Remitimos en primer lugar a la entrada Balo, pues forma plural de balo es siempre en los muchos topónimos en que aparece: 17 en La Gomera, 14 en Gran Canaria, 3 en El Hierro y 2 en Tenerife.

De entre todos ellos, el más famoso y citado es, sin duda, el Barranco de Balos, situado entre los municipio de Agulo y SLT de Gran Canaria, y no por la importancia del barranco ni por la especial exuberancia que allí tengan los balos, sino por el yacimiento arqueológico que hacia la mitad de su curso existe, con multitud de inscripciones rupestres que por su cuantía y variedad está considerado uno de los principales, si no el principal, de todo el Archipiélago, y que es conocido como Los Letreros de Balos.

Esta denominación de "letreros" es totalmente popular y ha sido respetada por la arqueología moderna (cosa que nos alegra, pues no es normal que así ocurra, recurriendo los arqueólogos generalmente a denominaciones muy particulares y ajenas a las denominaciones toponímicas que se han fijado por tradición popular). Y no solo está en este lugar de Gran Canaria, el nombre de "letreros" aparece también en otros lugares de las islas en que hay inscripciones rupestres de origen guanche, como en El Julan de El Hierro, por lo que supone una interpretación muy acertada desde el sentir popular: nadie ha podido desvelar el significado de esos signos, pero aun antes de que la ciencia tuviera noticia de su existencia ya las gentes naturales que transitaban por esos lugares los habían localizados y los habían nombrado con el mejor término que desde nuestra lengua pueden identificarse: letreros (o números, como también se llama a los del Julan). El soporte natural de estos misteriosos petroglifos de Balos es un gran macizo basáltico que destaca de manera muy notoria en el contexto del barranco. Su importancia excepcional radica en ser un conjunto de inscripciones que reúnen prácticamente todos los tipos de grabados que hasta ahora se han descubierto en las Islas, a excepción de las figuras espirales de La Palma: hay inscripciones alfabéticas del tipo líbico-bereber, hay figuras zoomórficas, hay grabados antropomorfos, algunos de ellos sexuados, y con insinuación de movimiento, y hay también líneas e incisiones geométricas de simbología totalmente desconocida, todo ello en un abigarrado conjunto de indescifrable significado.

Más de siglo y medio hace que se dieron a conocer a la opinión pública y a la ciencia, y muchos son los autores que han intentado descifrarlos, pero estamos casi como al principio. Sobre ellos se ha dicho de todo: para unos son signos de una forma de escritura alfabetiforme; para ciertos autores representan inscripciones líbicas; para otros tienen cierta relación con la escritura púnica; y hasta hay quien los ha puesto en relación con las antiguas inscripciones egipcias y cretenses; naturalmente no faltan quienes dicen están emparentados con los signos de escritura de los tuaregs y de los pueblos bereberes del Norte de África; y hay quienes precisan que son caracteres numídicos dispuestos en escritura vertical, reducibles casi en su totalidad a las inscripciones lapidarias descubiertas en Argelia; unos los asimilan con las prácticas mágico-religiosas de los aborígenes y otros dicen que son simples caprichos de quienes para matar el tiempo de aburrido pastoreo se entretuvieron en picar aquellas rocas; y hay, en fin, autores que descartan la relación de estos signos con la cultura de los guanches, puesto que -dicen- estos no conocieron la escritura alfabética, ni siquiera la ideográfica, reduciéndose a una especie de "tarjeta de visita" de algún visitante desconocido y de mensaje igualmente desconocido. En fin, ahí siguen en el Barranco de Balos (como en El Julan o La Caleta en El Hierro, o en Aripe en Tenerife, etc.) con su misterio de siglos, reflejo de un mundo cuya interpretación se nos escapa, envueltos y confundidos ahora con los otros cientos de signos e inscripciones que los modernos visitantes de aquellos lugares han querido dejar impresos en la piedra.