ESTUDIO INTRODUCTORIO


3. Estudios sobre el guanche

Parece mucho lo que se ha dicho sobre el guanche cuando se ve por encima y en su conjunto la bibliografía existente, pero en realidad es muy poco lo que se ha hecho en cuanto a la interpretación filológica de sus voces. Lo cierto es que cuando se ahonda en esa visión se llega a la triste conclusión de que cualquier estudio que se proponga una contemplación general de los materiales sobrevivientes de la lengua guanche requiere de una revisión total y profunda de toda esa bibliografía, incluida la obra de Dominik Josef Wölfel, autor a quien se le considera la "autoridad" máxima en la materia. Quizás el mayor mal esté en las fuentes que se han utilizado para la catalogación de esos materiales, casi del todo fijadas en la documentación historiográfica antigua, con el casi absoluto descuido de la tradición oral. Cierto es que la lengua de los guanches se perdió pronto (a lo más, cabría pensar en dos o tres generaciones posteriores a la conquista de cada isla) y que no hubo entonces, cuando todavía estaba viva, un hombre conquistador o un cronista o un monje predicador o un misionero que se preocupara por recogerla y describirla o por hacer una gramática o diccionario de ella, como sí los hubo un siglo después en América. Y cierto es también que, como escribió el cronista de la conquista de Gran Canaria Gómez Escudero, "los españoles siempre controvertían el nombre de las cosas [de los canarios] y despreciaron sus vocablos y cuando se reparó para rastrearles sus costumbres por más extenso no hubo quien diera razón de ello" (cit. Morales Padrón 1978: 435). Y lo mismo dijo en verso Antonio de Viana (aunque aquí lo hace para justificar el cambio que él cree desde Cranaria a Canaria):

Los hispanos, que siempre han por costumbre

acomodar cualquier dicción o nombre

a las facilidades de su lengua.

(1999: canto I, 229-231)

No hubo entonces ánimo de fidelidad, ni se preocuparon demasiado los escribanos públicos de recoger los testimonios de los aborígenes con la exactitud que fuera deseable. Y así se ha transmitido lo que de la lengua de los guanches se escribió, a la ligera, y por lo general no oído directamente de los naturales, sino copiado y recopiado por escribanos mal pagados y descuidados, como expresamente denuncia Wölfel (1996: 53). Y así se han venido también repitiendo y repitiendo esos términos en todos los estudios que sobre el guanche se han hecho desde el siglo xix.

Por referirnos con exclusividad al léxico de la toponimia, debemos decir que gran parte del trabajo de un diccionario de toponimia guanche que quiera contemplar la documentación histórica que de ella se ha hecho, consistirá en deshacer y en desmentir las infinitas malas escrituras de esos nombres. Resulta un trabajo desesperante, además de inútil, seguir las falsas etimologías montadas sobre términos mal copiados y, por tanto, falsos por inexistentes. Aparte las innumerables variantes primitivas de esos topónimos, debidas a la percepción múltiple de lo oído, gran parte del mal se debe a las erróneas y caprichosas transcripciones de Berthelot (posiblemente debidas a su "oído" francés o a un afán personal por fijar lo que le pareció mejor, sin tener en cuenta la oralidad), que a su vez significó "la autoridad" indiscutible para todos los estudiosos de finales del XIX: Álvarez Rixo, Chil y Naranjo, Millares Torres, etc., hasta llegar a Bethencourt Alfonso. Incluso este autor, siendo el único que parte desde la oralidad, cae también en la misma dinámica: son buenos y válidos los topónimos recogidos o comprobados personalmente por él, pero junto a ellos metió todos los "arrastrados" de sus antecesores, mezclando buenos con malos, y resultando sus relaciones toponímicas unas repetidas relaciones llenas de errores.

Es posible seguir con minuciosidad el hilo de las listas de palabras guanches que se suceden a partir de Glas. A las fuentes históricas antiguas (Crónicas, Espinosa, Torriani, Abreu), con algún añadido del poeta Viana, les sucede Viera y Clavijo, con bastantes aportaciones personales. Pero las "listas" de guanchismos propiamente dichas empiezan en Glas. ¿Por qué este autor inglés y no los autores canarios que le precedieron? Los historiadores primeros, cuando se encontraban con una palabra desconocida para ellos, se conformaban con decir que a tal cosa "le decían tal" o que "se llamaba tal"; y ese tal suele aparecer en cursiva en las ediciones disponibles de sus obras. Mas esta señal no es determinante del guanchismo seguro, pues también aparecen así muchas palabras de raíz no indígena, mientras que otras verdaderamente indígenas no están marcadas de ninguna forma. Esos autores hablaron de la indudable procedencia norteafricana de la lengua de los aborígenes canarios y de la similitud que había entre ciertas palabras canarias y las de territorios de la costa africana cercana al Archipiélago, como Telde, Tagaste, Güímar o Agadir. Pero, como decimos, fue George Glas quien hizo una primera lista de palabras guanches clasificándolas por orden alfabético y por islas (juntando las de Lanzarote y Fuerteventura), ofreciendo el significado de cada una de ellas y comparándolas con otras palabras del mismo significado de la lengua shilha, dialecto bereber del sur de Marruecos "que se les parece" ?dice Glas (cit. Castillo 1993: 269-286)?. Son 119 voces tomadas de la Historia de Abreu, según confiesa, pero con los añadidos propios del significado y de la comparación. Y lo hizo Glas porque algo debía saber de bereber, fruto de sus correrías y comercios con los pueblos de la costa africana cercana a las Islas. Esta lista tiene el interés añadido de que, con todos sus aciertos y errores, se convirtió en el repertorio lexicográfico básico que siguieron después todos los autores preocupados por la lengua guanche, tratando, eso sí, cada uno de ellos de ampliarla en una especie de carrera sin final. A Glas siguió Bory de Saint-Vicent, a este siguieron Berthelot y Álvarez Rixo, unas veces copiando el segundo del primero y otras alargando Rixo la lista desde su propio conocimiento de las islas. Los Diccionarios geográficos de mitad del siglo XIX de Olive y de Madoz incorporan muchos nombres nuevos, sobre todo de poblaciones, pero sin decir que eran guanches11. Quien suma estos nombres de Olive y de Madoz a las listas guanches anteriores es Maximiano Aguilar, un personaje a quien muchos citan (unas veces solo como Aguilar, otras como Maximiliano) pero de quien sólo por Chil y Naranjo sabemos que era "del Puerto de Orotava" y que por amistad le "regaló su manuscrito para que hiciese de él el uso que tuviera por conveniente" (Chil 2006: 63). Las listas de Aguilar fueron usadas íntegramente por Chil, y las de Chil también íntegramente por Millares Torres. También por Juan Bethencourt Alfonso, pero este añade muchos topónimos nuevos recogidos personalmente en Tenerife o por intermediarios en el resto de las islas, con la novedad de proceder de la tradición oral. Lo mismo hará Luis Fernández Pérez con respecto a La Gomera. A su vez, Álvarez Delgado hace una Onomástica de La Gomera sobre la base de Fernández Pérez. Y finalmente Wölfel reúne y ordena, según sus propios criterios, todas las listas en sus Monumenta Linguae Canariae (salvo las de Bethencourt Alfonso y Álvarez Delgado que en esa fecha estaban inéditas). Pero no acaba ahí la carrera: todos los que han venido después han copiado a Wölfel, unos literalmente, como Navarro Artiles (1981) y Osorio Acevedo (2003), otros seleccionando la isla objeto de su atención, como Pérez Pérez con Tenerife (1995), y otros seleccionando el repertorio de topónimos o de antropónimos (Martín de Guzmán 1981, Osorio Acevedo 1996) o de términos apelativos (Castejón González 1991, Concepción 2003). Finalmente, otra consideración nos merecen los múltiples trabajos que Reyes García viene dedicando a las voces históricas (solo las históricas) guanches tratando de reconstruir su etimología12, pero sobre todo el exhaustivo y ejemplar estudio que Perera López (2005) ha hecho de la toponimia de La Gomera desde la base documental de la tradición oral viva en la isla.

3.1. Disparates que se han dicho sobre el guanche

Los disparates que se han dicho sobre el guanche no son solo de nuestro tiempo, se vienen repitiendo y acumulando desde el momento mismo del descubrimiento de los aborígenes en el siglo XIV. Dice Abreu Galindo que los guanches de Tenerife "hablaban con el buche, como los africanos" (1977: 295), y Marín y Cubas dice que todos los isleños pronunciaban "hiriendo la lengua al paladar, a modo de tartajosos ó impedidos de lengua" (1993: 220). Pero nunca como ahora los disparates han podido tener tanta difusión y, por tanto, desinformar ?mejor sería decir malformar? a tantos. El universal Internet lo admite todo, para bien y para mal, y sobre esta cuestión se puede encontrar lo que se quiera.

Por ejemplo, la Enciclopedia Universal Multimedia ©Micronet S.A. (ed. 1995-2002) dice lo siguiente sobre la lengua guanche: "Guanche: [4ª acepción] (sust. m.) [Lingüística] Variedad del español hablada en las islas Canarias, caracterizada por locuciones y giros autóctonos y algunas palabras procedentes de la anterior lengua extinta: en guanche se emplea ustedes en lugar de vosotros". Y sigue: "En la actualidad, se conoce como guanche la moderna variedad del español hablada en las islas Canarias por la población autóctona. Se caracteriza por el empleo de locuciones y giros particulares, muy parecidos en algunos casos a los del español de América, así como algunas palabras procedentes de la anterior lengua extinta. Dentro de estas últimas, se han conservado términos comunes como altaha 'hombre de gran valor', azarug 'independencia', mencey 'rey', sansofé 'buenos días', tilellit 'libertad', tamarco 'camisa de pieles'...; expresiones como ahul felawen 'saludos, compañeros', agoñe yacoron yatzahaña chaconamet 'juro por el hueso de aquel día en que te hiciste grande'...; nombres propios y topónimos como Tizziri 'luz de luna', Echedey 'el que hace temblar', Acorán 'Dios del Sol', Awañac Guanche 'República Guanche'". Esta última expresión parece declarar a los autores de tal cantidad de disparates como se juntan en el párrafo anterior. Y aún siguen otros de no menor calibre.

No será disparate, pero sí error de mucho bulto la relación que se ha querido hacer entre el guanche y el árabe, aquél como descendiente de este. Este error viene también de viejo y aún se mantiene como creencia general, incluso entre gentes de cultura. Pero el monumento mayor a este error disparatado quizás sea la Recopilación que de voces árabes hizo el franciscano Diego de Guadix a finales del siglo XVI, dentro de la cual incluye una buena nómina de topónimos guanches como si fueran derivaciones directas del árabe, justificándolas incluso desde etimologías árabes (todas ellas falsas, claro).

Un autor musical tinerfeño actual, Emilio Coello, presentó en el Festival de Música de Canarias del año 2004 una composición suya titulada Axis mundi sobre un mito guanche. Y en el programa del concierto declaraba que decidió escribir el texto del libreto en latín "porque esa fue la lengua que los conquistadores españoles impusieron a los guanches en los primeros tiempos de evangelización".

Otro autor contemporáneo, éste filólogo de profesión, Sebastián Sosa Barroso (2001), dice de algunos topónimos guanches de Lanzarote lo siguiente: que Haría deriva de farina > harina (pág. 52); que Jameo proviene del jemío que hace el viento en la cuevas (74); que Tinajo viene de tinaja < tina 'aljibe pequeño' (133); que Femés procede de la expresión latina que los 80 aborígenes dijeron cuando fueron bautizados por los capellanes de Bethencourt: Fides mihi est > fede me est > fe me es > Femés (141); que Yaiza es el resultado de dos palabras de La Rioja: yasa 'desbordamiento' o yaza 'cazar' (143); que Geria deriva de heria > feria 'bulla, alboroto' (153); y Janubio de sal nuveo 'sal nublada, enturbiada' > jal nuveo > janubio (154).

Disparates son también, aunque puedan juzgarse como inocentes, las interpretaciones que de ordinario se hacen a los pretendidos antropónimos guanches que tan de moda están ahora entre los jóvenes canarios. Y rayan en el disparate las traducciones que algunos autores diletantes, sin crítica ni fundamento, y sin base alguna, han dado de la etimología de algunas palabras guanches que han pervivido como apelativos en el español de Canarias, como hace Juan Francisco Delgado, autor del libro Canarias, islas y pueblos, que el Gobierno de Canarias editó con motivo del Día de Canarias de 2007 (con una tirada de muchos miles de ejemplares) y donde se dice, por ejemplo, que balo significa 'lo del pequeño pene', que eres es un "agujero para sacar agua a más de 2 m. de profundidad", que guanil es "este de enfrente o alrededores" y que gofio es "lo que me ahoga" (págs. 11-12).