17. Las variantes
Como todo "producto" lingüístico que vive en la tradición oral, como lo hace el folclore literario (el romancero, el cancionero, los cuentos, las leyendas, etc.) y como también el léxico de la lengua común, también la toponimia "vive en variantes" (en afortunada expresión de Menéndez Pidal aplicada al romancero tradicional), y más en los casos que, como en Canarias, conviven topónimos procedentes de dos lenguas fruto de un proceso histórico diferenciado.
En la cartografía, sea esta oficial o particular, sea de grande o de pequeña escala, como en los letreros de las carreteras, cada lugar aparece denominado con un solo nombre, pero otra realidad es la que vive en la tradición oral: en ella la verdadera naturaleza en la que vive la toponimia es el de la variabilidad.
Las Islas Canarias tanto se llaman así como simplemente Canarias o Archipiélago canario o Comunidad Autónoma de Canarias, etc. Y el lugar de El Hierro que en los letreros de carretera se anuncia como Tacorón los naturales del pueblo más cercano de El Pinar lo nombran unos como Tocorón, otros como Tecorón y los más viejos como Tecorone. Hasta 26 variantes recogió Perera López (2005: 17.25) para un topónimo de La Gomera que tiene por nombre principal el de Tejerigüete; los siguientes:
Chejerigüete, Cherejigüete, Chereligüete, Cherigüete, Chijirigüete, Chirigüete, Chirijigüete, Tajareste, Tajarigüete, Tajereste, Tajerigüete, Tarajagüete, Tarajigüete, Tarigüete, Tejigüete, Teregüete, Terejigoche, Terejigüeste, Terejigüete, Terigüeche, Terigüenche, Terigüete, Tijirigüete, Trajigüete y Trejuguete.
Éste es un caso muy excepcional, pero esa relación podría servir para ejemplificar los complejos fenómenos fonéticos, morfológicos y léxicos que operan en la variabilidad lingüística.
Claro está que tal número de variantes se manifiesta solo en los nombres más complicados y "raros" vistos desde el español, porque un término como goro, que también es guanche, tendrá a lo sumo las variantes gora o guro, y eso solo porque es voz perfectamente asimilada a la lexicología del español.
Y otra condición doble: la variabilidad toponímica es propia de la oralidad y de la microtoponimia; en cuanto un topónimo se hace del dominio general y pasa a la escritura se fija en una sola forma y olvida todas las demás tradicionales. ¿Quién se acuerda ya o repite alguna de aquellas 22 formas variantes que Wölfel recopiló de los textos antiguos para el topónimo Güímar?
Prestamos mucha atención en nuestro diccionario a las variantes cuando estas han sido detectadas en la tradición oral o cuando las hay entre la información obtenida desde la oralidad y la asentada en la escritura. Y esas variantes figuran tanto en la entrada de cada artículo lexicográfico como se explican en el texto introductorio de cada entrada.
Estas variantes producen a veces gran confusión, tanto en la denominación de un mismo topónimo como en la confusión que se produce en topónimos diferentes por tener nombres afines, próximos o cruzados en las variantes. ¿Mucha atención le prestamos? No, simplemente la que se merece. Las variantes no son más que realizaciones "minoritarias" respecto de la mayoritaria que aparece como entrada principal, pero eso no quiere decir que esta sea más "verdadera" que las otras, sino todas tan auténticas como ella.
Gran parte de cada una de las entradas de este diccionario lo ocupa precisamente en deshacer el "lío" formidable en que están registrados los topónimos canarios considerados de origen guanche cuando de ellos se ha ocupado la bibliografía sobre el caso.
Muchas de esas variantes son ciertas y por tanto deben ser expuestas, analizadas y explicadas, pero muchas más o son meras variaciones ortográficas sin repercusión alguna en la verdadera naturaleza lingüística del topónimo o, lo que es peor, simples pero contundentes erratas provocadas por descuidos en la transcripción de citas anteriores, cuando no debidas a reinterpretaciones personales. Un autor merece citarse como representante de esto último, Sabino Berthelot, y como su "autoridad" fue reconocida y seguida sin discusión por los autores posteriores, sus errores en la identificación de las palabras guanches llenan la bibliografía sobre el tema.
De las 3.615 voces de origen guanche que aparecen en la toponimia canaria viva, correspondientes a 2.883 topónimos, 2.313 han sido recogidas con una sola forma, sin variante alguna, y el resto de 570 con dos, tres y hasta con cinco formas, lo que supone que un tercio del total del corpus de la toponimia canaria de origen guanche aún conserva varias denominaciones en su identificación onomástica. Hemos puesto el límite en cinco variantes porque más allá de ellas es muy poco significativo.
El cuadro resultante es el siguiente:
Entradas / Variantes |
|||
N.º de variantes |
Topónimos |
Unidades léxicas |
% / UL |
Sin variante |
2.313 |
2.313 |
64,0 |
1 |
442 |
884 |
24,5 |
2 |
101 |
303 |
8,4 |
3 |
21 |
84 |
2,3 |
4 |
5 |
25 |
0,7 |
5 |
1 |
6 |
0,2 |
Totales |
2.883 |
3.615 |
100,0 |
Un solo topónimo hemos recogido con 5 variantes, además de la entrada principal: Jarniya, Jorniya, Almiya, Armiya, Asniya y Arenillas. Los 5 topónimos con 4 variantes son los siguientes: Birigoyo, Mancáfete, Paretén, Toney y Trajocade. Y los 21 topónimos con 3 variantes son: Aguadeún, Aguaite, Asloba, Bejenado, Binama, Cochuruelas, Guayeira, Guigua, Jaranita, Jase, Juana, Jurao, Miquinés, Nublo, Sis, Tacorón, Tagüigo, Tegorín, Tembárjena, Tenemijay y Trinistra. Las listas de los topónimos con una o con dos variantes las eludimos aquí, aunque pueden verse en la tabla-índice del final.
Las variantes en la toponimia guanche responden a tres tipos de fenómenos lingüísticos:
a) De tipo léxico (como ocurre en el español de Canarias entre barranco y valle), que son las menos a la vez que las más difíciles de detectar por la ignorancia que tenemos de la semántica del guanche, como en el topónimo majorero Tarabaste / Tarajate.
b) De tipo morfológico, como en el ejemplo de los apelativos goro y tagoro y del topónimo herreño Tibataje / Chibataje.
c) Y de tipo fonético, la inmensa mayoría, por causas dialectales desde el español de Canarias o por la falta de fijación de un término que no es bien identificado por los hablantes al ser extraño a la configuración de la lengua común, muy especialmente en los topónimos guanches "raros", como pueden ser los gomeros Tamarjanche y Teguerguenche.
Por tanto, en líneas generales, las variantes guanches deben entenderse, propiamente, como variantes fonéticas (no como variaciones de escritura) vistas desde el español que se habla actualmente en las Islas, y no como originarias del guanche, lo cual no quita para que también las hubiera de ese origen. Los ejemplos de aquellos topónimos recogidos por nosotros con 4 o 5 variantes pueden mostrar bien a las claras ese tipo de variación basado en las alternancias vocálica o consonántica, en la asimilación o disimilación, en la metátesis57, en la etimología popular, etc. Pero deben figurar como entradas independientes, como verdaderas unidades léxicas, pues nunca podremos saber cuál de ellas es la más guanche, queremos decir la primera que figuraba en la época de los aborígenes canarios.
Algunas de esas variantes nos manifiestan determinados procesos evolutivos, al menos desde el guanche al español. Por ejemplo, la tendencia a la pérdida del prefijo a-: Agache y Gache, Agáldar y Gáldar, etc.; el añadido de la -e paragógica: Aitemés y Aitemese, Tocorón y Tocorone, Bentejís y Bentejise, Salmor y Salmore, Tincos y Tincosa; el añadido del artículo español por fonética sintáctica: Time y Letime, Auchón y Lunchón, etc. A veces son justamente las variantes las que denotan el carácter guanche del topónimo, no advertido en la entrada principal, como es el caso, por ejemplo, de la Montaña Mina de San Bartolomé de Lanzarote, cuyas variantes Emina y Emine evidencian esa evolución por etimología popular. Son muchísimos los ejemplos en que las variantes denotan la evolución de un étimo guanche a una palabra finalmente española por etimología popular, como en el caso de los topónimos lanzaroteños Guantebés > Buentebés > Juan Estévez y Guantesía > Guantesibia > Juan Tesía58; etc.
Cuando se considera un solo topónimo basta con dar la relación de variantes recogidas, pues todas ellas responden semánticamente a un mismo y único étimo, pero cuando una de esas variantes se relaciona con otro topónimo de significante próximo pero de significado distinto, empieza un enrevesado lío terminológico y la consiguiente falta de asentamiento interpretativo. Es lo que podríamos llamar "paronimia toponímica" que naturalmente se da en los topónimos que contienen términos guanches de significantes muy parecidos pero ajenos a la fonética del español, como pueden ser ejemplos Chijeré y Chejeré, o Chijirdán, Chijerdán y Chijirdana, o Tamisquerche y Temisquerche.