Ampuyenta
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/248
Nombre de un pueblo de Fuerteventura, perteneciente al municipio de Puerto del Rosario. La escritura actual de este topónimo reproduce exactamente su naturaleza oral, tal cual lo transcribió fonéticamente Alvar en su cuaderno de campo: [ampuyé:nta], aunque no siempre ha sido así.
Los primeros registros que encontramos de este topónimo no lo son como poblado, sino como una construcción a la manera de un "castillo", y así aparece en dos "mercedes" (reparto de tierras) de la isla de Fuerteventura: en la primera de 1570 como Ampuyente y en la segunda de 1654 como Empullente (Lobo Cabrera 2013: doc. 17 y 24, respectivamente). Y lo mismo en la obra de Cándido de Quesada, de la segunda mitad del XVIII, en que Jampuyenta (sic) solo aparece en el mapa que este ilustrado tinerfeño dibujó de la isla (2007: 65). La primera cita en que aparece como núcleo urbano es en las Sinodales del Obispo Dávila en 1737; ahí se dice que la población debió surgir a partir de los procesos de roturación de aquellas tierras a finales del XVII, y es lo más probable que alrededor de aquella fortaleza o "castillo" mencionado desde antiguo.
Si analizamos las múltiples formas con que este nombre ha sido escrito a lo largo de la historia, hay tres aspectos que merecen comentario, por cuanto afectan a la identidad del término, discutido entre su origen guanche o procedencia románica: su ocasional aparición con el artículo, la indecisión de su comienzo y la siempre escritura con y. En los mapas actuales, incluso en los letreros de carretera, aparece generalmente con el artículo: La Ampuyenta; así, por ejemplo, en el GAC (222 B6), lo mismo que en el mapa militar que sirvió de base al trabajo de campo de Alvar. Sin embargo, en la oralidad tanto se nombra con el artículo como sin él, y hasta más sin él. Alvar lo escribió sin él, Ampuyenta, y hasta recogió otro topónimo como Ampuyentilla, que es diminutivo evidente del primero. La presencia del artículo en un topónimo suele ser indicio de que ese término es apelativo, nombre común, de significado conocido, y en este caso el artículo lo que hace es individualizar el nombre, convertirlo en nombre único para un accidente geográfico puntual. Pero no siempre es así; podríamos poner ejemplos rotundos que contradicen esta supuesta "regla" morfológica (por ejemplo, La Gomera o El Hierro). Pero sea La Ampuyenta o solo Ampuyenta es el caso que nadie ha podido decir -ni ha dicho- qué significado pudo tener en origen ese nombre.
En segundo lugar está el comienzo del término, que alternaba en la antigüedad entre tres variantes que representan tres soluciones fonéticas: un sonido vocálico, otro aspirado y un tercero velarizado. Un primer registro en un acta del Cabildo de Fuerteventura de 1721 (Roldán y Delgado 2008: II, ac. 1.044) lo escribe Ampuyenta, si bien los editores de los Acuerdos del Cabildo majorero de los siglos XVII y XVIII modernizan siempre las escrituras de todos los topónimos. No así la editora de los Acuerdos del siglo XIX (Cerdeña Ruiz 2008, vol. III) que los transcribe tal cual aparecen en las escribanías, y en el caso que nos ocupa: Ampuienta, Ampuyenta, Hampuienta, Hampuyenta, Hapuyenta y Jampuyenta. La variabilidad en la escritura de este topónimo es constante en la antigüedad. Por ejemplo, Antonio Riviere lo escribió como Ampuientas en el mapa que dibujó de la isla de Fuerteventura en 1741, mientras que en la relación de lugares poblados de la isla que pone en su misma obra lo escribe Hampuyente, y dice que junto a Almácigo tenían 30 vecinos (1997: 179). Y Madoz (1986: 124), a mitad del siglo XIX, lo sigue escribiendo en su Diccionario como Hampuyenta. Esta /h/ inicial quizás sí tuviera sentido y representara entonces una aspiración, lo que justificaría las escrituras con J- del topónimo, como lo hace por ejemplo Viera y Clavijo años más tarde: La Jampuyenta (1982: I, 841). Naturalmente esta variabilidad en la escritura es muestra evidentísima de tratarse de un término extraño a la configuración de la onomástica española y de significado opaco, desconocido.
Y en tercer lugar llama la atención la siempre escritura con y, que reproduce el verdadero sonido palatal [y], como se pronuncia, pero que hubiera podido ser interpretado como solución yeísta de las hablas canarias, y por tanto haberlo escrito con ll, como se hace con tantos otros topónimos (Gallo, Papagallo, Armilla...) y de manera paralela a los falsamente interpretados como fruto del seseo (Yaiza, Guatiza, Zonzamas...).
A favor de su interpretación como término de origen románico o de origen guanche, pero en ambos casos de significado conocido, habla el artículo con que suele aparecer y sobre todo el diminutivo Ampuyentilla a que ha dado lugar, también como topónimo.
Como guanchismo aparece en las listas de Berthelot, de Álvarez Rixo, de Chil y de Millares, también en las de Bethencourt Alfonso, y también en las fichas de campo de Alvar, aunque ninguno haya formulado una propuesta interpretativa. Y tampoco lo hace Wölfel que trata de este topónimo en dos lugares de sus Monumenta (1996: 1048 y 1082), para concluir que no dispone de paralelos bereberes adecuados. Y no conocemos otra interpretación para este topónimo que desdiga ese su origen guanche. Pero a nosotros no nos parece que lo sea; desde luego, no tiene esa fonética característica de los guanchismos ni hallamos en su morfología algún elemento léxico que pudiera avalar esa su condición. Por las grafías antiguas de este topónimo cabría pensar en un étimo como opulenta, bien fuera desde el español o desde el francés, en cualquier caso de origen románico. Pero eso queda por dilucidar.
Una causa no lingüística sino histórica y cultural está convirtiendo en la actualidad a este topónimo de Fuerteventura en universal: y es el proceso de beatificación de un hombre nacido en La Ampuyenta en 1800 con el nombre de Andrés García Acosta y que falleció en Santiago de Chile en 1853 en "olor de santidad". En nombre con el que ha pasado a la historia y con el que se le conoce es simplemente el de Fray Andresito, diminutivo que por sí solo muestra la humildad de este fraile de la orden tercera de San Francisco. Nosotros hemos estado en la iglesia de la Recoleta de Santiago de Chile donde pasó la mayor parte de su vida ejerciendo los oficios más bajos de la Comunidad franciscana, y donde está enterrado, y hemos presenciado la enorme devoción con la que se le venera, incluso oímos del guía de la iglesia relatos asombrosos de la fama que este frailecillo ha llegado a tener entre el pueblo chileno, incluso como hacedor de milagros.
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