Nublo / Nubro / Nugro / Nuro
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https://hdl.handle.net/11730/guatc/2530
¿Es el nombre del roque más importante de Gran Canaria, el Roque Nublo, una voz de origen guanche? Sí, y posiblemente uno de los ejemplos mejores, si no el mejor de todos, de esos que venimos llamando "guanchismos encubiertos", pues en este caso contamos con documentación antigua que lo constata, además de la tradición oral, que lo corrobora. A este término Nublo hemos dedicado un estudio monográfico1 que resumimos aquí, añadiendo nuevas aportaciones interpretativas a su nombre.
El Roque Nublo es posiblemente el accidente más sobresaliente y más conocido de la isla de Gran Canaria, como lo es el Teide en la isla de Tenerife, o la Caldera de Taburiente en La Palma; por eso al Roque Nublo se le nombra siempre con el artículo, para individualizarlo frente a todos los otros. Tan sobresaliente es en la geografía insular, que se ha convertido en el principal símbolo de la isla, que tiene incluso una canción a él dedicada que se toma por el himno sentimental de Gran Canaria. Colocado justo en el centro de su geografía, levanta su formidable estatura de piedra por encima de las nubes y se convierte en testimonio y vigía de todos los sentires de los hombres de la isla: "lírica piedra lunar" y "altar de la tierra guanche", se le ha llamado.
Una explicación lingüística e inmediata de su nombre nos diría que el genérico roque es un canarismo muy común en la toponimia de Gran Canaria, y de Canarias en general, que se refiere a los grandes monolitos de piedra que quedan aislados en las cumbres por el efecto de la erosión permanente, y que Nublo es un específico que, como adjetivo, califica una de las características habituales de aquel roque concreto, la de estar nublado, envuelto entre nubes. Desde este punto de vista, podríamos decir que el Roque Nublo sería un topónimo "bien bautizado": un roque que puede ponerse como paradigma de todos los roques, y que no es infrecuente que los "mares de nubes" que por efecto de los alisios cubren las cumbres de la isla lo oculten a la vista de quienes quieran verlo desde abajo.
Pero asombra que siendo accidente tan sobresaliente no fuera nombrado hasta fecha tan tardía; o mejor, que su nombre no fuera escrito hasta fecha tan tardía. La primera documentación que de él ofrece la historiografía canaria es la de Viera, ¡en 1772!, y ni siquiera en la parte general introductoria de su Historia, en la que se describe la geografía de cada isla, sino en la parte segunda, en la que se ofrece una visión actualizada al momento en que Viera escribe de la población de Gran Canaria (libro XV, cap. 87), al describir el término de Tejeda (1982: 395). Antes de Viera, salvo que aparezca en algún manuscrito o documento no consultado por nosotros, nadie lo había citado. Ni las Crónicas anónimas de la conquista ni los historiadores primeros; ni siquiera en la Historia de Abreu Galindo, él que tantos otros lugares de la isla nombra y que incluso describe con cierto detenimiento la batalla del Bentaiga, nombre que refiere específicamente a otro gran roque de la cuenca de Tejeda y que está justo a la vista y bajo los pies de un Roque Nublo mudo que al parecer aún no tenía nombre. Pero es imposible que no lo tuviera: el Roque Nublo y el Roque Bentaiga necesariamente van siempre juntos pues no hay vista de esa impresionante geografía que constituye la cuenca de Tejeda en que no aparezcan como los accidentes más sobresalientes y que más llaman la atención. Ni aparece tampoco en la Descripción que Pedro Agustín del Castillo hace de las Islas, a pesar de tener un capítulo titulado "Descripción geográfica de esta isla de Gran Canaria y de sus lugares" (1686: libro III, cap. 1). Y por faltar, falta incluso hasta en una obra dedicada expresamente a la Topografía de Gran Canaria, la de Fr. José de Sosa, una historia de Canarias que, por hacer honor al título que lleva, dedica un capítulo inicial (1992: libro I, cap. 1), el más amplio de todo el libro, a describir los lugares de la isla, las tierras de labor, sus pinares y alturas mayores, la famosa selva de Doramas, la ciudad de Las Palmas y su puerto y las principales ciudades y pueblos.
Si no pasó a las crónicas e historias que tratan de la conquista de Gran Canaria sería porque no intervino en ella, pero la presencia del Roque Nublo domina una geografía en la que se desarrolló una parte muy importante de esa conquista. Más aún: extraña que teniendo los aborígenes tanto apego a las alturas y tanta veneración por los roques, el Nublo pasara desapercibido para ellos. Los guanches de Tenerife -dice Espinosa- "conocían haber infierno y tenían para sí que estaba en el Pico de Teide, y así llamaban al infierno Echeide" (1980: 35). Y los auaritas de La Palma -según Abreu Galindo- rendían culto al Roque Idafe, en el interior de la Caldera de Taburiente, y le "tenían tanto temor, no cayese y los matase, que [...] acordaron que de todos los animales que matasen para comer, diesen a Idafe la asadura" (1977: 270). Y los canarios de Gran Canaria -dice el mismo Abreu- "tenían dos riscos muy altos donde iban con procesiones en sus necesidades: el uno risco se llamaba Tirmac [...] y el otro risco se llamaba Umiaga [...] Iban a estas montañas, y allí derramaban la manteca y leche, y hacían danzas y bailes y cantaban endechas en torno de un peñasco" (ibíd.: 157). Así que si el Roque Nublo no fue para los canarios aborígenes lugar de culto, no pudo dejar de ser punto de referencia religioso y sagrado, como es para los canarios actuales símbolo de canariedad. Un accidente tan sobresaliente no pudo dejar de tener, pues, su propio nombre. ¿Pero cuál fue en la lengua guanche? Imposible saberlo si no han quedado testimonios sobre ello.
Claro, que hasta ahora hemos hablado solo de testimonios escritos, no de los orales, que en la toponimia pueden ser tan valiosos como los escritos, si no más. La toponomástica de los territorios que han sido conquistados y colonizados por una civilización exterior que se impone sobre otra preexistente ha generalizado el hecho de que la toponimia mayor se corresponde siempre en mayor grado con la lengua del pueblo invasor, mientras que la toponimia menor guarda muchos más nombres de la lengua del pueblo sometido. En este sentido, cabría la duda de considerar a la denominación del Roque Nublo topónimo menor, por ser tan local, o topónimo mayor, por ser accidente tan relevante en el conjunto de la isla. Pero hay que recordar aquí una cosa que, por obvia, no deja de ser importante: los nombres guanches pasaron de los hablantes aborígenes a los hablantes españoles por transmisión oral, nunca por escrito; y en esa transmisión hay que imaginar un proceso de interpretación entre dos lenguas, un proceso de bilingüismo. Fueron los españoles quienes empezaron a fijarlos por escrito desde los primeros momentos de la conquista en documentos, crónicas, historias y escribanías, o que sin escribirlos empezaron a llamarlos con los mismos que oyeron nombrar a los aborígenes, y al hacerlo trataron de imitar alfabéticamente lo que oían o recordaban haber oído de los aborígenes.
Como siempre ha ocurrido en la historia de las civilizaciones, el pueblo invasor impone sus costumbres y formas de vida en el territorio ocupado y con ellas su propia lengua. En realidad, en el caso de la toponimia, se trata de "bautizar" de nuevo el suelo sobre el que se asienta. Y en ese acto de "poner nombre a la geografía" el invasor puede adoptar tres posturas distintas (y complementarias):
a) sustituir los nombres autóctonos por otros de nuevo cuño, propios de la lengua del pueblo invasor,
b) respetar y aceptar los nombres ya establecidos por el pueblo preestablecido, y
c) traducir los nombres aborígenes a la nueva lengua.
¿A cuál de estas tres posturas corresponde el nombre actual del Roque Nublo? O dicho de otra manera, ¿el actual topónimo Roque Nublo es una "creación" del español, una "adopción" del guanche -es decir, un guanchismo-, o una "adaptación"2 al español de una palabra guanche preexistente?
La primera hipótesis, la de la creación del topónimo en la lengua de los conquistadores, parece del todo aceptable por la motivación semántica que tiene el nombre respecto a la realidad geográfica a la que nombra: nublo resultaría un adjetivo calificativo de roque, con el significado de 'roque nublado' o 'cubierto de nubes', como específicamente define el Diccionario académico a nublo. El significante se explicaría fácilmente, por apócope, siguiendo el proceso siguiente: nublado > nublao > nublo. Mas cabe decir que la forma nublo no se usa en el habla popular de las Islas, al menos no se ha registrado en ninguno de los muchos repertorios lexicográficos que existen sobre el español de Canarias, ni se registra tampoco en la toponimia para la referencia del tiempo atmosférico (en Gran Canaria los adjetivos calificativos de topónimos marcados por el contenido 'niebla' o 'mar de nubes' son bruma,brisa y humo).
La segunda hipótesis es la de que Nublo sea un guanchismo adoptado como tal en la lengua de los conquistadores, sin modificación fonética alguna. Y como tal lo consideran Chil y Naranjo (2006: 179), Millares Torres (1980: 312), Bethencourt Alfonso (1991: 394), Navarro Artiles (1981: s.v.) y otros, hasta llegar a Wölfel (1965: 1039), y todos sobre la cita primera de Viera y Clavijo ya comentada. Pero Viera no dice nada respecto a que Nublo sea un guanchismo, ni hay indicio alguno en su texto que haga pensar en que él creyera que lo era. Así que los demás que lo siguieron, uno tras otro, han dado por sentado que lo es, sin añadir argumento ni explicación alguna. En este, como en tantos otros topónimos considerados guanchismos, bien lo sean verdaderamente o solo sean "falsos guanchismos", se copian unos autores a otros, como si lo dicho por el primero fuera dogma incuestionable. Y difícilmente puede tenerse por dogma una lengua -la de los guanches- que desapareció del todo dejando solo unas cuantas palabra aisladas, sobre todo en la toponimia, sin contexto alguno, y de la que desconocemos casi todo.
Y cabe la tercera hipótesis, la de que Nublo sea una adaptación al español de una voz guanche preexistente. Si fuera así, ¿cuál sería -o fue- la palabra aborigen? Desde luego, la cartografía registra siempre -y solo- Nublo, y lo mismo la tradición escrita de todo tipo (letreros de carreteras, mapas turísticos, literatura, etc.) que la tradición oral (sea culta o popular) ajena y lejana a los lugares en que está el Roque Nublo. En la tradición de los habitantes del resto de la isla de Gran Canaria y de Canarias en general, queremos decir. Pero no entre los hombres y mujeres que viven a su sombra. Los habitantes de la cuenca de Tejeda, los que tienen al Roque Nublo siempre a la vista, conocen el nombre de Nublo, por supuesto, pero ellos lo denominan siempre Roque Nuro. O, mejor, preferentemente, porque también se oyen las variantes Nugro y Nubro. De las tres formas lo hemos oído nosotros directamente de labios de los hombres y mujeres del Carrizal de Tejeda y de Timagada, dos barrios totalmente aislados en aquella geografía atormentada que tienen al Nublo como vigía permanente de sus vidas3.
Suponiendo que fuera Nuro la palabra guanche primitiva, la adaptación al español Nublo podría explicarse por una clarísima etimología popular. Los nuevos pobladores de la Isla oirían de los canarios aborígenes algo así como [nú:ro], que nada les decía en su lengua, y queriendo hacer transparente la palabra la interpretarían como [núblo], próximo fonéticamente a la realización guanche pero palabra motivada semánticamente con la realidad a la que designaba, el roque nublado que tenían en lo alto. Y las otras variantes Nugro y Nubro (incluso Ñugro) podrían interpretarse como realizaciones españolas intermedias y sintomáticas del proceso Nuro > Nublo, nada extrañas, por otra parte, al polimorfismo que en el español de Canarias existe en la articulación de las líquidas en posición trabada. Pero cabe pensar también que fueran Nugro o Nubro las realizaciones originales guanches, y entonces la etimología popular del español Nublo sería más fácil de explicar aún4.
Nunca sabremos cuál fuera la voz con la que los aborígenes nombraban a ese roque formidable. Wölfel, que percibió de una manera muy clara el problema que aquí estamos planteando, dice: "El nombre del hermoso y gigantesco roque basáltico tiene marcada apariencia española; sin embargo, es seguro que el vocablo no es español, sino la castellanización de uno aborigen que tal vez tenga su punto de partida en los paralelos bereberes que exponemos seguidamente y que se remontan a la misma raíz [que Nublo]: ablal 'piedra' [Ah. Fouc.] y anabal 'sepultura' [Ghat Nehlil]" (1996: 1039). Pero ya hemos visto que no es el grupo consonántico /bl/ el que está en las formas más auténticas con que se nombra en la actualidad, sino los grupos /br/ o /gr/.
En este caso la escritura ha venido a reforzar la autoridad de la tradición oral, ya que en las escribanías del siglo XVIII sobre repartos y herencias de propiedades de la zona de Tejeda, en las que el Roque Nublo sirve de referencia, lo normal es encontrar escrita la forma Nugro. Y así lo encontramos, en efecto, en un documento de heredamiento fechado el 30 de noviembre de 1706, firmado por el escribano Pedro Alejandro de Medina: se le llama Roquito Nugro (Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria, legajo 1507, f. 307r).
Ahora bien, es muy anómala esta forma diminutiva de llamar "roquito" al gigantesco Roque Nublo. Y advirtiendo esto, Jaime Rodríguez-Dincourt, en su página web dedicada al comentario de algunas voces de origen guanche (http://canarioskeltamahaq.blogspot.com.es/search?q=nugro), interpreta que ese Roquito Nugro en realidad no se refiere al Roque Nublo sino al Roque la Rana que está a su lado, y para ello se funda en que en el diccionario francés-tuareg de Calassanti-Motylinski a la rana se le llama ag'rou. De ser así, la actual denominación que en efecto tiene ese "roquillo" de la Rana, infinitamente menor que el Nublo, pero sin duda parecido a una rana en posición sentada y mirada desde su parte trasera, sería una traducción literal al español desde el guanche, a no ser que tanto los canarios aborígenes como los canarios posteriores a la conquista vieran lo mismo al contemplar aquel roquillo y lo identificaran con la misma realidad. Pero no es así como lo interpreta la tradición oral: el Nublo o Nuro o Nubro o Nugro es el nombre que se da, inequívocamente, al gran roque Nublo, no al de la Rana.
Una última interpretación de este Roque Nublo leemos en un texto de nuestro amigo Faneque Hernández (2015: 134). Desde una cita contenida en un documento de 1536 en el libro de Repartimientos de Gran Canaria en el que se reparten tierras "que están en el barranco de Tejeda que [...] llegan hasta los riscos de Angro y vuelven a la degollada de Tam(ara)grada" (Ronquillo y Aznar 1998: doc. 6), cree Faneque que este Angro es el mismo topónimo que en otras crónicas antiguas se cita como Magro o Amagro. Y de ello deduce que las dos eminencias que servían a los aborígenes grancanarios como lugares sagrados eran la montaña de Tirma y el Roque Nublo. Dos inconvenientes lingüísticos serios se oponen a esta interpretación: primero, que no se puede deducir por el documento del libro de Repartimientos que esos "riscos de Angro" se refieran de manera inequívoca al Roque Nublo; y segundo, que el Roque Nublo y la montaña de Magro o Amagro son dos lugares perfectamente diferenciados en la geografía, muy distanciados entre sí, por más que ese Amagro está perfectamente identificado en la toponimia actual como la gran elevación que está al suroeste de Gáldar. Pero nos quedan sin identificar esos dos topónimos Angro y Tam(ara)grada citados en el documento de los Repartimientos de Gran Canaria.
1 Con el título "Importancia de la tradición oral en el estudio de la toponimia: Roque Nublo ¿un guanchismo?", lo publicamos primero como artículo independiente en la revista El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria), XLIX (1994): 269-282. Pasó después, con ligeras modificaciones y una importante "nota final", como capítulo de nuestro libro Para una teoría lingüística de la toponimia (Estudios de toponimia canaria). Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 1995, 153-166. Y finalmente, también con ligeras modificaciones y un nuevo "post scriptum", en nuestro libro Estudios sobre el guanche. La lengua de los primeros habitantes de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Fundación Mapfre Guanarteme, 2007, 251-262.
2 Aludimos aquí a los tres procedimientos lingüísticos que, según Manuel Alvar (1993d), tuvo que someterse el español general peninsular para configurarse como "español de las Islas Canarias".3 Las variantes Nubro, Nugro y Ñugro las recoge también Navarro Artiles en su Teberite (1981: s.v.), aunque sin decir nada de las fuentes de que las toma. Nosotros no hemos oído nunca la forma Ñugro, aunque sí la hemos constatado en las escrituras.4 Pues la forma Nubro que -repetimos- es la más común entre los habitantes de las zonas cumbreras desde las que se divisa el Roque Nublo, curiosamente presenta la misma estructura consonántica tras el acento que Tabro, lo que nada impide explicarlo como un mismo fenómeno fonético, evolucionado a las formas españolas actuales Nublo y Tauro por un mismo proceso, respectivo, de asociación etimológica, que eso es lo que hay detrás de cualquier "etimología popular".ETIQUETAS
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