfel 1996: 732-737).

Modelo F-. Tanto Wölfel, en el análisis del topónimo Farilaga (1996: 866-867), como nuestro colaborador Abrahan Loutf en el análisis de otros muchos topónimos que empiezan por f-, por ejemplo en Famara, coinciden en señalar que F- es un prefijo en el bereber con el significado de 'estar en lo alto' o 'estar sobre algo' y que en la toponimia refiere accidentes que están en una posición superior. Y así, Falilaga sería literalmente 'lo que está por encima de Airaga', que es una parte de la costa Norte de Gran Canaria, mientras que Famara designaría en un primer momento al impresionante risco que se levanta sobre la caleta y la playa del oeste de Lanzarote.

Son cerca de 90 los términos toponímicos de origen guanche que empiezan por F, un 2,4% del total, y que, por tanto, interpretamos conforme a la propuesta anterior.

Modelo M-. Y son cerca de 300 las voces topónimas guanches que empiezan por M, lo que representa un 6,1% del total, y de los que son ejemplos: Manguia, Majo, Maso, Máguez, Mala, Maneje, Masdache, Mafasca, Macayo, Marsagán, Masca, Mérica, Melenara, Merese, Mirca, Miscoy, Mosaga, Mogán, Mosegue, etc.

En caso de que este elemento inicial fuera morfemático, podría hallarse una explicación desde el bereber. En esa lengua am- es el prefijo con que se construyen los sustantivos derivados de verbos de acción con género masculino y singular. Los topónimos guanches podrían ser, pues, esos sustantivos agentivos tras perder el elemento vocálico a-. Pero también podría corresponder al afijo m- como marca del género femenino y con función de abundantivo. Confirmando esta duda, dice Wölfel con respecto a Magaña: "No sabemos si ma es parte de la raíz o un elemento integrante del radical, pero esto nos sucede con todas las palabras que comienzan con ma-" (1996: 1025). Nada más podemos decir nosotros en este asunto, pero no puede ser indiferente una "marca" que tiene tal recursividad en nuestro corpus.