ESTUDIO INTRODUCTORIO


13. Falsos guanchismos y guanchismos encubiertos

Hay tantos o más "guanchismos encubiertos" como "falsos guanchismos", dijimos más arriba y queremos detenernos un poco ahora en ello.

No basta con que una voz canaria no esté en el DLE como para considerarla prehispánica: están los canarismos, las palabras que se han configurado en las hablas de las Islas Canarias con una fonética y una semántica (o ambas a la vez) particular, diferenciadas del vocabulario del español estándar representado en el Diccionario de la Academia. Un ejemplo bastará: la palabra montaña, siendo tan universal en todos los dominios del español, tiene sin embargo en las hablas canarias una particularidad semántica: no es "una gran elevación del terreno", como dice el Diccionario, sino cada uno de los conos surgidos de una erupción volcánica, sean grandes, como el Teide, o pequeños, como tantísimas montañitas como hay en la toponimia canaria (y hasta montañetitas), y la palabra montaña nunca tiene en las hablas canarias un valor zonal, extensivo, sino meramente puntual; pues esos valores semánticos bastan para decir con toda razón que la palabra montaña es en Canarias un "canarismo". Y naturalmente dentro de los canarismos están los guanchismos, los más genuinos canarismos de todos por cuanto son específicos y exclusivos de Canarias.

Pero ya decimos que en los inicios de la dialectología canaria (y en la española aplicada a las Islas Canarias) bastó para que una palabra de uso común en Canarias no estuviera registrada en el diccionario académico para que fuera considerada prehispánica, sin más. Ese fue el motivo de que voces plenamente románicas como albercón, abisero, arrife, balango, beril, fajana, cabuco, maipez, jable, barbuzano, magarza, gamona, juagarzo, guinso y un largo etcétera fueran consideradas guanchismos por parte de muchos autores, entre ellos por Wölfel, cuando son voces de uso común en determinadas hablas del occidente peninsular español o son portuguesismos. Ese es el "saco sin fondo de lo prehispánico" criticado por Alvar (1993: 130) al asignar como guanchismo a toda palabra de dudosa etimología.

Unas veces la mala asignación tuvo su causa en una mala lectura de los originales, como es el caso de Bafona en vez de Bufona (relacionado con Bufadero), Facana en vez de Fajana, Boruca (mala lectura de bórnea). Otras veces el error de transcripción estaba en los propios originales, como en Albarada por Albarrada (en Berthelot) y en Toyo por Hoyo (en Viera). Muchos falsos guanchismos se refieren a los nombres de personajes intervinientes en las empresas de la conquista y de la posterior colonización de las Islas, como Ábalos, Aldana, Alfaro, Arauz,Arao, Arnao, Arteaga, Aríñez, Azuaje, Bandama (derivado del personaje holandés Van Dame), Bentacor (sic), Cambalud, Camejo, Monagas, Reverón, Sardina, Valerón o Trejo. El grupo más numeroso se refiere a accidentes del terreno o elementos de la naturaleza convertidos todos ellos en topónimos, como Albercón, Abejera, Abisero, Andén, Ancón, Arrife, Borbollones, Bordonos (derivado de Bordo), Brasida (de Brasa), Búcar y Búcaro, Buracas, Chafarís, Chamusquina, Fajana, Furnia, Gavia, Jable, Maipez, Majano, Masapeces y Mazapeces, Rumbazo, Sorriba, Talaya, etc. Le siguen en número los nombres de especies vegetales o relacionados con ellas, entre los que destacan muchos de procedencia portuguesa: aderno, altabaca, aulaga, balango, barbuzano, bubango, caramujo, carrizal, codeso, cotio, gamona, gilbarbera, juagarzo, mondiza, ñame, ruma, sámago, tamo, til, tuno, viñátigo, zato, etc. Y otros se refieren al mundo cotidiano y común de los objetos y de la actividad humana, como alatada, almatriche, chácara, chamizo, esmagar, engodar, miñoco, tejo, etc.

Sin embargo, en el mundo vegetal, bastará con que una especie sea endémica y tenga un nombre no reconocido en el español (o en el portugués) para que sea considerado guanchismo casi seguro, cuales son irama, mol, calcosa, julan, caril, cres, basa, balo, bejeque, berode, amagante, cárisco, gasia, meroriña, jórjal, orijama, tajinaste, ajinajo, tagasaste, tajoste, timboca o mocán.

Otra consideración merecen los topónimos que refieren hechos y tradiciones indudablemente guanches pero que sin embargo se formulan con nombres hispanos o románicos, como son los muchos Baladeros que hay en la toponimia canaria, o las Huesas, los Concheros, las Casahondas o Caserones, los Paso del Palo, etc., y hasta el propio nombre de Guanche.

Pero frente a los "falsos guanchismos" están los "guanchismos encubiertos", las palabras que teniendo fonética y morfología afines al español tienen un origen guanche, si bien han sufrido un lógico proceso de acomodación hispánica. Pusimos antes como ejemplo revelador el nombre del roque más emblemático de Gran Canaria, el Roque Nublo, por estar en el puro centro de la isla, por ser el "pitón fonológico" de mayores dimensiones de toda la geografía canaria, y el de configuración más ejemplar, y también por haberse convertido en uno de los símbolos de la canariedad más "cantados", pues en efecto tiene su propio himno. Pero ese nublo que hoy nos parece totalmente hispano, y que vinculamos inequívocamente con nube o con niebla, es de procedencia guanche indudable como lo demuestran la tradición oral e incluso ciertos documentos antiguos.

Llaman especialmente la atención en este apartado los topónimos que interpretamos como de origen guanche y que coinciden con los nombres de países, de regiones, de ciudades y hasta de apellidos españoles, europeos o del resto del mundo. En estos casos recurrimos a la toponomástica como ciencia que trata de casar la lengua con la geografía para establecer sus propios principios metodológicos. Y uno de ellos hay de aplicación aquí: el principio de "la verosimilitud toponímica" formulado por Coseriu (1999: 18-19), y que también puede formularse como "de coherencia toponomástica", y que consiste básicamente en que la toponimia nombra lo que en la naturaleza y en la geografía hay o se valora que hay, nunca lo que no hay. Naturalmente nos estamos refiriendo al momento inicial y primero de poner nombre a un lugar.

Existen en Canarias topónimos que contienen palabras como Angola, Arjel (escrito en los mapas al uso como Argel)39, Guinea, Meca, Orán, Tunes (escrito siempre Túnez) o Troya y que de inmediato relacionamos y tenemos la tentación de condicionar a los nombres de los respectivos países o lugares africanos o asiáticos. Incluso, al parecer, hubo un Abisinia en Gran Canaria en el municipio de Agaete. Y topónimos canarios como Brasil, Cuba, Cubaba, Campeche, Lima, Niágara o Perú nos predisponen a considerarlos dependientes de los respectivos países o lugares americanos. Y lo mismo con topónimos como Guadiana, Maón, Morón, Oropesa, Orosa, Talabera o Samora que nos inclinan a creerlos trasplantados directamente desde la Península a Canarias. Y no digamos de términos toponímicos como Antón, Chirino, Moya, Murga, Jaime, Jinés, Liria, Mejía, Ojero u Ojeda, identificados como inequívocos nombres o apellidos españoles. Pero no hay porqué ni siempre. Sobre cada uno de ellos podrán verse los argumentos "toponomásticos" que operan para que se incluyan en este diccionario. En la isla de El Hierro, por ejemplo, los topónimos Artero,Orosa, Zamora (escrito así, pero pronunciado siempre [samóra]), Teja, Tejar y Tejal, Tejada, Tejero y Tión tienen muchas probabilidades de ser guanchismos, pese a que puedan encontrárseles paralelos peninsulares. Y de la misma manera el topónimo grancanario Tejeda del que según el Nomenclátor de los pueblos de España hay al menos ocho poblaciones peninsulares llamadas así; como La Jeria de Lanzarote, que tiene un paralelo Geria en Valladolid (cerca de Simancas); como Amurga de Gran Canaria, que tiene los cercanos Murga y Murgas en Álava y La Coruña, respectivamente; como Algüaire, junto al río Segre en Cataluña, casi paralelo perfecto del término guanche guaire; como Magan, pueblo de Toledo, paralelo al Mogán de Gran Canaria; como el tinerfeño Aguamansa y el grancanario Agualatente, detrás de cuya apariencia hispánica debe haber sendos guanchismos evolucionados por etimología popular; incluso el nombre de la isla de La Gomera, guanchismo seguro, pero que tiene un paralelo español en el Peñón de Vélez de La Gomera, aunque al estar en la costa africana hace previsible un étimo bereber. Etcétera.