ESTUDIO INTRODUCTORIO


9. Importancia del conocimiento de la geografía para una correcta interpretación semántica

El estudio de la toponimia de un lugar aconseja - más bien, exige - conocer antes y bien la geografía de ese lugar. Este es un argumento "fuerte" para la correcta interpretación de los nombres geográficos. A este conocimiento de la geografía debe sumarse como complemento perfecto el conocimiento del sistema lingüístico del lugar y de sus variedades dialectales. A su vez, supone un cambio radical de perspectiva estudiar un topónimo suelto, aislado de toda referencia geográfica y de toda comparación, un simple nombre, o hacerlo sobre el conocimiento de la geografía del lugar y con la reiteración del mismo topónimo (o similar) en otros lugares con iguales o parecidas características orográficas.

A falta de explicaciones etimológicas convincentes, existe en la toponomástica un principio casi infalible: la mayor parte de los topónimos tienen como referencia la propia naturaleza geográfica: el relieve del terreno, la flora predominante, la fauna, la presencia del agua, etc. y muy secundariamente la presencia del hombre en la naturaleza. Y este principio opera en todas las lenguas. Se advierte que los topónimos guanches debieron referirse primero a los accidentes geográficos principales del lugar: a las montañas y barrancos, a las grandes piedras y roques, a las fuentes y charcos, y también a la presencia de especies vegetales y animales. Son los elementos primarios de la toponimia. Y desde esas referencias primarias los topónimos derivaron y se impusieron a poblados, a yacimientos arqueológicos con huellas de los aborígenes y a otros accidentes menores, siendo lo histórico-cultural una referencia muy secundaria (en contra de quienes ven en la toponimia guanche un muestrario de la mitología y de la religión de los aborígenes).

Un buen ejemplo de esto que decimos es el caso del topónimo Güímar: hoy es, antes que nada, el nombre de una localidad, pero es posible que en su origen tuviera una referencia orográfica. Ninguna interpretación semántica le encuentra Wölfel, sin embargo otros autores (por ejemplo, De Luca 2004: 174, y nuestro colaborador Loutf) lo ponen en relación con varios vocablos del tachelhit del sur marroquí como agumad o guemir (pl. guemair), con el significado de 'orilla opuesta' o 'linde entre dos terrenos', bien manifestado por un accidente natural, como una hondonada o una altura, o por medio de piedras amontonadas como mojón. También en el Sur de Argelia la palabra guemira es un 'mojón o señal geodésica'. En el caso de Güímar, detrás de esta explicación puede estar un hecho que ha sido reiteradamente puesto de manifiesto en la prehistoria de esta comarca de Tenerife, dividida claramente en dos zonas: Chimaje y Agache, separadas por el Barranco de Aguerche, que hoy se corresponden, respectivamente, con El Escobonal de Abajo y El Escobonal de Arriba (Bethencourt Alfonso 1991: 399). Estas dos zonas se constituyeron como perfectamente diferenciadas por un accidente geográfico tan sobresaliente como es la Ladera de Güímar, de donde es verosímil que la denominación primera de Güímar o Agüímar tuviera el carácter de un etnónimo: 'los (habitantes) de enfrente, los del otro lado de la ladera'. Y si Güímar significó eso, algo parecido debieron significar los otros topónimos guanches cercanos en la expresión, como Agüimes en Gran Canaria y Güime y Tenegüime en Lanzarote.

Otro buen ejemplo es el caso del topónimo Acanabre de La Gomera. En su interpretación, Wölfel (1996: 1016) se limita a comparar el Acanabre gomero con un Marinubre o Maninubre de Fuerteventura, para decir que esa comparación "permitiría deducir que -nabre, -nubre es un elemento independiente". Por su parte, Díaz Alayón, Castillo y Díaz Padilla, en su edición de la obra de Fernández Pérez (1995: 92), creen que es más acertado analizar la voz gomera como Acana-bre, y ese final -bre compararlo con el del topónimo Benijobre (o Binijobre) de La Palma. Finalmente, Perera López (2005: 3.17) se fija en el accidente geográfico nombrado por Acanabre: un roque de naturaleza sálica y, en consecuencia, de tonos blanquecinos, y encuentra que otros varios accidentes similares en otras islas tienen nombres parecidos: Anambro o Anambra en la sierra de Anaga de Tenerife, Nambroque en la cumbre de La Palma, Chinambroque en Candelaria, Tenerife, Chinobre, dos lugares de este nombre en Anaga, Tenerife, y Nublo en Gran Canaria23. Y a estos topónimos añade Perera, con toda razón, la voz émbraca y sus variantes, que en la isla de El Hierro se aplica a las ovejas que tienen una parte de color blanco, según hemos estudiado también nosotros (Trapero 1999b: 90-91).

Por otra parte, el conocimiento tanto de la geografía como de las variedades lingüísticas del lugar aporta en muchos casos los elementos necesarios para una correcta interpretación del topónimo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que en la toponimia haya siempre una especie de coincidencia entre la designación (que es un factor geográfico) y la significación (que es un valor lingüístico). Este principio sí es constituyente en el momento de la génesis de un topónimo, pero no cuando se estudia un corpus de toponimia histórica. Aun así, cuando un accidente geográfico se reitera de igual o de parecida manera en lugares distintos y a todos ellos se les denomina de igual o de parecida forma podemos estar casi seguros de que ahí hay coincidencia entre la designación y el significado. Y cuando un nombre de significado desconocido, como es el caso de la gran mayoría de los topónimos guanches, se reitera en accidentes distintos pero que tienen unas mismas características geográficas es lo más probable que en su origen significara lo que de común hay en esos accidentes geográficos. Este sería, por ejemplo, el caso del segmento gara tan reiterado en la toponimia canaria de origen guanche, o el del segmento gando, etc.

Un principio de la toponomástica general es que a cada lugar le corresponde un solo nombre (excepcionalmente dos o tres). Y es también general que un mismo nombre pueda aplicarse a múltiples lugares. Pero si a dos lugares diferentes se les llama de la misma manera es porque tienen alguna característica que les es común. Esto parece aplicable a todas las lenguas y a cualquier circunstancia. Y este principio es un buen recurso para analizar los topónimos de lenguas perdidas, como es el guanche. Este es el caso, por ejemplo, del topónimo Icod, que en la isla de Tenerife ha dejado dos lugares con ese mismo nombre principal y que fueron distinguidos después por dos complementos hispanos: "de los Vinos", uno, y "de los Trigos", el otro. Pues si en la misma isla de Tenerife hubo dos lugares distintos que se denominaron como Icod es porque tenían una misma motivación toponímica, aunque no sepamos nosotros ahora cuál pudo ser. Y es también el caso de términos no iguales pero paralelos, como Gando en Gran Canaria, Agando en La Gomera y Fuerteventura y Aragando y Aregando en El Hierro, ya comentado.

Nada sabemos del significado de la mayoría de los topónimos canarios con términos guanches, pero a veces, solo a veces, un apelativo de origen prehispánico que ha quedado vivo en las hablas populares de las Islas se convierte en auxiliar determinante para explicarnos aquellos topónimos. Por ejemplo: Archipiélago Chinijo se ha venido a llamar modernamente al conjunto de islotes del Norte de Lanzarote (Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este, Roque del Oeste y también La Graciosa); pues quien no sea de Lanzarote o no sepa que la palabra chinijo es comunísima palabra en aquella isla para la designación cariñosa de los niños de leche no podrá saber ni interpretar del porqué se le puso ese nombre al conjunto de aquellos islotes, en este caso por el rasgo semántico 'pequeño'. Pero igualmente la palabra chinijo desde su etimología bereber como nombre de la leche podría servir para explicar e interpretar los topónimos Tinajo de Lanzarote y Tuineje de Fuerteventura como lugares vinculados a la producción de leche, muy posiblemente por la especial abundancia de ganado lanar o cabrío en esos lugares. Nada sabemos tampoco a ciencia cierta del significado de los topónimos herreños Erese y Merese, pero es lo más probable que puedan explicarse a partir del apelativo eres 'charco en el fondo de los barrancos que contiene el agua de la lluvia', que si bien no ha quedado como tal apelativo en el habla de El Hierro sí lo ha hecho en otras islas, como Tenerife. Del topónimo Chijirdán de La Gomera tampoco sabemos de su significado pero es casi seguro que podría estar relacionado con el apelativo jirdana, nombre de una planta. E igualmente nada podríamos decir del significado de los topónimos Joco, Tijoco y Chijico de Tenerife, pero es lo más probable que el apelativo chajoco que sigue vivo en el habla de El Hierro con el significado 'pequeño terreno cultivable en medio de otros pedregosos e incultos' sirva para iluminar la opacidad a la que han llegado los topónimos tinerfeños. Desde el apelativo teje que en La Palma tiene acepciones como 'la visera de un risco' o 'la parte alta de un solapón' o 'la veta de piedra que sirve de cobertura a una cueva o a una excavación', todas ellas referidas a la orografía del terreno, podrían explicar los muchos Teje, Teja, Tejal, Tejada, etc. que hay en la toponimia de varias islas. Desde el apelativo chirate que es el nombre de una planta podría explicarse el topónimo Chira de Gran Canaria. Y desde el apelativo irama, plenamente vigente en El Hierro para designar la especie endémica de Canarias Schizogyne sericea, pueden explicarse los topónimos Dama y Orijama de La Gomera y muy posiblemente también Ujama de La Palma, Guama y Jama de Tenerife, Fama y Pujamas de Gran Canaria, Birama de Fuerteventura y Diama de Lanzarote, porque aunque la palabra irama sea exclusiva de El Hierro la especie vegetal es común a todas las islas donde recibe nombres tan variados como dama, idama, orijana,orijama, salado y salado blanco.

Todo ello conforme a los tres principios fundamentales de la toponomástica formulados y desarrollados por Coseriu en el prólogo a nuestro Diccionario de toponimia canaria (Trapero 1999a: 15-24): el principio de la evidencia semántica, el principio de la motivación objetiva y el principio de verosimilitud toponímica. Es decir, los topónimos dicen lo que en la realidad hay; la lengua en este campo de la toponimia se parece mucho a un espejo que refleja la verdadera realidad geográfica.

9.1. ¿Qué sabemos del significado de los topónimos guanches?

Desde estas perspectivas teóricas, ¿qué sabemos o podemos saber del significado de los topónimos guanches? Poco, muy poco, mucho menos de lo que nos gustaría, claro está. Hemos hecho una estadística minuciosa basada en la conclusión final de cada una de las voces examinadas en este diccionario en relación al significado conocido de cada una de ellas, con una triple calificación24, y el resultado es el siguiente:

1. Topónimos de significado conocido: un 16'5%.

2. Topónimos de significado probable, basado en alguna interpretación verosímil (no en las simples ocurrencias, que tanto abundan en este asunto): un 27'8%.

3. Topónimos de significado desconocido, incluso a pesar de contar con alguna interpretación etimológica del significante desde el punto de vista morfológico: un 55'5%.

O sea: que en más de la mitad de los topónimos canarios en que aparece una palabra de origen guanche nada, absolutamente nada sabemos de su posible significado; en aproximadamente un tercio de ese corpus contamos con alguna hipotética interpretación, a veces con varias que se excluyen entre sí por incompatibles, pero que alguna de ellas sí resulta verosímil; y solo en un escasísimo 16'5% conocemos el significado cierto de la palabra guanche presente en la toponimia canaria, pues esa palabra ha quedado como apelativo en el habla común de las Islas (o de alguna isla en particular); y aún ese mínimo porcentaje resulta del hecho de que alguna de esas palabras se ha desarrollado en la toponimia en múltiples formas derivadas, caso, por ejemplo, de tabaiba que ha dado topónimos con las formas variantes y derivadas siguientes: Tabaiba, Tabaibal, Tabaibales, Tabaibalete, Tabaibarril, Tabaibas, Tabaibe o Tabaide, Tabaibejo, Tabaibejos, Tabaibilla, Tabaibillas, Tabaibita, Tabaibitas, Tabaibo, Tabaibos, Tabaire y Tabalillo.

La calificación de los grupos primero y tercero es nítida y concluyente: de los términos del grupo primero conocemos fehacientemente su significado porque siguen siendo voces apelativas en el español actual de Canarias o lo han sido hasta fechas relativamente recientes, según las citaron quienes recogieron esos topónimos, mientras que los términos del grupo tercero nos son totalmente opacos en cuanto a su dimensión semántica. Y en medio de estas dos certidumbres, la una positiva y la otra negativa, quedan los términos del grupo segundo cuyo significado nos resulta más o menos conocido (o nos resulta más o menos verosímil) según se dice en cada artículo lexicográfico. En todos los casos hemos expuesto las distintas interpretaciones etimológicas que de cada término se han formulado (al menos de las conocidas por nosotros), mas no en todos ellos manifestamos nuestra opinión al respecto, pues nada constructivo podríamos añadir. Quedan ellos a la espera de que estudiosos con mayores armas filológicas y conocimientos en las lenguas bereberes puedan resolverlos. Aquí sí que sería necesario el concurso de buenos y competentes berberólogos que prestaran atención a este corpus léxico canario, cambiando el sentido de los estudios comparativos que se han hecho hasta ahora: no el bereber desde el guanche, sino el guanche desde el bereber.

Y aquí podría conjugarse la conclusión a la que llegó Wölfel de que de la comparación que puede hacerse entre lo que queda de la lengua guanche de Canarias y las hablas bereberes actuales del Norte de África no guarda "ni tan siquiera la correspondencia de un mero dialecto" (1996: 425) con nuestra propia conclusión: aparte los términos toponímicos cuyo significado nos es plenamente conocido por continuar siendo voces apelativas en el español de Canarias, de los otros topónimos canarios de origen guanche las interpretaciones que se han hecho desde el bereber no llegan ni a una cuarta parte del total, y ni siquiera en ese porcentaje son seguras esas interpretaciones25.